Hoy escribe Antonio Piñero
He aquí algunas preguntas y respuestas:
Pregunta:
Qué opina del argumento a priori sobre la existencia de Dios? Lo explico así:
“Imaginémonos un ser infinitamente perfecto, luego ese ser existe, porque si no nos habríamos contradicho, ya que le falta la existencia”.
Podemos ver el argumento mejor si le damos la vuelta: imaginémonos un ser infinitamente imperfecto, o sea, infinitamente, tonto, débil, vulnerable, mal construido, e intuitivamente veremos que no puede existir, porque se desintegraría o colapsaría antes de un instante. Seguimos: todo lo que existe tiene que tener alguna perfección que lo mantenga en la existencia y que llegue a hacer que exista. Por ejemplo: ¿el nazismo era infinitamente malo? No podía serlo, alguna cualidad tenía que tener: inteligencia, disciplina, alguna forma de compañerismo, algún bien tenía que aportar al pueblo, porque si no, ni se habría formado ni habría resistido, pero pereció, precisamente por todo lo que tenía de malo, tonto o imperfecto. Vemos que las cosas aparecen y sobreviven por sus perfecciones y perecen por sus imperfecciones. Luego eso de que la existencia no es una perfección es una gran tontería, por más que lo dijese Kant. Un ser infinitamente perfecto tiene una fuerza infinita para llegar a existir, lo que se ve con toda claridad si salimos del Universo de Newton-Laplace y pasamos al de los multiversos, como veremos a continuación.
A lo que la mitad de los filósofos han contestado:
1.La existencia no es una perfección. 100 táleros imaginarios son tan perfectos como 100 táleros reales (Kant). ¿De verdad? Pues yo prefiero los 100 táleros reales, porque con ellos puedo comprar algo y con los imaginarios no. Prefiero una mujer real a una mujer imaginaria, porque con ella puedo hacer más cosas, incluido tener un hijo real y bien real.
2.Imagínese una isla perfecta. ¿De verdad que existe? Pues búsquela Vd. a ver si la encuentra.
Pues ya la he encontrado si existen los multiversos. Como en ellos hay todo lo que sea posible (o no sea un imposible metafísico), en uno o varios de ellos hay islas perfectísimas, de las que una es, obviamente, la más perfecta. Con las mismas, el ser infinitamente perfecto también existe y el punto del tiempo en que exista es indiferente, porque dada su perfección, desde allí puede llegar a todas partes.
Añadiría algo más: es increíble que haya filósofos creyentes que no acepten el argumento a a priori, por una razón evidente. Si Dios existe, existe por su propia fuerza, no porque lo haya hecho nadie,ergo existe en virtud de su definición, que es el argumento a priori. ¿Por qué algunos creyentes rechazan al argumento? No le veo más que una explicación, que es la consecuencia de preguntarse. ¿Las cosas son buenas porque Dios las manda o las manda porque son buenas? En el primer caso es Elí o Allah, el Señor, en el segundo es Dios, o Di (palabra indoeuropea) o sea la Luz. (obviamente, las dos cosas son lo mismo). A los budistas les parece que es la Luz y a las religiones del Libro, les gusta más que sea el Señor, yo añadiría, para meter mandamientos de matute que son los que convienen a las clases dominantes a los que llaman “Leyes Positivas de Dios”. Bueno, pues Dios no puede dar leyes positivas, porque no puede mandar más que lo que es bueno ni prohibir más que lo que es malo, ya que no es ni un Emperador Romano ni un Jefe de Tribu Oriental. Se comprende claramente que ese “Dios Positivo” encaja mejor con el autor del mundo de los argumentos a posteriori que con el Dios que es, por definición, el Bien del argumento a priori.
Respuesta:
El argumento hace reflexionar, sin duda. Pero en mi opinión pesa más el argumento de Epicuro:
Existe el mal en el mundo… (aquí podría ampliarse; cada uno lo haga; sobre todo los casos en os que inocentes “absolutos” son agredidos por males, catástrofes de la naturaleza, etc.) Dios (los dioses) o no han querido, o no han sabido o no han podido evitarlos. En cualquier caso, la existencia de ese Dios infinitamente justo y bondadoso se pone en cuestión. Hace falta pensar, en todo caso, en otro tipo de divinidad, al estilo de los estoicos (Razón universal) o de Baruch Espinosa (deus sive natura), pero desde luego no sería personal tal como nos han enseñado desde pequeños.
