Escribe Antonio Piñero
Foto: El Greco. Visión del Apocalipsis.
Hablábamos en la última postal de la perspectiva sobre Jesús que había defendido E. P. Sanders (1. Jesús como totalmente judío; y 2. Jesús como teólogo de la restauración de Israel) y cómo esta última idea estaba ligada a la proclamación por parte de Jesús de la inmediata venida del reino de Dios. Me parece que todo esto es suficientemente conocido. Sin embargo, no creo que le quede claro a la gente que el reino de Dios significa “el fin del mundo presente”…, que ello no indica una destrucción absoluta del mundo que él, Jesús, estaba viviendo en esos momentos. Jesús no pensaba en un “apocalipsis” (como opinan algunos ahora trasladado al siglo XXI, a saber que por efecto de una guerra súper nuclear el mundo quedará absolutamente destruido), como si el mundo fuera a padecer una hecatombe exterminadora por parte de Dios o a partirse en dos.
Ese no era el pensamiento de los judíos del siglo I. Y tenemos una prueba de ello en el libro del Apocalipsis de Juan, en donde lo que abunda hasta la exageración es la sangre y la destrucción, la cantidad de plagas y horrores que caerán sobre el mundo que vivía el vidente, porque todo él –menos los cristianos– eran infieles a Dios. Incluso en el Apocalipsis, y aunque cayeran estrellas violentamente sobre este mundo (Ap 8,10: “Tocó el tercer Ángel... Entonces cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las manantiales de agua”; 9,1: “Tocó el quinto Ángel... Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra…”) no queda el mundo derruido, sino que la tierra será renovada… y en ambiente terrenal los fieles al “Cordero” reinarán por “mil años” (Apocalpsis 20,4).
Este primer paraíso tiene lugar en este mundo, que no queda aniquilado, y tendrá bienes sobre todo materiales en abundancia… los fieles a Jesús que fueron asesinados por la Bestia (el Imperio Romano)…, pero no perecieron del todo, resucitarán y vivirán en esta tierra una suerte de Jauja feliz. Quiero indicar con ello que el primer paraíso de los resucitados es totalmente terrenal.
Al final, cuando hayan pasado los mil años y Satanás haya sido derrotado por segunda y definitiva vez, Dios reconstruirá un mundo físico como el presente, un mundo nuevo, sí, pero físico también, en donde, desde un nuevo cielo, se implantará una ciudad terrenal. En ella, con murallas, puertas, un río árboles, etc., habitarán felices por toda la eternidad los fieles a Jesús. Ese paraíso definitivo será, pues, al menos en parte, un mundo terrenal y la ciudad donde vivirán los fieles al Cordero es terrenal…
Esto es lo que pensaban los judíos como Jesús: el mundo futuro no será absolutamente espiritual (que sí lo será, pero no exclusivamente) sino un mundo nuevo, también material, en donde los bienaventurados serán felices con una mezcla de bienes espirituales, sin duda, pero también terrenales.
Ciertamente Jesús promete que –tras ese primer mundo feliz en el que todos tendrán innúmeras riquezas (cien hermanos, cien casas, cien campos, haciendas, etc.: Marcos 10,30)– vendrá “otro mundo”, no es un cielo, en el que los seres humanos salvados vivirán “una vida eterna” (Mc 10,30) y donde todos “serán como ángeles”… (Marcos 12,25). Ciertamente, entonces el matrimonio no será necesario, porque la vida es perdurable. No hay que engendrar hijos, porque nadie morirá…, todo perdurará.
Esto es lo que pensaba Jesús… con mucha probabilidad. Aunque lo que ocurre es que la descripción del paraíso futuro está muy espiritualizada en los Evangelios (probablemente se han perdido dichos de Jesús que iban en el sentido que indica el Apocalipsis de Juan y su reino de los mil años) y solo se habla de la parte espiritual y eterna… que en todo caso no sería más que la segunda parte del mundo feliz de los bienaventurados. Ya hemos dicho alguna vez que esta “difuminación” de la idea de que el paraíso futuro tendrá también una parte terrenal está causada por la mentalidad espiritualista de Pablo de Tarso que influye poderosamente en los Evangelios
Y añado: el sentido de la “restauración de Israel”, que era parte de la teología de Jesús, indica que –al menos en la primer parte del paraíso futuro– el que mandará sobre la tierra será Israel… no el Imperio romano. Desde luego no Poncio Pilato y Tiberio, y sus tropas, ni todos los judíos colaboracionistas con el Imperio. Todos ellos no tendrán lugar ninguno en ese reino futuro, terrenal y “nuevo” no aniquilado, sino renovado.
