Escribe Antonio Piñero
Es cosa bien sabida que cada hombre tiene su ángel custodio. Pero resulta que también cada nación lo tiene. Según Alejandro Díez Macho, es posible entroncar esta idea con la tradición cananea acerca de que el dios ’El (Alá en árabe, más tarde) había señalado divinidades menores de su panteón para presidir los diversos pueblos.
El origen bíblico de esta concepción de ángeles que custodian o vigilan a las naciones se halla en Deuteronomio 32,8-9, cuya idea básica es la siguiente: Dios distribuyó los pueblos entre los ángeles reservándose para sí a Israel, como pueblo elegido y estableció las fronteras de las naciones según el número de «los hijos de Dios» (= ángeles)”.
Al ángel de cada pueblo parece aludir Ben Sira (Eclesiástico) 17,17:
«Puso un jefe sobre cada nación, pero Israel es la porción del Señor». Esos ángeles de los pueblos pueden apartar a éstos de Dios.
El libro de los Jubileos 15,31 dice: «Muchos son los gentiles y muchas naciones hay, todas suyas, sobre las cuales dio poder a los espíritus para apartarlas de él».
He señalado ya que los ángeles que rigen el cosmos no tienen que observar el sábado. … naturalmente. Este ejército enorme de ángeles, de rango inferior, se ocupa tanto de la naturaleza como del servicio en misiones concretas encomendadas por Dios relativas a los hombres dentro del mundo.
Es una firme creencia de toda la apocalíptica de los Apócrifos del Antiguo Testamento que los ángeles están presente en el universo y actúan en él: cuidan de que la naturaleza siga su curso normal; rigen los vientos, el trueno, los relámpagos, las lluvias (1 Henoc 60,11-22); las estaciones, meses y días (1 Henoc 82,2-20); los ríos y mares, frutos, hierbas y plantas (2 Henoc 8,4); Jubileos 2,2 menciona a los ángeles del viento de fuego, del viento de niebla y de la atmósfera respirable, los de los vientos de hielo y calor, y los del granizo, nieve, escarcha, trueno, relámpagos, es decir, meteoros que aluden al invierno, primavera, verano y otoño, más otros vientos del abismo, de la tiniebla y la luz, la aurora y el crepúsculo.
Naturalmente hay también ángeles gobernantes encargados en especial de las estrellas, entidades más alejadas de estos fenómenos meteorológicos cercanos (1 Henoc 72,1). Es probable que el pueblo considerara a las estrellas como bolas de fuego, seres vivientes de algún modo que influyen en el mundo. Estos seres son el ejército celestial de Dios Sebaot, el Dios el Dios de los ejércitos, no los terrenales sino los celestiales, el sol, la luna, etc. a los que los ignorantes adoran (1 Hen 80,6; IV Esdras 6,3).
Dicho entre paréntesis: el Señor de los ejércitos celestiales también gobierna los ejércitos terrenales si son de Israel: 1 Samuel 17,45: David dice a Goliat: “lucho ayudado por Yahvé, el Dios de los escuadrones de Israel”.
En la concepción de los apócrifos del Antiguo Testamento estos ángeles de la naturaleza parecen confluir dos corrientes: los mitos e ideas folklóricas que personifican las fuerzas de la naturaleza y la concepción veterotestamentaria de los ángeles como mensajeros de Dios.
Hay una clase de ángeles que se denomina «los que no duermen» o «vigilantes» (egrégoroi en griego, substantivo derivado del perfecto griego del verbo egéiro, “despertar”: 1 Hen 18,13-16; 71,7). La calificación de «vigilantes» puede acaso estar relacionada con la asimilación de los ángeles a las estrellas que no duermen o con su disponibilidad para cumplir en todo momento la misión que Dios les encomienda.
