Notas
Escribe Antonio Piñero
Foto: Un Jesús mítico (tomada de catxipanda.tothistoria.cat) Hasta ahora, en mi diálogo con R. Carrier (su propuesta está explicada de un modo claro en la postal nº 1156 del 7-01-2021), he discutido y argumentado como muy probable, o probabilísimo lo siguiente: · Que del Talmud no podemos sacar ningún dato fiable sobre Jesús de Nazaret. Que los cristianos del Oriente se equivocaran sobre la fecha de existencia de Jesús no es prueba alguna de su no existencia: porque los disparates en fechas en historia antigua son el pan nuestro de cada día, y de ello no podemos deducir la inexistencia de personajes o incluso de grupos. Recuerden que las Pseudo Clementinas, cuya base es del siglo III, escribe que la secta de los saduceos nació en época de Juan Bautista!!! (Menudo disparate, pero de eso no deduzco que los fariseos son un mito literario): “Postales” 1151 y 1153 (10-12-2020 y 17-12-2020) · Que los cristianos dibujaron en los evangelios un Jesús con aspiraciones reales al trono de David en Israel. Por ello, la hipótesis que esos mismos cristianos primitivos, una vez creado mentalmente por alguien, o por algunos, utilizaran el nombre de Jesús de Nazaret, al igual que podrían haberlo llamado teóricamente Ben Pantera, para “historizar” a Jesús –es decir, que cualquier personaje le bastaba para “historizar” los mitos que estaban creando– es una hipótesis totalmente implausible. Me explico: quiero decir, que explicar el origen de los evangelio y del cristianismo en general como el intento de dar una pátina artificial de historia a un mito, a una creación puramente teológica (a saber un Jesús que desciende del espacio exterior para cumplir el encargo de su padre y morir en la cruz, o empalado, da igual, de modo que esa muerte sea un sacrificio que borra los pecados del mundo) es totalmente inverosímil: Postal nº 1154 (24-12-2020) · Que Pedro no fue el inventor del mito cristiano, sino en todo caso, Pablo. Lo pruebo por medio de un análisis del Nuevo Testamento: Postales 1155 y 1157 (31-12-2020 y 8-01-2121) · Que no hay una cristología angélica consistente en los Evangelios: luego no hubo un invento de Jesús como un ángel: Postales 1147 y 1148 (12-11-2020 y 17-12-2020) más, la postal sin número del 5-11-2020 titulada: “La llamada cristología angélica. ¿Pensaban los cristianos que Jesús no era un hombre, sino un ángel?”. Por tanto la idea de que “todos os cristianos” creían que Jesús era en realidad un ángel venido del cielo no puede probarse. · Que la teología de la epístola a los Hebreos no puede aplicarse a todos los cristianos: Postal nº 1158 (14-01-2020). No puede decirse que “los cristianos primitivos pensaban como el autor de Hebreos que Jesús vivía en el templo celestial donde fungía como sumo sacerdote y que luego se creó el mito de un personaje real de carne y hueso. A esto he añadido unas consideraciones extratextuales: A) A ningún judío después de la derrota ante Roma en la Guerra del 66-70, momento en el que los judíos eran profundamente odiados en todo el Imperio se le podía ocurrir (repito a ¡un judío!) inventar el mito de un judío crucificado en la cruz como sedicioso contra Roma como el salvador nada menos no solo de los judíos, sino del mundo entero. Tal invento es absolutamente inverosímil en el momento histórico en el que se produce: postal nº 1155 del 31-12-2020 B) Ningún judío del siglo I se haría seguidor de un Jesús mítico y extraño, porque todos los judíos desde pequeños habían mamado la idea de que el mesías tenía que ser un hombre, de carne y hueso y sucesor de algún modo de David: Postal nº 1155 del 31-12-2020. Hay que tener en cuenta que el cristianismo nace entre judíos muy religiosos. C) Ningún judío en sus discusiones contra los cristianos, hacia los años 70 / 80 (cuando todavía podía estar con vida alguien que hubiera visto a Jesús de Nazaret en persona, se le ocurrió decir que toda discusión teológica acerca de ese Jesús no valía la pena, porque “ese Jesús nunca había