Hoy escribe Gonzalo del Cerro
5) Entre los campos abiertos al estudio de los HchAp, considero de una importancia o, al menos, de un interés especial la presencia de la Biblia en sus textos. El dato supone que en el tiempo en que surgen estas obras la Biblia era ya considerada como fuente de autoridad. Lo que el Antiguo Testamento representaba para los escribas judíos, lo representaba ya el Nuevo para los escribas cristianos. Los textos bíblicos son aducidos como un argumento definitivo. La forma de introducir sus referencias va presidida por la fórmula clásica gégraptai (está escrito). En muchos casos, se menciona la ocasión del suceso y se recuerda que se trata de palabras de Jesús.
El mismo concepto de libros apócrifos contiene ya la idea de su relación con los libros homónimos bíblicos. Como ya hemos dicho en otra ocasión, la realidad actual es que una obra apócrifa hace referencia a su oposición frente a los correspondientes libros bíblicos. Son obras que carecen de ciertos aspectos comunes en los libros canónicos, concretamente, de la inspiración y de la canonicidad. Pero estas carencias no suponen falta de méritos literarios o doctrinales, ni ausencia de valores históricos y otros aspectos que hacen de las obras unos textos dignos de aprecio desde muy variados puntos de vista. Por lo tanto, cuando hablamos de los HchAp, estamos pensando en otros Hechos de los Apóstoles. Lo mismo que ocurre con los evangelios, las cartas o los apocalipsis apócrifos. En teoría tratan de hechos paralelos o semejantes, pero que recuerdan, aunque sólo sea por contraste, los libros bíblicos homónimos.
El Prof. Mario Erbetta, en la introducción general de su obra sobre los Apócrifos del Nuevo Testamento critica en cierto modo a E. Hennecke porque solamente traduce los cinco grandes Hechos primitivos. Para el sabio italiano el campo de los Apócrifos representa un juego de círculos concéntricos. El interior y nuclear es la Biblia, el segundo círculo sería el representado por los cinco Hechos Apócrifos primitivos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Tomás. Pero un nuevo círculo envolvente sería el formado por los Hechos Apócrifos “Menores”, que señalamos con comillas intencionadas, porque su “minoría” no se refiere ni a la extensión ni a su mérito.
Serían Hechos Menores los posteriores a los siglos II y III, pero que están inspirados en los antiguos, de los que son una especie de desarrollo. Su espíritu es tanto más lejano del primitivo cuanto más tardíos, pues son obras surgidas en un contexto histórico distinto. Además, formado ya el Canon de la Biblia, los Hechos tardíos no abrigan la pretensión de competir con los libros canónicos ni complementarlos. Por otra parte, hay Hechos “Menores” más largos que la mayoría de los antiguos; y muchos de los posteriores poseen páginas de indudable mérito estético y literario.
Frente a la actitud de Hennecke, afirma Erbetta que los Hechos Apócrifos posteriores son “el desarrollo natural de los HchAp”. Un desarrollo que va desde los textos considerados como inspirados, pasa por los antiguos HchAp y termina en los numerosos Hechos “Menores”, considerados ya como leyendas. Sin embargo, hemos de reconocer que todos los Hechos Apócrifos tienen más de leyendas que de crónicas. Lo que no quiere decir que no contengan indicios de sucesos o aspectos con valor histórico. Todo escritor es deudor de la mentalidad en la que nace y produce.
Como tendremos ocasión de comprobar, la Biblia es la fuente original de donde fluye la corriente que da vida a estos libros. En esa cadena, los HchAp son el eslabón que une (y justifica) la abundante literatura posterior con la Sagrada Escritura. Esta misma apreciación aparece en los estudios de los autores que tratan de dar una definición genérica de “apócrifos”. En la contribución de Kaestli a los trabajos del Encuentro de estudiosos de la antigüedad cristiana, reconoce que “todo texto apócrifo tiene una relación con la Biblia: Va unido a un personaje, a una realidad, a un tema o a un género literario que figura en los escritos canónicos del Antiguo o del Nuevo Testamento". Me refiero al artículo de J.-D- Kaestli “La función de los textos bíblicos en la génesis y el desarrollo de las leyendas apócrifas”, publicado en Augustinianum, XXIII (1983) 319-336.
Tratando de situar en su “Sitz im Leben” los apócrifos del Nuevo Testamento, exige G. Jossa dos condiciones por lo menos: que por la forma guarden alguna relación con los escritos neotestamentarios y que reivindiquen un origen apostólico: “Gli apocrifi del Nuovo Testamento. Tipología, origine e primi sviluppi”, Augustinianum, XXIII (1983) 19-40. Lo mismo concluye W. Schneemelcher buscando una definición exacta del concepto de apócrifo del NT: Escritos no aceptados en el Canon, que pretenden ser valorados como libros sagrados y reflejan de algún modo los géneros literarios del Nuevo Testamento: Neutestamentliche Apokryphen, Tubinga 1987, vol. I, p. 49.
Este aspecto del uso de la Biblia por los autores de los HchAp, a diferencia de otros aspectos anteriormente citados, es objetivo y menos abierto a especulaciones subjetivas. Los datos materiales están ahí y son en general difícilmente discutibles. Las divergencias podrían surgir a la hora de las conclusiones. Pero como iremos viendo, la gran cantidad de las citas, alusiones y referencias deja fuera de duda el hecho nuclear de la presencia de la Biblia en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles.
