Hoy escribe Fernando Bermejo
A partir sobre todo de los años 90, varios especialistas (e.g. Michael Williams, Rethinking Gnosticism; Karen King, What is Gnosticism?) han puesto en cuestión la validez de la categoría “gnosticismo”, en virtud de los problemas lógicos y epistemológicos que presenta: su aceptación presupone que textos y grupos muy diversos presentan una serie de rasgos en común cuando en realidad, al ser considerados con detenimiento, se puede comprobar que no los poseen, e incluso que en ocasiones se contradicen mutuamente. En este sentido, en los últimos veinte años se ha llevado a cabo una suerte de deconstrucción del “gnosticismo”, que aboga por el desmantelamiento de la categoría e incluso por la la evitación del adjetivo “gnóstico”.
Ahora bien, aun si optamos por rechazar “gnosticismo” como una categoría válida (algunos autores, como Birger Pearson, se han opuesto a esta inflexión), ello no significa, sin embargo, que tengamos que desterrar totalmente el término “gnóstico”. Parece posible identificar un movimiento cristiano específico cuyos miembros fueron conocidos concretamente como “los gnósticos”, que comparten una mitología y un ritual distintivos; esto implica que “gnósticos” puede ser usado como una categoría social, que corresponde a un grupo que se autodefinía como tal y que era también reconocido así por otros. Esta es la propuesta que especialistas como Bentley Layton o Alastair Logan han avanzado recientemente.
Una obra en la que esta propuesta es presentada de modo especialmente claro y ordenado es la de David Brakke, The Gnostics. Myth, Ritual, and Diversity in Early Christianity (Harvard University Press, 2010), que la editorial Sígueme ha tenido el gran acierto de publicar en castellano: Los gnósticos. Mito, ritual y diversidad en el cristianismo primitivo (Sígueme, Salamanca, 2013, Biblioteca de Estudios Bíblicos 140, traducción de Francisco J. Molina de la Torre) ha visto la luz recientemente en la colección dirigida por Santiago Guijarro y de la que se ocupa el excelente equipo humano que forma esta editorial.
Brakke, que se doctoró en 1992 en Religious Studies por la Universidad de Yale, es editor del Journal of Early Christian Studies y actual presidente de la International Association for Coptic Studies, y actualmente es profesor de historia del cristianismo en la Universidad de Ohio. Antes había publicado monografías significativas, como Athanasius and the Politics of Asceticism (Oxford UP 1995; Johns Hopkins UP 1998), y Demons and the Making of the Monk: Spiritual Combat in Early Christianity (Harvard UP 2006).
La obra de Brakke sobre los gnósticos, como el autor mismo reconoce en el prefacio de su libro, no es en su mayor parte original, pero ello no disminuye en modo alguno su importancia, también porque aunque sus principales argumentos son conocidos a los especialistas, no lo son para el gran público. El autor adopta una posición intermedia entre la adopción acrítica de un concepto genérico de “gnosticismo” y el rechazo de las categorías “gnósticos” o “mito gnóstico”, gracias en buena parte a una lectura crítica del Adversus Haereses de Ireneo.
Lejos de fáciles y apresuradas divulgaciones, la obra de Brakke ha sido pensada largamente y discutida previamente con otros especialistas, y la posición del autor difiere en algunos puntos de las de los autores cuya obra le sirve de principal referencia. Su relativa brevedad (164 pp. en la edición inglesa, 222 pp. en la castellana), su orden y su claridad –índice incluido- la convierten en una contribución importante, cuya lectura es francamente muy recomendable.
Por supuesto, es posible efectuar algunas observaciones críticas. Habría sido deseable quizás una conclusión que recapitulase las ideas principales del autor, y que la bibliografía no se limitase a las fuentes (el lector debe buscarla en las notas). Con unas pocas excepciones, la bibliografía es casi exclusivamente anglosajona. Aunque el público del autor parece ser anglófono, debería tenerse en cuenta la investigación alemana, francesa, italiana o española. Por lo demás, en una obra histórica, resulta extraña la referencia a “las décadas que siguieron a la muerte y resurrección de Jesús” (p. 147 de la traducción).
