Hoy escriben Antonio Piñero/Florentino García Martínez
Tema: Ésta es la cuarte entrega de la crítica, centrada en la importancia de la “parusía” o venida de Jesús definitiva, como mesías y juez. Y ahora nos concentramos en una de las críticas más importantes: ¿es acertada la idea de Käsemann de que para Jesús la concepción apocalíptica (un fin del mundo inminente) no era central, es decir que Jesús no era apocalíptico?
¿Un Jesús no apocalíptico?
Otro de los fallos esenciales de la hipótesis de Käsemann, brevemente anticipado en lo ya dicho y que aparecerá de una forma mucho más clara en la tercera parte de la exposición de esta crítica, es la ruptura que Käsemann supone entre una predicación de Jesús, que no sería en modo alguno apocalíptica, y la interpretación apocalíptica pos pascual de su mensaje.
Primera reflexión: si se tuviera que seleccionar un elemento central dentro del pensamiento escatológico de los inmediatos discípulos de Jesús, tal como se refleja en el Nuevo Testamento (lo que es algo muy distinto a sugerir que ese elemento es el origen de la teología cristiana), habría que decir tal vez que es la conciencia de vivir en los últimos tiempos motivada por la experiencia de la resurrección de Jesús y de la recepción del Espíritu era lo esencial. Si Jesús no hubiera tenido una idea semejante, ¿de dónde la sacaron sus seguidores? Si la inventaron ellos mismos, ¿es lógico pensar que en este punto se distanciaran tanto de su Maestro?
Sin pretender entrar aquí en el problema de las relaciones entre la fe pascual y el Jesús histórico, entre el Jesús predicador y el Cristo predicado, ente el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, y con el solo objetivo de señalar la debilidad de este punto fundamental en la hipótesis de Käsemann, es suficiente señalar que el mismo Käsemann se ve obligado a reconocer que:
“Mediante la designación de Jesús como su Señor y como el Hijo del Hombre que debía retornar y mediante ese saberse enviada" en su nombre, la comunidad primitiva se atribuía a sí misma una continuidad histórica y real. Esto sólo puede significar que la escato¬logía, cristología y eclesiología postpascuales se hallan ligadas al mensaje y a la actividad de Jesús” (Artículo “Thema”, pp. 269-270).
Esta confesión del propio Käsemann, acosado por las críticas, mina todo el terreno sobre el que él mismo había construido. Además, suprime las bases de su antítesis, a saber que Jesús no era apocalíptico (tesis) y que la primera comunidad cristiana impuso sobre su mensaje todo el peso de una creencia puramente judía (no de Jesús), a saber la creencia de que volvería inmediatamente (parusía) = antítesis.
Como historiador, Käsemann se ve obligado a reconocer la existencia de esta continuidad y aceptar implícitamente un Jesús tan apocalíptico por lo menos como la escatología, cristología y eclesiología postpascuales que dependían de su mensaje y de su actividad.
Después de todo, parece imposible negar dos cosas al respecto, como hizo Käsemann:
- Que Jesús anunció la venida inminente del Reino de Dios, cuyos efectos aparecían ya en sus propias obras, con la misma fuerza que el Bautista, cuyo apocalipticismo Käsemann afirma con fuerza;
- Que Jesús anticipó el final de los tiempos indicando incluso el período atormentado que debe precederle y que es conocido en la tradición apocalíptica como el “período de los dolores de parto del mesías” y que son los signos que se producen inmediatamente antes del fin del mundo presente, recogidos en el discurso apocalíptico de Marcos 13 y paralelos (que tiene añadidos cristianos, pero que en el núcleo procede de Jesús).
En conclusión: como resultado de esta tercera crítica, puede afirmarse con seguridad que en el centro de la predicación y pensamiento de Jesús, en continuidad en el de Juan Bautista, que en algún momento fue su maestro, se halla el pensamiento apocalíptico, es decir, la espera inminente de que Dios intervendrá cambiando las circunstancias del mundo presente, de modo que tras ese cambio se inaugura un mundo nuevo, a saber el reino de Dios en la tierra de Israel. Un reino, sin embargo, al que están llamados a participar todos los pueblos, si lo desean, bien –algunos- convirtiéndose en miembros del pueblo elegido; bien –la mayoría- actuando con respecto frente a la nueva situación religiosa que supone la instauración del Reino de Dios.
Por tanto, puede afirmarse que Käsemann no interpretaba correctamente a Jesús y a sus inmediatos seguidores cuando afirmaba que “Jesús no era apocalíptico” y cuando decía que sobre un mensaje genuino no apocalíptico sus primeros seguidores habían “superimpuesto” otro mensaje, de características netamente apocalípticas que no pertenecía a su doctrina.
Estrictamente hablando, parece bastante claro que el Jesús histórico no esperaba durante su vida fracasar en la cruz y que creía que la venida del Reino de Dios acontecería estando él en vida, así como sus compañeros y colaboradores. Pero, a la vez parece absolutamente claro que é era un apocalíptico pleno en el sentido de aguardar el fin del mundo, tal como él lo conocía, de un momento para otro, y la inauguración de un mundo nuevo gracias a que Dios -¡por fin!- iba a instaurar su reinado.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
………….……………
• En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es el mismo, pues estamos comentando en los dos este libro.
• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)
Para obtener más información:
http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp
Saludos de nuevo.