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
5) Entre los campos abiertos al estudio de los HchAp, considero de una importancia o, al menos, de un interés especial la presencia de la Biblia en sus textos. El dato supone que en el tiempo en que surgen estas obras la Biblia era ya considerada como fuente de autoridad. Lo que el Antiguo Testamento representaba para los escribas judíos, lo representaba ya el Nuevo para los escribas cristianos. Los textos bíblicos son aducidos como un argumento definitivo. La forma de introducir sus referencias va presidida por la fórmula clásica gégraptai (está escrito). En muchos casos, se menciona la ocasión del suceso y se recuerda que se trata de palabras de Jesús.
El mismo concepto de libros apócrifos contiene ya la idea de su relación con los libros homónimos bíblicos. Como ya hemos dicho en otra ocasión, la realidad actual es que una obra apócrifa hace referencia a su oposición frente a los correspondientes libros bíblicos. Son obras que carecen de ciertos aspectos comunes en los libros canónicos, concretamente, de la inspiración y de la canonicidad. Pero estas carencias no suponen falta de méritos literarios o doctrinales, ni ausencia de valores históricos y otros aspectos que hacen de las obras unos textos dignos de aprecio desde muy variados puntos de vista. Por lo tanto, cuando hablamos de los HchAp, estamos pensando en otros Hechos de los Apóstoles. Lo mismo que ocurre con los evangelios, las cartas o los apocalipsis apócrifos. En teoría tratan de hechos paralelos o semejantes, pero que recuerdan, aunque sólo sea por contraste, los libros bíblicos homónimos.
El Prof. Mario Erbetta, en la introducción general de su obra sobre los Apócrifos del Nuevo Testamento critica en cierto modo a E. Hennecke porque solamente traduce los cinco grandes Hechos primitivos. Para el sabio italiano el campo de los Apócrifos representa un juego de círculos concéntricos. El interior y nuclear es la Biblia, el segundo círculo sería el representado por los cinco Hechos Apócrifos primitivos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Tomás. Pero un nuevo círculo envolvente sería el formado por los Hechos Apócrifos “Menores”, que señalamos con comillas intencionadas, porque su “minoría” no se refiere ni a la extensión ni a su mérito.
Serían Hechos Menores los posteriores a los siglos II y III, pero que están inspirados en los antiguos, de los que son una especie de desarrollo. Su espíritu es tanto más lejano del primitivo cuanto más tardíos, pues son obras surgidas en un contexto histórico distinto. Además, formado ya el Canon de la Biblia, los Hechos tardíos no abrigan la pretensión de competir con los libros canónicos ni complementarlos. Por otra parte, hay Hechos “Menores” más largos que la mayoría de los antiguos; y muchos de los posteriores poseen páginas de indudable mérito estético y literario.
Frente a la actitud de Hennecke, afirma Erbetta que los Hechos Apócrifos posteriores son “el desarrollo natural de los HchAp”. Un desarrollo que va desde los textos considerados como inspirados, pasa por los antiguos HchAp y termina en los numerosos Hechos “Menores”, considerados ya como leyendas. Sin embargo, hemos de reconocer que todos los Hechos Apócrifos tienen más de leyendas que de crónicas. Lo que no quiere decir que no contengan indicios de sucesos o aspectos con valor histórico. Todo escritor es deudor de la mentalidad en la que nace y produce.
Como tendremos ocasión de comprobar, la Biblia es la fuente original de donde fluye la corriente que da vida a estos libros. En esa cadena, los HchAp son el eslabón que une (y justifica) la abundante literatura posterior con la Sagrada Escritura. Esta misma apreciación aparece en los estudios de los autores que tratan de dar una definición genérica de “apócrifos”. En la contribución de Kaestli a los trabajos del Encuentro de estudiosos de la antigüedad cristiana, reconoce que “todo texto apócrifo tiene una relación con la Biblia: Va unido a un personaje, a una realidad, a un tema o a un género literario que figura en los escritos canónicos del Antiguo o del Nuevo Testamento". Me refiero al artículo de J.-D- Kaestli “La función de los textos bíblicos en la génesis y el desarrollo de las leyendas apócrifas”, publicado en Augustinianum, XXIII (1983) 319-336.
Tratando de situar en su “Sitz im Leben” los apócrifos del Nuevo Testamento, exige G. Jossa dos condiciones por lo menos: que por la forma guarden alguna relación con los escritos neotestamentarios y que reivindiquen un origen apostólico: “Gli apocrifi del Nuovo Testamento. Tipología, origine e primi sviluppi”, Augustinianum, XXIII (1983) 19-40. Lo mismo concluye W. Schneemelcher buscando una definición exacta del concepto de apócrifo del NT: Escritos no aceptados en el Canon, que pretenden ser valorados como libros sagrados y reflejan de algún modo los géneros literarios del Nuevo Testamento: Neutestamentliche Apokryphen, Tubinga 1987, vol. I, p. 49.
Este aspecto del uso de la Biblia por los autores de los HchAp, a diferencia de otros aspectos anteriormente citados, es objetivo y menos abierto a especulaciones subjetivas. Los datos materiales están ahí y son en general difícilmente discutibles. Las divergencias podrían surgir a la hora de las conclusiones. Pero como iremos viendo, la gran cantidad de las citas, alusiones y referencias deja fuera de duda el hecho nuclear de la presencia de la Biblia en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles.
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro