Hoy escribe Antonio Piñero
Ahora, concluido el elenco de textos del mundo judío en torno a la ´peoca de Jesús, volvemos la vista hacia el Nuevo Testamento, sobre todo los Evangelios, para ver cómo se pensaba el mesianismo de Jesús y si este mesianismo imoplicaba el que Jesús fuera esencialmente divino, o no.
De los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) se deduce que los discípulos de Jesús, y otros seguidores ocasionales (Mt 9,27 “Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!»”; 12, 23 [después de curar a un endemoniado ciego y mudo] “Y toda la gente atónita decía: «¿No será éste el Hijo de David?»”, etc.) consideraron al Nazareno "hijo de David", con las consecuencias que ello implicaba para la relación con los romanos. Recordemos que en el supuesto de futuro del reino de Dios ya instaurado sobre Israel, si los romanos no se convertían no tenían en él lugar alguno… ¿y cómo pensar que los romanos se iban a convertir?
Cierto que el Nazareno podía tener una idea de ese mesianismo un tanto distinta -como luego veremos- a la usual, si es verdad que entró en Jerusalén sentado en un pollino (Mt 21; Mc 11; Lc 19,28-38; Jn 12,12-19). Con ello se ligaba Jesús expresamente, -que sabía su Biblia de memoria a la concepción del profeta Zacarías tal como se leía ya en su tiempo (9,9: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna”.) de un rey humilde que deja la venida del Reino en manos de Dios.
Aunque también Jesús estaría pensando en la entrada del entonces futuro rey Salomón en Jerusalén, tal como se cuenta en 1 Reyes 1, 33-40. Aquí cedo la palabra a Javier Alonso, quien el capítulo “El contexto judío de la pasión de Jesús” en el libro colectivo La verdadera historia de la pasión (A. Piñero- E. Gómez Segura, eds.), Edaf, Madrid, 2008, pp. 132-133, escribe lo siguiente:
“En el primer libro de los Reyes leemos que, poco antes de morir, el rey David ordena a sus servidores que lleven a cabo las acciones necesarias para asegurar el traspaso de poderes según sus deseos:
Y díjoles éste [David]: Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor y montad a Salomón, mi hijo, sobre mi propia mula y bajadle a Gihón. Allí le ungirá Sadoq con el profeta Natán, por rey sobre Israel. […] Bajaron y montaron a Salomón sobre la mula del rey David y le condujeron a Gihón. El sacerdote Sadoq tomó de la tienda el cuerno del óleo y ungió a Salomón. Entonces hizo sonar el cuerno, y todo el mundo exclamó: “¡Viva el rey Salomón!” Luego todas las gentes subieron tras él y las gentes tañían las flautas y rebosaban en algazara tan grande que parecía que se desgarraba la tierra en su vocerío (1 Re 1, 33-40).
Ambos textos se refieren al rey de Israel que entra en su ciudad, Jerusalén, en medio de escenas de júbilo y, lo que es más importante para la identificación con el gesto de Jesús, montado en un borrico y haciendo su ingreso en la ciudad por el Gihón, en el valle del Cedrón que comunica el Monte de los Olivos con Jerusalén.
La referencia no puede ser más clara. Jesús está declarándose rey de Israel ante su pueblo, pues emplea el mismo procedimiento llevado a cabo por Salomón y se identifica conscientemente con el "Rey" de la profecía de Zacarías.
Si de algo no deben quedar dudas es de que los presentes entendieron a la perfección el mensaje, pues la sociedad judía de la época estaba enormemente familiarizada con las citas o alusiones a pasajes del Antiguo Testamento, y más si se referían a la posible llegada de un mesías o a la proclamación de un rey que los liberase del yugo romano. En consecuencia, recibieron a Jesús como lo que creían que llegaría a ser, el nuevo rey de Israel. ¿De qué otro modo se pueden entender las expresiones proferidas por el pueblo: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre!" de Mt 21, 9?
Pero no sólo eso. El acto de extender los mantos en el suelo al paso de Jesús significa que los presentes responden actuando según otro textos veterotestamentario relacionado con la unción de un rey, en concreto de Jehú por parte de un profeta enviado por Eliseo.
Apresuráronse ellos a tomar cada uno su manto, los colocaron a sus pies sobre los desnudos escalones e hicieron sonar el cuerno y exclamaron: ¡Jehú es rey! (2 Re 9, 13).
Debemos recordar que esta manifestación popular no se produce de manera fortuita, sino que es el propio Jesús quien ha dispuesto todos los detalles de su entrada en Jerusalén, y es absolutamente consciente de la reacción que va a provocar entre sus compatriotas. Y no sólo los judíos parecen entenderlo en este sentido. También los romanos parecen ver en Jesús un personaje con pretensiones monárquicas y con una actitud poco favorable hacia los señores extranjeros de la tierra de Israel. La acusación ante Pilato se centrará en estos tres puntos:
Hemos averiguado que éste revoluciona a nuestra nación y prohíbe pagar tributos al emperador y dice que es el cristo rey (Lc 23, 2).
Tras la acusación, la condena a muerte en la cruz, un suplicio reservado a los sediciosos, y el titulus que se coloca sobre la misma afirmando que el crucificado era el rey de los judíos, confirman esa imagen de mesías davídico, si no de un marcado carácter guerrero, sí al menos de claro tono desafiante.
En conclusión, de estos datos resulta es lógico deducir una respuesta para las dos preguntas planteadas. Jesús, al menos en algunos momentos de su vida, sí se consideró mesías de Israel, y el modelo con el que se identificó fue el más familiar en el imaginario de sus compatriotas, el de un rey de estirpe davídica que asumiría el gobierno del pueblo elegido tras liberarlo del yugo extranjero. A este carácter habría que añadir además, como ya se ha comentado anteriormente, un tono apocalíptico en sus manifestaciones que se basaría en su convicción de la inminente llegada del fin del mundo”.
Fin de la cita de Javier Alonso.
Por nuestra parte, comentaremos éstas y otras ideas hasta poder responder –de nuevo- con toda claridad a la pregunta si el mesianismo de Jesús comportaba o no un carácter esencialmente divino (pues era un mesianismo esencialmente distinto al judío de la época). Por ahora, todos los indicios van apuntando hacia una respuesta negativa.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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• Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:
“Jesús de Nazaret divinizado y Henoc-Metatrón como ‘ángel’ al lado de Dios”
• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)
Para obtener más información:
http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp
Saludos de nuevo.