RESPUESTA
Desde el punto de vista de la historia es imposible analizar el contenido objetivo, histórico de una visión de un personaje muy religioso, místico visionario, totalmente convencido de la verdad de su mensaje con un convencimiento cercano a cierto fanatismo
Es igual que si alguien me preguntara por la historicidad, o el contenido histórico, de las visiones de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz. Un historiador nada tiene que decir, sino solo que tales místicos creían que Jesús, o el Padre eterno, se les había revelado dándoles la gracia de comprender cosas de su religión que otros no comprendían.
Así que me declaro incompetente para decir algo totalmente objetivo de las revelaciones de Pablo. Pero no quiero detenerme aquí.
Sin embargo, me atrevo a exponer de forma breve lo que creo que –probablemente, insisto– fue el contenido de esas revelaciones. Lo tomo de las cartas de Pablo y afirmo con cierta seguridad que ese contenido es la base de la interpretación paulina de un mesías histórico, judío, aparentemente fracasado en un salvador universal.
En la revelación, el Resucitado (Gálatas 1,16) lo escoge sorprendentemente para convertirlo de perseguidor en miembro del grupo por él perseguido (Gálatas 1,12). Dios lo llama para ser esclavo y apóstol del Mesías (Romanos 1,1), ante todo entre los gentiles (Gálatas 2,7).
Dicho sea de paso y como entre paréntesis: este evento no es una «conversión» a religión nueva alguna ya que el cristianismo no existía aún, sino una «llamada» divina que le instaba a aceptar otro tipo de ideas acerca de cómo era el Mesías, Jesús, y su obra, y a convertirse en su mensajero (Gálatas 1,15). Por ello cambia su nombre de Saulo, un monarca de Israel, a Paulo, el «Pequeño (esclavo/siervo de Yahvé y de su mesías)».
Pablo tiene la misión de extender la llamada divina a los conversos a la fe en el Mesías, y considera que esta llamada suya estaba predeterminada por Dios desde toda la eternidad. Dios ha decidido misteriosamente quiénes se salvarán y quiénes no (2 Corintios 2,14-16; Romanos 9,20). Existe, sin duda, en Pablo un sentimiento predeterminista, aunque él no lo considere incompatible con la responsabilidad personal en caso de rechazar la llamada divina a creer en el Mesías.
En la visión Dios le encomienda, como a Isaías o Jeremías (Gálatas 1,15), una misión especial: explicar las consecuencias de la peripecia del Mesías, su muerte y resurrección/exaltación, destinadas a que se cumplan finalmente los designios divinos sobre la creación y la totalidad de las promesas a Abrahán junto con el desiderátum expresado por la Shemá (oración judía; véase Deuteronomio 6,5), de que Yahvé sea el Dios de todas las naciones.
Para ello es preciso conducir a los gentiles (G Gálatas 2,7-8), llamados por Dios a la fe del Mesías, y a que se injerten en el seno del pueblo elegido, Israel (Romanos 11,17). Pablo ha sido destinado por Dios para facilitar ese proceso de incardinación de los gentiles en Israel, que supone su salvación aunque sin necesidad de convertirse en judíos por medio de la circuncisión (1 Corintios 7,18.20).
La visión le indica que habrá así en el tiempo mesiánico un pueblo elegido, hijo natural de Abrahán, y numerosos pueblos, hijos adoptivos del Patriarca (Gal 4,5; Rm 8,23). El concepto de «elección/llamada» –tanto a él como a otros seres humanos– y de «filiación adoptiva» de los gentiles conversos respecto a Dios quizás fuera también el contenido de la visión
Consecuencia de la revelación: Pablo llama «evangelio», «buena nueva/noticia» (1 Tesalonicenses 1,5) al conjunto de su mensaje sobre Jesús y la salvación por él aportada, salvación no solo de los judíos sino de los gentiles que crean en ese Jesús que el Padre le ha revelado.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Desde el punto de vista de la historia es imposible analizar el contenido objetivo, histórico de una visión de un personaje muy religioso, místico visionario, totalmente convencido de la verdad de su mensaje con un convencimiento cercano a cierto fanatismo
Es igual que si alguien me preguntara por la historicidad, o el contenido histórico, de las visiones de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz. Un historiador nada tiene que decir, sino solo que tales místicos creían que Jesús, o el Padre eterno, se les había revelado dándoles la gracia de comprender cosas de su religión que otros no comprendían.
