1.- Lo ocurrido en Perú, ¿es una crisis institucional? Y de ser así, ¿cuán grave?
Pienso que no estamos ante el inicio de la crisis institucional de Martín Vizcarra, sino ante el punto final de la crisis de Alberto Fujimori. Tras su autogolpe de 1992, analistas peruanos prestigiosos dijeron que ejerció un poder más mafioso que político, corruptor de casi todos los estamentos, civiles y militares. Cual guinda de su torta, se fugó el 2000 y desde ese año sólo el Presidente provisional Valentín Paniagua pudo salvar la dignidad del cargo. Quienes lo sucedieron están procesados, prófugos, uno se suicidó y el propio Fujimori está preso. ¿Se puede decir, entonces, que sólo ahora se vino a quebrar la institucionalidad peruana?
2.- A una semana de la disolución del Congreso y el llamado a elecciones, todo parece más bien calmado, y con la población, aparentemente, de acuerdo con la medida. ¿O es sólo un espejismo?
En sus grandes crisis los peruanos lucen operados de los nervios. Ante el golpe militar de 1968 no hubo conmoción civil. Sacaron de palacio al Presidente Fernando Belaunde, lo pusieron en un avión y no se movió una hoja. Tampoco hubo drama para el autogolpe civil-militar de Fujimori. Yo interpreto esa pachorra como resignación ante una historia caudillista y un sistema de partidos políticos personalistas o desprestigiados. Con todo, en la tranquilidad actual percibo un matiz nuevo: una mezcla de satisfacción y de esperanza. En cuanto provinciano sin partido, el Presidente luce confiable para los peruanos de a pie. Muchos de mis amigos limeños dicen, incluso, que demoró demasiado en hacer lo que hizo y que los militares no jugaron un rol decisivo, ni por acción ni por omisión. Se limitaron a obedecerle. Pienso que lo suyo fue un sinceramiento por default.
3.- Pero ha habido protestas y debate… ¿o no?
Naturalmente. Ha habido debates técnicos entre los abogados constitucionalistas, que para eso están. Al margen de la realidad política, ellos seguirán discutiendo si Vizcarra se ajustó o no a la normativa de la Constitución de Fujimori. Y está muy bien que lo hagan. También está la protesta, entredientes, de los congresistas fujimoristas. Además de perder una “chamba” sustanciosa, ahora quedaron a la intemperie. Sin fuero para enfrentar las nuevas denuncias por corrupción que esperan turno.
4.- ¿Podría explicar brevemente cómo funciona este mecanismo constitucional mediante el cual el presidente peruano puede disolver el Congreso en relación a las llamadas "cuestiones de confianza"?
La Constitución de 1993 –de Fujimori- potenció el sistema presidencialista con incrustaciones parlamentaristas, como los votos de censura y de confianza. En su artículo 134 dice que el Presidente de la República tiene la facultad de disolver el Congreso, si este ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros sucesivos. Durante el breve mandato de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se produjo una primera denegación de confianza. Entonces, la pelota de la disolución quedó dando botes frente al Congreso y Vizcarra lo anotó. La oportunidad le llegó cuando, antes de debatir sobre un segundo voto de confianza solicitado, la mayoría fujimorista comenzó a designar a dedo a los miembros del Tribunal Constitucional. Mostraron una prisa sospechosa en reclutar jueces “garantistas”. Fue una triquiñuela tosca. Vizcarra la interpretó como una denegatoria “fáctica” de confianza, pateó al arco y disolvió el Congreso. Este dio un último pataleo designando a la vicepresidenta Mercedes Araoz como “Presidenta encargada”. El gesto quedará como anécdota para la historia y material para los humoristas, pues Araoz renunció al encargo a las pocas horas. Captó que el horno de la opinión pública no estaba para semejante bollo.
5.- ¿Qué está detrás de esta situación? Se dice que lo que choca es la agenda en favor de la probidad del gobierno con la mayoría parlamentaria que tiene el partido fujimorista Fuerza Popular. ¿Es así o habría que hacer precisiones?
