Gentiles y judíos, el problema de la Ley de Moisés. Fotografía del autor.
Un breve repaso a la cuestión de la Ley analizando qué pensaban los diferentes grupos de seguidores de Jesús podría ser el siguiente.
Saludos cordiales.
Un breve repaso a la cuestión de la Ley analizando qué pensaban los diferentes grupos de seguidores de Jesús podría ser el siguiente.
1. Jerusalén, el grupo liderado por la familia de Jesús, primero por Jacob su hermano (Santiago), después por un tío de Jesús, Clopas o Cleofás, y por un primo, Simeón. Este grupo, centrado en la capital, no pudo dejar de ser muy fiel devoto de la Ley de Moisés por los acontecimientos que se deducen de Gálatas y Hechos de los Apóstoles a propósito del llamado “Concilio de Jerusalén”. Como es bien sabido, en esa reunión se discutió la postura que sobre la Ley defendía Pablo: había una Ley de Moisés para los judíos y una Ley universal (resumida en los diez mandamientos) para muchas otras personas que, comportándose correctamente, podrían entrar en el nuevo reino de Yahvé como gentiles. Este grupo de Jerusalén defendió y actuó en favor de la tradicional Ley mosaica como demuestra el propio motivo de redacción de Gálatas: unos enviados de Jerusalén habían convencido a los gentiles gálatas (seguidores por tanto de la postura paulina de Ley universal) para circuncidarse y pasar a ser judíos de pleno derecho.
2. Pablo, judío ortodoxo de escuela farisea y totalmente entregado a su dios nacional, defendió esa Ley universal para los gentiles, de manera que así se podrían añadir al escaso número de judíos que, además de nacer judíos, cumplían plenamente la Ley de Moisés y su espíritu. Su apuesta por una rebaja de la Ley debido a que el tiempo se acababa y había que apostar por cumplir las profecías que integraban a gentiles (es decir a no circuncidados) en el nuevo reino, fue decisiva: tras la revuelta del 66 contra Roma y la pérdida casi completa de importancia del grupo de Jerusalén, sólo quedó un grupo fuerte de seguidores de un Jesús Mesías y creyentes en un solo dios, los Gentiles a los que se había dirigido el de Tarso, los futuros cristianos.
2. Pablo, judío ortodoxo de escuela farisea y totalmente entregado a su dios nacional, defendió esa Ley universal para los gentiles, de manera que así se podrían añadir al escaso número de judíos que, además de nacer judíos, cumplían plenamente la Ley de Moisés y su espíritu. Su apuesta por una rebaja de la Ley debido a que el tiempo se acababa y había que apostar por cumplir las profecías que integraban a gentiles (es decir a no circuncidados) en el nuevo reino, fue decisiva: tras la revuelta del 66 contra Roma y la pérdida casi completa de importancia del grupo de Jerusalén, sólo quedó un grupo fuerte de seguidores de un Jesús Mesías y creyentes en un solo dios, los Gentiles a los que se había dirigido el de Tarso, los futuros cristianos.
3. Comunidad detrás de la fuente Q. Parece que esta comunidad de Galilea pudo argumentar que había que mantener la Ley de Moisés (Mt 5, 18 y Lc 16, 17: la Ley no pasará) pero también ofrece en su colección de dichos de Jesús ciertas reservas ante la Ley de Moisés (Mt 10, 17-19 y Lc 12, 11-12: declarar en las sinagogas) y su duración (Mt 5, 18 y Lc 16, 17: la Ley hasta Juan). Esto lleva a pensar en la actualidad que la fuente Q tuvo, en este sentido, dos formas consecutivas de entender el problema: la primera, más antigua, fiel al movimiento íntegramente judío de Jesús de Nazaret; la segunda, más moderna, cercana ya a las tesis de Pablo respecto a los gentiles.
4. La comunidad tras el evangelio conocido como Marcos ya estaba distanciada de Jerusalén y su doctrina sobre la Ley de Moisés. El hecho de que en Mc se critique a la familia de Jesús (Mc 3, 31-33: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que cumple la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana, mi madre”) y que se destaquen ciertas desavenencias con los fariseos basan la idea del alejamiento entre esta comunidad y la tradición puramente judía. Así mismo, Mc 11, 17 insiste en que los gentiles deberían poder rezar en el templo, cosa que, como se sabe, corresponde a un modo aperturista (paulino) de entender la aplicación de la Ley.