Así que me declaro incompetente para decir algo totalmente objetivo de las revelaciones de Pablo. Pero no quiero detenerme aquí.
Sin embargo, me atrevo a exponer de forma breve lo que creo que –probablemente, insisto– fue el contenido de esas revelaciones. Lo tomo de las cartas de Pablo y afirmo con cierta seguridad que ese contenido es la base de la interpretación paulina de un mesías histórico, judío, aparentemente fracasado en un salvador universal.
En la revelación, el Resucitado (Gálatas 1,16) lo escoge sorprendentemente para convertirlo de perseguidor en miembro del grupo por él perseguido (Gálatas 1,12). Dios lo llama para ser esclavo y apóstol del Mesías (Romanos 1,1), ante todo entre los gentiles (Gálatas 2,7).
Dicho sea de paso y como entre paréntesis: este evento no es una «conversión» a religión nueva alguna ya que el cristianismo no existía aún, sino una «llamada» divina que le instaba a aceptar otro tipo de ideas acerca de cómo era el Mesías, Jesús, y su obra, y a convertirse en su mensajero (Gálatas 1,15). Por ello cambia su nombre de Saulo, un monarca de Israel, a Paulo, el «Pequeño (esclavo/siervo de Yahvé y de su mesías)».
Pablo tiene la misión de extender la llamada divina a los conversos a la fe en el Mesías, y considera que esta llamada suya estaba predeterminada por Dios desde toda la eternidad. Dios ha decidido misteriosamente quiénes se salvarán y quiénes no (2 Corintios 2,14-16; Romanos 9,20). Existe, sin duda, en Pablo un sentimiento predeterminista, aunque él no lo considere incompatible con la responsabilidad personal en caso de rechazar la llamada divina a creer en el Mesías.
En la visión Dios le encomienda, como a Isaías o Jeremías (Gálatas 1,15), una misión especial: explicar las consecuencias de la peripecia del Mesías, su muerte y resurrección/exaltación, destinadas a que se cumplan finalmente los designios divinos sobre la creación y la totalidad de las promesas a Abrahán junto con el desiderátum expresado por la Shemá (oración judía; véase Deuteronomio 6,5), de que Yahvé sea el Dios de todas las naciones.
Para ello es preciso conducir a los gentiles (G Gálatas 2,7-8), llamados por Dios a la fe del Mesías, y a que se injerten en el seno del pueblo elegido, Israel (Romanos 11,17). Pablo ha sido destinado por Dios para facilitar ese proceso de incardinación de los gentiles en Israel, que supone su salvación aunque sin necesidad de convertirse en judíos por medio de la circuncisión (1 Corintios 7,18.20).
La visión le indica que habrá así en el tiempo mesiánico un pueblo elegido, hijo natural de Abrahán, y numerosos pueblos, hijos adoptivos del Patriarca (Gal 4,5; Rm 8,23). El concepto de «elección/llamada» –tanto a él como a otros seres humanos– y de «filiación adoptiva» de los gentiles conversos respecto a Dios quizás fuera también el contenido de la visión
Consecuencia de la revelación: Pablo llama «evangelio», «buena nueva/noticia» (1 Tesalonicenses 1,5) al conjunto de su mensaje sobre Jesús y la salvación por él aportada, salvación no solo de los judíos sino de los gentiles que crean en ese Jesús que el Padre le ha revelado.
Saludos cordiales de Antonio Piñero