Siempre hay que hacer precisiones. Creo que Vizcarra vicepresidente captó que, con las ideologías en bancarrota, el Apra enanizado y sin un líder carismático, la mayoría fujimorista no tenía un chapulín que los salvara. Muchos de sus congresistas estaban bajo denuncia en el caso Lava Jato y eran vistos más como mercaderes de prebendas que como representantes políticos. Por añadidura, habría captado que en Lima no se le tomaba el peso a lo tóxico de la corrupción y que el legado maligno de Fujimori tendía a “normalizarse” por su mayoría parlamentaria. Estas “presuntas presunciones” se habrían consolidado cuando, tras indultar a Fujimori, PPK debió renunciar. Llegado a la Presidencia por esa carambola, Vizcarra debió enfrentar una opción de hierro: administrar un sistema político insanablemente quebrado o tratar de reconstruirlo. Los hechos dice que optó por lo segundo, levantando la bandera de la probidad. Parafraseando a Condorito, imagino que un “plop” gigante se dibujó en la cabeza de los congresistas opositores.
6.- ¿Qué diferencia existe entre lo que ha hecho Vizcarra y lo que hizo Fujimori cuando cerró el Congreso?
Yo preguntaría al revés: ¿dónde está el parecido?... Primero, Fujimori llegó a la Presidencia por elección directa y clara, pero con entretelones oscuros. Siendo un desconocido, Alan García lo instaló como candidato creíble, para impedir que ganara Mario Vargas Llosa y así asegurarse un retorno presidencial sin problemas. Los peruanos saben hasta qué punto le salió el tiro por la culata. Segundo, Fujimori solucionó su déficit de redes conspirando con las Fuerzas Armadas y amedrentando a los políticos y periodistas de prestigio. Tercero, ya como dictador, manejó un “presupuesto negro” para forjarse una clientela rentable en votos y mantener el apoyo castrense. Cuarto, sobre esa base financiera y con la gestión cómplice de Vladimiro Montesinos, corrompió todo lo que podía corromper, incluyendo periodistas y uniformados Quinto, no sólo clausuró el Congreso, también intervino el Poder Judicial y configuró a su pinta el Consejo Nacional de la Magistratura, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional. Asumiendo esta realidad, el cientista social Carlos Iván de Gregori dijo que, en su gobierno, “la corrupción fue la institución”.
7.- Pero algo bueno habrá hecho. Si no, cómo se explica su mayoría parlamentaria hasta ayer.
Sin mencionar métodos, se le acredita haber terminado con el terrorismo original de Sendero Luminoso, que no es poco. Además, terminó con la hiperinflación legada por García, asumiendo el programa económico que le preparó el prestigioso economista Hernando de Soto. Prácticamente, fue el mismo programa que atacara, demagógicamente, cuando lo levantaba Vargas Llosa. Por último, no olvidemos que los dictadores no son necesariamente impopulares. Saben desarrollar políticas asistenciales que, sumadas a su capacidad corruptora, generan votos y gratitudes. Recordemos algunos episodios de la picaresca kirchnerista y la historia de Pablo Escobar, el parapolítico narco colombiano.
8.- Si no hay punto de comparación entre Vizcarra y Fujimori… ¿Existe algún riesgo de que el primero tome un rumbo autoritario?
A esta altura de mi avanzada juventud evito poner mis manos al fuego por un político. El riesgo existe, quién es uno para negarlo.
9.- La idea de los "presidentes encargados" parece no ser muy fructífera. ¿Cuál es la diferencia entre Araoz y Guaidó?
Sólo se parecen en la nomenclatura. Araoz fue el último pataleo de un Congreso estupefacto, dominado por el fujimorismo. Además, fue efímero, pues a las pocas horas –y con buen criterio- ella botó el encargo. Frente a eso, Juan Guaidó lleva nueve meses arriesgando su vida, ha sido reconocido por una sesentena de países y ha puesto en jaque a una dictadura temible e inescrupulosa.
10.- Las elecciones están fijadas para enero. ¿Qué cree que pasará?
Más bien espero. Espero que los partidos y organizaciones existentes postulen candidatos que no tengan prontuario. Espero que los electores voten en conciencia por candidatos honestos y no por los que luzcan como un “mal menor”. Espero que se recupere la imagen de los líderes peruanos que llegaron a la política democrática con inteligencia, ideas y patriotismo. En suma, espero que ahora ganen “los buenos”.
11.- ¿Afecta de alguna manera lo que pasa en Perú a sus relaciones con Chile?
Absolutamente, pero ese es un tema macro. Para otra entrevista.
12.- Pero no sólo en Perú ocurren cosas. La zona está un poco inestable. ¿Cuán preocupante es lo que ocurre en Ecuador?
En demasiadas partes se cuecen habas. Muy mala señal la del Presidente Lenin Moreno abandonando la sede símbolo del poder, aunque fuera por un día y fracción. Lo sucedido obliga a afinar el análisis sobre el límite de tolerancia democrática ante ciertas medidas económicas. En Ecuador y Argentina se está reeditando el viejo dilema entre el gradualismo, que siguió Mauricio Macri y el shock, que estaría aplicando Moreno.
13.- ¿Qué le parece la idea de una cuarta elección de un mismo presidente, como es lo que pretende Evo Morales en Bolivia?
Su sola postulación lo colocó en estado de ilegitimidad flagrante: violó la Constitución que él mismo impuso y desconoció un referendum ad-hoc. Su explicación de que tiene el derecho humano a ser reelegido, cuantas veces quiera, insulta la inteligencia del pueblo boliviano.
14.- ¿Es la probidad o su falta un problema importante a nivel de gobernantes en la región: están los casos en Brasil, el mismo Perú y ahora Álvaro Uribe en Colombia ha tenido que ir a tribunales por presunto soborno?
Para mí, el gran tema es que, antes y durante la Guerra Fría, incluso con dictadores instalados, se valoraba la democracia por sus propios méritos. En cambio, con el actual desprestigio de los políticos se está desvalorizando la política misma y, por añadidura, la democracia realmente existente. Incluso se estaría negando la valoración minimalista de Karl Popper, para quien su mérito esencial es que permite deshacerse de los malos gobernantes sin derramamiento de sangre, por medio de una votación. Hoy hasta esa micro valoración está tambaleando. Hay gobernantes, elegidos y reelegidos, que se muestran dispuestos a asumir la ordalía de la sangre para morir en el poder.
15.- ¿Cómo ve las fuerzas políticas democráticas y la estabilidad en los países sudamericanos?
Veo una cascada de fenómenos antisistémicos. Le hago una “lista de lavandería”: reformulación de ideologismos confrontacionales, tendencia a la polarización política, desprestigio de los políticos profesionales, resignación a los privilegios que se autoconceden, emergencia de políticos outsiders, tendencia al abstencionismo electoral, organizaciones político-temáticas en el espacio de los partidos, poder corruptor de los narcos, desborde de la delincuencia, inmigraciones masivas, policialización de las fuerzas armadas, decadencia de instituciones fundamentales, bastardización de la cultura universitaria humanista, reapertura de conflictos vecinales. De acuerdo con esta lista, que no es exhaustiva, la democracia representativa hoy estaría dependiendo, en gran parte, de la probidad de los jueces y de la apoliticidad de los militares… quienes tampoco son de palo.
16.- Entiendo que está ultimando unas memorias con sus experiencias en el exterior. ¿Hablará de todas ellas o de algunas en particular: desde Perú a Israel, digamos?
Ya están listas. Como no es bueno abrumar a los lectores –tengo presente a Funes el memorioso-, sólo aludo a períodos y temas acotados: mi muerte presunta del 11 de septiembre, mi exilio y fuga de la RDA, mi descubrimiento del Perú, mi trabajo como periodista de medios prestigiosos, conversaciones con personajes como Neruda, Edwards, Friedman, Samuelson, Teitelboim y Alan García. En beneficio de mis nietos, que son muy preguntones, espero que haya un segundo tomo para contar mis experiencias en Israel, en la guerra de Vietnam y en mis guerrillas antiburocráticas.
16.- ¿Y son memorias diplomáticas o poco diplomáticas?
Son diplomáticas en el buen sentido. Diciendo verdades incómodas, pero sin odiosidades y con una pizca de humor. Tenga presente que yo soy caricaturista y eso marca.
Pienso que no estamos ante el inicio de la crisis institucional de Martín Vizcarra, sino ante el punto final de la crisis de Alberto Fujimori. Tras su autogolpe de 1992, analistas peruanos prestigiosos dijeron que ejerció un poder más mafioso que político, corruptor de casi todos los estamentos, civiles y militares. Cual guinda de su torta, se fugó el 2000 y desde ese año sólo el Presidente provisional Valentín Paniagua pudo salvar la dignidad del cargo. Quienes lo sucedieron están procesados, prófugos, uno se suicidó y el propio Fujimori está preso. ¿Se puede decir, entonces, que sólo ahora se vino a quebrar la institucionalidad peruana?
2.- A una semana de la disolución del Congreso y el llamado a elecciones, todo parece más bien calmado, y con la población, aparentemente, de acuerdo con la medida. ¿O es sólo un espejismo?
En sus grandes crisis los peruanos lucen operados de los nervios. Ante el golpe militar de 1968 no hubo conmoción civil. Sacaron de palacio al Presidente Fernando Belaunde, lo pusieron en un avión y no se movió una hoja. Tampoco hubo drama para el autogolpe civil-militar de Fujimori. Yo interpreto esa pachorra como resignación ante una historia caudillista y un sistema de partidos políticos personalistas o desprestigiados. Con todo, en la tranquilidad actual percibo un matiz nuevo: una mezcla de satisfacción y de esperanza. En cuanto provinciano sin partido, el Presidente luce confiable para los peruanos de a pie. Muchos de mis amigos limeños dicen, incluso, que demoró demasiado en hacer lo que hizo y que los militares no jugaron un rol decisivo, ni por acción ni por omisión. Se limitaron a obedecerle. Pienso que lo suyo fue un sinceramiento por default.
3.- Pero ha habido protestas y debate… ¿o no?
Naturalmente. Ha habido debates técnicos entre los abogados constitucionalistas, que para eso están. Al margen de la realidad política, ellos seguirán discutiendo si Vizcarra se ajustó o no a la normativa de la Constitución de Fujimori. Y está muy bien que lo hagan. También está la protesta, entredientes, de los congresistas fujimoristas. Además de perder una “chamba” sustanciosa, ahora quedaron a la intemperie. Sin fuero para enfrentar las nuevas denuncias por corrupción que esperan turno.
4.- ¿Podría explicar brevemente cómo funciona este mecanismo constitucional mediante el cual el presidente peruano puede disolver el Congreso en relación a las llamadas "cuestiones de confianza"?
La Constitución de 1993 –de Fujimori- potenció el sistema presidencialista con incrustaciones parlamentaristas, como los votos de censura y de confianza. En su artículo 134 dice que el Presidente de la República tiene la facultad de disolver el Congreso, si este ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros sucesivos. Durante el breve mandato de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se produjo una primera denegación de confianza. Entonces, la pelota de la disolución quedó dando botes frente al Congreso y Vizcarra lo anotó. La oportunidad le llegó cuando, antes de debatir sobre un segundo voto de confianza solicitado, la mayoría fujimorista comenzó a designar a dedo a los miembros del Tribunal Constitucional. Mostraron una prisa sospechosa en reclutar jueces “garantistas”. Fue una triquiñuela tosca. Vizcarra la interpretó como una denegatoria “fáctica” de confianza, pateó al arco y disolvió el Congreso. Este dio un último pataleo designando a la vicepresidenta Mercedes Araoz como “Presidenta encargada”. El gesto quedará como anécdota para la historia y material para los humoristas, pues Araoz renunció al encargo a las pocas horas. Captó que el horno de la opinión pública no estaba para semejante bollo.
5.- ¿Qué está detrás de esta situación? Se dice que lo que choca es la agenda en favor de la probidad del gobierno con la mayoría parlamentaria que tiene el partido fujimorista Fuerza Popular. ¿Es así o habría que hacer precisiones?