existido”. Jamás, nunca jamás los judíos utilizaron ese argumento fácil e imposible de rechazar: “Vuestro Jesús no existió jamás”. Si lo hubieran pensado y hubiese sido verdad, lo habrían utilizado: Postal nº 1155 del 31-12-2020. Una vez que esto queda claro, juzguen Ustedes las afirmaciones de R. Carrier, en su capítulo 1 de su obra “Jesus from the Outer Space”, en su capítulo 1, “¿De qué Jesús estamos hablando exactamente?”, de las pp. 18 a la 34: · El Evangelio de Marcos se compuso al final de la década de los 70, sabiendo lo sucedido respecto a Jerusalén y el Templo, ya que tomó noticias de esa destrucción del templo de Jerusalén a partir de la historia de Jesús ben Ananías, de Flavio Josefo (“La guerra de los judíos”, obra compuesta el año 76). P. 18. Sostengo: Probablemente el Evangelio de Marcos se compuso antes del 76. No necesitaba inspirarse en Josefo. · “El Evangelio de Marcos se llama así no porque lo compusiera Marcos, sino porque Marcos es su fuente”… (p. 19) Habría que precisar: ciertamente no sabemos quién es ese Marcos. Pero Papías señala que Marcos era discípulo de Pedro (obra “Explicación de las palabras del Señor” de Papías, perdida, pero citada por Eusebio de Cesarea Historia Eclesiástica III 39,14-16). Es decir, entre Pedro y el tal Marcos se inventaron todas las historias y dichos de Jesús, a partir de visiones y revelaciones de Pedro. Como hipótesis parece totalmente inverosímil. · “No hay fuentes sobre Jesús independientes del Evangelio de Marcos (p. 22) en cualquier obra compuesta después de este Evangelio”. Opino que esta afirmación es sencillamente errónea, ya que hay muchísimo material en Mateo y Lucas, Evangelio de Tomás, al menos, que no proceden de Marcos. Hay noticias en el Evangelio de Juan que tampoco son marcanas e incluso que contradicen a Marcos. · “De la predicación y enseñanzas de Jesús se dice explícitamente en nuestras fuentes antiguas que su origen está en visiones e interpretaciones de las Escrituras; no que provengan de un rabino itinerante que hubiese conocido alguien en persona” (p. 24) Opino que esta frase es imprecisa, exagerada y sencillamente no extraíble tal cual de nuestras fuentes. Opino de nuevo que Carrier no hace exégesis de las fuentes sino “eiségesis”, que significa introducir en las fuentes significados que estas no tienen en absoluto. · “Antes de que el Evangelio de Marcos se publicara después de la gran guerra de los judíos contra Roma, ningún texto cristiano dice siquiera que Jesús fue crucificado en la tierra” (p. 24). Un poco antes sostiene Carrier que nadie impide que los primeros cristianos creyeran que la crucifixión en el Gólgota era una mera “historización” de una “crucifixión ocurrida en el cielo (y vista en visiones por Pedro). Explico: como, según “Marcos”, la crucifixión es un hecho meramente simbólico (todo el Evangelio de Marcos es un símbolo o una parábola extendida” según Carrier), ese mismo Marcos la describió en la tierra para que sus lectores cristianos, o no cristiano, pudieron creer que la “crucifixión” sucedió de verdad, aunque en realidad lo que pudo haber sucedido fue una visión de Pedro de lo ocurrido en el ámbito de lo supranatural, fuera de la tierra, “una crucifixión llevada a cabo por demonios”. Carrier afirma (el lector saca al menos la impresión de que es así) que textos anteriores a Marcos son Pablo, Hebreos, 1 Clemente, 1 Pedro, Santiago y Judas. En mi opinión, repito, todas estas propuestas –aún sin probar en el capítulo primero– son meras hipótesis implausibles. Y desde luego, si he entendido bien este capítulo primero, de presentación, Carrier está mezclando Carrier “churras con merinas”, ya que sostener (según parece; de lo contrario que lo hubiera redactado más claro) que 1 Clemente, 1 Pedro, y las epístolas de Santiago y de Judas son anteriores cronológicamente a la composición del Evangelio de Marcos, y que por eso no hablan de la crucifixión de Jesús (¡aún no se había inventado este mito!) es totalmente erróneo desde el punto de vista