5. La comunidad tras Mateo, en cambio, parece ser más institucional que la de Marcos o el último estrato de Q. El abundantísimo uso de la tradición bíblica en este evangelio refuerza la idea de que el carácter judío de la misma era la norma básica. Aunque repite ese evangelio la discrepancia con fariseos, no se duda del carácter sinagogal de la congregación, así como de la ausencia casi segura de gentiles, lo cual lleva a pensar en una posición del autor de Mateo muy particular: frente a otros judíos ortodoxos su comunidad pensaría que la Ley de Moisés, tal como la entendía Jesús (o lo que ellos consideraban que entendía Jesús) era la respuesta al problema que había planteado Pablo al proponer la Ley universal para los gentiles. Debieron pensar que la Ley se resumía en la sentencia sobre el amor (Levítico 19, 18), resumido todo en Mt 22, 34-40. Es decir, con un simple cumplimiento de la Ley sin “corazón” no valdría, postura que abunda en el profeta Isaías.
6. Lucas y su comunidad, por su parte, son en general más conciliadores con todas las tradiciones anteriores, sobre todo considerando que estimaban a Pablo como la conjunción perfecta de todo lo anterior y resumían en él cualquier divergencia anterior. Los detalles universalistas de este evangelio (siervo del centurión Lc 7, 4-5; buen samaritano Lc 10, 25-37; genealogía desde Adán Lc 3, 23-38) ya apuntan a la reforma paulina. Que las frases contra la familia de Jesús en la anécdota contada por Marcos queden suavizadas (Lc 8, 19-21) ya informa de los propósitos respecto a la iglesia de Jerusalén, en época de la redacción de Lc ya capitidisminuida. Puesto que considera el autor que la desaparición de Jerusalén es consecuencia de cómo se comportaron los judíos con Jesús (Lc 19, 44) supone un descrédito implícito hacia su intransigente postura legalista. Las citas de Q en las que se reconviene de algún modo la exactitud de la Ley de Moisés reflejan este punto que se continúa en cierta forma al mostrar la historia dividida en dos: hasta Jesús, desde Jesús; hasta Jerusalén, desde ahí hasta Roma.
En resumen, partiendo de un Jesús legalista y sólo mínimamente discrepante con algunas interpretaciones que en su época se hacía de la Ley de Moisés, se llegó paulatinamente a un abandono del integrismo legalista para alcanzar soluciones más abiertas que llevarán a la aceptación única de los diez mandamientos. 4. La comunidad tras el evangelio conocido como Marcos ya estaba distanciada de Jerusalén y su doctrina sobre la Ley de Moisés. El hecho de que en Mc se critique a la familia de Jesús (Mc 3, 31-33: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que cumple la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana, mi madre”) y que se destaquen ciertas desavenencias con los fariseos basan la idea del alejamiento entre esta comunidad y la tradición puramente judía. Así mismo, Mc 11, 17 insiste en que los gentiles deberían poder rezar en el templo, cosa que, como se sabe, corresponde a un modo aperturista (paulino) de entender la aplicación de la Ley.
5. La comunidad tras Mateo, en cambio, parece ser más institucional que la de Marcos o el último estrato de Q. El abundantísimo uso de la tradición bíblica en este evangelio refuerza la idea de que el carácter judío de la misma era la norma básica. Aunque repite ese evangelio la discrepancia con fariseos, no se duda del carácter sinagogal de la congregación, así como de la ausencia casi segura de gentiles, lo cual lleva a pensar en una posición del autor de Mateo muy particular: frente a otros judíos ortodoxos su comunidad pensaría que la Ley de Moisés, tal como la entendía Jesús (o lo que ellos consideraban que entendía Jesús) era la respuesta al problema que había planteado Pablo al proponer la Ley universal para los gentiles. Debieron pensar que la Ley se resumía en la sentencia sobre el amor (Levítico 19, 18), resumido todo en Mt 22, 34-40. Es decir, con un simple cumplimiento de la Ley sin “corazón” no valdría, postura que abunda en el profeta Isaías.
6. Lucas y su comunidad, por su parte, son en general más conciliadores con todas las tradiciones anteriores, sobre todo considerando que estimaban a Pablo como la conjunción perfecta de todo lo anterior y resumían en él cualquier divergencia anterior. Los detalles universalistas de este evangelio (siervo del centurión Lc 7, 4-5; buen samaritano Lc 10, 25-37; genealogía desde Adán Lc 3, 23-38) ya apuntan a la reforma paulina. Que las frases contra la familia de Jesús en la anécdota contada por Marcos queden suavizadas (Lc 8, 19-21) ya informa de los propósitos respecto a la iglesia de Jerusalén, en época de la redacción de Lc ya capitidisminuida. Puesto que considera el autor que la desaparición de Jerusalén es consecuencia de cómo se comportaron los judíos con Jesús (Lc 19, 44) supone un descrédito implícito hacia su intransigente postura legalista. Las citas de Q en las que se reconviene de algún modo la exactitud de la Ley de Moisés reflejan este punto que se continúa en cierta forma al mostrar la historia dividida en dos: hasta Jesús, desde Jesús; hasta Jerusalén, desde ahí hasta Roma.
Saludos cordiales.