Bitácora

Piñera, Insulza y la OEA

José Rodríguez Elizondo


Al apoyar la reelección de José Miguel Insulza para Secretario General de la OEA, Sebastián Piñera renunció a tenerlo en la parrilla del suspenso y pareció conformarse con su ironía inicial. Al fin de cuentas, fue Michelle Bachelet quien se contradijo al presionarlo para que se pronunciara, al toque, tras advertirle que no debía opinar sobre temas de política exterior antes de instalarse en La Moneda,

Disipado el suspenso, surge una pregunta “lógica”:

¿Fue el viejo arte político de tragar sapos o el reconocimiento de que aquí había una irreversible política de Estado?

Meollo multilateral

En cuanto organización regional de la ONU, la OEA, sigue sus principios y reproduce su tipo de liderazgo. En ambas Cartas, el Secretario General, es un “funcionario”, con amplias facultades administrativas y una facultad política acotada: advertir o proponer acciones al Consejo de Seguridad o a los representantes de los Estados Miembros, en caso de amenazas o violaciones a la legalidad que los rige. Por lo mismo, no puede intervenir en la política interna de ningún país ni aceptar instrucciones de ningún gobierno, aunque sea el de su propia nación. Este combo de atribuciones y prohibiciones se plasma en un formal juramento (“Oath”) de servicio.

En la ONU, esto implica un proceso de co-optación, que define el Consejo de Seguridad -derecho de veto en ristre- y que tiene como condicionamiento la carencia de agenda política propia y simultánea de los candidatos. Javier Pérez de Cuéllar, considerado por muchos como el mejor de la breve estirpe, acató rigurosamente esos códigos. Decía tener tantas nacionalidades como países miembros, visitó su país un par de veces durante sus dos períodos y siempre dijo que se le eligió por parecer el más confiable y no por méritos del gobierno del Perú.

En la OEA, debido a la ausencia de veto, hay procesos competitivos abiertos. Pero, la neutralidad política que se pide, la ha convertido en reducto de diplomáticos fogueados y ex gobernantes que no quieren convertirse en domésticos jarrones chinos o que buscan una inmunidad de paso.

Eso, hasta que llegó Insulza.

Oportunidad malograda

La diferencia marcada por el pánzer fue fruto, como decía el filósofo, de sus circunstancias.

Una breve sinopsis indica que, en los primeros años de Lagos, el hombre sondeó, sin éxito, la posibilidad de emigrar hacia la OEA. El Presidente, que no le había dado muestras especiales de cariño, entendió, a tiempo, que Insulza era una pieza esencial de su gobierno. Su criterio cambió hacia 2005, cuando percibió que un jefe chileno de la OEA podría compensar su duro déficit en materia de política regional. En pos de esa imagen, el canciller Ignacio Walker actuó como un “generalísimo en campaña” de Insulza, no hubo retiro tras un encarnizado empate con el candidato mexicano y se buscaron los votos y la amistad de Chávez (que éste leería como“hipoteca”). Así, cuando Insulza quiso, no pudo y cuando pudo ya había pasado la vieja. Es decir, una secuencia imaginaria, con una gestión brillante en la OEA como prólogo de un gran gobierno en La Moneda.

La inteligencia del pánzer puede haberlo entendido, pero no su corazón. Por eso, trató de mantener sus opciones abiertas, ejerciendo como jefe multilateral sin perder presencia política nacional. Fatalmente, esto lo convirtió en manjar de sus críticos, entre los cuales los republicanos entonces gobernantes en los EE.UU; los opositores chilenos, que en marzo comienzan a gobernar, y sus propios partidarios, que lo acusaron de “aversión al riesgo”.

Esa ambigüedad existencial también perjudicó su gestión funcionaria, al mellar sus reflejos. Está claro que el pánzer no estuvo a su propia altura en diversos temas de la OEA y, conspicuamente, en el caso test de Honduras, tributario de la polarización chavista. Tampoco acertó a ejercer su iracundia funcional, cuando Chávez lo insultó groseramente. Perdió, así, la oportunidad de un protagonismo histórico y, quizás, políticamente muy rentable.

Conclusiones

Con lo señalado, ya podemos respondernos la pregunta inicial, diciendo que la postulación primera de Insulza obedeció sólo a una audaz politica de gobierno.

Paradójicamente, es el apoyo de Piñera el que da a su actual postulación el carácter de una genuina política de Estado en contexto multilateral. Por eso, sería políticamente muy correcto que el PE pusiera un honesto denuedo en el empeño.

En cuanto a la neutralidad funcionaria de un Insulza reelegido, no debiera plantearle problemas a nadie.

No le queda otra y todos ganan, comenzando por la OEA.

Publicado en La Tercera el 14.2.10.
José Rodríguez Elizondo
| Lunes, 15 de Febrero 2010
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