Notas
Foto: Joachim Gnilka
Escribe Antonio Piñero Confieso que me fastidia bastante lo del esquema de las “tres búsquedas” del Jesús histórico, ya que –como he indicado repetidas veces– da la impresión como si los únicos que contaran en el mundo de la investigación fueran los de lengua inglesa y alemana. Y me fastidia también que llegados a este punto en mi comentario a los criterios para investigar la autenticidad / historicidad de dichos y hechos de Jesús, siga J. Dunn mareando la perdiz –en el punto al que hemos llegado en nuestro comentario (pp. 115-116 de “Jesús recordado”)– dándole vueltas al criterio de “desemejanza”. Insisto en que este criterio no vale, porque produce un Jesús rarísimo que no puede en casi nada parecerse a su matriz judía, ni tampoco a lo que luego será su herencia cristiana a través de Pablo. Quizás, a pesar de mi molestia, sea necesaria la repetición de Dunn a este propósito. En las páginas que siguen vuelve a hacer un repaso nuestro investigador a los criterios de historicidad (coherencia / múltiple atestiguación / presencia de rasgos arameos en los dichos de Jesús / verosimilitud histórica / dificultad) y afirma que la investigación en general se muestra muy insatisfecha con su uso y sus resultados. Y afirma: el criterio de “desemejanza” produce un “Jesús vacío”. Además no sabemos lo suficiente –arguye– sobre el judaísmo de la época como para saber que algo de Jesús es “totalmente desemejante” a ese judaísmo. El de “coherencia” tampoco le satisface porque solo vale “para reforzar un núcleo desequilibrado y poner entre paréntesis incoherencias típicas de la vida real” (¿Qué significa esto? Yo no acabo de entenderlo). El de “testimonio múltiple” podría ser de poca ayuda ya que –por poner un ejemplo– las variaciones entre Marcos y la Fuente Q pueden remontarse a una base postpascual (por tanto “infectada” por la teología de la Iglesia primitiva, por lo que no representaría el genuino pensamiento de Jesús). Y el criterio de la “presencia de arameísmos” tampoco vale: podrían provenir de una iglesia de lengua aramea, como la materna de Jesús. Y por último pone Dunn una dificultad sustancial al criterio de “dificultad”: ¿Cómo sabemos que dichos o hechos embarazosos para la Iglesia posterior –por ejemplo el bautismo de Jesús: ¿era esta un pecador o un comediante que fue a bautizarse sin tener pecado alguno?– son más susceptibles de captar la esencia de la predicación de Jesús que los hechos o dichos “desemejantes” o “semejantes”? Y llegados aquí me pregunto si es que alguien –entre los investigadores renombrados– ha llegado a inventar algún otro criterio satisfactorio después de tantísima crítica. Así que estamos en un callejón sin salida, aparentemente. Dunn no menciona (todavía no se “había inventado”) el criterio de los “patrones de recurrencia”. ¿Qué son los “patrones recurrentes”? He escrito sobre ellos desde diciembre de 2016 en este medio. Pero como nos habremos olvidado, lo repito: Son temas o motivos repetidos que aparecen una y otra vez en los evangelios, a menudo esparcidos acá y allá, que reunidos forman un mosaico que representa un aspecto consistente de las acciones o dichos de Jesús. Esta convergencia de “pistas” es interesante –una vez que se prueba su consistencia– porque permite formarse una idea de un aspecto de la vida de Jesús probablemente auténtico, ya que la repetición de un tema determinado en múltiples lugares de la tradición permite concluir que nace de una fuente segura y constante de esa tradición, y que no es un puro invento. Se trata, pues de textos de los evangelios que apuntan hacia una misma dirección, pasajes o sentencias que tomados todos juntos producen una visión de conjunto o transmiten una impresión sólida de una actitud, un hecho o de una manera de ser de Jesús. Ya el Dr. Bermejo puso el ejemplo siguiente: Si se leen bien los evangelios, hay suficientes pasajes o alusiones breves que apuntan a la idea de que Jesús tuvo una elevada conciencia de sí mismo y de su misión. No siempre es posible tener garantías de autenticidad sobre cada texto en particular, pero la presencia recurrente de una misma idea en las fuentes permite alcanzar una cierta seguridad al investigador. Y otro ejemplo: hay suficiente “ruido de sables”, esparcidos aquí y allá en los evangelios como para pensar que Jesús tuvo que ver algo al menos con la oposición judía al Imperio romano. Para ánimo del lector, J. Dunn da fe, en la p. 118 de dos investigadores alemanes que no hicieron apenas caso de tanta crítica a los criterios de historicidad y escribieron sobre Jesús dedicando muy pocas páginas a cuestiones de método, sino que siguieron actuando de acuerdo con los medios ya consagrados “histórico-críticos”. Fueron Joachim Gnilka, católico, y Jürgen Becker, protestante, si no me equivoco. ¡Un poco de aire!, independientemente si uno está de acuerdo con ellos, o no. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Viernes, 20 de Marzo 2020
Comentarios
NotasQueridos amigos: Aquí envío un par de enlaces, por si os interesa. El primero es un programa de radio sobre los milagros de Jesús. Entrevista con Pedro Riba. Programa "Luces en la oscuridad" de Radio4G. https://lucesenlaoscuridad.es/entradas_grabacion/taumaturgia-los-milagros-en-el-mundo-antiguo-pagano-judio-y-cristiano-antonio-pinero-catedratico-de-filologia-griega-de-la-universidad-complutense-de-madrid-especializado-en-lengua-y-literatura/#contenido https://www.ivoox.com/taumaturgia-milagros-mundo-antiguo-pagano-audios-mp3_rf_48893740_1.html El segundo es el enlace a mi Seminario “Investigaciones sobre Jesús de Nazaret”, que tengo con mis amigos en La Ramallosa/Nigrán (Pontevedra) los dos primero lunes de cada mes. Este seminario empezó hace tres años pero solo se han grabado las últimas 25 clases, más o menos. Para muchos será este enlace desconocido porque apenas lo he anunciado hasta ahora. He aquí el enlace: https://www.youtube.com/playlist?list=UURlbwOFGEkh4aaxUGkQrx3g La primera del 24 de septiembre de 2017 tiene ya unas 25.000 visualizaciones. A ver qué os parece. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Miércoles, 18 de Marzo 2020
NotasFoto Joachim Jeremias Escribe Antonio Piñero Sigue James Dunn enumerando algunas respuestas a la “Crítica/Historia de las formas”, y le parece que la más brillante entre las primeras no fue la de ninguno de los discípulos de Bultmann, como Ernst Käsemann del que ya hemos escrito, sino de un investigador de fuera de la escuela: Joachim Jeremias. Era este un teólogo luterano, nacido en Dresde en 1900 y muerto en 1979, que estuvo bastantes años en Jerusalén en donde se formó no solo en hebreo y arameo, sino también en otras lenguas orientales. Fue sin duda, un adepto de la “historia de las formas”, pero dio un nuevo impulso al estudio del Jesús histórico abordando la consideración del contexto arameo de las palabras de Jesús, siguiendo los pasos de su maestro Gustaf Dalman. Es cierto que la retroversión al arameo de las palabras de Jesús transmitidas en griego es insegura (casi diría que no hay dos retroversiones iguales de cualquier sentencia un tanto larga de Jesús, puestos que los estudiosos difieren en cómo era exactamente el arameo galilaico del siglo I). Sin embargo, J. Jeremias no se arredró y empleó el sistema en la reconstrucción de las sentencias de Jesús centrándose especialmente en las parábolas. Publicó un libro con este título, Die Gleichnisse Jesu: “Las Parábolas de Jesús”) en 1947, que se ha traducido a todas las lenguas cultas occidentales. Si Bultmann y Käsemann habían empleado el “criterio de desemejanza” para obtener algún dicho de la que se pudiera decir que era absolutamente genuino de Jesús (“La forma más primitiva de un dicho de Jesús puede considerarse tal y genuina si su contenido presenta desemejanzas respecto a concepciones claramente expresadas por el judaísmo de su época o el cristianismo posterior), Jeremias hizo hincapié en que este criterio era muy restrictivo, ya que –aunque en teoría no afirmaba que SOLO eran genuinas las palabras de Jesús que cumplieran con ese criterio– en la práctica era así, con lo que la doctrina de Jesús que se presentaba al lector quedaba mermada, mutilada en verdad, ya que muchas de las ideas genuinas del Nazoreo eran nociones judías de su época, comunes a todos lo piadosos, y muchas de ella pasaron sin duda al “cristianismo posterior”, ya que esta al fin y al cabo era una secta judía en sus comienzos. Jeremias avanzó destacando que el estudio