Siempre hay que hacer precisiones. Creo que Vizcarra vicepresidente captó que, con las ideologías en bancarrota, el Apra enanizado y sin un líder carismático, la mayoría fujimorista no tenía un chapulín que los salvara. Muchos de sus congresistas estaban bajo denuncia en el caso Lava Jato y eran vistos más como mercaderes de prebendas que como representantes políticos. Por añadidura, habría captado que en Lima no se le tomaba el peso a lo tóxico de la corrupción y que el legado maligno de Fujimori tendía a “normalizarse” por su mayoría parlamentaria. Estas “presuntas presunciones” se habrían consolidado cuando, tras indultar a Fujimori, PPK debió renunciar. Llegado a la Presidencia por esa carambola, Vizcarra debió enfrentar una opción de hierro: administrar un sistema político insanablemente quebrado o tratar de reconstruirlo. Los hechos dice que optó por lo segundo, levantando la bandera de la probidad. Parafraseando a Condorito, imagino que un “plop” gigante se dibujó en la cabeza de los congresistas opositores.
6.- ¿Qué diferencia existe entre lo que ha hecho Vizcarra y lo que hizo Fujimori cuando cerró el Congreso?
Yo preguntaría al revés: ¿dónde está el parecido?... Primero, Fujimori llegó a la Presidencia por elección directa y clara, pero con entretelones oscuros. Siendo un desconocido, Alan García lo instaló como candidato creíble, para impedir que ganara Mario Vargas Llosa y así asegurarse un retorno presidencial sin problemas. Los peruanos saben hasta qué punto le salió el tiro por la culata. Segundo, Fujimori solucionó su déficit de redes conspirando con las Fuerzas Armadas y amedrentando a los políticos y periodistas de prestigio. Tercero, ya como dictador, manejó un “presupuesto negro” para forjarse una clientela rentable en votos y mantener el apoyo castrense. Cuarto, sobre esa base financiera y con la gestión cómplice de Vladimiro Montesinos, corrompió todo lo que podía corromper, incluyendo periodistas y uniformados Quinto, no sólo clausuró el Congreso, también intervino el Poder Judicial y configuró a su pinta el Consejo Nacional de la Magistratura, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional. Asumiendo esta realidad, el cientista social Carlos Iván de Gregori dijo que, en su gobierno, “la corrupción fue la institución”.
7.- Pero algo bueno habrá hecho. Si no, cómo se explica su mayoría parlamentaria hasta ayer.
Sin mencionar métodos, se le acredita haber terminado con el terrorismo original de Sendero Luminoso, que no es poco. Además, terminó con la hiperinflación legada por García, asumiendo el programa económico que le preparó el prestigioso economista Hernando de Soto. Prácticamente, fue el mismo programa que atacara, demagógicamente, cuando lo levantaba Vargas Llosa. Por último, no olvidemos que los dictadores no son necesariamente impopulares. Saben desarrollar políticas asistenciales que, sumadas a su capacidad corruptora, generan votos y gratitudes. Recordemos algunos episodios de la picaresca kirchnerista y la historia de Pablo Escobar, el parapolítico narco colombiano.
8.- Si no hay punto de comparación entre Vizcarra y Fujimori… ¿Existe algún riesgo de que el primero tome un rumbo autoritario?
A esta altura de mi avanzada juventud evito poner mis manos al fuego por un político. El riesgo existe, quién es uno para negarlo.
9.- La idea de los "presidentes encargados" parece no ser muy fructífera. ¿Cuál es la diferencia entre Araoz y Guaidó?
Sólo se parecen en la nomenclatura. Araoz fue el último pataleo de un Congreso estupefacto, dominado por el fujimorismo. Además, fue efímero, pues a las pocas horas –y con buen criterio- ella botó el encargo. Frente a eso, Juan Guaidó lleva nueve meses arriesgando su vida, ha sido reconocido por una sesentena de países y ha puesto en jaque a una dictadura temible e inescrupulosa.
10.- Las elecciones están fijadas para enero. ¿Qué cree que pasará?
Más bien espero. Espero que los partidos y organizaciones existentes postulen candidatos que no tengan prontuario. Espero que los electores voten en conciencia por candidatos honestos y no por los que luzcan como un “mal menor”. Espero que se recupere la imagen de los líderes peruanos que llegaron a la política democrática con inteligencia, ideas y patriotismo. En suma, espero que ahora ganen “los buenos”.
