Bitácora

Obama descoloca a Chávez

José Rodríguez Elizondo

El formal estreno de Barack Obama en la Cumbre del NPH (Notablato Político del Hemisferio) no fue una declaración de buenas intenciones. sino un principio de ejecución de su política hacia América Latina, ya esbozada en su campaña y libros.

Su receptivo talante, en esa reunión de Trinidad Tobago. demostró que quiere responder a quienes lo siguen desde la esperanza. Si éstos son lo bastante viejitos, habrán evocado las buenas ondas iniciales que trajeron la política del Buen Vecino, de Franklin D. Roosevelt, marcada por la segunda guerra mundial y la Alianza para el Progreso, de John F. Kennedy, marcada por la naciente revolución cubana.

Como esta nueva onda también viene en marco crítico -la implosión del capitalismo real y el juicio moral contra George W. Bush-, Obama debió planificar su encuentro con Hugo Chávez, autoposicionado como enemigo principal de los EE.UU en la región. A ese efecto, llegó informadísimo sobre la Trucología Básica del venezolano. Sabía, por ejemplo, que su histrionismo descansa en la funcionalidad de los medios, que su arrogancia descansa en la actitud timorata de sus impares -siempre dispuestos a celebrar sus desplantes- y que suele retroceder con abrazos cuando se ve enfrentado. Así lo demostró ante el colombiano Alvaro Uribe y el peruano Alan García.

A partir de ese conocimiento, Obama salió a tomar al toro por los cuernos -léase, iniciativa en el saludo-, sin ese miedo de quienes prefieren mirarlo desde la seguridad de un burladero. El resultado fue el descolocamiento de Chávez, quien declaró ipso facto que quería ser amigo del jefe del “imperio” e improvisó un tosco numerito para no ser desplazado del todo por las cámaras. Esto sucedió cuando le propinó (“con afecto”) un best seller de los años 70, del uruguayo Eduardo Galeano, concebido como alegato antimperialista autovictimizante y difundido en plena guerra fría, cuando nadie sospechaba que Fidel Castro sería un líder infinito. Esa tosquedad ingenua –que, por cierto, sus colegas latinamericanos celebraron- demostró lo inactualizado que está Chávez en materia de bibliografía política (*) y lo terrible que le resulta no ser principal protagonista de cualquier cosa.

De vuelta en casa, el coraje caballeresco de Obama fue reprochado por los seguidores de Dick Cheney, el Gran Inquisidor de Bush. Por lo visto, éstos esperaban un inicio a los mamporros, que consumara la polarización norte-sur que Chávez trata de inducir. Ante ese reproche, centrado en el episodio del libro, Obama tuvo una respuesta sutilísima, según la cual supuso que Chávez le había regalado un libro de su autoría y él pensó reciprocarle, regalándole “uno de los míos”-

Puede decirse que, al sortear el riesgo de un enfrentamiento incivilizado con Chávez, la nueva política regional de Obama facilita la posibilidad de un tratamiento gradualista para la reincorporación de Cuba. El escenario que se está diseñando estará marcado por el “progresismo” confeso del líder norteamericano, la posibilidad de una “relación especial” con México y Brasil y la dualidad negativa de poder que existe en La Habana. Lo último supone apostar a la tímida apertura de Raul Castro, soslayando las zancadillas “retro” que sigue haciéndole su hermano.

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(*) Con todo, Chávez demostró que puede ser un tremendo agente literario. Las venas abiertas de América Latina ha vuelto a las librerías y otra generación de lectores podrá asomarse a sus páginas. Personalmente, comenzó a tentarme la idea de enviarle un libro que acabo de publicar.




Publicado en La Republica el 29.04.09.
José Rodríguez Elizondo
| Miércoles, 29 de Abril 2009
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