Hoy escribe Antonio Piñero
La lectura del libro El Secreto, gran éxito de ventas por cierto es decepcionante desde muchos puntos de vista y es interesante para reflexionar sobre la estupidez humana. “Hay dos cosas que son infinitas” –se dice que dijo una vez A. Einstein- el universo y la estupidez humana. Y de la primera no estoy totalmente seguro”.
El tema y mensaje del libro se resumen en los siguientes principios: Lo semejante atrae a los semejante. Es una ley universal. Aplicada al mundo de los pensamientos humanos se formularia: los pensamientos positivos son realidades positivas y atraen a objetos positivos. Si pienso positivamente atraigo sobre mí el objeto de mi deseo, que será bueno. Si pienso negativamente, atraigo sobre mí el objeto de mi rechazo (temeroso), que será malo. Los pensamientos se convierten en realidad. Piensa positivamente y tendrás todo lo bueno: salud, riqueza y amor. Por ejemplo: el mundo es de un potencial infinito y hay riquezas para todos. Lo que pasa es que este principio elemental no lo conoce en la práctica nadie. Es un secreto. Sólo lo “conocen” y practican algunos sabios. El libro es una exposición pública del “secreto” de modo que la gente lo conozca y lo practique.
En primer lugar, el libro parece “literatura” popular muy norteamericana, no sólo sencilla, sino simplista, y engañosa para gente sin apenas cultura, tal como es usual en Norteamérica. El que en otros países tenga éxito se debe a la propagación del “American Way of Life” y a la falta de cultura que se está generalizando alarmantemente en nuestra sociedad.
La credulidad de base para aceptar el mensaje del libro –por cierto muy breve y de muy fácil lectura, pedagógicamente bien escrito con sus dibujitos, imágenes y sobre todo con sus resúmenes de “ideas”/mensajes al final de cada capítulo- está generada por una cierta desconfianza hacia la visión de Dios, del universo y del ser humano expandida por las religiones usuales y la sustitución de ella por las revelaciones de pseudoprofetas que se presentan a sí mismos muy bien –según las reglas del mercado de la comunicación- y que tocan fibras oportunas de las gentes incultas.
Se “tira” al Dios tradicional por la ventana (junto con el punto de vista social y religioso tradicional, la cosmovisión recibida en general y el papel del ser humano en el mundo-, y se admiten por la puerta trasera multitud de diosecillos en sustitución del abandonado.
Creo que al principio, en la mente de Rhonda Byrne -figura humana al estilo “Barbie” que me inspira poca confianza- el movimiento de expansión del famoso principio de la “Ley de la atracción”, fundamentada en la “Ley de que lo semejante atrae a lo semejante”, pudo surgir de buena fe, y de un modo elemental. Al fin y al cabo tal doctrina se ha expandido ya en nuestra época con las ideas homeopáticas (“lo semejante se cura con lo semejante”).
Pero tras la realización de un documental acerca de “El Secreto” y su asombrosa difusión, más luego la constitución de una Sociedad de responsabilidad limitada y la edición del libro con 24 coautores, se nota que se ha formado una sociedad de negocios para explotar comercialmente los beneficios de la credulidad. Ahora se reparten los derechos del documental y del libro que comentamos entre los miembros de esa sociedad (los “coautores”), y el interés creado suscita una corriente de clientes a las ramas y entidades profesionales de cada uno de los “cofirmantes”. Todo ello es lícito, pero ahora debe de ser el interés principal: generar dinero.
El ámbito del libro es el de los consejos que sirven para la comprensión de la divinidad (que es racional; es la Mente rectora del universo), de este universo y del ser humano. El género literario es tan viejo –y posiblemente tan verdadero en algunos aspectos-, como las doctrinas panteístas que comienzan con los filósofos jónicos griegos (Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes) y culminan –en otro ámbito muy distinto y profundísimo- con Baruc de Spinoza.
El papel central del ser humano en el mundo se inicia en nuestra civilización con los sofistas (Protágoras y Gorgias) y con Sócrates, así como la filosofía hedonista (con la que la mayoría de las gentes está de acuerdo) fue impulsada por Aristipo de Cirene y continuada por Epicuro. Sin duda el eliminar el miedo a los dioses y a las fuerzas adversas, el generar un optimismo interno a toda prueba y un hedonismo rampante (salud, dinero y amor) son ideas aceptadas por la generalidad.
Ellos, los coautores del libro, las presentan de otra forma –el “secreto” sirve para difundir un aura de misterio- y las explotan comercialmente. Siempre sucederá así con el que “dé con la tecla”. El secreto del éxito es misterioso. Todos somos capaces de analizar sus ingredientes, pero ignoramos las proporciones, la oportunidad y la presentación. Ellos han acertado comercialmente. Ese fantástico “secreto” es en realidad el secreto del éxito comercial de un libro simplicísimo y lleno de falsedades evidentes: el don de la oportunidad y la correcta mezcla y proporciones de los elementos surge por intuición o casualidad en los libros más dispares (piénsese en El Código da Vinci).
El mundo del control de las actividades sociales del ser humano, amén del papel rector de éste en el mundo, las normas sobre cómo “navegar” en la vida, etc., son igualmente tan viejos como la colecciones de proverbios y normas morales que nos son muy conocidos en la civilización grecorromana –Proverbios del Pseudos Focílides-, en la hebrea/aramea (Libro de la Sabiduría de Ajicar; el libro mismo de los Proverbios de la Biblia, etc., muy influido por el de sus vecinos de Egipto), en la egipcia (colecciones de cuentos morales y de proverbios para dirigir la vida) y en otras, como las mesopotámicas anteriormente. En fin, nihil novi sub sole: ¡“Nada nuevo bajo el sol!
El núcleo principal de la “Ley de la semejanza” es también muy conocido, el famoso “Similia similibus” (“lo semejante con lo semejante”) de los latinos, pero esa ampliación del dicho tradicional hasta afirmar que nuestros deseos se objetivan y se hacen realidad (“los pensamientos se hacen objetos”) es una majadería solemne, entre muchas otras del libro, que no necesita ni rebatirse. Por otro lado, refutar las proposiciones obviamente estúpidas es muy difícil y produce una desgana mortal en los seres cultivados. Además, está la conciencia de que toda refutación es inútil, porque los necios no te van a hacer caso ninguno.
Pienso también que a muchos que se crean las doctrinas del presente libro a pies juntillas se sentirán pronto decepcionados cuando la realidad de la vida les haga ver que los pensamientos no se concretan en objetos y que los buenos deseos, por mucho que ser repitan, no logran sus objetivos, ni evitan los accidentes, etc. De todos modos, la norma general de pensar en positivo es indudablemente buena. Pero la objetivación absurda de esta norma psicológica elemental conduce inexorablemente a la irrealidad y a la frustración.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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