La edición española, en la que apenas se detectan erratas, tiene la ventaja de haber puesto las notas al pie, en lugar de como notas finales en la edición original, algo que los lectores agradecerán. La traducción es en líneas generales correcta. Solo aquí y allá se detectan algunos gazapos y detalles mejorables. Por ejemplo, en la p. 15 se afirma que el Evangelio de Judas “sobrevive únicamente en una traducción gnóstica”, aunque el original habla de una “Coptic traduction”: traducción copta. En la p. 20 se lee: “hoy los historiadores van más allá de Ireneo y afirman que el gnosticismo era una religión independiente”, pero el original inglés no generaliza tanto, pues tiene “historians today sometimes go beyond even what Irenaeus claimed…”. En la p. 25, al referirse a la biblioteca de Nag Hammadi, se dice que incluía obras de “‘cristianismos perdidos’, incluyendo los gnósticos”, pero algunas importantes comillas del original (including “Gnostic” ones) se han perdido –lo que podría generar perplejidad en el lector atento. A menudo, el término “scholars” (“estudiosos” o “especialistas”) se vierte por “exegetas”, lo que a menudo no es correcto (el libro suele tener en mente a historiadores del cristianismo, que no es lo mismo, y el inglés posee el término “exegete”). En la página 41, “Gnosticism” and Its Limits –un título referido al término “gnosticismo”– se traduce como “El ‘gnosticismo’ y sus límites”, lo que induce a confusión al lector. En alguna ocasión, el traductor se toma libertades excesivas, como cuando en las pp. 41-42 traduce “strongly” por “totalmente” o “many” por “innumerables”. En la p. 45, “la naturaleza […] distorsionada del ‘gnosticismo’” debería ser “la naturaleza […] distorsionante de ‘gnosticismo’”. En la p. 60, n. 8, “un importante exegeta” debería ser “una importante estudiosa”, pues se refiere a Simone Pétrement. “The Secret Book (of John)” es traducido como “El libro secreto (de Juan)”, pero a partir de la p. 66 se traduce como Apócrifo de Juan. En la p. 152, “las Escrituras sagradas” debería ser más bien “escritos sagrados”. Estos y otros pequeños detalles deberían corregirse en una eventual segunda edición.
Estas cuestiones menores no disminuyen sustancialmente, sin embargo, la calidad de esta publicación, ni la oportunidad de su aparición. Los responsables de Sígueme –una editorial en la que se toma en serio la relevancia cultural de lo que se ofrece, a menudo al margen de los intereses del mercado– han prestado una vez más un gran servicio a los interesados en los orígenes del cristianismo. Ahora, solo falta que el libro encuentre en el ámbito hispanohablante los muchos lectores que merece.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
A continuación, otra prueba de la incurable estupidez e indignidad de las tribus humanas. Por si alguien quiere firmar:
https://secure.avaaz.org/fr/burma_the_next_rwanda_loc/?bVldtab&v=26554
A partir sobre todo de los años 90, varios especialistas (e.g. Michael Williams, Rethinking Gnosticism; Karen King, What is Gnosticism?) han puesto en cuestión la validez de la categoría “gnosticismo”, en virtud de los problemas lógicos y epistemológicos que presenta: su aceptación presupone que textos y grupos muy diversos presentan una serie de rasgos en común cuando en realidad, al ser considerados con detenimiento, se puede comprobar que no los poseen, e incluso que en ocasiones se contradicen mutuamente. En este sentido, en los últimos veinte años se ha llevado a cabo una suerte de deconstrucción del “gnosticismo”, que aboga por el desmantelamiento de la categoría e incluso por la la evitación del adjetivo “gnóstico”.
Ahora bien, aun si optamos por rechazar “gnosticismo” como una categoría válida (algunos autores, como Birger Pearson, se han opuesto a esta inflexión), ello no significa, sin embargo, que tengamos que desterrar totalmente el término “gnóstico”. Parece posible identificar un movimiento cristiano específico cuyos miembros fueron conocidos concretamente como “los gnósticos”, que comparten una mitología y un ritual distintivos; esto implica que “gnósticos” puede ser usado como una categoría social, que corresponde a un grupo que se autodefinía como tal y que era también reconocido así por otros. Esta es la propuesta que especialistas como Bentley Layton o Alastair Logan han avanzado recientemente.
Una obra en la que esta propuesta es presentada de modo especialmente claro y ordenado es la de David Brakke, The Gnostics. Myth, Ritual, and Diversity in Early Christianity (Harvard University Press, 2010), que la editorial Sígueme ha tenido el gran acierto de publicar en castellano: Los gnósticos. Mito, ritual y diversidad en el cristianismo primitivo (Sígueme, Salamanca, 2013, Biblioteca de Estudios Bíblicos 140, traducción de Francisco J. Molina de la Torre) ha visto la luz recientemente en la colección dirigida por Santiago Guijarro y de la que se ocupa el excelente equipo humano que forma esta editorial.
Brakke, que se doctoró en 1992 en Religious Studies por la Universidad de Yale, es editor del Journal of Early Christian Studies y actual presidente de la International Association for Coptic Studies, y actualmente es profesor de historia del cristianismo en la Universidad de Ohio. Antes había publicado monografías significativas, como Athanasius and the Politics of Asceticism (Oxford UP 1995; Johns Hopkins UP 1998), y Demons and the Making of the Monk: Spiritual Combat in Early Christianity (Harvard UP 2006).
