El jueves 20 de julio, el flamante canciller designado del Perú, José Antonio García Belaunde, dio las primeras señales sobre la política exterior vecinal que ejecutará Alan García.
Según ellas, la relación con Chile tendrá una alta relevancia, superándose las discrepancias que remecieron la relación cupular entre Ricardo Lagos y Alejandro Toledo,. La nueva relación se caracterizará, según García Belaunde, por un juego de suma variable, en el cual Chile apoyaría al Perú en los escenarios del Asia-Pacífico y el Perú lo invitaría a reintegrarse a la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
En su declaración, el canciller en ciernes brinda un detalle interesante: durante el gobierno de Alejandro Toledo, dijo, "se maltrató gratuitamente la relación con Chile". Con certeza, un político chileno habría eludido una autocrítica nacional semejante… o puesto toda la culpa en el interlocutor peruano. Fue una elegancia, entonces, la expresión de García Belaunde pues, a decir verdad, el maltrato de la relación fue responsabilidad conjunta de ambos gobiernos. El daño comenzó con el pésimo manejo de “el caso Lucchetti” y culminó con una crisis alarmante, por límites marítimos..
Lo dicho confirma la finura política del futuro canciller y la disposición integracionista de García, que ya hemos reconocido en este espacio. Además, plantea una verdadera rareza histórica, por la inusitada frecuencia de las “ventanas de oportunidad” en la relación bilateral. En efecto, éstas ya se habían presentado dos veces durante el gobierno de Ricardo Lagos. La primera, cuando coexistió con Valentín Paniagua y que ni siquiera se abrió. La segunda, cuando asumió Toledo, que se abrió a medias … para luego cerrarse con estrépito.
Obviamente, dicha rareza se inserta en el nuevo y confuso marco regional, tras la reciente cumbre del Mercosur. El venezolano Hugo Chávez, que hoy parece disputar el liderazgo subregional al brasileño Lula, tuvo una fuerte ingerencia en las recientes elecciones peruanas y protagonizó una insólita pelea verbal con García. Así, hoy por hoy, el nuevo gobernante peruano, además de su falta de complejos respecto a Chile, percibe una amenaza en cualquier alianza que aparezca dominada –o en trance de dominación- por Venezuela.
Seducción andina
Por cierto, Michelle Bachelet tendrá que tenerlo en cuenta para definir la política bilateral, vecinal, subregional y regional de Chile. Al respecto, es cierto que hoy está siendo políticamente acosada por Chavez, quien suele brindarle gruesas –y algo machistas- demostraciones de cariño. El líder venezolano parece disfrutar esos momentos, que hacen más evidente la mutua animadversión que lo enfrentó con Lagos.
Sin embargo –o quizás por lo mismo-, la seducción andina de García no le llega en mal momento a la Presidenta de Chile. Ella sabe que Chávez está detrás de su colega boliviano Evo Morales, la historia le dice que Fidel Castro –el patriarca de ambos- nunca ha tenido buenas relaciones con los presidentes chilenos, está experimentando la gaseosa impredecibilidad de Néstor Kirchner y, a mayor abundamiento, ni siquiera es socia plena del Mercosur.
En este contexto, no deja de ser importante ingresar, con todos los derechos, a una CAN flexibilizada, esto es, adaptada a la realidad económica de Chile. Al efecto, Bachelet contaría con el respaldo siempre decisivo de Brasil, podría hacer masa crítica para convocar a México y todo ello permitiría estructurar un bastión liberal-socialdemócrata interesante en el litoral Pacífico-andino.
En definitiva, de este magma puede salir una buena alternativa integracionista, para enfrentar la posibilidad de un cono sur “chavistizado”.
Según ellas, la relación con Chile tendrá una alta relevancia, superándose las discrepancias que remecieron la relación cupular entre Ricardo Lagos y Alejandro Toledo,. La nueva relación se caracterizará, según García Belaunde, por un juego de suma variable, en el cual Chile apoyaría al Perú en los escenarios del Asia-Pacífico y el Perú lo invitaría a reintegrarse a la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
En su declaración, el canciller en ciernes brinda un detalle interesante: durante el gobierno de Alejandro Toledo, dijo, "se maltrató gratuitamente la relación con Chile". Con certeza, un político chileno habría eludido una autocrítica nacional semejante… o puesto toda la culpa en el interlocutor peruano. Fue una elegancia, entonces, la expresión de García Belaunde pues, a decir verdad, el maltrato de la relación fue responsabilidad conjunta de ambos gobiernos. El daño comenzó con el pésimo manejo de “el caso Lucchetti” y culminó con una crisis alarmante, por límites marítimos..
Lo dicho confirma la finura política del futuro canciller y la disposición integracionista de García, que ya hemos reconocido en este espacio. Además, plantea una verdadera rareza histórica, por la inusitada frecuencia de las “ventanas de oportunidad” en la relación bilateral. En efecto, éstas ya se habían presentado dos veces durante el gobierno de Ricardo Lagos. La primera, cuando coexistió con Valentín Paniagua y que ni siquiera se abrió. La segunda, cuando asumió Toledo, que se abrió a medias … para luego cerrarse con estrépito.
Obviamente, dicha rareza se inserta en el nuevo y confuso marco regional, tras la reciente cumbre del Mercosur. El venezolano Hugo Chávez, que hoy parece disputar el liderazgo subregional al brasileño Lula, tuvo una fuerte ingerencia en las recientes elecciones peruanas y protagonizó una insólita pelea verbal con García. Así, hoy por hoy, el nuevo gobernante peruano, además de su falta de complejos respecto a Chile, percibe una amenaza en cualquier alianza que aparezca dominada –o en trance de dominación- por Venezuela.
Seducción andina
Por cierto, Michelle Bachelet tendrá que tenerlo en cuenta para definir la política bilateral, vecinal, subregional y regional de Chile. Al respecto, es cierto que hoy está siendo políticamente acosada por Chavez, quien suele brindarle gruesas –y algo machistas- demostraciones de cariño. El líder venezolano parece disfrutar esos momentos, que hacen más evidente la mutua animadversión que lo enfrentó con Lagos.
Sin embargo –o quizás por lo mismo-, la seducción andina de García no le llega en mal momento a la Presidenta de Chile. Ella sabe que Chávez está detrás de su colega boliviano Evo Morales, la historia le dice que Fidel Castro –el patriarca de ambos- nunca ha tenido buenas relaciones con los presidentes chilenos, está experimentando la gaseosa impredecibilidad de Néstor Kirchner y, a mayor abundamiento, ni siquiera es socia plena del Mercosur.
En este contexto, no deja de ser importante ingresar, con todos los derechos, a una CAN flexibilizada, esto es, adaptada a la realidad económica de Chile. Al efecto, Bachelet contaría con el respaldo siempre decisivo de Brasil, podría hacer masa crítica para convocar a México y todo ello permitiría estructurar un bastión liberal-socialdemócrata interesante en el litoral Pacífico-andino.
En definitiva, de este magma puede salir una buena alternativa integracionista, para enfrentar la posibilidad de un cono sur “chavistizado”.