Escribe Antonio Piñero
Foto: Martin Hengel ha sido uno de los estudiosos alemanes que más se ha opuesto a la hipótesis de un “Jesús sedicioso” en el libro War Jesus Revolutionär? (“Era Jesús un revolucionario?”).
Esta es la última de las objeciones serias a las que se enfrenta F. Bermejo en al largo y denso artículo sobre Jesús sedicioso que estamos comentando. La cuestión puede formularse así:
a) Hay prácticamente un consenso entre los investigadores acerca de que Jesús tuvo un notable contacto con los recaudadores de impuestos; es claro que este hecho era un aspecto decisivo en su ministerio público.
b) Ahora bien, como los publicanos/recaudadores de impuestos eran activos colaboradores del Imperio Romano, es imposible que sea verdadera la imagen de un Jesús sedicioso. Ningún antirromano en la Judea de la época habría tratado amistosamente a colaboracionistas con el Imperio.
Luego Jesús no podía ser un sedicioso antirromano.
La objeción es importante y hay que examinarla cuidadosamente. Veamos en primer lugar los textos completos y observaremos en seguida que esos textos distan mucho de ser absolutamente claros como base para una objeción seria
A. Jesús como amigo de publicanos y pecadores:
· Mc 2,15: “Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían”.
· Mt 11,19: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras”.
· Lc 7,34: “Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Es el paralelo de Lucas y procede muy probablemente de la Fuente Q.
B. Jesús critica el oficio en sí de los publicanos:
· Lc 18,9-14:
“Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.” 13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»”.
· Lc 19,1-9:
“Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» 9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»”.
Estos textos son suficientes, aunque tampoco demasiado numerosos para fundamentar las dos actitudes de Jesús. Además, son solo dos los que afirman de Jesús que come (o se hospeda) con publicanos, contra otros dos que critican su oficio.
Respuesta a la objeción:
1. Se trataba probablemente de judíos, de recaudadores de impuestos de segunda clase, no de los funcionarios romanos que cobraban el impuesto principal, la “capitación” a todo judío a vivía en Israel. Eran ciertamente colaboradores de Herodes Antipas, en Galilea, o indirectamente de Poncio Pilato, en Judea que cobraban las tasas a productos del campo o industriales o a productos que pasaban de una ciudad a otra (el “fielato” antiguo español). Estos recaudadores eran o bien judíos o sirios, raramente con ciudadanía romana.
Jesús trataba, pues, prácticamente siempre con recaudadores judíos y esperaba de ellos que se convirtieran, que dejaran su vida pecadora. No los admitía en cuanto colaboracionistas, sino como potenciales conversos para que pudieran entrar en el reino de Dios. Y unos conversos que parten de una vida llamativamente pecadora, llena de impurezas rituales, que eran judíos pero por su modo de ganarse la vida no podían observar las normas prescritas por los fariseos y que, por tanto, pertenecían al “pueblo de la tierra”, inculto en cuanto a la Ley y poco observantes, aptos, si no cambiaban de vida, para ir al infierno por toda la eternidad.
Pero Jesús los buscaba porque su misión era convertir a todo Israel: “Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores»” (Mc 2,16-17).
Por tanto, Jesús no los consideraba especialmente como colaboracionistas con el Imperio, ni como amigos suyos, sino como pecadores que pueden convertirse. No se ve de ningún modo que desde esta perspectiva la actitud de Jesús sea un grave impedimento contra la hipótesis que lo ve como sedicioso, ciertamente pero que deja en manos de Dios el establecimiento del Reino. No está a gusto Jesús con los publicanos porque sean “amigos del Imperio”, sino solo como potenciales conversos. De hecho, si hacemos caso a los Evangelios, los dos grandes pecadores/publicanos que aparecen en ellos, Mateo/Leví y Zaqueo, se convierten, dejan su trabajo, siguen a Jesús o bien reparten una gran porción de su riqueza (Zaqueo) entre las gentes a los que han defraudados y en adelante llevan una vida piadosa. ¿Qué más se puede pedir?
El otro caso, que no es de la vida real, sino una parábola, dibuja a un publicano que se comporta de modo muy distinto al fariseo (Lc 18,9-14: transcrito arriba)…, y que es justificado (declarado justo) por Dios cuando se declara pecador y se arrepiente. Por tanto “La parábola del fariseo/publicano, el caso de Zaqueo (e incluso el de Leví/Mateo) no pueden utilizarse como argumentos de que Jesús mostraba una actitud amable y comprensiva con los recaudadores de impuestos (como colaboradores con Roma)” (O. W. Walker, “Jesus and the Tax Collectors”: Journal of Biblical Literature 97 (1978) p. 229.
