Finalmente vayamos a lo esencial: ¿hubo de “convertirse” Pablo desde su judaísmo esencial a un judeocristianismo ya bien formado? Desde luego que no. Téngase en cuenta que la “conversión / llamada” de Pablo tuvo lugar poco tiempo después de la muerte de Jesús, quizás un par de años o tres. Inmediatamente fue acogido en la comunidad de Damasco y salió (¿a predicar? ¿a meditar?), también de modo inmediato, hacia Arabia.
Así pues, no sabemos qué hizo allí. A Pablo no le había dado tiempo más que para aceptar los puntos de vista sobre Jesús que albergaban los judeocristianos de Damasco, que suponemos quizá “helenistas” es decir, judíos cuya lengua materna era el griego, y por tanto parecidos a los del grupo de Esteban (cuya única fuente de información son los Hechos de los apóstoles…, libro poco fiable en ocasiones en mi opinión). De cualquier modo la teología judeocristiana no se diferenciaba esencialmente del punto de vista judío, teológico, del momento.
Si el viaje a Arabia de Pablo era para meditar y reflexionar, fue en ese momento donde empezó a madurar sus ideas sobre Jesús que en lo que sabemos históricamente proclamo de manera rotunda en el llamado “tercer viaje misionero”…, por tanto en la tercera etapa de su vida, cuando tenía unos 50 años, o más.
Por tanto, podemos decir que Pablo no pudo “convertirse”, en estricto sentido, en un evento repentino a ningún cristianismo plenamente formado. La teología cristiana se estaba constituyendo entonces; él mismo la estaba formando…, y desde luego él es el “responsable” de la teología que tiene hoy el cristianismo… La otra teología, la judeocristiana, murió de inanición. Empezó a declinar con el triunfo del paulinismo, y parece que en el siglo IV es ya historia pasada.
He insistido en que Pablo está convencido de que él y sus convertidos a Jesús-Cristo siguen siendo verdaderos israelitas. Por tanto, volvemos a afirmar que Pablo no pudo “convertirse”, en estricto sentido, a ningún cristianismo plenamente formado.
No sé si ha quedado claro mi pensamiento. Pero una cosa creo que es cierta: no niego por empecinamiento y sesgo mío la “conversión” de Pablo, sino que mantengo que debe entenderse bien el término y que el Apóstol prefería denominarla “llamada” / “vocación”, evento visionario en el que Dios mismo le revela cómo es en verdad su Hijo.
En síntesis: lo que dije ayer ¡No hubo caída del caballo!
Saludos cordiales de Antonio Piñero