Notas

110-06 “¿La apocalíptica judía como matriz de la teología cristiana?” (IV)

Redactado por Antonio Piñero el Domingo, 23 de Agosto 2009 a las 08:14

Hoy escriben Antonio Piñero/Florentino García Martínez

Tema: A propósito de la publicación del tomo VI, "Apocalíptica", de la colección "Apócrifos del Antiguo Testamento", Editorial Cristiandad, Madrid, 2009.

Recordemos de la postal anterior (del domingo 16-08-2009) cómo el discípulo de Bultmann, Ernst Käsemann, cuyas ideas sobre Jesús y la apocalíptica estamos exponiendo, y luego criticaremos, opinaba –al modo del filósofo Hegel- que la historia del cristianismo primitivo en este punto se había movido por un impulso de “tesis/antítesis/síntesis”

Entre los elementos apocalípticos del judeocristianismo primitivo que son profundamente reinterpretados por la “religión estusiástica de Corinto” (que es la ”antítesis”), Käsemann señala, por ejemplo, los siguientes (lo que sigue está tomado del artículo “Thema”, de Käsemann --señalado anteriormente al principio de esta serie-- en las pp. 272-278; el lector tiene que leer la Primera carta a los corintios de Pablo para entender bien lo que sigue):

- El tema de “los dos eones”, que se suceden temporalmente, es decir, el mundo presente y el mundo futuro es comprendido por los cristianos “entusiastas de Corinto” como una contraposición atemporal de los dos mundos;

- El tema del paso de un mundo al otro es reinterpretado por los entusiastas en términos antropológicos, concentrándose en las diferencias entre el “hombre nuevo” –aportado por Cristo, y el “hombre viejo”, la mentalidad que tiene el ser humano antes de convertirse al cristianismo- más que en las diferencias entre el tiempo presente y el tiempo futuro.

- Esta pérdida de temporalidad afecta igualmente a la noción de “ser salvado”; la salvación se concibe como un drama propio de los cultos mistéricos con distintas fases: la encarnación de Cristo es vista como una humillación (el ser divino se humilla haciéndose humano), y la Preexistencia (de Jesús, quien como Dios que es existe antes de encarnarse) es considerada como el comienzo del proceso de salvación al cual el creyente en Cristo es asociado y en cuyas distintas fases participa.

- La concepción de Jesús como cristo/mesías elevado al cielo y sentado a la diestra de Dios tras su muerte y resurrección (concepción propia del judeocristianismo) es transformada por los entusiastas en la concepción del “Cristo exaltado”, entronizado como Señor del mundo y que ha sometido a sí mismo todas las potestades del universo, es decir, a todos los ángeles que lo controlan; la comunidad, como Cuerpo de Cristo, debe extenderse por el mundo entero, como una nueva creación, para expresar este señorío de Cristo.

- En un contexto propio de una religión mistérica, el bautismo es visto como un hecho central salvífico y toda la existencia terrena es comprendida como una representación temporal de la existencia celeste. El bautismo es radicalmente interpretado: los salvados han muerto con Cristo y con él han sido entronizados. La resurrección de los muertos es algo que se considera ya sucedido; en cuanto participantes en la crucifixión de Cristo, los creyentes participan igualmente en su resurrección y entronización y se hallan así ya librados del poder de la muerte e introducidos en el Reino de Cristo.

- El dualismo de la apocalíptica es transformado en un dualismo metafísico de corte antropológico que permite separar a los salvados de los que no lo han sido y comprender la recepción del Espíritu como una nueva creación, y puesto que esta nueva creación es de origen celeste, elimina todas las diferencias: ¡ya no hay griego ni judío, siervo ni libre, hombre ni mujer!

- Pero la transformación más profunda se ha operado a nivel de la escatología; la escatología futura de la apocalíptica ha sido transformada en una escatología presente en sentido estricto.

Para los corintios entusiastas, el final de la historia ya ha llegado. La comunidad de Corinto interpretó tan radicalmente la experiencia bautismal de muerte y resurrección con Cristo, que se considera a ella misma ya partícipe de la vida celeste en el tiempo presente. La espera de la parusía, el tema central de la apocalíptica postpascual, ya no tiene sentido para estos entusiastas.

Escribe Käsemann:

“Aquí radica la más profunda diferencia entre el entusiasmo postpascual y el de Jos corintios, que piensan haber vencido todas las tribulaciones, que se glorían de haber alcanzado un estado igual al de los ángeles y que lo practican de. múltiples maneras. Para los corintios, había llegado el final de la historia” (Anfänge 183).

“De este modo tan radical interpreta el entusiasmo helenístico la afirmación que tiene su fundamento en el bautismo, a saber: que los redimidos han resucitado con Cristo y que han sido entronizados con él en el cielo. La esperanza en un final que comporta la parusía resulta así sin sentido, ya que todo lo que espera aún la apocalíptica aparece como ya realizado” (Thema 178).

Seguiremos el próximo domingo viendo cómo –según Käsemann- la “síntesis” que es la teología paulina, logra unir y a la vez superar al judeocristianismo y a la teología de los entusiastas de Corinto.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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Domingo, 23 de Agosto 2009
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