del contexto arameo de las palabras de Jesús podría contribuir muchísimo a tener seguridad respecto a su autenticidad y en concreto de las parábolas, independientemente de que su mentalidad en conjunto fuera bastante reaccionaria, como lo demostró atacando injustamente la obra de H. S, Reimarus, tachándolo de odiador teológico, lo cual es evidentemente falso. Esto es cierto (aunque hoy en el elenco de los diez criterios de autenticidad, el criterio del “estilo, sabor arameo, retroversión” ha sido devaluado al cuarto o quinto lugar y se le concede el título de “confirmador” más que de “atestiguador” no puede rechazarse como una ayuda buena. En el entretanto, y también tarde, Norman Perrin (en su obra “Rediscovering the Teaching of Jesus”, SCM, Londres 1967; un libro que influyó mucho en mí, y del que no sé si se ha traducido al español) había introducido otros criterios que duran hasta hoy, a pesar de las críticas. Estos era el de “Coherencia” (“Todo lo que sea coherente con lo descubierto sobre Jesús con ayuda de múltiples criterios –por lo menos dos– debe ser considerado genuino”) y el de “Atestiguación múltiple” (“Para que algo sobre Jesús pueda ser declarado auténtico ha de estar atestiguado por lo menos por dos fuentes diferentes, que no dependen una de la otra”). Perrin abordó también el estudio del criterio de Desemejanza y juzgó que era estrechísimo, pues presentaba solo de Jesús aquello que fuera raro o único, y lo cambió por el de “Dificultad” (aunque Perrin todavía no lo llamó así, sino más bien J. P. Meier). Reza así: “Es genuino un dicho o hecho de Jesús si choca con, va en contra de, es difícil de aceptar por lo que la creencia cristiana o judía posterior consideraba como normal”. Así que en Alemania, y ciertamente en España (en donde dos libros de Jeremias tuvieron bastante éxito, además del mencionado “Las Parábolas”, el de “Jesús en tiempos de Jesús”; reimpresión de 2017 en Ediciones Cristiandad) mucha gente interesada en el tema quedó un tanto aliviada de la sensación de impotencia que aplastaba a menudo a los que estudiaban deseando saber algo seguro sobre Jesús. En lo que sigue James G. D. Dunn (en el mencionado libro ”Jesús recordado” de Verbo Divino) hace un catálogo de la discusión de los “criterios de autenticidad” sobre hechos y dichos de Jesús, catálogo que es difícil de resumir o parafrasear; ya veremos si tenemos que casi transcribirlo entero. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 12 de Marzo 2020
Notas
Foto Josef Klausner
Escribe Antonio Piñero Decíamos en la postal anterior que veríamos cómo responde Dunn y otros a la demoledora historia de la formas que afirmaba A) que la investigación certera sobre Jesús era imposible; y además B. ilegítima porque investigar sobre el Jesús de la historia es caminar contra la fe; indagar y dar pruebas sobre la historicidad de Jesús es proporcionar pruebas objetivas para la fe…, con la cual esta deja de ser fe. Llegados aquí hay dos tipos de respuesta. La primera la de los investigadores independientes: 1. No solo no es imposible la investigación histórica sobre Jesús, sino que se ha realizado ya y con notable éxito. Mientras los estudiosos alemanes contemplaban un tanto abobados esa imposibilidad bultmanntiana, fuera de Alemania y su área de influencia en Gran Bretaña, y Estados Unidos sobre todo, se hacía en la primera mitad del siglo XX una investigación sobre Jesús brillantísima. Sencillamente estupenda. Lo que se publicó desde 1905 hasta mediados del siglo en Francia fue verdaderamente sensacional. Mil veces he dicho que hasta hoy día somos deudores de Alfred Loisy, Maurice Goguel y Charles Guignebert… ¡hasta hoy día, más de cien años después! No solo respondieron a las dificultades de Bultmann (estudiándolo seriamente) sino que escribieron libros sobre Jesús en los que mostraban que se llegaba a resultados notables: se apuntaba ya, sin extremismo alguno, la idea de que Jesús era un judíoa a carta cabal, que era perfectamente entendible en el marco del Israel del siglo I y en más amplio del Mediterráneo oriental; que jamás había intentado fundar religión alguna y que su figura respondía muy bien, excelentemente bien, a la de esos agentes mesiánicos que había descrito Flavio Josefo en la “Guerra”, libro II, y en las Antigüedades, libro XVIII, que “incendiaban” al pueblo, o l menos hacían que subiera tanto la temperatura mesiánica que se atrevieron a enfrentarse a Roma y lo pagaron carísimo. Por tanto, aparte de sus ideas apocalíptico-escatológicas, Jesús fue un sedicioso –sin ejército– contra Roma, porque no admitía lo de pagar impuestos y porque en su concepto del reino de Dios Roma no cabía ni por asomo. Y esto fijándonos solo en Francia, con gentes estudiosas que, al menos a mí, han influido mucho. Y podemos hablar también de Josef Klausner, el judío lituano, si no me equivoco, que escribió en 1922 –en hebreo (luego hubo muchas traducciones a lenguas más accesibles, entre ella el español en 1992, en Barcelona, Editorial Paidós)– una obra importante que recondujo de modo definitivo (aunque para Klausner Jesús era un judía tan exagerado que casi dejaba de ser judío) a la figura del Nazoreo al redil del judaísmo. Se titulaba “Jesús el Nazareno. Su época, su vida y su enseñanza”. Para Klausner Jesús fue una suerte de profeta, de mentalidad farisea, cuyas ideas y moral eran moralísimamente judías. Lo único malo de Jesús –según Klausner– es que se concentró tanto en el individuo que debía de entrar en el inminente reino de Dios, que se olvidó de las necesidades nacionales del pueblo judío, como “pueblo elegido”. Jesús habría sido un judío perfecto si hubiera sido un “sionista” (permítaseme el anacronismo un tanto burdo) y no un hombre desinteresado por la política y por la repercusión de ella en la vida del pueblo. Aunque hoy día ni opinamos así, tanto Klausner como los eruditos franceses citados, y más gentes en otros países, estaban haciendo auténtica investigación histórica sobre Jesús, con resultados válidos o semi válidos. Así que no era imposible. Y segundo: para un investigador independiente esos pruritos de que la fe es ante todo fe, y que no necesita de apoyo histórico, le suena un poco a chino, algo fuera de lugar. En todo caso la fe es un asunto personalísimo, y no afecta para nada a la historia. Otro crítica a la posición de Bultmann –sí recogida por Dunn en la p. 112– había nacido del seno de la propia escuela bultmanntiana: la opinión rompedora (para los alemanes y otros estudiosos muy pegados al esquema de “las tres búsquedas” como si no hubieras otra perspectiva en el mundo) de Ernst Kësemann que hizo dos importantes observaciones: 1. Que no era de recibo postular una discontinuidad absoluta entre le Jesús de la historia y el Cristo de la fe, ya que los primeros cristianos los identificaron de modo que aun sin querer a veces realzaban el aspecto humano de Jesús… aspecto investigable. 2. Que los mismos evangelistas sinópticos daban gran importancia al pasado: hasta el formato de los evangelios (y más la redacción final de Mateo y Lucas con el añadido –no sabemos por quién ni cuándo– de los evangelios de la infancia) indica que daban gran importancia a la historia de Jesús. Y por nuestra parte añadimos: que al igual que es cansino y agobiante tener que dar razones de lo evidente, del mismo modo parece casi estúpido disociar de tal manera la historia humana de Jesús del Cristo de la fe, que hay que gastar tiempo en defender que ese Cristo sin historia es como si estuviéramos creyendo en un fantasma sin cuerpo. Es como si postulamos que unos misioneros que están dando su vida, por ejemplo, en África, por propagar la fe en Jesús están hablando –y repito dando quizás también su vida– de un personaje que nada tiene que ver con la vida humana. Sencillamente no tiene decir que “Me importa un comino lo que la historia pueda decir de Jesús, porque yo solo pienso en el Cristo celestial”. Personalmente no puedo entender esta postura. Y finalmente Dunn mismo tiene que comentar cómo el mismo Bultmann no fue inmune a las críticas y tuvo que aceptar que en el ministerio histórico de Jesús hubo dichos y hechos que adelantaban de algún modo, o que contenían implícitamente lo que después se predicaría de él como el Cristo. Aquí Bultmann estaba dando carta de naturaleza a la “cristología implícita”, un excelente artilugio para nadar y guardar la ropa. Pongo un ejemplo: Jesús nunca dijo que él fuera Dios; pero en su vida hubo gestos, signos e indicios, gracias a los