Notas

Comento hoy brevemente el Prólogo del Profesor Gonzalo Fontana a su libro “Sub luce maligna” (y II). 01-07-2021 (1183)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 1 de Julio 2021 a las 12:47

Foto de Gonzalo Fontana Elboj
 
Sospecho que alguien puede creer que publicar una antología de textos sobre un tema que se da por supuesto que domina por su especialidad es algo fácil. No lo es, sin embargo, precisamente porque al “conocer el percal”, escoger los mejores, o más pertinentes pasajes sobre criaturas y hechos sobrenaturales en la antigua Roma es ya una tarea difícil. Supone meterse en la piel del lector y esforzarse por ofrecerlo aquello que más puede interesarle.
 
Y en segundo lugar: este libro tampoco es una simple antología, ya que tiene una introducción excelente de unas cuarenta páginas sobre el tema, introducción que no tiene desperdicio alguno y que, además, está muy bien escrita. Opino que el futuro lector no debe, en modo alguno “desentenderse de esta introducción” y pasar directamente a los textos pertinentes…, porque si lo hace, no va a extraerles el jugo que los textos llevan dentro. Y Fontana avisa que la recopilación de pasajes de autores latinos traducidos por él tienen un propósito claro: brindarle un paseo literario que le resulte grato y ameno.
 
Pero es un paseo instructivo a la par que delicioso.  Fontana explica claramente que –aunque los romanos no tenían un estricto género literario de “literatura de miedo y terror”, sus autores sí tenían todos los mimbres, pues ofrecieron a sus lectores el conjunto de espacios y personajes que se hallan en esta literatura: la muerte, los muertos, el infierno/averno, los monstruos de la propia naturaleza, los fantasmas y ensueños, la magia. No hubo, pues, en la antigua Roma, literatura expresa de terror, pero sí todos los elementos constitutivos de ella. Y sostiene nuestro autor que una vez que conoces y examinas estas realidades, en verdad estás aprendiendo a defenderte de ellas. Consigue el lector armarse convenientemente, como intentaba Epicuro,  ante el miedo a la muerte, a los dioses y a uno mismo.
 
Sostiene Fontana que la “sociedad contemporánea alberga en su seno una pluralidad de ‘espiritualidades’, en las que las religiones tradicionales, aun plenamente vivas entre nosotros, conviene con esoterismos de todo pelaje, como las fórmulas encuadrables en las concepciones pseudo gnósticas de la ‘New age’, con muchos seguidores entre las gentes de nuestro tiempo. Y defiende al respecto nuestro autor “que la racionalidad empírica y pragmática es la instancia inapelable que determina en nuestro mundo lo que es o no aceptable por el conjunto del cuerpo social”. Pero para los antiguos en general, no había tal empirismo, pues lo numinoso o extraordinario entraba dentro de la inmensa mayoría de las gentes en el ámbito del sentido común. Hoy no debería ser así.
 
Paseando de la mano del autor por este mundo sobrenatural y terrible, en cierto modo, de los miedos y angustias de los antiguos romanos es como podremos explicarnos ahora lo inexplicable de nuestros propios miedos…, y quedarnos más serenos y tranquilos. Al fin y al cabo nos libramos de unos “dioses” cuya misión no era rescatar a los hombres de sus angustias, sino divertirse con ellas. Somos nosotros con nuestra propia reflexión, de la mano de estos textos ofrecidos en este libros, los que vamos a liberarnos.
 
Explica también Fontana con un ejemplo ilustrativo acerca del juego de los niños con monstruos de antaño, los dinosaurios, cómo podemos liberarnos de los terrores. Hay que transformar el miedo primordial en fuente de placer. A los niños les encantan los dinosaurios, sobre todo el más cruel y canalla de entre ellos el tiranosaurio rex (rey). Si existieran de verdad ahora serían una inmensa pesadilla para los humanos. Pero los niños juegan placenteramente con ellos, porque aunque son enormes y tienen muchos dientes, y pueden comerse a los humanos, todos esos monstruos, sin excepción, están muertos hace muchísimo tiempo. Este ejemplo puede aplicarse al miedo a la muerte y al más allá. El elemento racional entre los niños de saber que no existen tales entes de pesadilla puede transportarse a los adultos: el racionalismo y el desprecio por lo no racional pueden proteger del miedo esencial.
 
Nuestro autor avisa al final de su prólogo-introducción que su libro no es con su conjunto de textos que pudieran formar la base de algún tratado académico implícito sobre lo sobrenatural y sus manifestaciones en la literatura latina, sino que el conjunto de tales pasajes y sus propias palabras sirven de exposición de los temores del hombre de la antigüedad y del modo cómo algunos, como Horacio y Lucrecio por ejemplo, pudieron superarlos por medio de la descripción de ellos que ponía en evidencia los miedos y mitos que tiene el ser humano…,  para luego tomárselo todo a risa… y llegar  a despreciarlos.
 
Y una última nota sobre este interesantísimo libro de Gonzalo Fontana, que él señala en la contraportada. Cito: “En esta aventura literaria de ultratumba tendremos a Virgilio como guía. Al comienzo del libro sexto de la Eneida, el héroe troyano y su compañera, la sibila, se disponen a cruzar las puertas del infierno. En tal trance el poeta quiso explicar a sus lectores que estaban accediendo a un mundo cuya atmósfera teñía sutilmente el paisaje de colores extraños y en el que la realidad no significaba lo mismo que en el nuestro…, al fin y al cabo estaban franqueando el umbral entre la vida y la muerte.
 
”Y para evocar aquella experiencia liminar, Virgilio recurrió a una expresión ardua y algo chocante en latín, pues los describió caminando bajo una luz malvada y misteriosa (sub luce maligna) que anticipaba la del fantasmal enclave en el que estaban a punto de adentrarse. No podíamos haber elegido mejor divisa –ni más propicio compañero– para emprender con bien nuestra partida”.
 
Añadiría como colofón que, de algún modo, estos desiderata que he expresado en estas líneas para acompañar el libro de mi admirado Fontana ya han sido recogidas por la Iglesia cuando se nos dice que en la teología contemporánea el infierno terrible, de gusanos malvadísimos que corroen inmisericordemente, de un fuego eterno y otros terrores insoportables e inacabables, han sido sustituidos por la pena interna, existencial, para el malvado de verse privado (¿eternamente? Orígenes lo negaría) del gozo de la presencia divina. Nada más y nada menos. El infierno como se nos ha descrito no existe. Será solo un estado.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
Jueves, 1 de Julio 2021
| Comentarios