Pregunta:
la novela El apostol número 13 (Michel Benoit). En esta novela el autor defiende la tesis de que Jesús y sus seguidores pretendían dar un golpe (interno) en Jerusalem para conquistar el gobierno de la provincia de Judea y sustituir al rey Herodes por el propio Jesús (no sé si he utilizado los términos históricos correctos). ¿Cree plausible que los romanos permitieran esa sustitución si se encontraran con los hechos consumados y con la mayoría del pueblo a favor del nuevo rey?
Respuesta:
Mi respuesta es absolutamente negativa. Los romanos jamás aceptaron, ni iban a aceptar, ningún movimiento político, ninguno, en un país controlado por ellos, que no contara su visto bueno. Jamás. Mi novela, escrita junto con José Luis Corral, “El trono maldito” Planeta 15 Dios octubre 2014), que trata de Israel durante los años 6-41 más o menos d.C. trata este problema específicamente. Relata hechos contundentes que abonan lo que acabo de manifestar respecto a los romanos.
Pregunta:
un joven filósofo italiano, tras haber asistido a la conferencia de un teólogo sobre el Apocalipsis, propone una explicación del porqué este término ha pasado hoy en día a significar “desastre”, “catástrofe”. A ver qué opina usted de su explicación:
«Se trata, fundamentalmente, de la debilitación progresiva e inexorable de la fe en un mundo ultraterrenal. En los tiempos en que se compuso la Biblia, el fin del reino humano (apocalipsis por excelencia) representaba un fenómeno considerado positivo. Con ello se acababa el “valle de lágrimas” que es el mundo terrenal, nacido del pecado original y cuyos rasgos son múltiples desgracias, hasta la más terrible (“terrible” de “tierra”) de todas: la mortalidad. La fe en la “revelación” de un mundo ultraterrenal paradisíaco era capaz de convertir este apocalipsis en la mejor de las noticias para el hombre. A medida que se debilita tal creencia, el fin del mundo humano acaba revelándose como una desgracia desprovista de alguna semilla de esperanza. Y lo que San Pablo llamaba el último enemigo, la muerte, adquiere, para el ser humano, los rasgos de un trágico gesto final. Que anuncia la larga noche de la nada.»
Respuesta:
Aparte de que puede ser verdad que hay una debilitación progresiva de la fe en los mitos de la religión (que no en la religión misma, que encuentra otras vías de expresión en el ser humano, que tiende a la creencia), opino que explicar sólo por esta razón el cambio de significado de apocalipsis (“revelación”) a “desastre”, olvida probablemente la explicación principal y más plausible, a saber que el Apocalipsis de Juan pinta por tres veces. Así, los ciclos de los siete sellos, siete trompetas y siete copas son sustancialmente la misma visión repetida tres veces: 6,1-8,1 son una descripción sumaria de los horrores que van a venir y preparan el Gran Día de la Cólera = los siete sellos. 8,2-11,19 forman una segunda descripción de los mismos horrores y castigos: comienza la Gran Cólera = siete trompetas. 15,1-16,21 constituyen la tercera y definitiva descripción de los mismos espantos de la Gran Cólera: siete copas. Por tanto, los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas dibujan los mismos acontecimientos, pero en oleadas sucesivas.
Son tan terribles estas desgracias que caen sobre la humanidad que no es creyente en el mesías que de un modo natural se asoció la “revelación” de los últimos días del mundo en general con la revelación de las desgracias que habrían de ocurrir en ese fin del mundo. De ahí apocalipsis = desgracia, en la mentalidad popular.
Pregunta:
¿Era Jesús descendiente de David?
Respuesta:
No lo sabemos con seguridad. Muchos que creían en Jesús como mesías así lo afirmaban; por ejemplo, Mc 10,47: “Al enterarse el ciego de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»”.
Pero Jesús mismo lo pone en duda al parecer según Mc 12,35-37: “«¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? […] El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?”
En Jn 7,41-42 se lee: “Otros decían: «Este es el Cristo.» Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?»”, la gente ponía en duda, al parecer que Jesús fuera de la descendencia de David.
Pero esta interpretación de la “duda si es o no hijo de David” tampoco es segura. Quizás haya que ver estos pasajes de la siguiente manera: los evangelistas piensan que, aun en el caso hipotético de que Jesús no fuera realmente “hijo de David” según la carne, no importa. ¡El es el mesías, pero de otra clase!
En conjunto, los Evangelios indican con claridad que Jesús es hijo de David por medio de dos genealogías, en Mt 1,1-16 y Lc 3,23-38. En la de Mateo se afirma expresamente que Jesús era descendiente de David en 1, 1.6; y en la de Lucas en 3,31. Pero estas dos genealogías son tan diferentes que contienen graves problemas desde el punto de vista histórico.
