Hoy escribe Eugenio Gómez Segura
El santuario de Zeus en Nemea se halla en un enclave geográfico que perfectamente podría ser denominado como estratégico: una pequeña llanura situada sobre las estribaciones orientales del macizo montañoso de Arcadia, que separan las regiones de Corintia al norte y la Argólide al sur. Por el oeste esta pequeña cadena montañosa arranca de las cercanías de la laguna Estinfalia, prolongándose hacia el este hasta llegar prácticamente al antiguo puerto de Epidauro, en el golfo Sarónico. Su principal accidente orográfico es el monte Arácneo, con 1199 m. de altura, a cuya falda oriental se encuentra la planicie donde está situado el santuario de Asclepio de Epidauro.
El santuario se encuentra en la vertiente norte de la sierra, en la cabecera del valle del río Nemea, que discurre a lo largo de 19 Km hacia el Golfo de Corinto. Situada a unos 15 Km de Micenas y unos 30 de Argos, Nemea vigila el mejor camino entre las regiones de Corintia y la Argólide, además de encontrarse en el límite de ambas provincias. De hecho, la privilegiada posición de este enclave y el gran valor como punto fronterizo que atesoró Nemea durante la época de formación de las dos ciudades-estado rivales determinó en gran medida su futuro. Como en otros muchos casos, el dominio sobre el santuario simbolizaba la autoridad fronteriza, que en este caso acabó en manos de Argos. Si en el 580 Corinto logró incluir los juegos del santuario de Istmia en el circuito panhelénico, Argos, que para esas fechas ya era dueña de Nemea, añadió como respuesta en el 573 sus juegos nemeos, dando así a entender que no era menos que su gran rival del norte.
Aunque no existen datos precisos, parece probable que en Nemea ocurriera lo mismo que en otros centros religiosos, es decir, que las futuras poleis y asociaciones étnicas (al estilo de los focios o locrios), cuando intentaban afianzarse e incluso adquirir nuevos territorios, consideraran los santuarios limítrofes como señas de identidad territoriales. Nemea, pues, en principio unido a la cercana población de Cleonas y localizado en el límite entre dos ciudades-estado, debió ganar importancia como centro fronterizo. De hecho, Cleonas fue una ciudad que acabó muy pronto bajo la influencia de Argos, y con ella, por supuesto, el santuario.
El segundo ejemplo que voy a tratar es toda una región, el Ática, con mucho la comarca mejor estudiada de Grecia. Un repaso a sus fronteras, sean éstas marítimas o terrestres, muestra la estratégica situación de los cultos que estructuraban buena parte de la vida religiosa de la ciudad.
Señalaré en primer lugar que tres santuarios de los indicados en el mapa fueron trascendentales para establecer una polis independiente y poderosa: se trata del santuario de Afaya en Egina, clave para observar el tráfico marítimo en la parte del Golfo Sarónico que da a Atenas; el santuario de Anfiarao, el Anfiareo de Oropos, duramente disputado en varias ocasiones entre Beocia, Eubea y Atenas; Eleusis, que, pese a su fama, no siempre fue ático.
La de Egina fue una polis independiente hasta que Atenas conquistó la isla el año 460, después varios periodos de guerra que se remontan hasta mediados del siglo VII. La conquista suponía una gran seguridad para Atenas, que, desde el santuario de Afaya, podía observar sin problema el tráfico marítimo de su costa oeste.
El santuario oracular y médico de Anfiareo estaba dedicado al mortal Anfiarao, de interesante mitología. Localizado en la costa este de Beocia, desde él se vigilaba confiadamente el tráfico marino por barco entre Beocia y la isla de Eubea y su principal ciudad, Eretria. No era menos importante que el brazo de agua entre ambas regiones desembocara en la costa este del Ática a la altura de Tórico. Esto convenció a los atenienses de que poseer el santuario era muy importante para certificar sus dominios. Finalmente, en el año 506 éste cayó en manos áticas.
Tan interesante, aunque de más relumbrón pese a lo poco famoso del hecho, es la fuerte disputa que hubo entre Atenas y Mégara por el santuario de Eleusis, que controla el paso entre la costa griega y la isla de Salamina, también de dominio ateniense. Eleusis fue motivo de varias guerras entre las dos ciudades, si bien parece que en un principio fue dominio megarense. Lo extraordinario del lugar es que fue sede de los cultos de Deméter y Kore, que enseñaban a comprender la muerte y prepararse para ella. Su localización al oeste y su significado psicológico acercan a Eleusis con la Compostela de la Edad Media.
Además de estos santuarios, tres localidades áticas destacadan por su significado religioso y porque vigilaban las costas del Ática: Muniquia, junto al Pireo y con un templo dedicado a Ártemis Muniquia, señora de los límites y asociada a las costas por ese motivo. Igualmente, al este del Ática se encontraba Brauron, también dedicado a Ártemis y que ya comenté en un post anterior. Por último, cabo Sunion albergaba un templo de Posidón y otro de Atenea. Su valor estratégico queda reflejado en la dársena que, a los pies del acantilado y el templo principal acogía dos trirremes de mástil desmontable preparadas para interceptar con rapidez cualquier amenaza de poca importancia. Es de destacar que el mito recuerda cómo Egeo oteaba desde Sunion la llegada de los barcos del sur a la espera de su hijo Teseo, que debía volver de Creta tras derrotar al Minotauro.
