Notas

Algunos hombres buenos. En memoria de Trevor Huddleston

Redactado por Antonio Piñero el Miércoles, 6 de Junio 2012 a las 01:57

Hoy escribe Fernando Bermejo

Dada la proliferación de especímenes perfectamente olvidables con los que cada día nos topamos en las calles o la televisión, quizás no esté de más abrir en este blog –o en nuestras respectivas memorias– una sección de “nombres que merecen ser recordados”, y cuyo conocimiento nos permita seguir albergando un mínimo de respeto por un sedicente homo sapiens sapiens de cuya constante estupidez, indecencia e insensibilidad tenemos ejemplos innumerables y por doquier.

No es mal nombre, pues, para iniciar esta posible serie, el de Trevor Huddleston. Huddleston, nacido en Inglaterra en 1913, ingresó muy joven en la “Comunidad de la Resurrección”, una comunidad monástica anglicana fundada en Oxford en 1892 y que ya desde muy pronto, desde principios del siglo XX (1903), tuvo una vinculación particular con Sudáfrica.

Vale la pena observar que, mientras que la Iglesia reformada holandesa de Sudáfrica dio su apoyo casi incondicional al sistema del apartheid (lo que, ciertamente, le valió el justo ostracismo de las actividades ecuménicas de muchas Iglesias), numerosos miembros de la Iglesia anglicana se distinguieron en su lucha contra este imbécil y repulsivo sistema de discriminación.

Tras haber sido ordenado sacerdote, en 1943 Huddleston fue destinado a la misión que la Comunidad tenía cerca de Johannesburgo, con el objeto de relevar a un compañero de orden (Raymond Raynes) que se había desgastado en su ardua tarea. Durante 13 años, Huddleston se convirtió en un apasionado activista anti-Apartheid. Tan respetada y comprometida fue su labor, que le ganó entre los lugareños el sobrenombre de Makhalipile (“el intrépido”), y en 1955, en su congreso de Kliptown, el Congreso Nacional Africano le concedió el título de Isitwalandwe (“el que porta las plumas del raro pájaro”), el galardón que el Congreso ha concedido a las personas que han luchado con mayor heroísmo por la causa de la liberación del pueblo sudafricano (y que, varias décadas más tarde, le sería concedido también a Nelson Mandela).

Desmond Tutu conoció a Huddleston en un hospital, cuando aquel era solo un niño enfermo de tuberculosis. El que sería arzobispo de Ciudad del Cabo y uno de los anglicanos más conocidos a nivel mundial, recordaba la cortesía y el respeto con que Huddleston, la autoridad anglocatólica blanca en un país en que la discriminación era ley, fue a verlo al hospital, y cómo se había sacado el sombrero ante su madre, “una mujer negra, sin estudios”, y la honda impresión que aquel sencillo gesto le había causado.

En 1956, la Comunidad a la que Huddleston pertenecía le mandó regresar a la casa madre de West Yorkshire, una orden que acató a regañadientes. Desde lejos, no obstante, continuó luchando contra el apartheid, primero en Inglaterra y luego desde Tanzania, donde fue nombrado obispo (años después, sería nombrado arzobispo). Nombrado presidente del movimiento anti-Apartheid en 1981, siguió luchando por esta causa, además de por la paz y por la justicia social, hasta su muerte en 1998.

Nelson Mandela dijo en una ocasión: “Ningún hombre blanco ha hecho más por Sudáfrica que Trevor Huddleston”. Tal vez por ello, por la decencia, la dignidad y el valor que demostró en un lugar y una época en que la indignidad campaba a sus anchas de modo muy especial, el nombre de este monje inglés merece ser recordado.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 6 de Junio 2012
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