Saludos cordiales
He aquí algunas preguntas y respuestas:
Pregunta:
Qué opina del argumento a priori sobre la existencia de Dios? Lo explico así:
“Imaginémonos un ser infinitamente perfecto, luego ese ser existe, porque si no nos habríamos contradicho, ya que le falta la existencia”.
Podemos ver el argumento mejor si le damos la vuelta: imaginémonos un ser infinitamente imperfecto, o sea, infinitamente, tonto, débil, vulnerable, mal construido, e intuitivamente veremos que no puede existir, porque se desintegraría o colapsaría antes de un instante. Seguimos: todo lo que existe tiene que tener alguna perfección que lo mantenga en la existencia y que llegue a hacer que exista. Por ejemplo: ¿el nazismo era infinitamente malo? No podía serlo, alguna cualidad tenía que tener: inteligencia, disciplina, alguna forma de compañerismo, algún bien tenía que aportar al pueblo, porque si no, ni se habría formado ni habría resistido, pero pereció, precisamente por todo lo que tenía de malo, tonto o imperfecto. Vemos que las cosas aparecen y sobreviven por sus perfecciones y perecen por sus imperfecciones. Luego eso de que la existencia no es una perfección es una gran tontería, por más que lo dijese Kant. Un ser infinitamente perfecto tiene una fuerza infinita para llegar a existir, lo que se ve con toda claridad si salimos del Universo de Newton-Laplace y pasamos al de los multiversos, como veremos a continuación.
A lo que la mitad de los filósofos han contestado:
1.La existencia no es una perfección. 100 táleros imaginarios son tan perfectos como 100 táleros reales (Kant). ¿De verdad? Pues yo prefiero los 100 táleros reales, porque con ellos puedo comprar algo y con los imaginarios no. Prefiero una mujer real a una mujer imaginaria, porque con ella puedo hacer más cosas, incluido tener un hijo real y bien real.
2.Imagínese una isla perfecta. ¿De verdad que existe? Pues búsquela Vd. a ver si la encuentra.
Pues ya la he encontrado si existen los multiversos. Como en ellos hay todo lo que sea posible (o no sea un imposible metafísico), en uno o varios de ellos hay islas perfectísimas, de las que una es, obviamente, la más perfecta. Con las mismas, el ser infinitamente perfecto también existe y el punto del tiempo en que exista es indiferente, porque dada su perfección, desde allí puede llegar a todas partes.
Añadiría algo más: es increíble que haya filósofos creyentes que no acepten el argumento a a priori, por una razón evidente. Si Dios existe, existe por su propia fuerza, no porque lo haya hecho nadie,ergo existe en virtud de su definición, que es el argumento a priori. ¿Por qué algunos creyentes rechazan al argumento? No le veo más que una explicación, que es la consecuencia de preguntarse. ¿Las cosas son buenas porque Dios las manda o las manda porque son buenas? En el primer caso es Elí o Allah, el Señor, en el segundo es Dios, o Di (palabra indoeuropea) o sea la Luz. (obviamente, las dos cosas son lo mismo). A los budistas les parece que es la Luz y a las religiones del Libro, les gusta más que sea el Señor, yo añadiría, para meter mandamientos de matute que son los que convienen a las clases dominantes a los que llaman “Leyes Positivas de Dios”. Bueno, pues Dios no puede dar leyes positivas, porque no puede mandar más que lo que es bueno ni prohibir más que lo que es malo, ya que no es ni un Emperador Romano ni un Jefe de Tribu Oriental. Se comprende claramente que ese “Dios Positivo” encaja mejor con el autor del mundo de los argumentos a posteriori que con el Dios que es, por definición, el Bien del argumento a priori.
Respuesta:
El argumento hace reflexionar, sin duda. Pero en mi opinión pesa más el argumento de Epicuro:
Existe el mal en el mundo… (aquí podría ampliarse; cada uno lo haga; sobre todo los casos en os que inocentes “absolutos” son agredidos por males, catástrofes de la naturaleza, etc.) Dios (los dioses) o no han querido, o no han sabido o no han podido evitarlos. En cualquier caso, la existencia de ese Dios infinitamente justo y bondadoso se pone en cuestión. Hace falta pensar, en todo caso, en otro tipo de divinidad, al estilo de los estoicos (Razón universal) o de Baruch Espinosa (deus sive natura), pero desde luego no sería personal tal como nos han enseñado desde pequeños.
