Hoy escribe Fernando Bermejo
El nombre de Diarmaid MacCulloch no es muy conocido en España. A los especialistas en historia del cristianismo les resultará familiar como el coeditor de la imprescindible revista Journal of Ecclesiastical History. Los interesados en la historia de la Reforma reconocerán en él al autor de obras como la biografía del arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer (Thomas Cranmer: A Life) o varias monografías relevantes: Reformation: Europe’s House Divided (1490-1700), o The Later Reformation in England: 1547-1603. Es posible, sin embargo, que desde hace algunos meses ese nombre les suene como el del autor de una obra ambiciosa sobre la historia del cristianismo.
En efecto, en el año 2009 fue publicada en Gran Bretaña y Estados Unidos una obra de Diarmaid MacCulloch que lleva por título A History of Christianity. The First Three Thousand Years (Una historia del cristianismo. Los primeros tres mil años). El subtítulo, más allá de la rentable provocación, apunta al hecho de que el autor considera necesario comprender la génesis de la nueva religión en el contexto de la cultura judía y grecorromana, de modo que puedan entenderse mejor las cuestiones a las que la fe cristiana proporciona una nueva respuesta.
Cuando hace unos meses tuve la fortuna de recibir este libro como regalo (por fortuna en el original inglés), al ver el título temí de inmediato que fuera de esos autores, que todos conocemos, que igual escriben una Historia del cristianismo que una Historia de la aviación o de las enfermedades venéreas; es decir, temí que fuera uno de los muchos escribientes de turno, que pueblan el mundo impunemente para desgracia de sus semejantes, de la así llamada cultura, y –en última instancia– también para desgracia de sí mismos. Por fortuna, nada más lejos de la realidad.
Aunque obviamente una obra de esta envergadura es susceptible de ser criticada y el especialista encontrará reparos aquí y allá (llamaré la atención sobre algunos en próximas entregas), es de justicia decir que nos hallamos ante una obra de una calidad extraordinaria, a la que no es exagerado calificar de obra maestra. Las razones son varias.
Ante todo, esta es una obra de amplias miras. Uno no encuentra en ella solo los temas más manidos, o únicamente aquellos en los que el autor se ha especializado. La expansión del cristianismo en Oriente (y en particular en Bizancio) o la trágica historia de las Iglesias en Asia Central merecen interesantes capítulos, como lo merece la historia del cristianismo en Rusia, desde sus orígenes en el s. IX.
Además, esta es una obra intelectualmente honrada. No sé cuánto tiempo ha invertido el autor en ella, pero está claro que no es fruto de la improvisación, sino de una sabiduría adquirida a lo largo de años, en atento diálogo con muchos especialistas con cuyos trabajos el autor está familiarizado (y que indica con precisión en notas), y en la que se han destilado numerosas y atentas lecturas. Está ausente aquí ese sudoroso apresuramiento tan típico –y cada vez más– de nuestra época (aunque de ese apresuramiento a la hora de enfrentarse a actividades intelectuales ya habló por ejemplo Nietzsche con comprensible desprecio). Y el autor no se guarda para sí lo que sabe: lo comparte generosamente con un lector cuya inteligencia y voluntad de saber respeta.
Esta Historia está, por lo demás, escrita como debe escribirse la historia: con sentido crítico, pero también con la empatía necesaria para con el objeto de estudio. Está muy bien escrita, con estilo, con gusto, con orden, con esmero, con claridad, con amor por el detalle. Sus 7 partes, subdivididas a su vez en total en 25 capítulos (subdivididos a su vez en secciones) proporcionan un panorama casi enciclopédico de un vastísimo material.
En fin, que da gusto leer este libro. Ahora bien, por desgracia da gusto leerlo únicamente en inglés, porque la traducción española en la editorial Debate, aparecida hace tan solo unos meses (Historia de la cristiandad), está literalmente plagada de errores. A pesar de la cuidada presentación en tapa dura, de las escasas erratas y de los casi 50 euros que cuesta, contiene suficiente cantidad de imprecisiones y dislates (a algunos de los cuales me referiré en próximas entregas) como para que ya desde ahora considere mi deber disuadirles de comprarla.
La traducción es una actividad que exige tiempo y mimo. Cualquiera puede tener un desliz, y a alguien que debe traducir más de mil páginas de letra apretada se le pueden disculpar unos cuantos. Pero cuando los errores los hay no a docenas sino a cientos, cuando dejan perplejo a cualquier lector atento, y cuando no pocos de ellos atentan flagrantemente contra la sabiduría más superficial y aun contra el sentido común, no resultan fácilmente disculpables. Resulta lamentable que la edición de una obra generalista de tal calidad se vea enturbiada por una traducción que de modo intermitente pero constante confunde al lector y oscurece el sentido del original.
De hecho, ya el título está mal traducido. A History of Cristianity debe ser traducido como (Una) historia del cristianismo, pues “cristiandad” corresponde en inglés a “Christendom”, un término anglosajón nuevo creado, según parece, por algún amanuense en el s. IX. Esta opción hace, además, del todo inconsistente el uso de los términos en la traducción allí donde el autor se refiere a “Christendom”.
Me permito recomendar vivamente a nuestros lectores, muchos de los cuales leen con fluidez el inglés, la adquisición y/o lectura de esta excelente obra en su idioma original (la edición de Penguin es muy barata). Y me permito desaconsejarles no menos vivamente que se abstengan de comprar la traducción española, al menos hasta que la editorial se redima de sus muchos pecados publicando una nueva edición totalmente corregida.
