Foto: James Crossley y Philip Davies citados en esta larga serie. Crossley tiene un blog sobre Jesús, además de escribir sesudos artículos científicos.
Hoy escribe Antonio Piñero
Hemos ya llegado al final del largo artículo de F, Bermejo, que con mis apostillas y comentarios ha dado para 75 postales!!!. Decíamos que el rechazo absoluto por parte de la investigación apologética de la existencia de la violencia en palabras y hechos de Jesús lleva a cabo a su vez una especie de violencia propia en el ámbito hermenéutico. Es así porque el investigador se ve obligado a interpretar de una manera –al menos muy rara, forzada y extraña—un buen monto de textos evangélicos. Cedo la palabra de nuevo a F. Bermejo:
“La tendenciosidad y el sesgo de los Evangelios son, por supuesto, reconocidos en el ámbito académico, pero estas limitaciones de nuestras fuentes –por lo demás usuales en todas las “biografías” de la época-- son demasiado a menudo reducidas al mínimo o prácticamente olvidados… cuando se trata de la reconstrucción de la vida y las actitudes de Jesús.
“Este tipo de violencia que afecta al texto de los Evangelios es la que se hace perceptible en las contradicciones e inconsistencias académicas que hemos ido señalando a lo largo de este ensayo. La generalización de este tipo de inconsistencias, y a veces contradicciones, en la investigación moderna no es nada divertida sino trágica, y debe dar mucho que pensar.
“Por último, pero no menos importante, la no aceptación constante de la hipótesis de un Jesús sedicioso, al menos al final de su vida (y decíamos que compatible con otros momentos de su vida en el que se muestra muy distinto de otros agentes mesiánicos de la época que eran en verdad caudillos militares), durante siglos podría contribuir a hacernos comprender de manera más clara la historia de la investigación sobre Jesús.
“Hay un ejemplo claro y muy efectivo: la idea de las tres búsquedas, las tres etapas de la investigación sobre Jesús es rotundamente falsa y sesgada. No solo lo he demostrado yo mismo en un artículo en español (“Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las ‘tres búsquedas’ del Jesús histórico (1ª parte)”, Revista Catalana de Teología XXX/2 (2005), pp. 349-406. “Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las ‘tres búsquedas’ del Jesús histórico (2ª parte)”, Revista Catalana de Teología XXXI/1 (2006), pp. 53-106) y otro en inglés (‘The Fiction of the “Three Quests”: An Argument for Dismantling a Dubious Historiographical Paradigm’, jshj 7 (2009), pp. 211–53..), sino otros investigadores como S.E. Porter, The Criteria for Authenticity in Historical-Jesus Research: Previous Discussion and New Proposals (Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000), pp. 28–62; D.C. Allison, ‘Secularizing Jesus’, en idem, Resurrecting Jesus: The Earliest Christian Tradition and its Interpreters (New York: T&T Clark, 2005), pp. 1–26.
“Hace cuarenta años, Samuel Brandon pensó que se había logrado un notable avance, ya que era generalmente reconocido por la mayoría de los críticos que los testimonios existentes en relación con los orígenes cristianos son de tal naturaleza que se pueden extraer legítimamente otras interpretaciones históricas además de la tradicional. (‘Jesus and the Zealots: Aftermath’, Bulletin of the John Rylands Library Manchester 54.1 (1971), pp. 47–66, at p. 51.) Me temo que este gran erudito era demasiado optimista. La historia de la investigación sobre Jesús demuestra que sin lugar a dudas el destino tristemente previsible de cualquier noción de Jesús que se aparte significativamente de la concepción convencional será reprimida tanto cuanto sea posible (junto con sus corolarios) en la corriente principal de la investigación. James Crossley ha argumentado recientemente que la fuerte predominio de puntos de vista confesionales en el campo Nuevo Testamento ha evitado el que hagan importantes avances en el estudio histórico de los orígenes cristianos: ‘Jesus and the Zealots: Aftermath’, Bulletin of the John Rylands Library Manchester 54.1 (1971), pp. 47–66, at p. 51.
“Es cierto que después de dos siglos y medio, es difícil de llevar a cabo plantear un rechazo de dicha de participación de Jesús en la política de su tiempo. Desgraciadamente algunos lo intentan una y otra vez haciendo oídos absolutamente sordos a toda clase de argumentos puramente históricos. Por ello, no nos vamos engañar. A lo sumo, se acepta a regañadientes un respaldo parcial a la hipótesis del Jesús sedicioso. Así como Jesús es considerado como ‘judío, pero no ese tipo de judío sedicioso’; ‘Jesús era un apocalíptico, pero no ese tipo de apocalíptico' , a fortiori se considera todo lo más que Jesús fue ‘revolucionario, pero no ese tipo de revolucionario’, que tiene mucho de político aunque sea indirectamente y por implicación. Parece que hay límites que no deben traspasarse, por ejemplo, el reconocimiento de la presencia de la violencia, las espadas y la sangre en la tradición sobre Jesús.
“En estas circunstancias, no hay que ser especialmente optimistas acerca el progreso futuro en los estudios de Jesús. Al igual que hasta ahora, la hipótesis será objeto de represión…, consciente o inconsciente, total o parcial. La buena historiografía busca la verdad, independientemente de la forma en la que nos sintamos emocionalmente al contemplarla, pero son demasiados en el ámbito de los estudios sobre Jesús que parecen ser absolutamente propensos a oponerse a toda costa a las ideas embarazosas, incluso a costa de la coherencia y plausibilidad.
“Pero la minoría de historiadores seculares e independientes en este gremio, se sonrojan ante la visión triste y al mismo tiempo descorazonadora de un ámbito de estudio plagado de personajes que cometen a veces errores garrafales de método, pero que no se avergüenzan en lo mínimo de negar los resultados más convincentes de siglos de investigación sobre esta materia. Incluso si uno siente una profunda simpatía tanto por Jesús como por sus más sinceros seguidores de hoy día, hay que actuar de acuerdo con el lema latino, magis amica veritas: el mejor amigo es la verdad.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo y Antonio Piñero