B. Hay un par de textos de los Evangelios que muestran que Jesús no estaba para nada de acuerdo con la vida que llevaban los publicanos y que los criticaba duramente. Los siguientes:
1. Mt 5,45-47: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?”.
2. Lc 18,13 (parábola transcrita). Me fijo en la crítica del publicano a sí mismo, con la que Jesús está de acuerdo: “En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”. Jesús lo presenta, pues, como pecador, no como alguien cuya vida le guste. Un pecador como tal no es amigo de Jesús, sino un posible “cliente” de la conversión. Por tanto, la vida de Jesús no mostraba ninguna actitud receptiva respecto a esos personajes. Del mismo modo que Jesús tampoco estaba de acuerdo con la vida de las prostitutas, sino que veía que algunas estaban dispuestas al arrepentimiento. Eran clientas potenciales para entrar en el Reino.
C. Los textos de Mt 11,19/Lc 7,34 (véase arriba) son acusaciones de los adversarios, exageradas y diríamos que falsas, como los textos en sí mismos apuntan. Pues si aceptamos esas acusaciones como verdaderas, tendríamos que admitir que era verdad también que Juan Bautista “tenía un demonio”, lo cual era evidentemente falso para Jesús. Por tanto, también era falso para Jesús que él fuera un comilón, un borracho, o un amigo de los publicanos por sí mismos, y que estuviera de acuerdo con su oficio.
Lo que sí era cierto es que un judío galileo, como Jesús, tenía menos cuidado con las cuestiones de la pureza ritual (lo he explicado muchas veces) que los fariseos de Judea, porque vivía lejos del Templo y necesitaba tratar por su oficio con paganos. Y porque el banquete era para Jesús el signo maravilloso del reino de Dios que viene. Hemos dicho también que es posible que Jesús no ayunara tan puntillosamente y con tanta regularidad como los fariseos de Judea, pero sí que era un personaje totalmente ascético en su vida de pobre, itinerante, austero.
D. Abundando en el argumento expuesto en C.: siendo posible que la comida y el trato de Jesús con publicanos y pecadores en cuanto arrepentidos fuera una muestra pública de cuán abierto estaba Jesús para animarlos a la conversión, quedaba evidente y claro cuán malvados eran los que así mismos se consideraban justos y no seguían el mensaje de Jesús (escribas, doctores de la Ley, ancianos, jefes de los sacerdotes, etc.) El ejemplo de un súper pecador arrepentido era en realidad un argumento en boca de Jesús contra sus adversarios que se consideraban cumplidores observantes de la Ley, pero no lo admitían como profeta o agente de Dios para proclamar el advenimiento del Reino.
En síntesis: no vale el argumento de que Jesús era amigo de publicanos contra la hipótesis de Jesús sedicioso respecto al Imperio Romano, porque él no era amigo de ellos, ni mucho menos, en cuanto colaboradores de los romanos… gentiles y pecadores…, ¡sino todo lo contrario!
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com
Foto: Martin Hengel ha sido uno de los estudiosos alemanes que más se ha opuesto a la hipótesis de un “Jesús sedicioso” en el libro War Jesus Revolutionär? (“Era Jesús un revolucionario?”).
Esta es la última de las objeciones serias a las que se enfrenta F. Bermejo en al largo y denso artículo sobre Jesús sedicioso que estamos comentando. La cuestión puede formularse así:
a) Hay prácticamente un consenso entre los investigadores acerca de que Jesús tuvo un notable contacto con los recaudadores de impuestos; es claro que este hecho era un aspecto decisivo en su ministerio público.
b) Ahora bien, como los publicanos/recaudadores de impuestos eran activos colaboradores del Imperio Romano, es imposible que sea verdadera la imagen de un Jesús sedicioso. Ningún antirromano en la Judea de la época habría tratado amistosamente a colaboracionistas con el Imperio.
Luego Jesús no podía ser un sedicioso antirromano.
La objeción es importante y hay que examinarla cuidadosamente. Veamos en primer lugar los textos completos y observaremos en seguida que esos textos distan mucho de ser absolutamente claros como base para una objeción seria
A. Jesús como amigo de publicanos y pecadores:
· Mc 2,15: “Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían”.
· Mt 11,19: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras”.
· Lc 7,34: “Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Es el paralelo de Lucas y procede muy probablemente de la Fuente Q.
B. Jesús critica el oficio en sí de los publicanos:
· Lc 18,9-14:
“Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.” 13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»”.
· Lc 19,1-9:
“Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» 9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»”.
Estos textos son suficientes, aunque tampoco demasiado numerosos para fundamentar las dos actitudes de Jesús. Además, son solo dos los que afirman de Jesús que come (o se hospeda) con publicanos, contra otros dos que critican su oficio.
Respuesta a la objeción:
1. Se trataba probablemente de judíos, de recaudadores de impuestos de segunda clase, no de los funcionarios romanos que cobraban el impuesto principal, la “capitación” a todo judío a vivía en Israel. Eran ciertamente colaboradores de Herodes Antipas, en Galilea, o indirectamente de Poncio Pilato, en Judea que cobraban las tasas a productos del campo o industriales o a productos que pasaban de una ciudad a otra (el “fielato” antiguo español). Estos recaudadores eran o bien judíos o sirios, raramente con ciudadanía romana.