Pregunta:
la novela El apostol número 13 (Michel Benoit). En esta novela el autor defiende la tesis de que Jesús y sus seguidores pretendían dar un golpe (interno) en Jerusalem para conquistar el gobierno de la provincia de Judea y sustituir al rey Herodes por el propio Jesús (no sé si he utilizado los términos históricos correctos). ¿Cree plausible que los romanos permitieran esa sustitución si se encontraran con los hechos consumados y con la mayoría del pueblo a favor del nuevo rey?
Respuesta:
Mi respuesta es absolutamente negativa. Los romanos jamás aceptaron, ni iban a aceptar, ningún movimiento político, ninguno, en un país controlado por ellos, que no contara su visto bueno. Jamás. Mi novela, escrita junto con José Luis Corral, “El trono maldito” Planeta 15 Dios octubre 2014), que trata de Israel durante los años 6-41 más o menos d.C. trata este problema específicamente. Relata hechos contundentes que abonan lo que acabo de manifestar respecto a los romanos.
Pregunta:
un joven filósofo italiano, tras haber asistido a la conferencia de un teólogo sobre el Apocalipsis, propone una explicación del porqué este término ha pasado hoy en día a significar “desastre”, “catástrofe”. A ver qué opina usted de su explicación:
«Se trata, fundamentalmente, de la debilitación progresiva e inexorable de la fe en un mundo ultraterrenal. En los tiempos en que se compuso la Biblia, el fin del reino humano (apocalipsis por excelencia) representaba un fenómeno considerado positivo. Con ello se acababa el “valle de lágrimas” que es el mundo terrenal, nacido del pecado original y cuyos rasgos son múltiples desgracias, hasta la más terrible (“terrible” de “tierra”) de todas: la mortalidad. La fe en la “revelación” de un mundo ultraterrenal paradisíaco era capaz de convertir este apocalipsis en la mejor de las noticias para el hombre. A medida que se debilita tal creencia, el fin del mundo humano acaba revelándose como una desgracia desprovista de alguna semilla de esperanza. Y lo que San Pablo llamaba el último enemigo, la muerte, adquiere, para el ser humano, los rasgos de un trágico gesto final. Que anuncia la larga noche de la nada.»
Respuesta:
Aparte de que puede ser verdad que hay una debilitación progresiva de la fe en los mitos de la religión (que no en la religión misma, que encuentra otras vías de expresión en el ser humano, que tiende a la creencia), opino que explicar sólo por esta razón el cambio de significado de apocalipsis (“revelación”) a “desastre”, olvida probablemente la explicación principal y más plausible, a saber que el Apocalipsis de Juan pinta por tres veces. Así, los ciclos de los siete sellos, siete trompetas y siete copas son sustancialmente la misma visión repetida tres veces: 6,1-8,1 son una descripción sumaria de los horrores que van a venir y preparan el Gran Día de la Cólera = los siete sellos. 8,2-11,19 forman una segunda descripción de los mismos horrores y castigos: comienza la Gran Cólera = siete trompetas. 15,1-16,21 constituyen la tercera y definitiva descripción de los mismos espantos de la Gran Cólera: siete copas. Por tanto, los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas dibujan los mismos acontecimientos, pero en oleadas sucesivas.
Son tan terribles estas desgracias que caen sobre la humanidad que no es creyente en el mesías que de un modo natural se asoció la “revelación” de los últimos días del mundo en general con la revelación de las desgracias que habrían de ocurrir en ese fin del mundo. De ahí apocalipsis = desgracia, en la mentalidad popular.
Pregunta:
¿Era Jesús descendiente de David?
Respuesta:
No lo sabemos con seguridad. Muchos que creían en Jesús como mesías así lo afirmaban; por ejemplo, Mc 10,47: “Al enterarse el ciego de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»”.
Pero Jesús mismo lo pone en duda al parecer según Mc 12,35-37: “«¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? […] El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?”
En Jn 7,41-42 se lee: “Otros decían: «Este es el Cristo.» Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?»”, la gente ponía en duda, al parecer que Jesús fuera de la descendencia de David.
Pero esta interpretación de la “duda si es o no hijo de David” tampoco es segura. Quizás haya que ver estos pasajes de la siguiente manera: los evangelistas piensan que, aun en el caso hipotético de que Jesús no fuera realmente “hijo de David” según la carne, no importa. ¡El es el mesías, pero de otra clase!
En conjunto, los Evangelios indican con claridad que Jesús es hijo de David por medio de dos genealogías, en Mt 1,1-16 y Lc 3,23-38. En la de Mateo se afirma expresamente que Jesús era descendiente de David en 1, 1.6; y en la de Lucas en 3,31. Pero estas dos genealogías son tan diferentes que contienen graves problemas desde el punto de vista histórico.
Saludos cordiales