Saludos cordiales de Eugenio Gómez Segura
El santuario de Zeus en Nemea se halla en un enclave geográfico que perfectamente podría ser denominado como estratégico: una pequeña llanura situada sobre las estribaciones orientales del macizo montañoso de Arcadia, que separan las regiones de Corintia al norte y la Argólide al sur. Por el oeste esta pequeña cadena montañosa arranca de las cercanías de la laguna Estinfalia, prolongándose hacia el este hasta llegar prácticamente al antiguo puerto de Epidauro, en el golfo Sarónico. Su principal accidente orográfico es el monte Arácneo, con 1199 m. de altura, a cuya falda oriental se encuentra la planicie donde está situado el santuario de Asclepio de Epidauro.
El santuario se encuentra en la vertiente norte de la sierra, en la cabecera del valle del río Nemea, que discurre a lo largo de 19 Km hacia el Golfo de Corinto. Situada a unos 15 Km de Micenas y unos 30 de Argos, Nemea vigila el mejor camino entre las regiones de Corintia y la Argólide, además de encontrarse en el límite de ambas provincias. De hecho, la privilegiada posición de este enclave y el gran valor como punto fronterizo que atesoró Nemea durante la época de formación de las dos ciudades-estado rivales determinó en gran medida su futuro. Como en otros muchos casos, el dominio sobre el santuario simbolizaba la autoridad fronteriza, que en este caso acabó en manos de Argos. Si en el 580 Corinto logró incluir los juegos del santuario de Istmia en el circuito panhelénico, Argos, que para esas fechas ya era dueña de Nemea, añadió como respuesta en el 573 sus juegos nemeos, dando así a entender que no era menos que su gran rival del norte.
Aunque no existen datos precisos, parece probable que en Nemea ocurriera lo mismo que en otros centros religiosos, es decir, que las futuras poleis y asociaciones étnicas (al estilo de los focios o locrios), cuando intentaban afianzarse e incluso adquirir nuevos territorios, consideraran los santuarios limítrofes como señas de identidad territoriales. Nemea, pues, en principio unido a la cercana población de Cleonas y localizado en el límite entre dos ciudades-estado, debió ganar importancia como centro fronterizo. De hecho, Cleonas fue una ciudad que acabó muy pronto bajo la influencia de Argos, y con ella, por supuesto, el santuario.
El segundo ejemplo que voy a tratar es toda una región, el Ática, con mucho la comarca mejor estudiada de Grecia. Un repaso a sus fronteras, sean éstas marítimas o terrestres, muestra la estratégica situación de los cultos que estructuraban buena parte de la vida religiosa de la ciudad.
Señalaré en primer lugar que tres santuarios de los indicados en el mapa fueron trascendentales para establecer una polis independiente y poderosa: se trata del santuario de Afaya en Egina, clave para observar el tráfico marítimo en la parte del Golfo Sarónico que da a Atenas; el santuario de Anfiarao, el Anfiareo de Oropos, duramente disputado en varias ocasiones entre Beocia, Eubea y Atenas; Eleusis, que, pese a su fama, no siempre fue ático.
La de Egina fue una polis independiente hasta que Atenas conquistó la isla el año 460, después varios periodos de guerra que se remontan hasta mediados del siglo VII. La conquista suponía una gran seguridad para Atenas, que, desde el santuario de Afaya, podía observar sin problema el tráfico marítimo de su costa oeste.
El santuario oracular y médico de Anfiareo estaba dedicado al mortal Anfiarao, de interesante mitología. Localizado en la costa este de Beocia, desde él se vigilaba confiadamente el tráfico marino por barco entre Beocia y la isla de Eubea y su principal ciudad, Eretria. No era menos importante que el brazo de agua entre ambas regiones desembocara en la costa este del Ática a la altura de Tórico. Esto convenció a los atenienses de que poseer el santuario era muy importante para certificar sus dominios. Finalmente, en el año 506 éste cayó en manos áticas.
Tan interesante, aunque de más relumbrón pese a lo poco famoso del hecho, es la fuerte disputa que hubo entre Atenas y Mégara por el santuario de Eleusis, que controla el paso entre la costa griega y la isla de Salamina, también de dominio ateniense. Eleusis fue motivo de varias guerras entre las dos ciudades, si bien parece que en un principio fue dominio megarense. Lo extraordinario del lugar es que fue sede de los cultos de Deméter y Kore, que enseñaban a comprender la muerte y prepararse para ella. Su localización al oeste y su significado psicológico acercan a Eleusis con la Compostela de la Edad Media.
Además de estos santuarios, tres localidades áticas destacadan por su significado religioso y porque vigilaban las costas del Ática: Muniquia, junto al Pireo y con un templo dedicado a Ártemis Muniquia, señora de los límites y asociada a las costas por ese motivo. Igualmente, al este del Ática se encontraba Brauron, también dedicado a Ártemis y que ya comenté en un post anterior. Por último, cabo Sunion albergaba un templo de Posidón y otro de Atenea. Su valor estratégico queda reflejado en la dársena que, a los pies del acantilado y el templo principal acogía dos trirremes de mástil desmontable preparadas para interceptar con rapidez cualquier amenaza de poca importancia. Es de destacar que el mito recuerda cómo Egeo oteaba desde Sunion la llegada de los barcos del sur a la espera de su hijo Teseo, que debía volver de Creta tras derrotar al Minotauro.
Saludos cordiales de Eugenio Gómez Segura