Más tarde el nombre de «vigilantes» designa a ángeles malvados, los que están en un nivel angélico inferior, al contacto casi con la tierra, y por eso pueden observar la belleza de las mujeres y desearlas. Por ello en diversos libros apócrifos se designan como vigilantes a los ángeles caídos que se unieron a hijas de los hombres del ya mencionado pasaje Génesis 6,1-4, leyenda ampliamente recogida en los libros de Henoc, Jubileos y Testamentos de los XII Patriarcas.
Por lo dicho, se ve claramente que los ángeles intervienen en la vida de los hombres y velan para que la historia siga el curso fijado en las tablas celestes señalando a los humanos la voluntad de Dios y los vicios que deben corregirse.
Así, por ejemplo, de los Testamentos de los XII Patriarcas:
· El ángel de Dios revela a Jacob el crimen de Rubén (que se acostó con la concubina de su padre: Bala / Bilhá: Testamento de Rubén 3,15), crimen que debe corregirse;
· Un ángel enseña a Rubén que las mujeres son más proclives al espíritu de fornicación que los hombres (Testamento de Rubén 5,3);
· Un ángel de Dios revela a José la maldad de la mujer egipcia (Testamento de José 6,6);
· Un ángel muestra a Judá que las mujeres dominan lo mismo al rey que al mendigo (Testamento de Judá: 15,5);
· Dios envía a un ángel que libra a José de las manos de Simeón: (Testamento de Simeón 2,8);
· Jacob ve en visión que un ángel, de la clase de las «potestades» acompaña a Judá para que no sucumba (Testamento de Judá 3,10);
· El ángel de Dios mata al malvado Er en la tercera noche de su matrimonio (Testamento de Judá 10,2);
· Un ángel dice a Judá que Leví ha sido preferido a él (Testamento de Judá 21,5); un ángel guiará las tribus de Leví y Judá los últimos días (Dan 5,4); los ángeles cuidan de los que hacen el bien (Testamento de Nefalí 8,4);
En este quehacer los ángeles interceden por los hombres ante Dios (1 Henoc 15,2 y 99,3); Miguel intercede por los hombres (1 Henoc 89,76); Gabriel también intercede (1 Hen 40,6-10). Pero esta función de intercesores está relativamente poco subrayada.
Los ángeles hacen de intérpretes de Dios en las visiones que este concede a algunos elegidos, cuyo contenido explican. Guardan a los justos que han fallecido; es decir, para que su cadáver sea honorablemente enterrado;
Pueden cuidar de enfermos y heridos, y algunos escuchan las oraciones que se les dirigen (1 Henoc 9,2ss; 40,9; 100,4s; Jubileos 31,14). El ángel de la paz (1 Henoc 40,8 y 52,5) conforta a Israel (T. de Dan 6,5) y conduce las almas de los justos a la vida eterna (T. de Aser 6,6).
Los ángeles guardan a Eva (Vida de Adán y Evangelio [griega] 7), de forma que, sólo al retirarse los ángeles al cielo junto con Adán para la oración, puede el demonio acercarse a tentarla.
En suma, las funciones de los ángeles son de guía y protección de los hombres; a veces, de castigo. Cada hombre tiene un ángel custodio, como antes dijimos que tienen las naciones (2 Henoc 8,5-6). En Jubileos 35,17 Jacob dice a su mujer, Rebeca, que teme que Esaú mate a su hermano Jacob: “No temas por Jacob, pues su ángel custodio es mayor, más fuerte, honorable y loable que de su hermano Esaú”).
Los Apócrifos del Antiguo Testamento –convertidos en dichos y leyendas– son en realidad los que difunden ente los judeocristianos y luego entre los cristianos a secas la figura del ángel de la guarda que ya aparece en el Salmo 91,11 y en Tobías 5,62; sobre todo, el ángel de la guarda es propio de los justos (l Hen 100,5). Jubileos, en 35,17 dirá que el guardián de Jacob es mayor, más fuerte, honorable y loable que el de Esaú. En el Testamento de Jos 6,7, José invoca al ángel de Abrahán, ángel de la guarda que le protegerá como a Pedro en Hch 12,15 y le hace salir de la cárcel.
Concluiremos pronto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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