Y una nota más. Antes del Juicio, en el que se decidirá quien participa del mundo futuro, todo aquel que no esté de acuerdo con la idea del mando supremos de Israel, será pasado por las armas… literalmente. Dice Isaías 62,7 hablando de ese reino futuro en un Israel reconstruido: “Vosotros que invocáis el nombre de Yahvé, ¡no paréis!, ¡no deis tregua a Yahvé hasta que él restaure Jerusalén y difunda su fama por toda la tierra!” Lean bien: Jerusalén restaurada y su fama difundida por toda la tierra significa que el que se oponga a su “fama” (= poder) será eliminado.
En ese momento del final, Israel reinará sobre todos los pueblos. A los gentiles no les quedará más opción que convertirse a Yahvé o ser aniquilados; en todo caso, podrán mantenerse apartados (como digo la tierra sigue en pie y hay muchas naciones sobre las que Israel mandará apoyado en el brazo de Yahvé) a distancia de los elegidos. Pero esas naciones deberán mostrar hacia Israel al menos gran deferencia y máximo respeto.
Isaías 52,1-2 lo manifiesta con suficiente claridad: “No volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros. Sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén, líbrate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión”. “Líbrate de las ligaduras” en tiempos de Jesús era librarse del Imperio Romano… naturalmente… sería Yahvé quien lo hiciera…, con sus ángeles, y no había que dar tregua a Yahvé con súplicas y ruegos para que lo hiciera de una vez.
Léase con detenimiento Isaías (el profeta de la restauración de Israel por antonomasia) 63,1-6, texto guerrero por excelencia en el que habla Yahvé de lo que ocurrirá antes del Juicio y la implantación de su reino: “¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite era llegado!... Pisoteé a pueblos en mi ira, los pisé con furia e hice correr por tierra su sangre”
Así que, obteniendo las consecuencias, el panorama que resulta de la proclama de la venida del reino de Dios era muy bueno para los judíos, y para quienes hicieran causa con ellos, ¡pero no para quien se opusiera…, que sería pasado por las armas o perecería por las plagas..
Y segunda consecuencia: el reino de Dios es en principio material: poder, dominio, comida y bebida abundante… Piensen de pasada en la religión surgida en un pueblo igualmente semita, primo hermano de Israel, con una lengua muy parecida… que surgió del humus de un judaísmo y cristianismo un tanto marginal en la península arábiga en el siglo VII: ¿cómo será el paraíso que predican, en espacial para los hombres? Totalmente material… Y eso en el siglo XXI. Piensen a ver si no era posible imaginárselo así en el siglo I, en un mundo igualmente semita… como era el de Jesús.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Foto: El Greco. Visión del Apocalipsis.
Hablábamos en la última postal de la perspectiva sobre Jesús que había defendido E. P. Sanders (1. Jesús como totalmente judío; y 2. Jesús como teólogo de la restauración de Israel) y cómo esta última idea estaba ligada a la proclamación por parte de Jesús de la inmediata venida del reino de Dios. Me parece que todo esto es suficientemente conocido. Sin embargo, no creo que le quede claro a la gente que el reino de Dios significa “el fin del mundo presente”…, que ello no indica una destrucción absoluta del mundo que él, Jesús, estaba viviendo en esos momentos. Jesús no pensaba en un “apocalipsis” (como opinan algunos ahora trasladado al siglo XXI, a saber que por efecto de una guerra súper nuclear el mundo quedará absolutamente destruido), como si el mundo fuera a padecer una hecatombe exterminadora por parte de Dios o a partirse en dos.
Ese no era el pensamiento de los judíos del siglo I. Y tenemos una prueba de ello en el libro del Apocalipsis de Juan, en donde lo que abunda hasta la exageración es la sangre y la destrucción, la cantidad de plagas y horrores que caerán sobre el mundo que vivía el vidente, porque todo él –menos los cristianos– eran infieles a Dios. Incluso en el Apocalipsis, y aunque cayeran estrellas violentamente sobre este mundo (Ap 8,10: “Tocó el tercer Ángel... Entonces cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las manantiales de agua”; 9,1: “Tocó el quinto Ángel... Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra…”) no queda el mundo derruido, sino que la tierra será renovada… y en ambiente terrenal los fieles al “Cordero” reinarán por “mil años” (Apocalpsis 20,4).
Este primer paraíso tiene lugar en este mundo, que no queda aniquilado, y tendrá bienes sobre todo materiales en abundancia… los fieles a Jesús que fueron asesinados por la Bestia (el Imperio Romano)…, pero no perecieron del todo, resucitarán y vivirán en esta tierra una suerte de Jauja feliz. Quiero indicar con ello que el primer paraíso de los resucitados es totalmente terrenal.
