Virgen de la Esperanza, Tui. Fotografía del autor.
La maternidad y la agricultura aparecen en muchas religiones del Mediterráneo en fases antiguas de la historia. Llaman la atención dos mitos por su evidente relación entre el grano y la descendencia, aunque estos dos mitos no son simétricos.
Por un lado, Isis y Osiris conforman un matrimonio que divide perfectamente la división sexual de la procreación: el hombre es asociado a la semilla que germinará en una planta que surja de la tierra, tierra que, sin embargo, nada puede sin el elemento femenino, no por fecundador sino por gestante. La relación de Osiris con el cereal, y por lo tanto con la vida, aparece en algunas representaciones muy chocantes: en Karnak se puede ver un relieve que muestra el cereal naciendo de un difunto, Osiris. Vida de la muerte. Son, además, muy famosos, los rituales de Abidos en honor de Osiris, celebrados en el mes egipcio de Khoiak, cuarto del año y que más o menos corresponde con nuestro diciembre (véase un ejemplo aquí).
Sin ir más lejos, son conocidos los famosos “ladrillos de Osiris”, bloques de adobe que incorporaban en un vaciado la forma del dios de los difuntos para rellenar el hueco con arcilla y semillas, de manera que la minúscula tumba-ataúd de Osiris era un contenedor de cereal en potencia.
La mitología cananea puede tener también una interesante relación entre muertos y cereal. Se trata del dios Dagan, que aparece como el Dagón filisteo en la Biblia. Su difícil etimología, aún sin resolver, ofrece una atractiva posibilidad: de origen mesopotámico, concretamente del noroeste de esta zona, Dagan sería un dios relacionado con lo fúnebre o incluso los difuntos (una inscripción de Shamishi Adad I, rey asirio del siglo XIX a. C., conecta el “Templo del ritual funerario” de Terqa con el templo de Dagan de esa localidad). Actualmente se piensa que dagan es una palabra en hebreo y fenicio para grano tomada del nombre del dios, y no viceversa, como se creía hasta hace unos años. De ahí que se puede al menos estudiar la posible relación entre esta divinidad, lo funerario y la agricultura del cereal.
Por otro lado, la relación entre profundidades de la tierra y muertos en muy clara en la mitología griega: Hades es tanto el lugar que acoge las almas de los difuntos como el dios que reina en el inframundo. Además, Hades es conocido como Pluto, la riqueza. Su matrimonio con Perséfone, hija de Deméter, establece un paralelo también evidente con el cereal, como hemos comprobado en otras entradas a este bolg. En este caso, la relación es muy estrecha porque tenemos un claro indicio de cuándo tenía lugar la aparición de Perséfone sobre la superficie terrestre para estar con su madre: de finales de noviembre a junio, las épocas en que el cereal aparece en superficie.
Parece por tanto que hay razones para pensar que la agricultura del cereal constituye una fuerza religiosa en sí misma, una fuerza -envuelta en la idea de reproducción sexual que era inherente al mundo antiguo, que, por otro lado, no veía un drama en el sexo. Además, las estaciones resultan ser la llave para entender buena parte de estas ideas, así como la maternidad derivada del acto sexual exitoso. El matrimonio sagrado, la unión ritual de valor mágico y potenciador de la producción agrícola que dará continuidad a la comunidad humana y el índice de nacimientos de cada anualidad, también potenciados por ese ritual sagrado, son otras características a tener en cuenta.
Y como si hubiera una conexión entre estos usos agrícolas y su profundísima interpretación religiosa por parte de la humanidad, se puede plantear un análisis similar de una advocación de la Virgen María de gran importancia en tiempos no tan antiguos. No se trata de que haya una relación directa entre estos mitos y los cristianos, sino que puede estudiarse la presencia de unos valores comunes en diferentes mitologías y religiones.
En concreto, la Virgen de la Esperanza, cuya celebración es el 18 de diciembre, es una fiesta que apunta un marcado carácter agrícola. Esta advocación de María celebra el estado de buena esperanza de la madre del Jesucristo cristiano, una mujer, por tanto, embarazada. Varias consideraciones pueden hacerse al respecto:
La cercanía de la Navidad, que celebra el nacimiento del niño dios, parecería ser la única razón para celebrar este estado, pues las imágenes de esta Virgen que pueden verse en España muestran un vientre ya muy notorio. Sin embargo, la única manera de hacer notar ese vientre ya gestante en una imagen de bulto redondo es precisamente un bulto redondo notorio, por lo cual puede entenderse que la representación simplemente asegura el estado, no el momento de la gestación. Además, esta divinidad es patrona de los agricultores, y de hecho ha sido celebrada hasta hace poco tiempo en este sentido. Si los agricultores se han fijado en ella durante siglos (la advocación fue instituida en el décimo concilio de Toledo, año 656) se puede presuponer alguna relación con la agricultura en general o sus trabajos, y, en efecto, así es, pues esta festividad podría celebrar que el cereal ya ha aparecido en la superficie de los campos labrados en octubre y se ha beneficiado de la siembra y las lluvias de noviembre. Se puede plantear, pues, estudiar esta festividad como una celebración del éxito inicial de la labranza y de la esperanza que se tiene en un éxito final del proceso.
