Escribe Antonio Piñero
Me pregunta un lector desde Chile: “Y entrando en materia, le cuento el motivo de este comentario. Luego de leer a varios autores e investigadores de los que "hay que leer" - incluyéndolo a usted, por cierto - creo que hay un par de asuntos que aún no logro entender con claridad. Y espero que no le parezcan muy simples mis preguntas.
Primero, me gustaría aclarar un poco la cronología del proceso que llevo de Jesús de Nazaret a Jesucristo. Más específicamente, cuan próximo en tiempo y espacio con su muerte, esto ya ocurría en términos prácticos. Por ejemplo, si un par de persona conversaban en Jerusalén en el año 40 o 50 de la E. C., y de pronto veían acercarse a Santiago ¿Es posible que uno le dijera al otro "Ese que vienen ahí es el hermano de Jesucristo"? ¿O lo esperable sería "Ese que viene ahí, es el hermano de Jesús, el profeta fracasado"? ¿O quizás podría darse que uno afirmara lo primero y el otro lo segundo?
Y la segunda pregunta: Conociendo la cantidad de aspirantes mesiánicos, sabios, magos, curanderos, predicadores, exorcistas, hombres justos y hacedores de maravillas que vivieron antes y después de Jesús y fueron igual de seguidos y venerados ¿Por qué tenemos a Jesús-Cristo y no a un Honi-Cristo? ¿O a un Hanina-Cristo? ¿A un Juan Bautista-Cristo? ¿Es que acaso Jesús sí tuvo algo realmente excepcional que lo distinguió de todos ellos? ¿O sólo se lo debemos a que fue la "persona precisa en el momento indicado"? Espero que pueda ayudarme a resolver estas cuestiones. Desde ya, muchísimas gracias. Saludos desde Chile.
Respuesta:
Le respondo brevemente solo por motivos de trabajo, porque la pregunta es interesante.
Primero: Tiene Usted razón en su disyuntiva. Los dos términos son correctos. Un creyente judío en Jesús como mesías, muy pronto, tras como lo cuenta los discursos de Pedro en Hechos 2-3, pensaba que Jesús tras su muerte, había entrado de algún modo en el ámbito de los divno. Aquí no me extiendo mucho porque he explicado esto con cierto detenimiento en mi libro sobre Pablo: Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación de su pensamiento”, Trotta, 2ª edición de 2018, en las pp. 402-423 (hay versión electrónica) y no puedo repetirme aquí.
Segundo: Ciertamente Jesús fue muy admirado por sus discípulos. Jesús no era como R. Honí, “el circulero”, o “trazador de círculos”, R. Haniná, ambos taumaturgos, y “doctores” de la Ley. Jesús de Nazaret era eso y más: era el profeta del final de los tiempos, el anunciado por Moisés en Dt 18,15: “Yahvé tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis”. Tenía una altísima autoestima y concepción de sí mismo, como indican los males que anuncia a Corazín, Betsaida y Cafarnaún por no oír su mensaje (Lc 10,13-16), o los condena al fuego eterno (Mt 25,41, auténtico en sustancia no como aparece en el texto en una escena mítica). Afirma que él es superior a Jonás (Mt 12,41: auténtico en sustancia) y finalmente al menos al final de su vida se proclamó el mesías, el rey de Israel (Lc 23,1-3).
Además, habría que plantear la comparación especialmente con Juan Bautista como hace Usted también. Flavio Josefo pondera, entre los diez o doce pretendientes o agentes regio-mesiánicos que nombra en “Guerra de los judíos” y “Antigüedades de los judíos”, solo a Juan Bautista y a Jesús de Nazaret.
Los dos tuvieron amplia repercusión porque eran figuras excepcionales y proféticas, no guerreras especialmente. Juan Bautista ha permanecido hasta hoy día entre sus “discípulos” (en sentido muy amplio) que son los mandeos. Y Jesús de Nazaret tuvo la suerte de contar con excepcionales circunstancias de atmósfera religiosa en el Mediterráneo Oriental aprovechadas maravillosamente por el genio religioso de Pablo de Tarso. Juan Bautista no tuvo, para desgracia para él, un Pablo. Al final del mencionado libro sobre Pablo se explica el estupendo éxito de su predicación y cuáles fueron los motivos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Me pregunta un lector desde Chile: “Y entrando en materia, le cuento el motivo de este comentario. Luego de leer a varios autores e investigadores de los que "hay que leer" - incluyéndolo a usted, por cierto - creo que hay un par de asuntos que aún no logro entender con claridad. Y espero que no le parezcan muy simples mis preguntas.