Al final, cuando hayan pasado los mil años y Satanás haya sido derrotado por segunda y definitiva vez, Dios reconstruirá un mundo físico como el presente, un mundo nuevo, sí, pero físico también, en donde, desde un nuevo cielo, se implantará una ciudad terrenal. En ella, con murallas, puertas, un río árboles, etc., habitarán felices por toda la eternidad los fieles a Jesús. Ese paraíso definitivo será, pues, al menos en parte, un mundo terrenal y la ciudad donde vivirán los fieles al Cordero es terrenal…
Esto es lo que pensaban los judíos como Jesús: el mundo futuro no será absolutamente espiritual (que sí lo será, pero no exclusivamente) sino un mundo nuevo, también material, en donde los bienaventurados serán felices con una mezcla de bienes espirituales, sin duda, pero también terrenales.
Ciertamente Jesús promete que –tras ese primer mundo feliz en el que todos tendrán innúmeras riquezas (cien hermanos, cien casas, cien campos, haciendas, etc.: Marcos 10,30)– vendrá “otro mundo”, no es un cielo, en el que los seres humanos salvados vivirán “una vida eterna” (Mc 10,30) y donde todos “serán como ángeles”… (Marcos 12,25). Ciertamente, entonces el matrimonio no será necesario, porque la vida es perdurable. No hay que engendrar hijos, porque nadie morirá…, todo perdurará.
Esto es lo que pensaba Jesús… con mucha probabilidad. Aunque lo que ocurre es que la descripción del paraíso futuro está muy espiritualizada en los Evangelios (probablemente se han perdido dichos de Jesús que iban en el sentido que indica el Apocalipsis de Juan y su reino de los mil años) y solo se habla de la parte espiritual y eterna… que en todo caso no sería más que la segunda parte del mundo feliz de los bienaventurados. Ya hemos dicho alguna vez que esta “difuminación” de la idea de que el paraíso futuro tendrá también una parte terrenal está causada por la mentalidad espiritualista de Pablo de Tarso que influye poderosamente en los Evangelios
Y añado: el sentido de la “restauración de Israel”, que era parte de la teología de Jesús, indica que –al menos en la primer parte del paraíso futuro– el que mandará sobre la tierra será Israel… no el Imperio romano. Desde luego no Poncio Pilato y Tiberio, y sus tropas, ni todos los judíos colaboracionistas con el Imperio. Todos ellos no tendrán lugar ninguno en ese reino futuro, terrenal y “nuevo” no aniquilado, sino renovado.
Y una nota más. Antes del Juicio, en el que se decidirá quien participa del mundo futuro, todo aquel que no esté de acuerdo con la idea del mando supremos de Israel, será pasado por las armas… literalmente. Dice Isaías 62,7 hablando de ese reino futuro en un Israel reconstruido: “Vosotros que invocáis el nombre de Yahvé, ¡no paréis!, ¡no deis tregua a Yahvé hasta que él restaure Jerusalén y difunda su fama por toda la tierra!” Lean bien: Jerusalén restaurada y su fama difundida por toda la tierra significa que el que se oponga a su “fama” (= poder) será eliminado.
En ese momento del final, Israel reinará sobre todos los pueblos. A los gentiles no les quedará más opción que convertirse a Yahvé o ser aniquilados; en todo caso, podrán mantenerse apartados (como digo la tierra sigue en pie y hay muchas naciones sobre las que Israel mandará apoyado en el brazo de Yahvé) a distancia de los elegidos. Pero esas naciones deberán mostrar hacia Israel al menos gran deferencia y máximo respeto.
Isaías 52,1-2 lo manifiesta con suficiente claridad: “No volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros. Sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén, líbrate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión”. “Líbrate de las ligaduras” en tiempos de Jesús era librarse del Imperio Romano… naturalmente… sería Yahvé quien lo hiciera…, con sus ángeles, y no había que dar tregua a Yahvé con súplicas y ruegos para que lo hiciera de una vez.
Léase con detenimiento Isaías (el profeta de la restauración de Israel por antonomasia) 63,1-6, texto guerrero por excelencia en el que habla Yahvé de lo que ocurrirá antes del Juicio y la implantación de su reino: “¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite era llegado!... Pisoteé a pueblos en mi ira, los pisé con furia e hice correr por tierra su sangre”
Así que, obteniendo las consecuencias, el panorama que resulta de la proclama de la venida del reino de Dios era muy bueno para los judíos, y para quienes hicieran causa con ellos, ¡pero no para quien se opusiera…, que sería pasado por las armas o perecería por las plagas..
Y segunda consecuencia: el reino de Dios es en principio material: poder, dominio, comida y bebida abundante… Piensen de pasada en la religión surgida en un pueblo igualmente semita, primo hermano de Israel, con una lengua muy parecida… que surgió del humus de un judaísmo y cristianismo un tanto marginal en la península arábiga en el siglo VII: ¿cómo será el paraíso que predican, en espacial para los hombres? Totalmente material… Y eso en el siglo XXI. Piensen a ver si no era posible imaginárselo así en el siglo I, en un mundo igualmente semita… como era el de Jesús.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html