Ese proceso, en el caso de la Virgen, sería no sólo lo cerealístico en sentido general, sino la idea religiosa de vida tras la muerte, pues la criatura gestada en ese vientre, como un trasunto de la renovación natural, ces celebrada como nacida en dos ocasiones: una cuando el sol comienza a tener más fuerza en diciembre y en primavera, cuando se festeja la renovación total de la naturaleza y la Virgen se convierte, también metafóricamente, en receptora y propiciadora de todas las flores que durante el verano traerán los frutos deseados por los agricultores. Dos fechas de gran importancia astronómica, pues son las dos ocasiones (solsticio de invierno y equinoccio de primavera) en que el sol muestra más poder que la noche, uno por comenzar a renacer de su muerte y otro porque ya hay más horas de luz que de oscuridad.
Por otra parte, la liturgia de la Virgen de la Esperanza acumula diversas notas climáticas, como puede comprobarse en esta plegaria (tomada de este enlace:
https://nazaret.tv/video/30/18-diciembre--ntra--sra--de-la-esperanza-de-nazarettv)
(esta fiesta) es como un clarinazo que anuncia a la pobre humanidad caída la llegada de su redentor, la hora venturosa en que van a abrirse las puertas de su reino, y el cielo y la tierra se abrazarán; el día de la misericordia en que el gozo reemplazará a la tristeza, los cánticos a los gemidos. Porque se desplegará ya la nube luminosa de donde hará llover el rocío que apagará el fuego de nuestras perpetuas angustias, de nuestros pecados, el agua saludable que volverá los muertos a la vida.
A la vista de esta plegaria, tampoco es de desdeñar una posible relación entre el cereal que ya en primavera ha producido las flores que serán espigas de grano y el Jesucristo venerado como muerto y resucitado: el grano dedicado a la alimentación es molido de tal manera que queda inutilizado para la siembra, pese a lo cual da vida en forma de alimento; Jesucristo muerto y, por tanto, nunca más sobre la tierra, vuelve a la vida precisamente en esta fecha de primavera, cerrando así un ciclo de múltiples conexiones simbólicas.
Saludos cordiales.
La maternidad y la agricultura aparecen en muchas religiones del Mediterráneo en fases antiguas de la historia. Llaman la atención dos mitos por su evidente relación entre el grano y la descendencia, aunque estos dos mitos no son simétricos.
Por un lado, Isis y Osiris conforman un matrimonio que divide perfectamente la división sexual de la procreación: el hombre es asociado a la semilla que germinará en una planta que surja de la tierra, tierra que, sin embargo, nada puede sin el elemento femenino, no por fecundador sino por gestante. La relación de Osiris con el cereal, y por lo tanto con la vida, aparece en algunas representaciones muy chocantes: en Karnak se puede ver un relieve que muestra el cereal naciendo de un difunto, Osiris. Vida de la muerte. Son, además, muy famosos, los rituales de Abidos en honor de Osiris, celebrados en el mes egipcio de Khoiak, cuarto del año y que más o menos corresponde con nuestro diciembre (véase un ejemplo aquí).
Sin ir más lejos, son conocidos los famosos “ladrillos de Osiris”, bloques de adobe que incorporaban en un vaciado la forma del dios de los difuntos para rellenar el hueco con arcilla y semillas, de manera que la minúscula tumba-ataúd de Osiris era un contenedor de cereal en potencia.
La mitología cananea puede tener también una interesante relación entre muertos y cereal. Se trata del dios Dagan, que aparece como el Dagón filisteo en la Biblia. Su difícil etimología, aún sin resolver, ofrece una atractiva posibilidad: de origen mesopotámico, concretamente del noroeste de esta zona, Dagan sería un dios relacionado con lo fúnebre o incluso los difuntos (una inscripción de Shamishi Adad I, rey asirio del siglo XIX a. C., conecta el “Templo del ritual funerario” de Terqa con el templo de Dagan de esa localidad). Actualmente se piensa que dagan es una palabra en hebreo y fenicio para grano tomada del nombre del dios, y no viceversa, como se creía hasta hace unos años. De ahí que se puede al menos estudiar la posible relación entre esta divinidad, lo funerario y la agricultura del cereal.
Por otro lado, la relación entre profundidades de la tierra y muertos en muy clara en la mitología griega: Hades es tanto el lugar que acoge las almas de los difuntos como el dios que reina en el inframundo. Además, Hades es conocido como Pluto, la riqueza. Su matrimonio con Perséfone, hija de Deméter, establece un paralelo también evidente con el cereal, como hemos comprobado en otras entradas a este bolg. En este caso, la relación es muy estrecha porque tenemos un claro indicio de cuándo tenía lugar la aparición de Perséfone sobre la superficie terrestre para estar con su madre: de finales de noviembre a junio, las épocas en que el cereal aparece en superficie.