Continuará.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
El nombre de Diarmaid MacCulloch no es muy conocido en España. A los especialistas en historia del cristianismo les resultará familiar como el coeditor de la imprescindible revista Journal of Ecclesiastical History. Los interesados en la historia de la Reforma reconocerán en él al autor de obras como la biografía del arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer (Thomas Cranmer: A Life) o varias monografías relevantes: Reformation: Europe’s House Divided (1490-1700), o The Later Reformation in England: 1547-1603. Es posible, sin embargo, que desde hace algunos meses ese nombre les suene como el del autor de una obra ambiciosa sobre la historia del cristianismo.
En efecto, en el año 2009 fue publicada en Gran Bretaña y Estados Unidos una obra de Diarmaid MacCulloch que lleva por título A History of Christianity. The First Three Thousand Years (Una historia del cristianismo. Los primeros tres mil años). El subtítulo, más allá de la rentable provocación, apunta al hecho de que el autor considera necesario comprender la génesis de la nueva religión en el contexto de la cultura judía y grecorromana, de modo que puedan entenderse mejor las cuestiones a las que la fe cristiana proporciona una nueva respuesta.
Cuando hace unos meses tuve la fortuna de recibir este libro como regalo (por fortuna en el original inglés), al ver el título temí de inmediato que fuera de esos autores, que todos conocemos, que igual escriben una Historia del cristianismo que una Historia de la aviación o de las enfermedades venéreas; es decir, temí que fuera uno de los muchos escribientes de turno, que pueblan el mundo impunemente para desgracia de sus semejantes, de la así llamada cultura, y –en última instancia– también para desgracia de sí mismos. Por fortuna, nada más lejos de la realidad.
Aunque obviamente una obra de esta envergadura es susceptible de ser criticada y el especialista encontrará reparos aquí y allá (llamaré la atención sobre algunos en próximas entregas), es de justicia decir que nos hallamos ante una obra de una calidad extraordinaria, a la que no es exagerado calificar de obra maestra. Las razones son varias.
Ante todo, esta es una obra de amplias miras. Uno no encuentra en ella solo los temas más manidos, o únicamente aquellos en los que el autor se ha especializado. La expansión del cristianismo en Oriente (y en particular en Bizancio) o la trágica historia de las Iglesias en Asia Central merecen interesantes capítulos, como lo merece la historia del cristianismo en Rusia, desde sus orígenes en el s. IX.
Además, esta es una obra intelectualmente honrada. No sé cuánto tiempo ha invertido el autor en ella, pero está claro que no es fruto de la improvisación, sino de una sabiduría adquirida a lo largo de años, en atento diálogo con muchos especialistas con cuyos trabajos el autor está familiarizado (y que indica con precisión en notas), y en la que se han destilado numerosas y atentas lecturas. Está ausente aquí ese sudoroso apresuramiento tan típico –y cada vez más– de nuestra época (aunque de ese apresuramiento a la hora de enfrentarse a actividades intelectuales ya habló por ejemplo Nietzsche con comprensible desprecio). Y el autor no se guarda para sí lo que sabe: lo comparte generosamente con un lector cuya inteligencia y voluntad de saber respeta.
Esta Historia está, por lo demás, escrita como debe escribirse la historia: con sentido crítico, pero también con la empatía necesaria para con el objeto de estudio. Está muy bien escrita, con estilo, con gusto, con orden, con esmero, con claridad, con amor por el detalle. Sus 7 partes, subdivididas a su vez en total en 25 capítulos (subdivididos a su vez en secciones) proporcionan un panorama casi enciclopédico de un vastísimo material.
En fin, que da gusto leer este libro. Ahora bien, por desgracia da gusto leerlo únicamente en inglés, porque la traducción española en la editorial Debate, aparecida hace tan solo unos meses (Historia de la cristiandad), está literalmente plagada de errores. A pesar de la cuidada presentación en tapa dura, de las escasas erratas y de los casi 50 euros que cuesta, contiene suficiente cantidad de imprecisiones y dislates (a algunos de los cuales me referiré en próximas entregas) como para que ya desde ahora considere mi deber disuadirles de comprarla.
La traducción es una actividad que exige tiempo y mimo. Cualquiera puede tener un desliz, y a alguien que debe traducir más de mil páginas de letra apretada se le pueden disculpar unos cuantos. Pero cuando los errores los hay no a docenas sino a cientos, cuando dejan perplejo a cualquier lector atento, y cuando no pocos de ellos atentan flagrantemente contra la sabiduría más superficial y aun contra el sentido común, no resultan fácilmente disculpables. Resulta lamentable que la edición de una obra generalista de tal calidad se vea enturbiada por una traducción que de modo intermitente pero constante confunde al lector y oscurece el sentido del original.
De hecho, ya el título está mal traducido. A History of Cristianity debe ser traducido como (Una) historia del cristianismo, pues “cristiandad” corresponde en inglés a “Christendom”, un término anglosajón nuevo creado, según parece, por algún amanuense en el s. IX. Esta opción hace, además, del todo inconsistente el uso de los términos en la traducción allí donde el autor se refiere a “Christendom”.
Me permito recomendar vivamente a nuestros lectores, muchos de los cuales leen con fluidez el inglés, la adquisición y/o lectura de esta excelente obra en su idioma original (la edición de Penguin es muy barata). Y me permito desaconsejarles no menos vivamente que se abstengan de comprar la traducción española, al menos hasta que la editorial se redima de sus muchos pecados publicando una nueva edición totalmente corregida.
Continuará.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo