Jerusalén: Iglesia del Padre Nuestro (fotografía de Yoav Dothan tomada de wikipedia).
El Padre nuestro quizá sea una oración de Jesús inspirada por Juan, pero no cabe duda de que no es una oración cristiana sino judía. Para empezar, la reconstrucción aramea (y la traducción griega) presenta los típicos elementos de la poesía judía de la época; además, la oración en general remite al Qaddish, una plegaria que acabó recitándose como parte final del culto en las sinagogas. Su datación es asunto de arduo debate, y no se puede asegurar que sea precedente del Padre Nuestro aunque sí indica un mismo modo de proceder: hay un tono general asombrosamente parecido que despierta sumo interés entre los especialistas: “¡Que su gran nombre sea santificado en el mundo que él creó de acuerdo a su voluntad! ¡Que se establezca su reino y su salvación despunte y su Ungido esté ya cerca durante tu vida y tus días y durante las vidas de toda la Casa de Israel, rápidamente y muy pronto! Que así sea”. Verdaderamente, la identificación de ideas con el comienzo del Padre Nuestro es relevante.
En cuanto al contenido del Padre Nuestro tal como se reconstruye para Q, la invocación al padre encaja con la idea que Jesús potenció sobre Yahvé e invita a pensar la posibilidad de analizar el conjunto desde esa perspectiva. Por lo que se refiere a la variante de Mateo “que estás en los cielos” puede ser una simple denominación sin ánimo de espiritualizar la teología subyacente: las expresiones “de los cielos”, “celestial”, etc., sirven para evitar nombrar a la divinidad, de manera que el contexto sería plenamente judío en el significado más terrenal y material del término. Es decir, que su versión de la oración incluya la expresión “Padre nuestro que estás en los cielos” mostraría la intención de no mencionar el nombre de Yahvé tal como parece haber pretendido Jesús de Nazaret.
Por otra parte, la idea de no mencionar a Yahvé se potencia y perfecciona con la siguiente frase, “que sea santificado tu nombre”. A este respecto interesa recordar que el concepto “nombre” conlleva varias ideas: nombre propio o común, porque la esencia de las personas está en su nombre, que incluso sirve para obtener el poder necesario mediante invocación (“el nombre de su familia lo avala”); los nombres están asociados al concepto de compromiso (“tu palabra me basta”, “te tomo la palabra”); las propias palabras tienen poder (“mencionó al director y todos los alumnos se callaron”); una palabra puede ordenar, condenar, salvar (“mi palabra es la ley”). Así que en este segundo versículo resuena buena parte de la teología sobre Yahvé. Si a esto añadimos la relación que se apuntaba en Jeremías entre invocar a Yahvé como padre y la esperanza en que el reino se instaure, los siguientes versículos del Padre Nuestro ganan mucha claridad.
En efecto. Por lo que se refiere a la idea de reino, es interesante recordar una faceta común al Mediterráneo oriental de la época: el monarca recién llegado solía promulgar algunas medidas de beneficencia que parecen reunirse en el Padre Nuestro.
En primer lugar, hay algunos testimonios procedentes de Egipto que confirman que sus reyes griegos, los Tolomeos, comenzaban sus reinados perdonando las deudas y auspiciando la condonación de las mismas entre particulares. Esta noticia puede combinarse con una idea plenamente judía, la remisión de deudas cada siete años según dicta Dt 15, 1-6. La idea está fuertemente ligada en la mitología hebrea a la llegada a la tierra prometida, tal como se puede apreciar en Lv 25, 1-7: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé os concede…”, lo cual permite asociar la inauguración del nuevo reino divino en la tierra de Israel con la mitología del país. Vista así, la oración del Padre Nuestro es una petición para que el reino de Yahvé se establezca sobre la tierra del Israel mítico, la Palestina en realidad tristemente ocupada o tutelada por Roma.
Además de esto, en el mundo tolemaico el nuevo rey también se preocupaba de los aspectos alimenticios de su pueblo y, de hecho, se esperaba que repartiera pan a sus súbditos. A decir verdad, la provisión de la vida más holgada posible es una de las cualidades, como se ha visto en postales anteriores, los nuevos reinos / reinados. No cabe duda de que la frase “Nuestro pan necesario, dánoslo hoy” se refiere a eso. De hecho, resulta curioso que en el denominado milagro de los “panes y los peces” precisamente el pan abunde hasta sobrar; por otro lado, no hay que olvidar que, durante la época más irredenta de la Palestina romana, el periodo entre la primera y la segunda revuelta contra Roma, las lámparas de aceite fabricadas en el periodo muestran una gran preferencia por el motivo de las espigas de grano, trigo en general.