Parece por tanto que hay razones para pensar que la agricultura del cereal constituye una fuerza religiosa en sí misma, una fuerza -envuelta en la idea de reproducción sexual que era inherente al mundo antiguo, que, por otro lado, no veía un drama en el sexo. Además, las estaciones resultan ser la llave para entender buena parte de estas ideas, así como la maternidad derivada del acto sexual exitoso. El matrimonio sagrado, la unión ritual de valor mágico y potenciador de la producción agrícola que dará continuidad a la comunidad humana y el índice de nacimientos de cada anualidad, también potenciados por ese ritual sagrado, son otras características a tener en cuenta.
Y como si hubiera una conexión entre estos usos agrícolas y su profundísima interpretación religiosa por parte de la humanidad, se puede plantear un análisis similar de una advocación de la Virgen María de gran importancia en tiempos no tan antiguos. No se trata de que haya una relación directa entre estos mitos y los cristianos, sino que puede estudiarse la presencia de unos valores comunes en diferentes mitologías y religiones.
En concreto, la Virgen de la Esperanza, cuya celebración es el 18 de diciembre, es una fiesta que apunta un marcado carácter agrícola. Esta advocación de María celebra el estado de buena esperanza de la madre del Jesucristo cristiano, una mujer, por tanto, embarazada. Varias consideraciones pueden hacerse al respecto:
La cercanía de la Navidad, que celebra el nacimiento del niño dios, parecería ser la única razón para celebrar este estado, pues las imágenes de esta Virgen que pueden verse en España muestran un vientre ya muy notorio. Sin embargo, la única manera de hacer notar ese vientre ya gestante en una imagen de bulto redondo es precisamente un bulto redondo notorio, por lo cual puede entenderse que la representación simplemente asegura el estado, no el momento de la gestación. Además, esta divinidad es patrona de los agricultores, y de hecho ha sido celebrada hasta hace poco tiempo en este sentido. Si los agricultores se han fijado en ella durante siglos (la advocación fue instituida en el décimo concilio de Toledo, año 656) se puede presuponer alguna relación con la agricultura en general o sus trabajos, y, en efecto, así es, pues esta festividad podría celebrar que el cereal ya ha aparecido en la superficie de los campos labrados en octubre y se ha beneficiado de la siembra y las lluvias de noviembre. Se puede plantear, pues, estudiar esta festividad como una celebración del éxito inicial de la labranza y de la esperanza que se tiene en un éxito final del proceso.
Ese proceso, en el caso de la Virgen, sería no sólo lo cerealístico en sentido general, sino la idea religiosa de vida tras la muerte, pues la criatura gestada en ese vientre, como un trasunto de la renovación natural, ces celebrada como nacida en dos ocasiones: una cuando el sol comienza a tener más fuerza en diciembre y en primavera, cuando se festeja la renovación total de la naturaleza y la Virgen se convierte, también metafóricamente, en receptora y propiciadora de todas las flores que durante el verano traerán los frutos deseados por los agricultores. Dos fechas de gran importancia astronómica, pues son las dos ocasiones (solsticio de invierno y equinoccio de primavera) en que el sol muestra más poder que la noche, uno por comenzar a renacer de su muerte y otro porque ya hay más horas de luz que de oscuridad.
Por otra parte, la liturgia de la Virgen de la Esperanza acumula diversas notas climáticas, como puede comprobarse en esta plegaria (tomada de este enlace:
https://nazaret.tv/video/30/18-diciembre--ntra--sra--de-la-esperanza-de-nazarettv)
(esta fiesta) es como un clarinazo que anuncia a la pobre humanidad caída la llegada de su redentor, la hora venturosa en que van a abrirse las puertas de su reino, y el cielo y la tierra se abrazarán; el día de la misericordia en que el gozo reemplazará a la tristeza, los cánticos a los gemidos. Porque se desplegará ya la nube luminosa de donde hará llover el rocío que apagará el fuego de nuestras perpetuas angustias, de nuestros pecados, el agua saludable que volverá los muertos a la vida.
A la vista de esta plegaria, tampoco es de desdeñar una posible relación entre el cereal que ya en primavera ha producido las flores que serán espigas de grano y el Jesucristo venerado como muerto y resucitado: el grano dedicado a la alimentación es molido de tal manera que queda inutilizado para la siembra, pese a lo cual da vida en forma de alimento; Jesucristo muerto y, por tanto, nunca más sobre la tierra, vuelve a la vida precisamente en esta fecha de primavera, cerrando así un ciclo de múltiples conexiones simbólicas.
Saludos cordiales.