NotasFoto: Wilhem Wrede en 1901 Hola amigos: Me han preguntado repetidas veces, en público y en privado sobre el llamado “secreto mesiánico”. ¿Por qué Jesús, si es de verdad el Mesías prometido, enviado por su Padre a la tierra para la salvación de todos los hombres se empeña en decir a sus discípulos y a gentes curadas por él que no digan a nadie que él es el Mesías y que no expandan a los cuatro vientos el resultado de un acto de curación? Esta prohibición parece no tener sentido alguno. La respuesta se dio ya a principios del siglo XX por medio de un famoso libro de 1901 titulado El secreto mesiánico en los Evangelios (1901), republicado en 2014 por de Gruyter en Berlin. La tesis principal es que Jesús no tenía la conciencia mesiánica que le atribuye la comunidad cristiana. Jesús no tuvo en verdad esa conciencia y el mesianismo de Jesús es un producto de la teología cristiana, había que explicar a las gentes a las que se proclama a Jesús como Mesías redentor por qué había fracasado en su misión y había muerto en la cruz. Los evangelistas, comenzando por Marcos inventaron la solución: Jesús prohibía a sus discípulos decir que era el mesías. La teología que se construyó en torno a esta explicación de la muerte en cruz es en pocas líneas la siguiente: Este mesías está empeñado en una batalla tremenda, cósmica, contra el enemigo del Reino, Satanás. La derrota definitiva de este en la historia del mundo comienza ya con la acción de Jesús como mesías. Este mesías es judío y lo muestra en múltiples aspectos, por ejemplo, en su idea de Dios y en la consideración de los textos sagrados. Sin embargo, aunque como agente mesiánico divino sea este mesías el «hijo de David», no es el mesías «normal» al que espera la inmensa mayoría de los judíos, sino de otra clase. Su mesianismo incluye el sufrimiento y la muerte como rescate, o redención, en pro del perdón de los pecados de todos los seres humanos. Es también designio de Dios que su mesianismo quede oculto hasta que se manifieste plenamente en y después de la resurrección. Tal idea es denominada el «secreto mesiánico». Esta noción intenta responder claramente a la candente pregunta: ¿cómo es posible que un ser semidivino, tan poderoso, obrador de milagros e investido de una misión tan importante, fuera mal interpretado y condenado a una muerte ignominiosa? El evangelista sabía que ningún judío habría reconocido en esta imagen al mesías de Israel. La respuesta marcana a esta cuestión tan importante fue el artificio literario del «secreto mesiánico»: Jesús mantuvo conscientemente en secreto su misión que sólo debía revelarse tras su muerte y resurrección. Lo que intentó Marcos exponer por medio de este esquema literario fue una idea fundamental del cristianismo tal como lo pensaba Pablo: la identidad, la personalidad, la trascendencia salvadora de Jesús el Mesías, sólo puede captarse con los ojos de la fe y después de la resurrección. Naturalmente, esto es pura teología y no historia. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Jueves, 25 de Marzo 2021
Comentarios
Notas
El cenotafio de Jesús de Nazaret en Jerusalén es peculiarmente parecido a los de las familias imperiales. Su corte de santos, también.
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️️ "TRAS 50 AÑOS DE ESTUDIO, PUEDO DECIR ESTO..." ️️ Antonio Piñero le ha dedicado más de media vida al estudio del Jesús histórico. Quedamos con él para pr... |
🧕 Antonio Piñero ha pasado más de 40 años estudiando los evangelios, el Jesús histórico y toda la literatura relacionada. Aprovechamos que fue profesor de M... |
Miércoles, 10 de Marzo 2021
Notas
La tradición religiosa cristiana recoge el culto a los santos como uno de sus puntales. Las similitudes con la tradición grecorromana (al menos) son demasiado grandes como para no conocerlas.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.
Un milagro de la Ermita-Santuario de San Tirso y San Bernabé (Merindad de Sotoscueva). Foto de M. J. Valiño.
Podemos distinguir al menos dos detalles en la tradición milagrosa cristiana. Uno de ellos es la pronta aparición de semejanzas entre los héroes paganos y los santos cristianos, por ejemplo, una pareja de santos que curiosamente es muy similar a lo que la tradición clásica afirmaba sobre los médicos más famosos de la mitología. Cosme y Damián eran dos gemelos médicos nacidos de padres cristianos y fechados en el s. III. Ejercieron la medicina en Cilicia, concretamente en Egea (moderna Ayas), incluso se dice que gratuitamente. Si sus saberes no alcanzaban, su fe en Dios les otorgaba el plus sanador necesario, al punto que lograron convertir a numerosos paganos. Su muerte ocurrió durante la persecución de Diocleciano: fueron apresados junto a sus tres hermanos menores y sometidos a tortura, lapidación, crucifixión, pero de todo ello salieron vivos. Finalmente, se decretó su decapitación, cosa que, al parecer, sí fue efectiva.
La leyenda sobre estos mártires no sólo incluye el milagro de su persistente resistencia a los tormentos. Resulta muy interesante observar cómo, una vez muertos, actuaron como lo hacía otro médico inmortal, Asclepio, que durante el sueño realizaba la curación o inspiraba el remedio. Así, el milagro más conocido de estos santos quizá sea la curación de una pierna afectada de isquemia crítica. El diácono Justiniano, adscrito a la basílica en Roma de estos santos, sufría de peligrosa gangrena en una de sus piernas. Durante una noche, tras mucho rezar a los hermanos, éstos se le aparecieron en un sueño discutiendo cómo curar el problema. Decidieron amputar y después sustituir la pierna con una de un etíope recientemente muerto que “ya no iba a necesitar la suya”. Al despertar, el diácono se sintió restablecido y comprobó que su mal ya había desaparecido de su cuerpo.
La similitud con el milagro de Asclepio que mencioné en el post 049 es grande. Y más lo es el hecho que los santos fueran hermanos, como los míticos Macaón y Podalirio, que en la Ilíada aparecen como los médicos del ejército griego. La curación más conocida de éstos es la que lograron para Filoctetes, uno de los caudillos griegos que, durante el viaje a Troya, fue mordido por una serpiente en la isla de Ténedos. El incidente le produjo una horrible infección putrefacta y maloliente que llevó a sus compañeros a dejarlo abandonado en la isla. Cuando, de resultas de un oráculo, Filoctetes fue llevado a Troya para conquistar la ciudad, los hermanos lo curaron de esa especie de gangrena.
El segundo detalle interesante de la tradición cristiana sobre santos milagreros (en realidad casi todos), es la existencia de muchos santuarios de los mismos que celebran las extraordinarias curaciones: mediante pintura, esculturas y poemas que relatan (a veces en forma de precedente de los cómics modernos) la historia de esas curaciones, costumbre que tenemos perfectamente registrada en Epidauro, donde Asclepio inspiraba durante los sueños la curación. Un ejemplo entre muchos es la imagen que encabeza este post, tomada en el santuario de San Tirso y San Bernabé en las cuevas de Ojo-Guareña. El techo de la cueva y las paredes desde cierta altura están cubiertos de frescos que representan milagros ayudados de poemas para explicación de las imágenes.
Sobre el particular de los milagros, en esta ocasión ligados a la figura de Jesús de Nazaret, he aquí un enlace a una entrevista que me hizo Gabriel Andrade unos meses atrás:
https://www.youtube.com/watch?v=oLi5z89f4XQ
Saludos cordiales
Podemos distinguir al menos dos detalles en la tradición milagrosa cristiana. Uno de ellos es la pronta aparición de semejanzas entre los héroes paganos y los santos cristianos, por ejemplo, una pareja de santos que curiosamente es muy similar a lo que la tradición clásica afirmaba sobre los médicos más famosos de la mitología. Cosme y Damián eran dos gemelos médicos nacidos de padres cristianos y fechados en el s. III. Ejercieron la medicina en Cilicia, concretamente en Egea (moderna Ayas), incluso se dice que gratuitamente. Si sus saberes no alcanzaban, su fe en Dios les otorgaba el plus sanador necesario, al punto que lograron convertir a numerosos paganos. Su muerte ocurrió durante la persecución de Diocleciano: fueron apresados junto a sus tres hermanos menores y sometidos a tortura, lapidación, crucifixión, pero de todo ello salieron vivos. Finalmente, se decretó su decapitación, cosa que, al parecer, sí fue efectiva.
