Hoy escribe Fernando Bermejo
Como los lectores recordarán, comenzamos esta serie –en rigor, inacabable– sobre el cinismo eclesiástico exponiendo una tesis que hoy en día está cuajando como versión oficial acerca de lo sucedido en los casos de pederastia eclesiástica: un asuntillo del pasado que el papa actual ha atajado con admirable moralidad y contundencia, en una “cruzada” de “tolerancia cero” contra todo tipo de corrupción en sus filas. Como veíamos, algunos ponen de “caso paradigmático” de esta “cruzada” lo ocurrido con Marcial Maciel.
Tras haber aportado datos y razonamientos elementales para mostrar la radical falsedad y el carácter cínico de esta idea –un Ratzinger encubridor a sabiendas de Maciel y un Wojtyla soporte y panegirista de Maciel son solo la punta del iceberg de la corrupción moral de los más altos estamentos eclesiásticos–, cabe preguntarse por qué hay personas que se molestan en escribir libros para difundir tales falsedades; tanto más cuanto que, como hemos argumentado también, estas falsedades son también deletéreas desde un punto de vista ético.
Lo irónico del caso es que el autor de Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI… publicado por la editorial Desclée de Brouwer, comienza su libro fanfarroneando de ir a dar lecciones al pueblo: según cuenta, la ocasión inmediata para escribir su libro habría sido una conversación con sus amigos (¿sus amigotes?) que opinan sobre todo tipo de temas, incluyendo el tema de la pederastia en la Iglesia, sin ton ni son. Ante tanta ignorancia, llega el señor cura, – tan profundo él, tan bien informado él–, dispuesto a desfacer entuertos, dar lecciones y aportar rigor y racionalidad.
Dejando aparte lo que indica sobre la verdadera naturaleza moral de un individuo el hecho de que en el prólogo de su libro haga quedar mal a sus amigos (¿amigotes?), resulta curioso que el autor se jacte de poder enseñar algo, mientras 1) siembra falsedades evidentes sobre los temas que trata, poniendo el mundo al revés; 2) oculta información relevante (y fácil de obtener) sobre tales temas; 3) hace apología de un encubridor de pederastas, convirtiéndose en su cómplice; y, por ende 4) en la medida en que defiende a un individuo que es corresponsable de la prolongación del sufrimiento moral de las víctimas durante años, insulta a las víctimas.
¿Qué obtienen personas como esta –y las editoriales que publican sus libros-, aparte de contribuir a la deforestación del plantea y de conseguir tal vez algunos derechos de autor? Lo que obtienen, parece, es:
1º) darse ínfulas de escritores e intelectuales.
2º) racionalizar la (comprensible) inquietud que les suscita formar parte de una institución cuyos estamentos directivos han incurrido en graves delitos y/o practicado de modo sistemático el encubrimiento de graves delitos, despreciando el sufrimiento de las víctimas -proporcionándose con tal racionalización consuelo “espiritual”-.
3º) transmitir su autoengaño a gente que necesita, como ellos, tranquilizar a toda costa sus conciencias (como muestran los elogios al libro Tolerancia cero en reseñas aparecidas en esta misma página de Religión digital).
4º) prestar un servicio a la Iglesia de la que reciben su sueldo y de la que obtienen el reconocimiento social de que goza en ciertos ambientes por el mero hecho de ser sacerdotes; y, en particular, prestar un servicio a las instancias más altas de esa jerarquía (al Papa de Roma y en España, al cardenal Rouco Varela, de quien también se citan páginas de discurso buenista), servicios que quién sabe si en el futuro podrán traducirse en algún tipo de prebendas.
Que todo esto se obtenga a costa de escupir sobre la verdad y de pisotear la justicia indica con absoluta claridad el verdadero crédito que estos charlatanes merecen cuando se jactan de predicar la Verdad y la Justicia.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Como los lectores recordarán, comenzamos esta serie –en rigor, inacabable– sobre el cinismo eclesiástico exponiendo una tesis que hoy en día está cuajando como versión oficial acerca de lo sucedido en los casos de pederastia eclesiástica: un asuntillo del pasado que el papa actual ha atajado con admirable moralidad y contundencia, en una “cruzada” de “tolerancia cero” contra todo tipo de corrupción en sus filas. Como veíamos, algunos ponen de “caso paradigmático” de esta “cruzada” lo ocurrido con Marcial Maciel.
Tras haber aportado datos y razonamientos elementales para mostrar la radical falsedad y el carácter cínico de esta idea –un Ratzinger encubridor a sabiendas de Maciel y un Wojtyla soporte y panegirista de Maciel son solo la punta del iceberg de la corrupción moral de los más altos estamentos eclesiásticos–, cabe preguntarse por qué hay personas que se molestan en escribir libros para difundir tales falsedades; tanto más cuanto que, como hemos argumentado también, estas falsedades son también deletéreas desde un punto de vista ético.
Lo irónico del caso es que el autor de Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI… publicado por la editorial Desclée de Brouwer, comienza su libro fanfarroneando de ir a dar lecciones al pueblo: según cuenta, la ocasión inmediata para escribir su libro habría sido una conversación con sus amigos (¿sus amigotes?) que opinan sobre todo tipo de temas, incluyendo el tema de la pederastia en la Iglesia, sin ton ni son. Ante tanta ignorancia, llega el señor cura, – tan profundo él, tan bien informado él–, dispuesto a desfacer entuertos, dar lecciones y aportar rigor y racionalidad.
Dejando aparte lo que indica sobre la verdadera naturaleza moral de un individuo el hecho de que en el prólogo de su libro haga quedar mal a sus amigos (¿amigotes?), resulta curioso que el autor se jacte de poder enseñar algo, mientras 1) siembra falsedades evidentes sobre los temas que trata, poniendo el mundo al revés; 2) oculta información relevante (y fácil de obtener) sobre tales temas; 3) hace apología de un encubridor de pederastas, convirtiéndose en su cómplice; y, por ende 4) en la medida en que defiende a un individuo que es corresponsable de la prolongación del sufrimiento moral de las víctimas durante años, insulta a las víctimas.
¿Qué obtienen personas como esta –y las editoriales que publican sus libros-, aparte de contribuir a la deforestación del plantea y de conseguir tal vez algunos derechos de autor? Lo que obtienen, parece, es:
1º) darse ínfulas de escritores e intelectuales.
2º) racionalizar la (comprensible) inquietud que les suscita formar parte de una institución cuyos estamentos directivos han incurrido en graves delitos y/o practicado de modo sistemático el encubrimiento de graves delitos, despreciando el sufrimiento de las víctimas -proporcionándose con tal racionalización consuelo “espiritual”-.
3º) transmitir su autoengaño a gente que necesita, como ellos, tranquilizar a toda costa sus conciencias (como muestran los elogios al libro Tolerancia cero en reseñas aparecidas en esta misma página de Religión digital).
4º) prestar un servicio a la Iglesia de la que reciben su sueldo y de la que obtienen el reconocimiento social de que goza en ciertos ambientes por el mero hecho de ser sacerdotes; y, en particular, prestar un servicio a las instancias más altas de esa jerarquía (al Papa de Roma y en España, al cardenal Rouco Varela, de quien también se citan páginas de discurso buenista), servicios que quién sabe si en el futuro podrán traducirse en algún tipo de prebendas.
Que todo esto se obtenga a costa de escupir sobre la verdad y de pisotear la justicia indica con absoluta claridad el verdadero crédito que estos charlatanes merecen cuando se jactan de predicar la Verdad y la Justicia.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo