Notas

100. Cómo leer los cuatro evangelios.

Redactado por Eugenio Gómez el Sábado, 11 de Enero 2025 a las 13:21

Una colección tan variada como el Nuevo Testamento exige a quien busca historia cierto método analítico, prudente y sosegado. Es preciso atender a muchas cosas, cosas que nadie tiene en conjunto y, por tanto, es preciso recopilar de muchas mentes expertas. Veamos algunos detalles de esta delicada lectura histórica.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


El Nuevo Testamento es en realidad una colección diversa de textos. Además de diversa es sumamente compleja por el origen, composición y autoría de los diferentes libros. Si a esto se añade el problema de la transmisión escrita, el número de manuscritos y su calidad, la forma en que se copiaron siglo tras siglo, con los consiguientes errores y malentendidos, así como la pluralidad de versiones que un mismo pasaje puede presentar, no sorprenderá que hagan falta unas instrucciones y avisos para leerlo con prudencia.
 

Todas estas vicisitudes y sus lógicas incongruencias han sido la materia que desde hace doscientos años ha estudiado la investigación con ánimo independiente. Las conclusiones que desde entonces se están alcanzado son, para el lector inadvertido, cuando menos desconcertantes porque chocan por completo con lo aprendido o leído tradicionalmente sobre los comienzos del cristianismo y sus personajes más relevantes.
 

Este hecho aconseja exponer algunos puntos y mecanismos de razonamiento que revelen las perspectivas y herramientas de la investigación independiente y que, al mismo tiempo, anticipen algunos temas sustanciales sobre el consenso histórico que ahora se reconstruye sobre Jesús de Galilea.
 

Un buen comienzo de esta muestra pueden ser los versículos 55-56 del capítulo 13 del evangelio atribuido popularmente a Mateo. Dicen así:
 

¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Jacob, José, Simón y Judas? ¿Y sus hermanas no están todas entre nosotros?
 

Dos palabras atrapan inmediatamente la atención: hermanos, hermanas, que, seguidas además de cuatro nombres claros y concretos, cuatro nombres relevantes del Antiguo Testamento, prometen alicientes a quien busca saberes. Las razones que habitualmente se aducen para explicar por qué quien no tuvo hermanos sí los tuvo suelen ser lingüísticas, en este caso la referencia a un idioma, el arameo, que traducido al griego de la época habría provocado un error de concepto: el arameo no dispondría de palabra similar en cuanto al uso y significado para “hermano”, que con ese término aludiría tanto a los hermanos de madre como a los parientes cercanos. Se trataría, en definitiva, de un problema de traducción entre el arameo y el griego. También se aduce que el supuesto error de traducción del arameo al griego se debería al hecho de que se describía un ambiente semítico y que ese ambiente es lo que debe primar al interpretar esta dificultad.
 

Quienes así argumentan, como queda meridianamente claro, argumentan lingüísticamente. Así pues, también puede haber respuesta lingüística para resolver la dificultad: Pablo de Tarso, judío nacido en el mundo griego, no debería confundir las palabras en su propio idioma, por eso, cuando se refirió en Gál 1, 19 a Jacob el hermano del Señor, tendría que saber perfectamente a qué se refería. Como, además, el nombre aportado por Pablo coincide con uno de los que el escritor conocido como Mateo también incluía en su lista, es posible pensar que Jesús sí tuvo hermanos y hermanas. Y es necesario, ante posibles opiniones contrarias a ésta, añadir que pensar que Jesús tuvo hermanos y hermanas no es un prejuicio sino una deducción.
 

Así pues, dado que la discrepancia sobre el personaje histórico Jesús de Galilea consiste en una argumentación lingüística y cultural, no resultará extraño que para conocer mejor una historia tan importante para Occidente, para aclarar discusiones como la de la familia de Jesús, para indagar también más allá de lo obvio sobre el propio libro Nuevo Testamento con el fin de comprender, en la medida de lo posible, el fenómeno histórico cristianismo en sus mismos orígenes, se tome esa misma idea de buscar el trasfondo cultural judío a un texto griego.
 

Lo que uno encuentra durante esa investigación que debería quedar unida a cierta frialdad analítica, es una sucesión de problemas encadenados cuya solución, apenas esbozada, conlleva más problemas e incertidumbres.

 

Tomado de mi libro Jesús de Galilea: una reconstrucción arqueológica.

 

Saludos cordiales.

Sábado, 11 de Enero 2025
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