La leyenda sobre estos mártires no sólo incluye el milagro de su persistente resistencia a los tormentos. Resulta muy interesante observar cómo, una vez muertos, actuaron como lo hacía otro médico inmortal, Asclepio, que durante el sueño realizaba la curación o inspiraba el remedio. Así, el milagro más conocido de estos santos quizá sea la curación de una pierna afectada de isquemia crítica. El diácono Justiniano, adscrito a la basílica en Roma de estos santos, sufría de peligrosa gangrena en una de sus piernas. Durante una noche, tras mucho rezar a los hermanos, éstos se le aparecieron en un sueño discutiendo cómo curar el problema. Decidieron amputar y después sustituir la pierna con una de un etíope recientemente muerto que “ya no iba a necesitar la suya”. Al despertar, el diácono se sintió restablecido y comprobó que su mal ya había desaparecido de su cuerpo.
La similitud con el milagro de Asclepio que mencioné en el post 049 es grande. Y más lo es el hecho que los santos fueran hermanos, como los míticos Macaón y Podalirio, que en la Ilíada aparecen como los médicos del ejército griego. La curación más conocida de éstos es la que lograron para Filoctetes, uno de los caudillos griegos que, durante el viaje a Troya, fue mordido por una serpiente en la isla de Ténedos. El incidente le produjo una horrible infección putrefacta y maloliente que llevó a sus compañeros a dejarlo abandonado en la isla. Cuando, de resultas de un oráculo, Filoctetes fue llevado a Troya para conquistar la ciudad, los hermanos lo curaron de esa especie de gangrena.
El segundo detalle interesante de la tradición cristiana sobre santos milagreros (en realidad casi todos), es la existencia de muchos santuarios de los mismos que celebran las extraordinarias curaciones: mediante pintura, esculturas y poemas que relatan (a veces en forma de precedente de los cómics modernos) la historia de esas curaciones, costumbre que tenemos perfectamente registrada en Epidauro, donde Asclepio inspiraba durante los sueños la curación. Un ejemplo entre muchos es la imagen que encabeza este post, tomada en el santuario de San Tirso y San Bernabé en las cuevas de Ojo-Guareña. El techo de la cueva y las paredes desde cierta altura están cubiertos de frescos que representan milagros ayudados de poemas para explicación de las imágenes.
Sobre el particular de los milagros, en esta ocasión ligados a la figura de Jesús de Nazaret, he aquí un enlace a una entrevista que me hizo Gabriel Andrade unos meses atrás:
https://www.youtube.com/watch?v=oLi5z89f4XQ
Saludos cordiales
Domingo, 7 de Marzo 2021
Notas
Escribe Antonio Piñero
Foto: san Pablo
Sigo con lo apuntado en mi postal de la pasada semana. En mi amigable confrontación con R. Carrier (a la verdad no sé si lee español; pero es facilísimo que lo haga y que no se lamente de que no se le entienda. Con el traductor de Google o con Deep L es más que fácil cambiar en segundos, y gratis todo lo que no contenga más de 5.000 caracteres) afirmo que no estoy discutiendo con él sobre la aplicación del teorema de Bayes –que vuelve a explicar en “Sobre la historicidad de Jesús”, su obra de 2014, en la afirma en la p. 17 que este último escrito hace que su obra anterior “Proving History” queda periclitada, “supersedes” en inglés.
Y no aplico este teorema por la sencilla razón que creo que las pruebas de verosimilitud presentadas por mí y resumidas en mi postal anterior, son suficientes. Seguro que Carrier se reirá de mí sarcásticamente. Pero no me importa. Léase el resumen al principio de mi postal anterior.
Vayamos, pues, al grano.
A la vez que afirmo que Pablo conoce la tradición sobre el Nazareno, sostengo como cierto que el Apóstol cambió radicalmente la figura del Jesús histórico. Jesús se veía a sí mismo como un ser humano normal, aunque con una relación especialísima con Dios; Pablo, por el contrario, hace de él un ser humano transformado --tras su resurrección/exaltación-- en un ser divino, secundario ciertamente, pero divino al fin y al cabo, cuyo mesianismo, como concepto al menos, es preexistente. Dios pensó su mesianismo antes de la creación. Es sabido, pues, que de este modo el Jesús de la historia se convierte en un salvador universal que olvida conscientemente su caracterización histórica como un mesías, profeta o maestro de la Ley judío.
Pablo transmutó también el mensaje (evangelio) del Jesús de la historia: de ser un anuncio de la venida del Reino de Dios, absolutamente irrelevante en el mundo helenístico, de características netamente judías y pensado en principio sólo para los israelitas observantes de la Ley y gentiles plenamente convertidos (prosélitos), pasó a convertirse en un mensaje de salvación universal, en el anuncio de la muerte y resurrección del redentor Jesús, el evento que reconcilió a la criatura pecadora con Dios, es decir, lo que realizó la salvación para todos los humanos no solo para los judíos.
El concepto de la salvación del ser humano en Pablo es muy distinto del de Jesús de Nazaret. El sistema de salvación del hombre según el Jesús histórico fue cumplir la ley de Moisés completa, haciendo hincapié en el precepto del amor, y prepararse con el arrepentimiento para la entrada en el reino de Dios. Ahora bien, el sistema de salvación según Pablo consistía esencialmente en creer en los efectos salvadores el sacrificio del Mesías divino y apropiarse de sus beneficios. Para Jesús la salvación estaba en el futuro; para Pablo, en un acto/evento en el pasado.
El cambio de perspectiva, iniciado por Pablo, no deja de ser natural si lo contemplamos en el marco histórico de la generación y expansión del ideario paulino dentro del Imperio romano, y en el ámbito de la confrontación, más o menos explícita, con el mensaje de salvación del culto al emperador y de los cultos de misterio de la época, que prometían igualmente la salvación.
Del mismo modo, y permítanme que insista, cambia el concepto de mesías para los judíos que aceptaban que Jesús de Nazaret lo era. Unido, pues, al cambio en la concepción del Reino de Dios, Pablo transmutó profundamente el anuncio de un mesianismo estrictamente judío, que habría de llevar a la instauración de la teocracia israelita y al aplastamiento del yugo de los gentiles, en otro pacífico.
He repetido a menudo que la noción anterior del mesías, judío, no podía tener atractivo ni posibilidad de éxito alguno entre los posibles candidatos a la conversión en el Imperio; sólo podría interesar a quien hubiera decidido de antemano que estaba dispuesto a convertirse en judío.
Esta acomodación al entorno explica también que en las cartas de Pablo se suprima el título mesiánico de “Hijo del hombre”, incomprensible para los que no fueran arameo parlantes. Para designar a Jesús, el Apóstol utilizará preferentemente otros títulos como “Hijo de Dios”, y sobre todo “el Señor” en sentido absoluto, es decir, sin ninguna añadidura. Solo hay un Señor.
En las cartas paulinas la afirmación de que Jesús es el mesías según la fe de Israel aparece en realidad disfrazada para llegar a un número mayor de conversos; las palabras “mesías”, “ungido”, “cristo”, pasarán a ser como denominaciones, o un nombre propio completo del único salvador, llamado Jesucristo.
Pablo efectúa un cambio de acento en la concepción del bautismo, iniciada por Juan Bautista y continuada por Jesús. El rito paulino de entrada al cuerpo místico del Mesías, el bautismo, no es él normal judío (una simple purificación de “manchas” rituales), pues manifestaba que el iniciando participaba de la peripecia de muerte y resurrección de la divinidad salvadora. Entonces recibía el bautizando un nombre, a modo de “sello”, que indicaba que era propiedad del Mesías.
Y el cambio en el sentido de la “fracción del pan” (“partir el pan” era muy judío) fue tremendo. La “fracción del pan” en una comida judía solemne simbolizaba al principio la unión del grupo y no la comunión íntima con el Mesías. Pablo la muda en este sentido, transformándola en una unión mística con el Mesías, con lo que hacía competir la imagen de Jesús con la de las divinidades salvadoras que pululaban en el Imperio.
La eliminación de la obligatoriedad de la totalidad de la ley de Moisés para los gentiles conversos, que se injertan en Israel, era en Pablo una radical novedad respecto a Jesús, ya que adquiere una dimensión universal que no existía en el Nazareno.
En el pensamiento de Gálatas y sobre todo en Romanos, la supresión de la obligatoriedad de la observancia de la parte de la ley de Moisés que era específica para los judíos (Romanos 7,1-25) se transforma para el creyente gentil en el Mesías (6,10) en una maravillosa realidad de libertad espiritual que incita a actuar noblemente, siempre según el espíritu de la ley del amor.
Naturalmente esta idea no casa con la noción expresada por Jesús de que hay que cumplir hasta la mínima porción de la Ley: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda…” (Mateo 5,17-18), sentencias cuyo espíritu al menos corresponden al pensamiento del Jesús histórico.
En fin… el paso de Jesús a Pablo es tremendo.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Foto: san Pablo
Sigo con lo apuntado en mi postal de la pasada semana. En mi amigable confrontación con R. Carrier (a la verdad no sé si lee español; pero es facilísimo que lo haga y que no se lamente de que no se le entienda. Con el traductor de Google o con Deep L es más que fácil cambiar en segundos, y gratis todo lo que no contenga más de 5.000 caracteres) afirmo que no estoy discutiendo con él sobre la aplicación del teorema de Bayes –que vuelve a explicar en “Sobre la historicidad de Jesús”, su obra de 2014, en la afirma en la p. 17 que este último escrito hace que su obra anterior “Proving History” queda periclitada, “supersedes” en inglés.
Y no aplico este teorema por la sencilla razón que creo que las pruebas de verosimilitud presentadas por mí y resumidas en mi postal anterior, son suficientes. Seguro que Carrier se reirá de mí sarcásticamente. Pero no me importa. Léase el resumen al principio de mi postal anterior.
Vayamos, pues, al grano.
A la vez que afirmo que Pablo conoce la tradición sobre el Nazareno, sostengo como cierto que el Apóstol cambió radicalmente la figura del Jesús histórico. Jesús se veía a sí mismo como un ser humano normal, aunque con una relación especialísima con Dios; Pablo, por el contrario, hace de él un ser humano transformado --tras su resurrección/exaltación-- en un ser divino, secundario ciertamente, pero divino al fin y al cabo, cuyo mesianismo, como concepto al menos, es preexistente. Dios pensó su mesianismo antes de la creación. Es sabido, pues, que de este modo el Jesús de la historia se convierte en un salvador universal que olvida conscientemente su caracterización histórica como un mesías, profeta o maestro de la Ley judío.
Pablo transmutó también el mensaje (evangelio) del Jesús de la historia: de ser un anuncio de la venida del Reino de Dios, absolutamente irrelevante en el mundo helenístico, de características netamente judías y pensado en principio sólo para los israelitas observantes de la Ley y gentiles plenamente convertidos (prosélitos), pasó a convertirse en un mensaje de salvación universal, en el anuncio de la muerte y resurrección del redentor Jesús, el evento que reconcilió a la criatura pecadora con Dios, es decir, lo que realizó la salvación para todos los humanos no solo para los judíos.
El concepto de la salvación del ser humano en Pablo es muy distinto del de Jesús de Nazaret. El sistema de salvación del hombre según el Jesús histórico fue cumplir la ley de Moisés completa, haciendo hincapié en el precepto del amor, y prepararse con el arrepentimiento para la entrada en el reino de Dios. Ahora bien, el sistema de salvación según Pablo consistía esencialmente en creer en los efectos salvadores el sacrificio del Mesías divino y apropiarse de sus beneficios. Para Jesús la salvación estaba en el futuro; para Pablo, en un acto/evento en el pasado.
El cambio de perspectiva, iniciado por Pablo, no deja de ser natural si lo contemplamos en el marco histórico de la generación y expansión del ideario paulino dentro del Imperio romano, y en el ámbito de la confrontación, más o menos explícita, con el mensaje de salvación del culto al emperador y de los cultos de misterio de la época, que prometían igualmente la salvación.
