Bitácora

VIRUS DE LA HISTORIA VECINAL

José Rodríguez Elizondo

Publicado en La Segunda, 18.5.2012

 

Gracias a nuestro subdesarrollo exitoso, seguimos preguntando a nuestros turistas qué opinan de Chile en el extranjero. Cómo nos ven los uzbecos y los laosianos, por ejemplo. Es una  chilenocentria emparentada con la manía de clasificar a los vecinos según sean pro o antichilenos.

Hace algunos años,  Carlos Martínez Sotomayor (Q.E.P.D.), entonces en su residencia diplomática limeña, me dijo que en Santiago siempre le preguntaban por los peruanos con base en esa dicotomía. Comentó, con aire resignado: “es una obsesión… la única obligación de ellos es ser properuanos”.

Sencillo y obvio. La obligación básica de nuestros vecinos es promover su interés nacional. Si lo hacen bien, lo positivo viene por añadidura, pues tendrán que valorar su democracia, el manejo correcto de su economía y el estatus de paz. Dando un paso más, entenderán que ésas son las bases para asociarnos rumbo a un desarrollo superior: el de la (por el momento utópica) integración. Ahora, si lo hacen mal, pondrán el énfasis en “el chileno feo” y en conflictos  que debieran ser historicos, y quedamos como estábamos… o peor.

Entender eso parece fácil. Lo difícil es asumir que el simplismo patriótico es síntoma de déficit cultural, pues suena como esos virus que invocan los médicos cuando no saben qué diablos tiene el paciente. Por eso, diagnosticar la necesidad de políticas culturales públicas para una revisión autocrítica, es como pedir a un colocolino que disfrute con los triunfos de la U en la copa Libertadores.

Todo este rodeo nace de un chiste viejo, que circula reciclado por las redes sociales, así es que más vale contarlo sin gracia.  Trata de un turista latinoamericano en Amsterdam, que se dirige a un prostíbulo. La madame le da la bienvenida, lo invita a tomar asiento y le envía una jovencita. Tras conversar, olfatearse y beber, el turista susurra algo al oído de la chica. Esta se levanta y sale corriendo espantada. Al ver esto, la madame envía una chica más experimentada, pero la escena se repite: el turista le susurra algo al oído, la chica experimentada grita ¡No! ...y se va corriendo. En este punto el chistoso puede aburrir, repitiendo la escena con una tercera y más chicas; para evitarlo, acortemos camino y digamos que la desconcertada madame nunca había visto algo así, en sus largos años prostibularios. Y, como cree que se las sabe todas, decide ofrecerse ella misma. Se acerca al turista y le dice que está disponible para la fantasía que él pida. Entonces él le susurra al oído: ¿Aceptás pesos argentinos?

Ese es el chiste. Fome, como todo refrito de chistes vecinalmente adversativos. Lo importante es que hoy se decodifica desde nuestra autosatisfacción económica. Contado desde aquí, implica que, a diferencia de nosotros, que nos manejamos estupendo, los argentinos ya se fueron al chancho con sus estatizaciones demagógicas. Es más una burla desde la soberbia, que una caricatura divertida.

Por cierto, las pesadeces son de ida y vuelta. La argentina vigente es, incluso, más grave, pues induce al odio. Me refiero a ese epíteto de “traidores” que gritan sus hinchas futbolísticos, cuando el adversario de turno es un equipo chileno. Alude, por cierto, a nuestra actitud durante la guerra de las Malvinas e implica una ignorancia popular          -tolerada o inducida- sobre una realidad que fue compleja y ominosa: si Argentina ganaba esa guerra, los siguientes atacados éramos los chilenos. Sólo siendo masoquistas podríamos haber hinchado por su victoria. Al respecto, hay memoria vigente y  documentación abundante, al alcance de cualquier argentino que quiera conocerlas. 

¿Molestan esos ejemplos?... Posiblemente, pero ilustran. Equivalen a erupciones de antipatía vecinal que los poderes políticos no se atreven a revisar y que, eventualmente, bloquean las políticas oficiales sensatas. 

Son los virus de la Historia, que mutaron en cultura popular.

José Rodríguez Elizondo
| Domingo, 20 de Mayo 2012
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