Tema: Ésta es la cuarte entrega de la crítica, centrada en la importancia de la “parusía” o venida de Jesús definitiva, como mesías y juez. Y ahora nos concentramos en una de las críticas más importantes: ¿es acertada la idea de Käsemann de que para Jesús la concepción apocalíptica (un fin del mundo inminente) no era central, es decir que Jesús no era apocalíptico?
¿Un Jesús no apocalíptico?
Otro de los fallos esenciales de la hipótesis de Käsemann, brevemente anticipado en lo ya dicho y que aparecerá de una forma mucho más clara en la tercera parte de la exposición de esta crítica, es la ruptura que Käsemann supone entre una predicación de Jesús, que no sería en modo alguno apocalíptica, y la interpretación apocalíptica pos pascual de su mensaje.
Primera reflexión: si se tuviera que seleccionar un elemento central dentro del pensamiento escatológico de los inmediatos discípulos de Jesús, tal como se refleja en el Nuevo Testamento (lo que es algo muy distinto a sugerir que ese elemento es el origen de la teología cristiana), habría que decir tal vez que es la conciencia de vivir en los últimos tiempos motivada por la experiencia de la resurrección de Jesús y de la recepción del Espíritu era lo esencial. Si Jesús no hubiera tenido una idea semejante, ¿de dónde la sacaron sus seguidores? Si la inventaron ellos mismos, ¿es lógico pensar que en este punto se distanciaran tanto de su Maestro?
Sin pretender entrar aquí en el problema de las relaciones entre la fe pascual y el Jesús histórico, entre el Jesús predicador y el Cristo predicado, ente el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, y con el solo objetivo de señalar la debilidad de este punto fundamental en la hipótesis de Käsemann, es suficiente señalar que el mismo Käsemann se ve obligado a reconocer que:
“Mediante la designación de Jesús como su Señor y como el Hijo del Hombre que debía retornar y mediante ese saberse enviada" en su nombre, la comunidad primitiva se atribuía a sí misma una continuidad histórica y real. Esto sólo puede significar que la escato¬logía, cristología y eclesiología postpascuales se hallan ligadas al mensaje y a la actividad de Jesús” (Artículo “Thema”, pp. 269-270).
Esta confesión del propio Käsemann, acosado por las críticas, mina todo el terreno sobre el que él mismo había construido. Además, suprime las bases de su antítesis, a saber que Jesús no era apocalíptico (tesis) y que la primera comunidad cristiana impuso sobre su mensaje todo el peso de una creencia puramente judía (no de Jesús), a saber la creencia de que volvería inmediatamente (parusía) = antítesis.
Como historiador, Käsemann se ve obligado a reconocer la existencia de esta continuidad y aceptar implícitamente un Jesús tan apocalíptico por lo menos como la escatología, cristología y eclesiología postpascuales que dependían de su mensaje y de su actividad.
Después de todo, parece imposible negar dos cosas al respecto, como hizo Käsemann:
- Que Jesús anunció la venida inminente del Reino de Dios, cuyos efectos aparecían ya en sus propias obras, con la misma fuerza que el Bautista, cuyo apocalipticismo Käsemann afirma con fuerza;
- Que Jesús anticipó el final de los tiempos indicando incluso el período atormentado que debe precederle y que es conocido en la tradición apocalíptica como el “período de los dolores de parto del mesías” y que son los signos que se producen inmediatamente antes del fin del mundo presente, recogidos en el discurso apocalíptico de Marcos 13 y paralelos (que tiene añadidos cristianos, pero que en el núcleo procede de Jesús).
En conclusión: como resultado de esta tercera crítica, puede afirmarse con seguridad que en el centro de la predicación y pensamiento de Jesús, en continuidad en el de Juan Bautista, que en algún momento fue su maestro, se halla el pensamiento apocalíptico, es decir, la espera inminente de que Dios intervendrá cambiando las circunstancias del mundo presente, de modo que tras ese cambio se inaugura un mundo nuevo, a saber el reino de Dios en la tierra de Israel. Un reino, sin embargo, al que están llamados a participar todos los pueblos, si lo desean, bien –algunos- convirtiéndose en miembros del pueblo elegido; bien –la mayoría- actuando con respecto frente a la nueva situación religiosa que supone la instauración del Reino de Dios.
Por tanto, puede afirmarse que Käsemann no interpretaba correctamente a Jesús y a sus inmediatos seguidores cuando afirmaba que “Jesús no era apocalíptico” y cuando decía que sobre un mensaje genuino no apocalíptico sus primeros seguidores habían “superimpuesto” otro mensaje, de características netamente apocalípticas que no pertenecía a su doctrina.
Estrictamente hablando, parece bastante claro que el Jesús histórico no esperaba durante su vida fracasar en la cruz y que creía que la venida del Reino de Dios acontecería estando él en vida, así como sus compañeros y colaboradores. Pero, a la vez parece absolutamente claro que é era un apocalíptico pleno en el sentido de aguardar el fin del mundo, tal como él lo conocía, de un momento para otro, y la inauguración de un mundo nuevo gracias a que Dios -¡por fin!- iba a instaurar su reinado.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
………….……………
• En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es el mismo, pues estamos comentando en los dos este libro.
• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)
Para obtener más información:
http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp
Saludos de nuevo.