Del mismo modo, y permítanme que insista, cambia el concepto de mesías para los judíos que aceptaban que Jesús de Nazaret lo era. Unido, pues, al cambio en la concepción del Reino de Dios, Pablo transmutó profundamente el anuncio de un mesianismo estrictamente judío, que habría de llevar a la instauración de la teocracia israelita y al aplastamiento del yugo de los gentiles, en otro pacífico.
He repetido a menudo que la noción anterior del mesías, judío, no podía tener atractivo ni posibilidad de éxito alguno entre los posibles candidatos a la conversión en el Imperio; sólo podría interesar a quien hubiera decidido de antemano que estaba dispuesto a convertirse en judío.
Esta acomodación al entorno explica también que en las cartas de Pablo se suprima el título mesiánico de “Hijo del hombre”, incomprensible para los que no fueran arameo parlantes. Para designar a Jesús, el Apóstol utilizará preferentemente otros títulos como “Hijo de Dios”, y sobre todo “el Señor” en sentido absoluto, es decir, sin ninguna añadidura. Solo hay un Señor.
En las cartas paulinas la afirmación de que Jesús es el mesías según la fe de Israel aparece en realidad disfrazada para llegar a un número mayor de conversos; las palabras “mesías”, “ungido”, “cristo”, pasarán a ser como denominaciones, o un nombre propio completo del único salvador, llamado Jesucristo.
Pablo efectúa un cambio de acento en la concepción del bautismo, iniciada por Juan Bautista y continuada por Jesús. El rito paulino de entrada al cuerpo místico del Mesías, el bautismo, no es él normal judío (una simple purificación de “manchas” rituales), pues manifestaba que el iniciando participaba de la peripecia de muerte y resurrección de la divinidad salvadora. Entonces recibía el bautizando un nombre, a modo de “sello”, que indicaba que era propiedad del Mesías.
Y el cambio en el sentido de la “fracción del pan” (“partir el pan” era muy judío) fue tremendo. La “fracción del pan” en una comida judía solemne simbolizaba al principio la unión del grupo y no la comunión íntima con el Mesías. Pablo la muda en este sentido, transformándola en una unión mística con el Mesías, con lo que hacía competir la imagen de Jesús con la de las divinidades salvadoras que pululaban en el Imperio.
La eliminación de la obligatoriedad de la totalidad de la ley de Moisés para los gentiles conversos, que se injertan en Israel, era en Pablo una radical novedad respecto a Jesús, ya que adquiere una dimensión universal que no existía en el Nazareno.
En el pensamiento de Gálatas y sobre todo en Romanos, la supresión de la obligatoriedad de la observancia de la parte de la ley de Moisés que era específica para los judíos (Romanos 7,1-25) se transforma para el creyente gentil en el Mesías (6,10) en una maravillosa realidad de libertad espiritual que incita a actuar noblemente, siempre según el espíritu de la ley del amor.
Naturalmente esta idea no casa con la noción expresada por Jesús de que hay que cumplir hasta la mínima porción de la Ley: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda…” (Mateo 5,17-18), sentencias cuyo espíritu al menos corresponden al pensamiento del Jesús histórico.
En fin… el paso de Jesús a Pablo es tremendo.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Jueves, 4 de Marzo 2021
Notas
Un último aspecto (pese a que otros pueden apuntarse) servirá para entender la necesidad de encontrar en los difuntos un apoyo de los dioses para los males de la humanidad: los ancestros milagreros y oraculares.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura
Santuario de Anfiarao en Oropo.
Pausanias, en su guía de viajes, describió el santuario y su culto (I 34, 3-5). Del héroe dice:
Creo que Anfiarao se dedicaba sobre todo a la interpretación de los sueños; y es claro que, cuando fue considerado dios, instituyó la adivinación por los sueños. Es costumbre que el que viene a consultar el oráculo de Anfiarao debe en primer lugar purificarse. La purificación consiste en hacer sacrificios al dios, y no sólo a él, sino a todos los que tienen en el altar sus nombres, Una vez hecho esto, sacrifican un carnero, extienden su piel y se duermen sobre ella, esperando la revelación del sueño (trad. de M. C. Herrero Ingelmo).