11.- ¿Afecta de alguna manera lo que pasa en Perú a sus relaciones con Chile?
Absolutamente, pero ese es un tema macro. Para otra entrevista.
12.- Pero no sólo en Perú ocurren cosas. La zona está un poco inestable. ¿Cuán preocupante es lo que ocurre en Ecuador?
En demasiadas partes se cuecen habas. Muy mala señal la del Presidente Lenin Moreno abandonando la sede símbolo del poder, aunque fuera por un día y fracción. Lo sucedido obliga a afinar el análisis sobre el límite de tolerancia democrática ante ciertas medidas económicas. En Ecuador y Argentina se está reeditando el viejo dilema entre el gradualismo, que siguió Mauricio Macri y el shock, que estaría aplicando Moreno.
13.- ¿Qué le parece la idea de una cuarta elección de un mismo presidente, como es lo que pretende Evo Morales en Bolivia?
Su sola postulación lo colocó en estado de ilegitimidad flagrante: violó la Constitución que él mismo impuso y desconoció un referendum ad-hoc. Su explicación de que tiene el derecho humano a ser reelegido, cuantas veces quiera, insulta la inteligencia del pueblo boliviano.
14.- ¿Es la probidad o su falta un problema importante a nivel de gobernantes en la región: están los casos en Brasil, el mismo Perú y ahora Álvaro Uribe en Colombia ha tenido que ir a tribunales por presunto soborno?
Para mí, el gran tema es que, antes y durante la Guerra Fría, incluso con dictadores instalados, se valoraba la democracia por sus propios méritos. En cambio, con el actual desprestigio de los políticos se está desvalorizando la política misma y, por añadidura, la democracia realmente existente. Incluso se estaría negando la valoración minimalista de Karl Popper, para quien su mérito esencial es que permite deshacerse de los malos gobernantes sin derramamiento de sangre, por medio de una votación. Hoy hasta esa micro valoración está tambaleando. Hay gobernantes, elegidos y reelegidos, que se muestran dispuestos a asumir la ordalía de la sangre para morir en el poder.
15.- ¿Cómo ve las fuerzas políticas democráticas y la estabilidad en los países sudamericanos?
Veo una cascada de fenómenos antisistémicos. Le hago una “lista de lavandería”: reformulación de ideologismos confrontacionales, tendencia a la polarización política, desprestigio de los políticos profesionales, resignación a los privilegios que se autoconceden, emergencia de políticos outsiders, tendencia al abstencionismo electoral, organizaciones político-temáticas en el espacio de los partidos, poder corruptor de los narcos, desborde de la delincuencia, inmigraciones masivas, policialización de las fuerzas armadas, decadencia de instituciones fundamentales, bastardización de la cultura universitaria humanista, reapertura de conflictos vecinales. De acuerdo con esta lista, que no es exhaustiva, la democracia representativa hoy estaría dependiendo, en gran parte, de la probidad de los jueces y de la apoliticidad de los militares… quienes tampoco son de palo.
16.- Entiendo que está ultimando unas memorias con sus experiencias en el exterior. ¿Hablará de todas ellas o de algunas en particular: desde Perú a Israel, digamos?
Ya están listas. Como no es bueno abrumar a los lectores –tengo presente a Funes el memorioso-, sólo aludo a períodos y temas acotados: mi muerte presunta del 11 de septiembre, mi exilio y fuga de la RDA, mi descubrimiento del Perú, mi trabajo como periodista de medios prestigiosos, conversaciones con personajes como Neruda, Edwards, Friedman, Samuelson, Teitelboim y Alan García. En beneficio de mis nietos, que son muy preguntones, espero que haya un segundo tomo para contar mis experiencias en Israel, en la guerra de Vietnam y en mis guerrillas antiburocráticas.
16.- ¿Y son memorias diplomáticas o poco diplomáticas?
Son diplomáticas en el buen sentido. Diciendo verdades incómodas, pero sin odiosidades y con una pizca de humor. Tenga presente que yo soy caricaturista y eso marca.