Primero, me gustaría aclarar un poco la cronología del proceso que llevo de Jesús de Nazaret a Jesucristo. Más específicamente, cuan próximo en tiempo y espacio con su muerte, esto ya ocurría en términos prácticos. Por ejemplo, si un par de persona conversaban en Jerusalén en el año 40 o 50 de la E. C., y de pronto veían acercarse a Santiago ¿Es posible que uno le dijera al otro "Ese que vienen ahí es el hermano de Jesucristo"? ¿O lo esperable sería "Ese que viene ahí, es el hermano de Jesús, el profeta fracasado"? ¿O quizás podría darse que uno afirmara lo primero y el otro lo segundo?
Y la segunda pregunta: Conociendo la cantidad de aspirantes mesiánicos, sabios, magos, curanderos, predicadores, exorcistas, hombres justos y hacedores de maravillas que vivieron antes y después de Jesús y fueron igual de seguidos y venerados ¿Por qué tenemos a Jesús-Cristo y no a un Honi-Cristo? ¿O a un Hanina-Cristo? ¿A un Juan Bautista-Cristo? ¿Es que acaso Jesús sí tuvo algo realmente excepcional que lo distinguió de todos ellos? ¿O sólo se lo debemos a que fue la "persona precisa en el momento indicado"? Espero que pueda ayudarme a resolver estas cuestiones. Desde ya, muchísimas gracias. Saludos desde Chile.
Respuesta:
Le respondo brevemente solo por motivos de trabajo, porque la pregunta es interesante.
Primero: Tiene Usted razón en su disyuntiva. Los dos términos son correctos. Un creyente judío en Jesús como mesías, muy pronto, tras como lo cuenta los discursos de Pedro en Hechos 2-3, pensaba que Jesús tras su muerte, había entrado de algún modo en el ámbito de los divno. Aquí no me extiendo mucho porque he explicado esto con cierto detenimiento en mi libro sobre Pablo: Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación de su pensamiento”, Trotta, 2ª edición de 2018, en las pp. 402-423 (hay versión electrónica) y no puedo repetirme aquí.
Segundo: Ciertamente Jesús fue muy admirado por sus discípulos. Jesús no era como R. Honí, “el circulero”, o “trazador de círculos”, R. Haniná, ambos taumaturgos, y “doctores” de la Ley. Jesús de Nazaret era eso y más: era el profeta del final de los tiempos, el anunciado por Moisés en Dt 18,15: “Yahvé tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis”. Tenía una altísima autoestima y concepción de sí mismo, como indican los males que anuncia a Corazín, Betsaida y Cafarnaún por no oír su mensaje (Lc 10,13-16), o los condena al fuego eterno (Mt 25,41, auténtico en sustancia no como aparece en el texto en una escena mítica). Afirma que él es superior a Jonás (Mt 12,41: auténtico en sustancia) y finalmente al menos al final de su vida se proclamó el mesías, el rey de Israel (Lc 23,1-3).
Además, habría que plantear la comparación especialmente con Juan Bautista como hace Usted también. Flavio Josefo pondera, entre los diez o doce pretendientes o agentes regio-mesiánicos que nombra en “Guerra de los judíos” y “Antigüedades de los judíos”, solo a Juan Bautista y a Jesús de Nazaret.
Los dos tuvieron amplia repercusión porque eran figuras excepcionales y proféticas, no guerreras especialmente. Juan Bautista ha permanecido hasta hoy día entre sus “discípulos” (en sentido muy amplio) que son los mandeos. Y Jesús de Nazaret tuvo la suerte de contar con excepcionales circunstancias de atmósfera religiosa en el Mediterráneo Oriental aprovechadas maravillosamente por el genio religioso de Pablo de Tarso. Juan Bautista no tuvo, para desgracia para él, un Pablo. Al final del mencionado libro sobre Pablo se explica el estupendo éxito de su predicación y cuáles fueron los motivos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html