Las ruinas que se puede visitar en la actualidad están situadas en una boscosa y cerrada garganta por la que discurre un riachuelo. En la margen izquierda, en una terraza artificial, está el templo, los restos de un pórtico y algún edificio. En la margen derecha hay una pequeña población de cuyas ruinas destaca un reloj de agua, quizá el mejor conservado de Grecia.
Otro mortal de cuya vida post mortem se afirmó ser divina es Asclepio. En este caso su raigambre entronca con Apolo, de quien era hijo, lo cual ayudaría, sin duda, a terminar considerándolo un dios. El bueno de Asclepio adquirió tales conocimientos médicos que llegó a resucitar muertos, lo cual rompía la barrera entre dioses y hombres y, en consecuencia, no debía ser consentido: Zeus lo fulminó. Apolo rogó por su hijo, quitó hierro al asunto y consiguió que su vástago terminara en el Olimpo venerado como dios.
Asclepio recibió su principal culto en el santuario de Epidauro, en cuyo recinto se estableció un oráculo médico que combinaba medicina experimental, veneración y ciertas dosis de magia. Entre los hallazgos más importantes del santuario se puede citar una colección de inscripciones que detallan los milagros del hombre-dios, inscripciones que reciben el nombre de iamata. Una de ellas reza así:
Un hombre con un absceso en su vientre. Este hombre, mientras dormía en el templo, tuvo un sueño. Le pareció que el dios ordenaba a sus asistentes que cogieran y alzaran al hombre de manera que él pudiera abrir su vientre; él trató de escapar pero lo agarraron y lo ataron a una aldaba. Entonces Asclepio abrió su vientre, eliminó el absceso y lo liberó de sus ataduras. Después de lo cual salió sano pero el suelo del santuario estaba lleno de sangre (IG IV2 1 nos. 121-122).
Además de estas inscripciones, en los santuarios se colgaban exvotos para propiciar o para agradecer las curaciones y oráculos, muchos de los cuales se han conservado por ser de cerámica o piedra (pintura en madera, por ejemplo, lamentablemente no conservamos ninguna).
En el oráculo sucede los siguiente: cuando un hombre decide bajar al santuario de Trofonio, en primer lugar vive un número determinado de días en un edificio que está consagrado al Buen Demon y a la Buena Tique, y, mientras vive allí, hace las purificaciones, se mantiene apartado de baños calientes, y se bala sólo en el río Hercina. Tiene carne abundante de los sacrificios, pues el que baja hace sacrificios a Trofonio y a los hijos de Trofonio, y además a Apolo… El oráculo está más arriba del bosque sagrado en la montaña. Alrededor, en del círculo, hay un zócalo blanco, cuya circunferencia es como la más pequeña era… Pues bien, el que baja se tiende en el suelo mientras sostiene en la mano dos panes de cebada amasados con miel, pone primero los pies en el agujero y avanza, esforzándose para que sus rodillas queden dentro del agujero. El resto del cuerpo es atraído en seguida y corre tras las rodillas como el más grande y más veloz de los ríos cubriría a un hombre llevado por un remolino., A partir de aquí, los que han entrado en el santuario no tienen un mismo modo de aprender lo que va a suceder, sino que uno ve y otro escucha. Los que han bajado pueden volver atrás por la misma entrada, también con los pies por delante (Pausanias IX 39, traducción de M. C. Herrero Ingelmo).
Saludos cordiales.
https://www.eugeniogomezsegura.es/
logos@eugeniogomezsegura.es
- Anfiarao y Asclepio.
Pausanias, en su guía de viajes, describió el santuario y su culto (I 34, 3-5). Del héroe dice:
Creo que Anfiarao se dedicaba sobre todo a la interpretación de los sueños; y es claro que, cuando fue considerado dios, instituyó la adivinación por los sueños. Es costumbre que el que viene a consultar el oráculo de Anfiarao debe en primer lugar purificarse. La purificación consiste en hacer sacrificios al dios, y no sólo a él, sino a todos los que tienen en el altar sus nombres, Una vez hecho esto, sacrifican un carnero, extienden su piel y se duermen sobre ella, esperando la revelación del sueño (trad. de M. C. Herrero Ingelmo).