cuales y con un poco de estudio, se podría deducir que Jesús estaría de acuerdo con el mensaje cristiano posterior: Jesús fue un ente divino “de algún modo”. Ya estaba todo resuelto así: No hay ningún salto insalvable entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Pues bien, la crítica independiente no acepta esta solución y afirma: es lícito investigar sobre el Jesús histórico y ofrece resultados razonablemente seguros; y también es lícito postular que algunas características del Cristo de la fe no casan con el Jesús de la historia y son el producto de una mera especulación teológica…. Es decir, con clara precisión, son inventadas por la mente humana al elaborar cristología o teología. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 12 de Marzo 2020
NotasPara continuar con las ideas expuestas en el anterior post, ejemplificaré la importancia territorial de los santuarios clásicos con dos ejemplos: Nemea y el Ática.Hoy escribe Eugenio Gómez Segura
El santuario de Zeus en Nemea se halla en un enclave geográfico que perfectamente podría ser denominado como estratégico: una pequeña llanura situada sobre las estribaciones orientales del macizo montañoso de Arcadia, que separan las regiones de Corintia al norte y la Argólide al sur. Por el oeste esta pequeña cadena montañosa arranca de las cercanías de la laguna Estinfalia, prolongándose hacia el este hasta llegar prácticamente al antiguo puerto de Epidauro, en el golfo Sarónico. Su principal accidente orográfico es el monte Arácneo, con 1199 m. de altura, a cuya falda oriental se encuentra la planicie donde está situado el santuario de Asclepio de Epidauro. El santuario se encuentra en la vertiente norte de la sierra, en la cabecera del valle del río Nemea, que discurre a lo largo de 19 Km hacia el Golfo de Corinto. Situada a unos 15 Km de Micenas y unos 30 de Argos, Nemea vigila el mejor camino entre las regiones de Corintia y la Argólide, además de encontrarse en el límite de ambas provincias. De hecho, la privilegiada posición de este enclave y el gran valor como punto fronterizo que atesoró Nemea durante la época de formación de las dos ciudades-estado rivales determinó en gran medida su futuro. Como en otros muchos casos, el dominio sobre el santuario simbolizaba la autoridad fronteriza, que en este caso acabó en manos de Argos. Si en el 580 Corinto logró incluir los juegos del santuario de Istmia en el circuito panhelénico, Argos, que para esas fechas ya era dueña de Nemea, añadió como respuesta en el 573 sus juegos nemeos, dando así a entender que no era menos que su gran rival del norte. Aunque no existen datos precisos, parece probable que en Nemea ocurriera lo mismo que en otros centros religiosos, es decir, que las futuras poleis y asociaciones étnicas (al estilo de los focios o locrios), cuando intentaban afianzarse e incluso adquirir nuevos territorios, consideraran los santuarios limítrofes como señas de identidad territoriales. Nemea, pues, en principio unido a la cercana población de Cleonas y localizado en el límite entre dos ciudades-estado, debió ganar importancia como centro fronterizo. De hecho, Cleonas fue una ciudad que acabó muy pronto bajo la influencia de Argos, y con ella, por supuesto, el santuario. El segundo ejemplo que voy a tratar es toda una región, el Ática, con mucho la comarca mejor estudiada de Grecia. Un repaso a sus fronteras, sean éstas marítimas o terrestres, muestra la estratégica situación de los cultos que estructuraban buena parte de la vida religiosa de la ciudad. Señalaré en primer lugar que tres santuarios de los indicados en el mapa fueron trascendentales para establecer una polis independiente y poderosa: se trata del santuario de Afaya en Egina, clave para observar el tráfico marítimo en la parte del Golfo Sarónico que da a Atenas; el santuario de Anfiarao, el Anfiareo de Oropos, duramente disputado en varias ocasiones entre Beocia, Eubea y Atenas; Eleusis, que, pese a su fama, no siempre fue ático. La de Egina fue una polis independiente hasta que Atenas conquistó la isla el año 460, después varios periodos de guerra que se remontan hasta mediados del siglo VII. La conquista suponía una gran seguridad para Atenas, que, desde el santuario de Afaya, podía