Para todo problema humano hay siempre una
solución fácil, clara, plausible y equivocada.
Henry Louis Mencken
PREMISA.- Para solucionar de una vez el histórico problema entre Bolivia y Chile, debemos asumir que el Perú también es parte y que nunca un problema histórico se arregla de una sola vez.
POSICION DEL PERU.- Los peruanos expresan su posición real con las siguientes cuatro constantes:
- Fuimos a la guerra para ayudar a Bolivia, país que abandonó las acciones, dejándonos solos frente a Chile.
- No es aceptable que Bolivia pretenda recuperar litoral con territorios que fueron nuestros.
- No estamos dispuestos a refrendar ningún acuerdo entre Bolivia y Chile que se relacione con esos territorios.
- Bolivia no debe culparnos a nosotros por una eventual falta de acuerdo con Chile.
Cuatro citas escogidas sobre la historicidad de esas constantes:
- “El Perú jamás consentirá en hacer dejación de sus derechos sobre esos territorios” (canciller Arturo García Salazar, 1919)
- “Pienso que no hay peruano o peruana que opine a favor de darle a Bolivia una salida al mar por Arica” (General Juan Velasco Alvarado, 1974)
- “El Perú está llamado, tarde o temprano, a participar en la solución de ese problema” (General Edgardo Mercado Jarrín, 1993)
- “Suponer que el Perú se había batido cuatro años con tan cruento y doloroso esfuerzo, para que Bolivia obtuviera una recompensa, resulta una inconsecuencia” (historiador y embajador Juan Miguel Bákula, 2002).
Sobre estas bases, el apoyo del Perú a la aspiración de Bolivia no es incondicional: jamás aceptará una solución bilateral que signifique interposición entre su soberanía y la de Chile, ni siquiera bajo formas encubiertas.
POSICION DE BOLIVIA.- A partir del Tratado de Ancón de 1883, la aspiración de Bolivia osciló entre reivindicar todo o parte de su ex litoral y un acuerdo-enroque con Chile para adjudicarse Tacna y Arica. Tras el Tratado de 1929 asumió la variable de una salida soberana por la actual región Arica-Parinacota.
El reivindicacionismo implica desconocer el Tratado de 1904 y/o cortar el territorio de Chile. Entre los últimos reivindicacionistas estuvieron, en 1979, el canciller Raúl Botelho y el Presidente Walter Guevara. Aquel, respetando “el justificado recelo de los peruanos que son nuestros aliados”, prometió que Bolivia nunca más pretendería acceso al mar por territorios que fueron de ese país. Aclarando el punto, Guevara dijo que “la guerra del Pacífico no ha terminado”.
En cuanto a un eventual corredor soberano por Arica-Parinacota, es geopolítica y económicamente más apetecible para los “practicistas” bolivianos, pero sustentarlo supone una amenaza para la paz. Ante el previsible rechazo del Perú, sólo podría materializarse con el patrocinio ejecutivo de Chile. Por cierto, para nuestro país no tendría sentido canjear la enemistad boliviana por la peruana.
Agreguemos que la inviabilidad de esas soluciones explica el irredentismo boliviano y su contrapunto: la reflexión autocrítica de historiadores como Valentín Abecia y diplomáticos como Walter Montenegro, quienes escribieron sendas obras sobre “la falta de sentido de lo posible” y las “oportunidades perdidas”.
SITUACION ACTUAL.- Se sospecha que, a través de sus vicecancilleres, Michelle Bachelet y Evo Morales han venido conversando sobre una salida al mar por territorios ex peruanos. La novedad estaría en que Bolivia acepta, ahora, la posibilidad de una soberanía larvada.
Sin embargo y de manera para nada casual, se interpuso el tema de la redelimitación marítima peruana. Esta fue recién planteada a Chile en 1986, como “propuesta” de Alan García (primer gobierno).
El 2005, unilateralmente, Alejandro Toledo la convirtió en ley.
En medio del embrollo consiguiente, mezclado con un terremoto aterrador, reventó una rara concesión a la transparencia. El 22 de agosto, el Presidente García manifestó, al borde de la Línea de la Concordia, que ésta es “una frontera fundamental para nuestra patria, en el sentido de que debe ser una frontera integradora”. Traducción: no hay voluntad política para crear una buffer zone (territorio “tampón”).
Al día siguiente, nuestro canciller Alejandro Foxley reconoció, relajadamente, un par de obviedades:
- La pretensión marítima del Perú genera un problema ante “cualquier eventual solución” para Bolivia.
- Para salir del lío hace falta una “inmensa voluntad de las partes, Perú Bolivia y Chile”
Esto significa que Foxley ya asumió la realidad, como ese niño para quien el rey no estaba lindamente vestido, sino más bien en pelotas.
BALANCE.- Sigue siendo inviable una salida soberana al mar para Bolivia que corte el territorio de Chile. Tampoco es factible por Arica-Parinacota -ni siquiera bajo “resquicios”-, si se negocia al margen del Perú.
Lo nuevo, precisamente, es que ahora comienza a reconocerse el tema como trilateral y esto nos lleva a un silogismo de estirpe realista:
- La aspiración boliviana, tal como está planteada, conduce a un callejón sin salida.
- Cuando el planteamiento de un problema no tiene solución, hay que cambiar el planteamiento.
- La salida posible, entonces, está en el propio callejón.
COROLARIO.- Cuatro conclusiones en busca de patrocinio:
- Si lo que interesa a Bolivia es el óptimo aprovechamiento del mar y no un mero registro de soberanía en la ONU, hay que perfeccionar los acuerdos vigentes o ir a un consenso trilateral de tipo integracionista.
- Los “ismos” coaligados (nacionalismo, chovinismo, racismo e irredentismo) obligan a enfrentar el conservadurismo de las Cancillerías, la necesidad de “cuñas” de los medios y el histrionismo de los “patriotas”.
- La política exterior secreta es ajena a la democracia, pero funcional a los hombres que muerden perros y a esa ley de Murphy según la cual “si algo malo debe suceder, sucederá”.
- Bachelet, García y Morales, con su poder mediático y sin sesgo, debieran explicarnos el tema a nosotros, los ciudadanos e informarnos sobre lo que piensan rechazar o consensuar.
Si lo último no fuera mucha molestia, por supuesto.
Publicado en la revista Que Pasa el 7 septiembre 2007