Notas

¿Cómo afirma el Nuevo Testamento que Jesús es Dios? (2-18-2)

Redactado por Antonio Piñero el Viernes, 5 de Diciembre 2008 a las 06:51

Hoy escribe Antonio Piñero

Aparte de los pocos textos muy claros, siete en total, que reprodujimos en nuestra nota anterior, el Nuevo Testamento en su conjunto afirma de un modo bastante nítido que Jesús es Dios. ¿Cómo la hace? En general de un modo indirecto:

1. Afirmando de Jesús que ejerce funciones divinas, como creador, autor de la vida o Señor de muertos y vivos, que sana a los enfermos y resucita a los muertos, enseña con autoridad, perdona los pecados, dispensa el Espíritu y será juez en el juicio final.

2. Proclamando un status divino de Jesús: posee atributos divinos; es preexistente, es el Verbo divino igual en dignidad a Dios, y es el titular del reino de Dios al igual que el Padre.

3. Aplicando a Jesús expresamente pasajes del Antiguo Testamento reservados para Yahvé. Por ejemplo Jesús es santo como lo es Yahvé, permanece por los siglos como Yahvé, actuó en la creación como Yahvé, etc.

4. De un modo más explícito, aplicando a Jesús títulos que suponen una naturaleza divina: hijo de Dios, mesías, Señor, “Alfa y Omega” = Principio y Fin de todo.

Debe quedar claro, conforme a lo dicho, que no dudamos de la teología sobre Jesús de los primeros cristianos, que está bastante clara, sino si el Jesús que podemos reconstruir como histórico se tomó a sí mismo como Dios. Par ello tenemos que tornarnos sólo a sus palabras, no a los que sus seguidores dijeron de él.

Por ello es preciso ahora examinar si las presentaciones de Jesús por parte de los Evangelistas (escenas, narraciones, palabras puestas en su boca…, etc.) nos llevan o no necesariamente a concluir que Jesús –aunque nunca lo dijera expresamente- se consideró, sin embargo, hijo real, óntico, de Dios.

Las fuentes de las que disponemos para responder a esta pregunta se ciñen casi exclusivamente a los tres evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas. El cuarto evangelio, el de Juan, no puede entrar en consideración ya que este evangelista reelabora y reinterpreta de tal modo la tradición sobre Jesús, y ofrece una visión de él tan personal, tan “teologizada”, que no vale como fuente histórica.

Es aceptado casi comúnmente, incluso por exegetas católicos que la inmensa mayoría de las palabras –en especial de los grandes monólogos/discurso- puesta por el autor del IV Evangelio en boca de Jesús no proceden de él, sino del evangelista que expresa así su teología sobre Jesús, es decir, cómo él y su grupo entendían la figura y misión de Jesús. Y en concreto –esa es la sensación que obtiene el lector- en algunos casos parece corregir expresamente la visión de sus antecesores, sin desmentirla expresamente, afirmando implícitamente que él ofrece la visión más profunda, correcta, certera del Salvador.

Como el cuarto evangelista no es normalmente amigo de señalar “errores” de perspectiva de sus otros colegas, es digno de mención al menos un caso en el que el autor el Cuarto Evangelio corrige expresamente la opinión anterior. En Jn 2,18-21 encontramos:

« Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.» Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo. »

Esta sentencia es una referencia indudable a la tradición recogida en Mc 14,58; 15,29-30 par., pero reinterpretada alegóricamente por el Evangelista: nadie había caído en la cuenta hasta él que Jesús estaba ¡hablando en realidad de su propio cuerpo, como incluso superior al Templo!

Por tanto, si aceptamos que el Cuarto Evangelio es más teológico que histórico habrá que examinar una por una, cuando venga el caso, sus afirmaciones sobre Jesús para tratar de dilucidar qué valor histórico tienen. En líneas generales, sin embargo, la inmensa mayoría de los exegetas, incluso católicos lo excluyen cuando se trata de reconstruir críticamente cómo era el Jesús de la historia.

Por tanto, la casi eliminación del Cuarto Evangelio en nuestra presente tarea no es exagerada. Cito una líneas de la introducción del libro, El Dios de Jesús de Jacques Schlosser, sacerdote católico y en otro tiempo presidente de la Asociación católica bíblica francesa:

« He centrado mi trabajo (para dibujar la imagen del Dios de Jesús) sobre los evangelios sinópticos y he dejado de lado el evangelio de Juan. Este último recoge cierto número de datos históricamente fiables, pero en el caso de las palabras de Jesús (lo que aquí nos interesa) la relectura johánica -salvo raras excepciones- me parece tan fuerte que no ofrece acceso seguro a la predicación de Jesús (p. 19. Editorial Sígueme, Salamanca, 1995). »

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

Viernes, 5 de Diciembre 2008
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