Asimismo, y dado que estos extremos alimentan una idea únicamente material del ansiado futuro reino de Yahvé como monarca, hay que constatar una interesante reacción del cristianismo de los siglos II y III a propósito del motivo del pan en el Padre Nuestro. Ese carácter claramente material que parece desprenderse de lo dicho hasta ahora llevó a un cristiano tan aquilatado como Clemente de Alejandría a encontrar ciertos problemas con dicho realismo, de modo que reinterpretó la frase espiritualizando el pan: en su obra Pedagogo escribe (Paed. 1, 6): “La Palabra declara que ella es el pan del cielo”. Por su parte, Orígenes encontró molesta la referencia al pan y también la transformó en algo menos material (Sobre la oración 27, 1): “Puesto que de esta petición algunos entienden que se nos ordena rezar por el pan material, será oportuno refutar aquí su error y establecer la verdad sobre el pan suprasubstancial”.
Así pues, la condonación de deudas expresada en el Padre Nuestro (cuyo vocabulario en griego y arameo es idéntico al hallado hasta la fecha en la documentación tolemaica), el deseo de pan, el ambiente de inauguración del reino y su ligazón con la idea de pueblo de Yahvé entrando a su tierra prometida, permiten emparentar esta oración con otros fragmentos muy interesantes de la literatura hebrea. Concretamente, un salmo, la literatura habitual en las sinagogas, da luz a la cuestión. Se trata del Salmo 145, dedicado a Yahvé como rey misericordioso en el reino futuro: comienza con la glorificación de su nombre (vv. 1-2); continúa con la magnificencia de sus obras, poder y beneficencia (vv. 3-7); comenta después sus justicia y misericordia (vv. 8-10); sigue la invitación a que todas las criaturas conozcan estos parabienes (vv. 11-13); además, reparte abundancia (vv. 14-16) y se comporta con esos modos del padre que perdona, acoge en caso de tribulación y escucha las peticiones de quienes lo aman verdaderamente (vv. 17-21).
Este anuncio del reino por llegar tiene un último punto de interés: el momento en que se perdonan las deudas entre los mortales. La versión de Mateo incluye el verbo perdonar en pasado; la de Lucas en presente. El problema que tenemos en español es que ambas formas del verbo “perdonar” son idénticas, y eso impide observar una sutil diferencia entre ambas: yo perdoné, nosotros perdonamos sería el pret. perf. simp. en Mateo frente al yo perdono, nosotros perdonamos del presente en Lucas. La versión griega reconstruida de Q coincide con el pasado del primero. Esto querría decir que el autor de Mateo testimonia otro dato más para no deslocalizar el Padre Nuestro: se trataría de una frase perfectamente adecuada al Bautista (al que se puede considerar cuando menos inspirador), pues él insistió en que su bautismo era una confirmación de que el comportamiento del fiel de Yahvé ya llevaba tiempo vuelto hacia los preceptos de su dios. Así, el Padre Nuestro afirmaría que uno puede solicitar la pronta llegada del reino porque ya ha cambiado, ya ha hecho su parte. Lucas, en cambio, al incluir el verbo en presente en lugar del correspondiente pasado trasladó la oración a un tiempo eterno, a cualquier tiempo en realidad, a cualquier lugar en realidad, y modificó sustancialmente el mensaje total de la oración, lo universalizó al escribir un presente que nunca se acaba.
En resumen, estos son los diferentes apartados a considerar para entender bien el Padre Nuestro:
el origen del Padre Nuestro posiblemente en el Bautista; la teología de Yahvé y su nombre; la ideología de su reino; el anhelo por su llegada una vez confirmada la vuelta a los caminos del Señor; los signos de su instauración; su concepción como repetición de la antigua llegada a la tierra prometida, tierra de leche y miel, lugar de misericordia regido por un padre benevolente para con sus fieles
Todos estos aspectos convierten esta oración en un tema exclusivamente judío, un brevísimo concentrado de pasajes tan interesantes como, por ejemplo, Ez 36, 16-38. Como en tantas ocasiones, esta oración fue después matizada y reconvertida en algo tan universal como paulatinamente llegaba a ser la Iglesia.