La obra de Brakke sobre los gnósticos, como el autor mismo reconoce en el prefacio de su libro, no es en su mayor parte original, pero ello no disminuye en modo alguno su importancia, también porque aunque sus principales argumentos son conocidos a los especialistas, no lo son para el gran público. El autor adopta una posición intermedia entre la adopción acrítica de un concepto genérico de “gnosticismo” y el rechazo de las categorías “gnósticos” o “mito gnóstico”, gracias en buena parte a una lectura crítica del Adversus Haereses de Ireneo.
Lejos de fáciles y apresuradas divulgaciones, la obra de Brakke ha sido pensada largamente y discutida previamente con otros especialistas, y la posición del autor difiere en algunos puntos de las de los autores cuya obra le sirve de principal referencia. Su relativa brevedad (164 pp. en la edición inglesa, 222 pp. en la castellana), su orden y su claridad –índice incluido- la convierten en una contribución importante, cuya lectura es francamente muy recomendable.
Por supuesto, es posible efectuar algunas observaciones críticas. Habría sido deseable quizás una conclusión que recapitulase las ideas principales del autor, y que la bibliografía no se limitase a las fuentes (el lector debe buscarla en las notas). Con unas pocas excepciones, la bibliografía es casi exclusivamente anglosajona. Aunque el público del autor parece ser anglófono, debería tenerse en cuenta la investigación alemana, francesa, italiana o española. Por lo demás, en una obra histórica, resulta extraña la referencia a “las décadas que siguieron a la muerte y resurrección de Jesús” (p. 147 de la traducción).
La edición española, en la que apenas se detectan erratas, tiene la ventaja de haber puesto las notas al pie, en lugar de como notas finales en la edición original, algo que los lectores agradecerán. La traducción es en líneas generales correcta. Solo aquí y allá se detectan algunos gazapos y detalles mejorables. Por ejemplo, en la p. 15 se afirma que el Evangelio de Judas “sobrevive únicamente en una traducción gnóstica”, aunque el original habla de una “Coptic traduction”: traducción copta. En la p. 20 se lee: “hoy los historiadores van más allá de Ireneo y afirman que el gnosticismo era una religión independiente”, pero el original inglés no generaliza tanto, pues tiene “historians today sometimes go beyond even what Irenaeus claimed…”. En la p. 25, al referirse a la biblioteca de Nag Hammadi, se dice que incluía obras de “‘cristianismos perdidos’, incluyendo los gnósticos”, pero algunas importantes comillas del original (including “Gnostic” ones) se han perdido –lo que podría generar perplejidad en el lector atento. A menudo, el término “scholars” (“estudiosos” o “especialistas”) se vierte por “exegetas”, lo que a menudo no es correcto (el libro suele tener en mente a historiadores del cristianismo, que no es lo mismo, y el inglés posee el término “exegete”). En la página 41, “Gnosticism” and Its Limits –un título referido al término “gnosticismo”– se traduce como “El ‘gnosticismo’ y sus límites”, lo que induce a confusión al lector. En alguna ocasión, el traductor se toma libertades excesivas, como cuando en las pp. 41-42 traduce “strongly” por “totalmente” o “many” por “innumerables”. En la p. 45, “la naturaleza […] distorsionada del ‘gnosticismo’” debería ser “la naturaleza […] distorsionante de ‘gnosticismo’”. En la p. 60, n. 8, “un importante exegeta” debería ser “una importante estudiosa”, pues se refiere a Simone Pétrement. “The Secret Book (of John)” es traducido como “El libro secreto (de Juan)”, pero a partir de la p. 66 se traduce como Apócrifo de Juan. En la p. 152, “las Escrituras sagradas” debería ser más bien “escritos sagrados”. Estos y otros pequeños detalles deberían corregirse en una eventual segunda edición.
Estas cuestiones menores no disminuyen sustancialmente, sin embargo, la calidad de esta publicación, ni la oportunidad de su aparición. Los responsables de Sígueme –una editorial en la que se toma en serio la relevancia cultural de lo que se ofrece, a menudo al margen de los intereses del mercado– han prestado una vez más un gran servicio a los interesados en los orígenes del cristianismo. Ahora, solo falta que el libro encuentre en el ámbito hispanohablante los muchos lectores que merece.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
A continuación, otra prueba de la incurable estupidez e indignidad de las tribus humanas. Por si alguien quiere firmar:
https://secure.avaaz.org/fr/burma_the_next_rwanda_loc/?bVldtab&v=26554