Notas

104. Juan Bautista (1)

Redactado por Eugenio Gómez el Martes, 25 de Febrero 2025 a las 07:53

La figura de Juan Bautista resalta desde el comienzo de las biografías de Jesús: el primer evangelio comienza presentando a los dos personajes en una misma escena; Juan no falta en ningún evangelio; su muerte se narra en Marcos y Mateo y es implícita en Lucas. Pero el primer autor que tenemos, Pablo, jamás lo menciona en las cartas que actualmente tenemos de él.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura


Juan fue muy importante para el cristianismo de la segunda generación por varios motivos: en la Palestina romana se hablaba de él, era bastante conocido y se le asociaba a Jesús; esta asociación convertía al primero en maestro del segundo e incluso el rito que servía para reconocer a un pagano como integrante de la nueva fe, el bautismo, se atribuía a Juan. Pero la concepción de Jesús como hombre casi divino se veía implícitamente debilitada si verdaderamente fue bautizado. Juan es todo un personaje.

Flavio Josefo informa sobre Juan diciendo que “era un buen hombre que convocaba a los que cultivaban la virtud y se conducían con justicia entre ellos y con piedad respecto a Yahvé”. Esta frase indica que Juan buscó a judíos que se comportaban correctamente, fueran quienes fueran, insistiendo en las normas exactas del judaísmo más ortodoxo: Ley y culto a Yahvé. Es importante el matiz “entre ellos”, pues parece indicar que el Bautista acentuó un rasgo que ya aparecía en los profetas, por ejemplo Ezequiel, que en el libro que le se atribuye pedía acciones que merecen la máxima consideración y que no están contempladas explícitamente en la Ley: no oprimir a nadie, alimentar al hambriento, no ser usurero, evitar la injusticia (Ez 18, 5-9). O en Isaías: librar a los maltratados, acoger a los vagabundos, vestir a los desnudos, atender a los semejantes (Is 58, 6-7). En definitiva, una extensión de la Ley que concretaría el famoso Lv 19, 18: “no odiarás a los hijos de tu pueblo y amarás a tu vecino como a ti mismo”.

Esta mejora del cumplimiento de la Ley se denominaba zekhut y aparece, también a propósito de Juan, en Lc 3, 10-14:
Y le preguntaban las multitudes diciendo: “¿qué haremos entonces?” Como respuesta les decía: “El que tenga dos túnicas dé parte al que no tenga, y el que tenga alimentos, haga lo mismo”. Y fueron también unos publicanos a ser bautizados y le dijeron: “Maestro, ¿qué hemos de hacer?” Y él les dijo: “No reclaméis nada más que lo que se os tiene ordenado”. Y le preguntaban también unos que estaban en el ejército diciendo: “¿Qué hemos de hacer también nosotros?” Y les dijo: “No extorsionéis a nadie ni delatéis por dinero y bastaos con vuestras pagas”. El texto, además, abunda en la noticia de Josefo sobre la influencia del Bautista.

Es también relevante, aunque generalmente está mal explicada, la idea de cumplir con la Ley como forma de asegurarse la salvación. No había otra posibilidad para la persona que se consideraba judía que cumplir la Ley para alcanzar el beneplácito final el día del juicio. Ese día culminaría en una vista universal que examinaría el comportamiento de toda la humanidad. En esa vista se decidiría si una persona ha sido justa o no, es decir, si se ha comportado según la Ley mosaica o no, y si ha aumentado su buen comportamiento mediante el recurso al zekhut. El repaso terminaría con la absolución o condena de cada persona. Esa decisión es lo que se denomina en muchas traducciones “justificación”, lo cual conlleva en español actual un problema de significado. No se trata del habitual significado de “explicar un comportamiento” sino de sancionar a alguien como persona justa.

La palabra “justificar” está construida sobre el adjetivo “justo” y sobre el verbo “hacer” en una forma todavía cercana al latín facere. Tenemos este tipo de compuesto en panificadora, escenificar, amplificar, certificar, purificar, santificar, beatificar, etc. La palabra española es traducción de la griega dikaiódsein, con el mismo significado, basado en dikaiós, “justo”, y el sufijo -dsein que indica lo mismo que el latino-español -ificar. Pero, como ya he indicado, no se trata de justificar sino de considerar justo, por lo tanto, “absolver en un juicio”. Olvidando la raíz “justicia” y mirando más a los resultados del proceso podríamos usar los términos “absolución”, “exculpación”, “absuelto”, “exculpado” en lugar de “justificación” y “justificado”.

Como se puede advertir tras estos comentarios, sólo podemos ver aquí un ambiente judío ortodoxo. De hecho, ese ambiente es lo que permite identificar correctamente el significado de “arrepentirse”, que no es exactamente el que en español aplicamos. En hebreo el verbo tesuba se deriva de la idea de volver, sub, es decir, desandar un camino, en este caso religioso: quienes recorrieron el camino del mal pueden volver sobre sus pasos hacia el del bien.

Si se compara lo que nos ofrece Flavio Josefo con las fuentes cristianas se puede mejorar la imagen de Juan. Hay una serie de pasajes paralelos que son fundamentales para entender el personaje: Mt 3, 7-12; Mc 1, 7-8; Lc 3, 7-18. En los textos, con sus lógicas variaciones, se da el diálogo entre unos fariseos y Juan a propósito del bautismo, de la forma de seguir la Ley y del futuro cambio que se augura en Israel a cuenta del reino de Yahvé. Además, hay una idea muy importante en estos fragmentos: “ser hijo de Abraham no basta”. La frase concreta indicaría que no hay que fiarse de ser judío de raza si no se cumple correctamente la Ley. Pero, ¿por qué?

El núcleo de lo que podemos reconstruir como mensaje de Juan el Bautista sería lo siguiente: se avecina el final del tiempo que conocemos y Yahvé, el Señor como se le denomina en la tradición bíblica, volverá para arreglar las cosas. Esta venida será acompañada de un examen del comportamiento de cada individuo para reconocer si actúa bien o mal según los preceptos dados como Ley al pueblo judío. El tiempo, por tanto, se ha convertido en una línea que desemboca en un proceso judicial sancionador que conducirá a un reino de justicia, de justicia según la legislación anhelada. No se olvide este detalle porque toda la idea de justicia que se lee en Antiguo y Nuevo Testamento es la de la legislación divina, no una abstracción de tipo filosófico como “la belleza”, “el bien”, etc. Justicia para el pueblo de Yahvé es atenerse a la Ley de Yahvé. Injusticia es infringir esa ley, los 613 apartados de la Ley mejorados con el comportamiento que ya se ha visto como complementario, zekhut, que en ningún caso puede contradecir la Ley.

Una primera conclusión se deriva de este análisis: cualquier pretensión de convertir a Juan en un cristiano anticipado fracasa inmediatamente, pues no es posible escapar al marco del Antiguo Testamento y sus ansias más propias.  Y algo de esto debió notar el autor de Lucas cuando asoció la prisión de Juan al comienzo de la actividad pública de Jesús y además consideró que Antiguo Testamento debía considerarse hasta Juan (Lc 16, 16): “La Ley y los profetas, hasta Juan”.  El dicho también aparece en Mt 11, 11.

En efecto, la inspiración que Juan recibió del libro de Isaías, uno de los profetas mayores de la tradición judía, así lo confirma. Las palabras atribuidas a Juan en Mc 1, 3; Mt. 3, 3; Lc. 3, 4; Jn 1, 23, “voz que clama en el desierto, enderezad el camino del Señor”, están asociadas a Is 40, 3-5. El texto incorpora una palabra que, leída en el siglo XXI acaba por provocar cierto malentendido, “desierto”. Normalmente nosotros evocamos el Sáhara cuando la leemos, pero en griego no es esa precisamente la idea. Está más cerca de la expresión “el pueblo estaba desierto”, es decir, no había gente donde debería haber gente. En griego, éremos, traducido generalmente como desierto, nos legó las palabras eremita y ermita, que no coinciden con el Sáhara sino con un despoblado, un lugar sin gente. Es decir, Isaías, y Juan y Jesús, buscaron al pueblo de Abraham pero no encontraron a nadie pese a que había gente. Quien busca al pueblo de Yahvé pide que los descarriados habitantes de las poblaciones donde debería habitar el buen judaísmo enderecen su comportamiento para atenerse a la Ley y ser realmente pueblo de Yahvé.

El caso es que al unir esa noticia con lo que expone Flavio Josefo se crea un conjunto muy interesante. Flavio Josefo explicó: “Y cuando otros judíos se reunieron (pues estaban realmente interesados en oír sus enseñanzas), Herodes, temeroso de que semejante influencia sobre la gente pudiera llevar a alguna sublevación (porque parecía que actuaban en todo según su consejo) …” Y verdaderamente queda un poco confuso para el lector moderno por qué un gobernante habría de preocuparse por alguien que recomienda comportarse respecto a la Ley. Evidentemente esto ocurrió porque esa Ley y los intereses de Herodes Antipas no coincidían, es decir, Herodes Antipas estaba incómodo si la Ley se aplicaba. El supuesto principal de esta hipótesis es que en la Ley habría algún aspecto que molestara. En efecto, ese aspecto existió y llevó a dos guerras entre el pueblo hebreo y Roma porque la Ley exige que ningún otro dominio haya sobre Israel salvo su dios único. Herodes Antipas tenía las de perder en ese caso.

Para que ese cambio se realizara, en Israel se conjeturaba, o más bien se esperaba, que Yahvé enviara avisos y, al menos tan importante como éstos, que el pueblo se volviera a los caminos de la Ley. Además, se entendía que un último eslabón ejecutaría las últimas órdenes: se trataría de un Ungido, es decir, un varón que, metafóricamente impregnado de aceite sagrado (Éx 30, 22-33), convertido por tanto en rey de Israel según la tradición bíblica, liderara a quienes respondieran a los avisos comportándose conforme a derecho. En palabras del profeta Malaquías (Ml 3, 1-2): “He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el Ángel de la alianza, que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice Yahvé Sebaot. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca?” Y, mientras tanto, avisa el texto de Malaquías:

Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice Yahvé Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para vosotros, los que teméis mi Nombre, brillará el sol de justicia con la salud en sus rayos, y saldréis brincando como becerros bien cebados fuera del establo. Y pisotearéis a los impíos, porque serán ellos ceniza bajo la planta de vuestros pies, el día que yo preparo, dice Yahvé Sebaot. Acordaos de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema (Ml 3, 19-24).

Éste es el contexto que permite aclarar las siguientes palabras atribuidas al Bautista: “el que viene detrás de mí, más fuerte…” Juan debió referirse a esa figura que decidiría la situación a favor del reino de Israel centrado en el culto a Yahvé. Juan debió considerarse integrante del proceso definitivo.

En resumen, parece acertado pensar que Juan el Bautista fue una de esas personas que recorrieron la Palestina romana en el siglo I, en concreto Galilea, comunicando su punto de vista sobre el pueblo de Yahvé, la Ley, la situación religiosa general (con los extremos políticos que ésta conllevaba)... Es decir: fue maestro si no profeta. Por otra parte, parece que creó un grupo a su alrededor, además de despertar conciencias. Que caló muy hondo lo demuestran, por un lado, la importancia y estima que le confiere Flavio Josefo (a diferencia de otros personajes de la época que incluyó en sus libros, por ejemplo Jesús, a quien, según A. Piñero, Josefo incluyó en una lista de gentes que arruinaron la vida en Judea (Antigüedades XVIII 63-64). Por otro, que Jesús mismo se sometiera a él para comenzar su labor (con la molestia que para los cristianos significó que el Mesías fuera bautizado, porque, si lo fue, según la teoría cristiana debía estar sometido a pecado, lo cual es una contradicción).
 
Extracto de mi libro Jesús de Galilea: una reconstrucción arqueológica, Amazon.

Saludos cordiales.
 
Martes, 25 de Febrero 2025
| Comentarios