Jesús trataba, pues, prácticamente siempre con recaudadores judíos y esperaba de ellos que se convirtieran, que dejaran su vida pecadora. No los admitía en cuanto colaboracionistas, sino como potenciales conversos para que pudieran entrar en el reino de Dios. Y unos conversos que parten de una vida llamativamente pecadora, llena de impurezas rituales, que eran judíos pero por su modo de ganarse la vida no podían observar las normas prescritas por los fariseos y que, por tanto, pertenecían al “pueblo de la tierra”, inculto en cuanto a la Ley y poco observantes, aptos, si no cambiaban de vida, para ir al infierno por toda la eternidad.
Pero Jesús los buscaba porque su misión era convertir a todo Israel: “Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores»” (Mc 2,16-17).
Por tanto, Jesús no los consideraba especialmente como colaboracionistas con el Imperio, ni como amigos suyos, sino como pecadores que pueden convertirse. No se ve de ningún modo que desde esta perspectiva la actitud de Jesús sea un grave impedimento contra la hipótesis que lo ve como sedicioso, ciertamente pero que deja en manos de Dios el establecimiento del Reino. No está a gusto Jesús con los publicanos porque sean “amigos del Imperio”, sino solo como potenciales conversos. De hecho, si hacemos caso a los Evangelios, los dos grandes pecadores/publicanos que aparecen en ellos, Mateo/Leví y Zaqueo, se convierten, dejan su trabajo, siguen a Jesús o bien reparten una gran porción de su riqueza (Zaqueo) entre las gentes a los que han defraudados y en adelante llevan una vida piadosa. ¿Qué más se puede pedir?
El otro caso, que no es de la vida real, sino una parábola, dibuja a un publicano que se comporta de modo muy distinto al fariseo (Lc 18,9-14: transcrito arriba)…, y que es justificado (declarado justo) por Dios cuando se declara pecador y se arrepiente. Por tanto “La parábola del fariseo/publicano, el caso de Zaqueo (e incluso el de Leví/Mateo) no pueden utilizarse como argumentos de que Jesús mostraba una actitud amable y comprensiva con los recaudadores de impuestos (como colaboradores con Roma)” (O. W. Walker, “Jesus and the Tax Collectors”: Journal of Biblical Literature 97 (1978) p. 229.
B. Hay un par de textos de los Evangelios que muestran que Jesús no estaba para nada de acuerdo con la vida que llevaban los publicanos y que los criticaba duramente. Los siguientes:
1. Mt 5,45-47: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?”.
2. Lc 18,13 (parábola transcrita). Me fijo en la crítica del publicano a sí mismo, con la que Jesús está de acuerdo: “En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”. Jesús lo presenta, pues, como pecador, no como alguien cuya vida le guste. Un pecador como tal no es amigo de Jesús, sino un posible “cliente” de la conversión. Por tanto, la vida de Jesús no mostraba ninguna actitud receptiva respecto a esos personajes. Del mismo modo que Jesús tampoco estaba de acuerdo con la vida de las prostitutas, sino que veía que algunas estaban dispuestas al arrepentimiento. Eran clientas potenciales para entrar en el Reino.
C. Los textos de Mt 11,19/Lc 7,34 (véase arriba) son acusaciones de los adversarios, exageradas y diríamos que falsas, como los textos en sí mismos apuntan. Pues si aceptamos esas acusaciones como verdaderas, tendríamos que admitir que era verdad también que Juan Bautista “tenía un demonio”, lo cual era evidentemente falso para Jesús. Por tanto, también era falso para Jesús que él fuera un comilón, un borracho, o un amigo de los publicanos por sí mismos, y que estuviera de acuerdo con su oficio.
Lo que sí era cierto es que un judío galileo, como Jesús, tenía menos cuidado con las cuestiones de la pureza ritual (lo he explicado muchas veces) que los fariseos de Judea, porque vivía lejos del Templo y necesitaba tratar por su oficio con paganos. Y porque el banquete era para Jesús el signo maravilloso del reino de Dios que viene. Hemos dicho también que es posible que Jesús no ayunara tan puntillosamente y con tanta regularidad como los fariseos de Judea, pero sí que era un personaje totalmente ascético en su vida de pobre, itinerante, austero.
D. Abundando en el argumento expuesto en C.: siendo posible que la comida y el trato de Jesús con publicanos y pecadores en cuanto arrepentidos fuera una muestra pública de cuán abierto estaba Jesús para animarlos a la conversión, quedaba evidente y claro cuán malvados eran los que así mismos se consideraban justos y no seguían el mensaje de Jesús (escribas, doctores de la Ley, ancianos, jefes de los sacerdotes, etc.) El ejemplo de un súper pecador arrepentido era en realidad un argumento en boca de Jesús contra sus adversarios que se consideraban cumplidores observantes de la Ley, pero no lo admitían como profeta o agente de Dios para proclamar el advenimiento del Reino.
En síntesis: no vale el argumento de que Jesús era amigo de publicanos contra la hipótesis de Jesús sedicioso respecto al Imperio Romano, porque él no era amigo de ellos, ni mucho menos, en cuanto colaboradores de los romanos… gentiles y pecadores…, ¡sino todo lo contrario!
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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