crítico e histórico-literario. Esos escritos son posteriores al Evangelio de Marcos y no hablan de la crucifixión porque todos los cristianos la conocían. No era necesario narrarla de nuevo, sino extraer las consecuencias teológicas. Esos escritos dan, pues, por supuesto, que sus lectores conocen las historias evangélicas sobre Jesús, que ellos no tienen necesidad de repetir. · Afirma Carrier además que Marcos jamás pretendió escribir historia, sino en todo caso (algo que se ve mucho mejor en sus sucesores, Mateo, Lucas y Juan) un intento de presentar un personaje simbólico en una suerte de narración, que en realidad no es más que una parábola amplia. Solo décadas después de Marcos, en los evangelios de Mateo, Lucas y Juan, sus autores pretenden conscientemente afirmar que están escribiendo historia. Así que para Carrier lo que hubo en realidad fue un mito construido por Marcos en forma de parábola (pretendidamente así ¡una parábola!, no un relato histórico, ni nada que pretendiese conscientemente aparentar que era histórico. Y como la Iglesia iba evolucionando y convirtiéndose en una entidad social, surgió la pretensión de los jefes de las comunidades de ser sucesores de los apóstoles. Esa pretensión llevó a la fabricación de “historias”, que en realidad eran inventadas. “Como Jesús solo era conocido por visiones y códigos secretos de la biblia, cualquiera podía postular para sí la autoridad apostólica. Detener y erradicar tales pretensiones exigía fabricar la leyenda de un Jesús real y terreno” (pp. 29-30). Opino: que Marcos solo pretendiera dibujar un personaje simbólico y no historia, es decir una parábola continuada durante 16 capítulos me parece imposible de probar. Es más opino que es descabellado, porque a nadie se le ocurriría pintar a un héroe que es la teóricamente la perfección en persona, el mesías, rey de Israel, hijo de Dios por excelencia, un héroe que, sin embargo, se hace bautizar para el perdón de sus pecados; un héroe ignorante, que no sabe cuándo va a venir el fin del mundo (Mc 13,32), que tenía poca perspicacia y escogió entre sus íntimos a uno que tenía ya tendencias traicioneras (Judas), que pintó igualmente a ese héroe tan estúpidamente que sus discípulos no lo entendían (Mc 9,32), que fue asesinado por los romanos por sedicioso, lo mismos romanos que controlaban la sociedad completa donde tenía que aparecer ese sedicioso como salvador… ¡Menuda parábola más torpe! Todavía tendría para seguir comentando el material de este primer capítulo de un libro cuyo fin es que el lector se sienta atraído por lo bien fundado de las hipótesis, y por la racionalidad de las propuestas del autor. Supongo que Carrier escribió este capítulo de modo que ningún lector sienta la tentación de tirar el libro, o que se le caiga de las manos…, porque a poco que se conozca la historia de Israel del siglo I y el modo de pensar de los judíos esas hipótesis propuestas en este capítulo son más que implausibles. De todos modos tendré que seguir, porque prometí a Carrier que comentaría su libro. Pero pienso: ¿hasta cuándo me van a aguantar mis propios lectores cuando les hago ver que el libro que comento no hay por dónde cogerlo al menos desde el punto de vista de la investigación media independiente, no confesional, una investigación del cristianismo primitivo en marcha desde hace por lo menos 250 años? Saludos cordiales de Antonio Piñero Nota: les dejo los enlaces a una entrevista hecha por radio en un programa de “arte y espirutalidad”: https://open.spotify.com/show/5WKTXrDjKQbWyQ89oZ6PCE https://www.youtube.com/watch?v=WMRWtaBpPZ8
Jueves, 21 de Enero 2021
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Tras revisar algunos de los puntos esenciales del origen de la veneración a las reliquias, pasamos a estudiar por qué se recondujo esa corriente hacia el fervor por los santos cristianos y, en consecuencia, por sus reliquias.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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