observar sin problema el tráfico marítimo de su costa oeste. El santuario oracular y médico de Anfiareo estaba dedicado al mortal Anfiarao, de interesante mitología. Localizado en la costa este de Beocia, desde él se vigilaba confiadamente el tráfico marino por barco entre Beocia y la isla de Eubea y su principal ciudad, Eretria. No era menos importante que el brazo de agua entre ambas regiones desembocara en la costa este del Ática a la altura de Tórico. Esto convenció a los atenienses de que poseer el santuario era muy importante para certificar sus dominios. Finalmente, en el año 506 éste cayó en manos áticas. Tan interesante, aunque de más relumbrón pese a lo poco famoso del hecho, es la fuerte disputa que hubo entre Atenas y Mégara por el santuario de Eleusis, que controla el paso entre la costa griega y la isla de Salamina, también de dominio ateniense. Eleusis fue motivo de varias guerras entre las dos ciudades, si bien parece que en un principio fue dominio megarense. Lo extraordinario del lugar es que fue sede de los cultos de Deméter y Kore, que enseñaban a comprender la muerte y prepararse para ella. Su localización al oeste y su significado psicológico acercan a Eleusis con la Compostela de la Edad Media. Además de estos santuarios, tres localidades áticas destacadan por su significado religioso y porque vigilaban las costas del Ática: Muniquia, junto al Pireo y con un templo dedicado a Ártemis Muniquia, señora de los límites y asociada a las costas por ese motivo. Igualmente, al este del Ática se encontraba Brauron, también dedicado a Ártemis y que ya comenté en un post anterior. Por último, cabo Sunion albergaba un templo de Posidón y otro de Atenea. Su valor estratégico queda reflejado en la dársena que, a los pies del acantilado y el templo principal acogía dos trirremes de mástil desmontable preparadas para interceptar con rapidez cualquier amenaza de poca importancia. Es de destacar que el mito recuerda cómo Egeo oteaba desde Sunion la llegada de los barcos del sur a la espera de su hijo Teseo, que debía volver de Creta tras derrotar al Minotauro. Saludos cordiales de Eugenio Gómez Segura
Domingo, 8 de Marzo 2020
Notas
Escribe Antonio Piñero
En la postal anterior habíamos concluido con una sentencia rotunda de James Dunn acerca de la posibilidad de que la “Historia de la formas” lograra de verdad un acercamiento al Jesús histórico y se respondía que no era así: “Pero si el nuevo sistema hubiera albergado esa esperanza, pronto la habría frustrado el propio Bultmann”. ¿Cuál era entonces el problema? Hay que precisarlo un poco más. Pues… la concepción misma de la indagación histórica conforme al método de Dibelius-Bultmann. Por de pronto este dúo de investigadores había ya sostenido que los textos en sí no ofrecían ninguna posibilidad seria de adentrarse en la personalidad y la vida interior de Jesús y que el historiador sólo debía contentarse en asegura la historicidad, o no, de los dichos de Jesús y de alguna de sus acciones. Se restringía así el ámbito de investigación. En segundo lugar, Bultmann concebía que la tradición oral sobre Jesús estaba compuesta de una serie de estratos. El primero era la tradición de la cristiandad helenística que había transmitido los dichos y hechos de Jesús en griego… no en su lengua original… Por tanto, siempre habría alguna duda sobre si la traducción estaba bien hecha. ¿Acaso no es verdad que –como dicen los italianos– “Traductore – Tradittore” = Traductor = traidor? Por tanto, lo que tenemos en el texto griego de los Evangelios es el pensamiento sobre Jesús de los “tradentes” (no de Jesús), por tanto ¡de la comunidad primitiva! El segundo estrato de la tradición sobre Jesús era la tradición oral en arameo… pero la tradición oral en sí ¡nunca es totalmente fidedigna…!, y a lo largo de los 40 años, más o menos, transcurridos entre la muerte de Jesús y el primer Evangelio datable, el de Marcos… ¡habían ocurrido muchas cosas! Y 40 años son muchísimos para una tradición oral. Por tanto, había que perder la esperanza de obtener algo absoluto respecto a Jesús… solo resultados relativos. Y a esta inseguridad puede añadirse la primera observación: también en la tradición oral solo tenemos el pensamiento sobre Jesús de la comunidad