Las ruinas que se puede visitar en la actualidad están situadas en una boscosa y cerrada garganta por la que discurre un riachuelo. En la margen izquierda, en una terraza artificial, está el templo, los restos de un pórtico y algún edificio. En la margen derecha hay una pequeña población de cuyas ruinas destaca un reloj de agua, quizá el mejor conservado de Grecia.
Otro mortal de cuya vida post mortem se afirmó ser divina es Asclepio. En este caso su raigambre entronca con Apolo, de quien era hijo, lo cual ayudaría, sin duda, a terminar considerándolo un dios. El bueno de Asclepio adquirió tales conocimientos médicos que llegó a resucitar muertos, lo cual rompía la barrera entre dioses y hombres y, en consecuencia, no debía ser consentido: Zeus lo fulminó. Apolo rogó por su hijo, quitó hierro al asunto y consiguió que su vástago terminara en el Olimpo venerado como dios.
Asclepio recibió su principal culto en el santuario de Epidauro, en cuyo recinto se estableció un oráculo médico que combinaba medicina experimental, veneración y ciertas dosis de magia. Entre los hallazgos más importantes del santuario se puede citar una colección de inscripciones que detallan los milagros del hombre-dios, inscripciones que reciben el nombre de iamata. Una de ellas reza así:
Un hombre con un absceso en su vientre. Este hombre, mientras dormía en el templo, tuvo un sueño. Le pareció que el dios ordenaba a sus asistentes que cogieran y alzaran al hombre de manera que él pudiera abrir su vientre; él trató de escapar pero lo agarraron y lo ataron a una aldaba. Entonces Asclepio abrió su vientre, eliminó el absceso y lo liberó de sus ataduras. Después de lo cual salió sano pero el suelo del santuario estaba lleno de sangre (IG IV2 1 nos. 121-122).
Además de estas inscripciones, en los santuarios se colgaban exvotos para propiciar o para agradecer las curaciones y oráculos, muchos de los cuales se han conservado por ser de cerámica o piedra (pintura en madera, por ejemplo, lamentablemente no conservamos ninguna).
- Trofonio.
En el oráculo sucede los siguiente: cuando un hombre decide bajar al santuario de Trofonio, en primer lugar vive un número determinado de días en un edificio que está consagrado al Buen Demon y a la Buena Tique, y, mientras vive allí, hace las purificaciones, se mantiene apartado de baños calientes, y se bala sólo en el río Hercina. Tiene carne abundante de los sacrificios, pues el que baja hace sacrificios a Trofonio y a los hijos de Trofonio, y además a Apolo… El oráculo está más arriba del bosque sagrado en la montaña. Alrededor, en del círculo, hay un zócalo blanco, cuya circunferencia es como la más pequeña era… Pues bien, el que baja se tiende en el suelo mientras sostiene en la mano dos panes de cebada amasados con miel, pone primero los pies en el agujero y avanza, esforzándose para que sus rodillas queden dentro del agujero. El resto del cuerpo es atraído en seguida y corre tras las rodillas como el más grande y más veloz de los ríos cubriría a un hombre llevado por un remolino., A partir de aquí, los que han entrado en el santuario no tienen un mismo modo de aprender lo que va a suceder, sino que uno ve y otro escucha. Los que han bajado pueden volver atrás por la misma entrada, también con los pies por delante (Pausanias IX 39, traducción de M. C. Herrero Ingelmo).
Saludos cordiales.
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Domingo, 28 de Febrero 2021
Notas
Queridas amigas, queridos amigos:
Creo que esta entrevista sobre “El Jesús de los filólogos” podría ser interesante para algunos.
Paso el enlace
Saludos cordiales
https://youtu.be/-aYeKtSuFpU
Saludos cordiales
Creo que esta entrevista sobre “El Jesús de los filólogos” podría ser interesante para algunos.
Paso el enlace
Saludos cordiales
https://youtu.be/-aYeKtSuFpU
Saludos cordiales
Viernes, 26 de Febrero 2021
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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