primitiva… no el de Jesús mismo. Bultmann enunció dos principios respecto a la tarea de recuerdo / tradición de la comunidad primitiva: A. La enseñanza de Jesús no se conservó tanto por sí misma (es decir, como una venerable reliquia histórica a preservar de la corrupción), como por el valor que tenía respecto a la situación en la que vivían las comunidades primitivas. B. Numerosos “dichos de Jesús” fueron originados por la Iglesia misma, es decir, por la tarea de los profetas cristianos primitivo a la hora de acomodar un dicho de Jesús, durante el culto litúrgico, a la situación de la comunidad. Así se introdujeron en la tradición de Jesús –sin marca alguna– dichos de Jesús que no eran de este, sino de un profeta que hablaba en su nombre. He explicado esta expresión en otras ocasiones: “sin marca alguna” quiere decir que un “dicho de Jesús” no se transmitía diciendo “Y un profeta dice que Jesús dijo”, sino simplemente “Jesús dijo”, omitiendo que ese dicho lo había formulado un profeta que estaba convencido de poseer el espíritu de Jesús (como Eliseo tenía el de Elías) y que, por tanto, era como si Jesús hablara, no él. ¡Pero no es lo mismo! Al fina y al cabo lo dijo un profeta, no Jesús mismo. Resultado: todo lo que “oliera” a teología cristiana en los dichos de Jesús debía rechazarse como espurio, como producto secundario de la Iglesia primitiva. ¡Escepticismo casi absoluto! Y a la verdad, Bultmann era tan estricto en su investigación que estimaba que solo unos 25 dichos de Jesús podían pasar la criba de la autenticidad… Y de los hechos del Nazoreo, también muy pocos… De los milagros, por ejemplo, prácticamente ninguno. Así que Bultmann dedicó sus esfuerzos a la enseñanza de Jesús y del resto… casi solo tuvo como segura su muerte en cruz. Pero tampoco importaba mucho… Bultmann, como buen luterano, pensaba que –respecto a Jesús– lo único importante era la fe. Una fe ciega, sin pruebas. Si se exigía un fundamento histórico a la fe, ya no sería fe, sino historia. Por tanto, lo que interesa ante todo es el Cristo, no el Jesús de Nazaret histórico. Y así era. El escéptico Bultmann –y lo recuerdan sus discípulos cuando le tocaba pronunciar el sermón en el oficio litúrgico de los domingos en la iglesia universitaria de Marburgo– se emocionaba hablando de Jesús y de sus sentimientos hacia él; y a veces no podía contener las lágrimas al evocarlo y expresar su piedad interior hacia la persona de aquel. Lo que importaba para Bultmann era el encuentro existencial con Jesús… responder a las exigencias que el evento de la cruz le planteaba como hombre ante Dios; su respuesta a éste. Y… ante todo la respuesta consistía en creer…, en creer firmemente que en ese evento de la cruz se había producido, aunque no se entendiera racionalmente, la redención de toda la humanidad de las garras de la situación de pecado en la que está inmersa sin remedio… ¡hasta que llegó el mesías! (Romanos 7). Esta posición vital de Bultmann entronca no solo con Pablo, sino con san Agustín… y más modernamente incluso con alguna rama filosofía a partir de Descartes… y con la que más con el existencialismo defendido por Martin Heidegger. Por ejemplo y volviendo a Descartes: un pensador tan racionalista como este, uno de los fundadores de la matemática moderna, el fautor de la comprensión del mundo solo por la razón, cedía ante la imagen del Dios bíblico, cristiano. Su duda metódica y universal parece que se quebraba ante las verdades de la fe y la existencia del Dios cristiano, pues Descartes consideraba que las “ideas claras y precisas” que exigía la ciencia se daban también en la fe, pues esta ofrecía la misma “claridad y precisión” tanto en la idea de Dios como en otras verdades respecto a Jesús y la redención. Llegados a este punto, tendremos que considerar en una postal posterior cómo responde James Dunn a estas posiciones tan escépticas de Bultmann respecto al valor de la traición oral. Seguiremos, pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Viernes, 6 de Marzo 2020
Notas
Saber por qué los puntos religiosos jalonan el paisaje abre muchos caminos a la comprensión de las prácticas religiosas.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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