Como ex embajador, experto en temas bilaterales y autor de muchos libros al respecto, el cientista político y abogado José Rodríguez Elizondo conoce bien los recovecos de la diplomacia internacional.
Por ello, es voz autorizada a la hora de analizar cuáles son las verdaderas implicancias de las revelaciones de WikiLeaks que el lunes dio a conocer cables del Departamento de Estado en los que se criticaba al Presidente Piñera.
-¿Cuál es su opinión sobre el cable que se reveló del Departamento de Estado en el que se habla del Presidente Piñera?
-Es intercambiable con el despacho que pudo hacer cualquier corresponsal de prensa. La diferencia es que el despacho del periodista agota su objetivo al publicarse y el informe del diplomático, tras llegar al Departamento de Estado, muta en raw material (materia prima) para diversos objetivos: análisis prospectivo del comportamiento de Chile bajo el nuevo liderazgo de Piñera, componente necesario para actualizar perfil de la región, informe especial al Presidente Barack Obama, etc. Como los superiores del embajador no tienen el mismo rol ni los mismos filtros que un director de medios, no procesarán la información como noticia, sino con criterios funcionales a los intereses de los Estados Unidos.
-¿Qué tan delicado es esto en las relaciones entre Chile y Estados Unidos?
-Cualquier líder inteligente debe suponer que no es monedita de oro para todos. Si además es político, debe conocer el arte de tragar sapos sin arcadas delatoras. A nivel de Presidencia, debe asumir que las opiniones locales incómodas siempre son conocidas más allá de sus fronteras. Lo nuevo es que, antes de WikiLeaks, los "pelambres" quedaban en el limbo de las sospechas y la parte afectada podía autoaplicarse la vieja vacuna cínica "peor sería que no hablaran de mí". Después de WikiLeaks, la sospecha cambió por la certeza en primer plano mundial. Esto puede doler mucho... pero nunca hasta el extremo de cortarse las venas. En resumen, el tema es muy delicado para las relaciones de Obama con su servicio exterior y de Piñera con el servicio de Obama, pero no debiera serlo tanto para las relaciones Chile-Estados Unidos.
-¿Cómo debe reaccionar la Cancillería?
-Como lo está haciendo el canciller Moreno: registrando cada punto, impostando cierta flema británica e informando sobre las explicaciones que dieron y siguen dando los responsables norteamericanos. Salvo revelación atroz pendiente, incluso podría insinuar una especie de comprensión graduable, tipo "nosotros también cometemos chapuzas, pero nunca tanto". Lo mejor, dentro de lo malo, sería terminar con un buen crédito político contra la superpotencia. Más no se puede. Y sería ingenuo pretender que Obama y Hillary Clinton pidan perdón de rodillas.
-¿Qué le pareció la reacción del Departamento de Estado?
-Me gustó que reconociera el bochorno y no se encerrara en la prepotencia amurrada de los poderosos. No me gustó que descargara su frustración contra Assange. Tampoco me gustó que, imitando la reacción de los futbolistas malos, culpara a la prensa por acoger filtraciones que no supo sellar.
-¿Qué impacto puede tener la opinión de Estados Unidos sobre Piñera?
-Entiendo que el Presidente cultiva sus recuerdos de los Estados Unidos y no está, como Lula, en el negocio de disputarle su hegemonía global. Por tanto, debe molestarle que en Washington trabajen sobre sus perfiles conflictivos o que no expresen una profunda alegría por su liderazgo. Pero, como tiene la resiliencia del éxito, su eventual resentimiento será de muy corta duración.
Por ello, es voz autorizada a la hora de analizar cuáles son las verdaderas implicancias de las revelaciones de WikiLeaks que el lunes dio a conocer cables del Departamento de Estado en los que se criticaba al Presidente Piñera.
-¿Cuál es su opinión sobre el cable que se reveló del Departamento de Estado en el que se habla del Presidente Piñera?
-Es intercambiable con el despacho que pudo hacer cualquier corresponsal de prensa. La diferencia es que el despacho del periodista agota su objetivo al publicarse y el informe del diplomático, tras llegar al Departamento de Estado, muta en raw material (materia prima) para diversos objetivos: análisis prospectivo del comportamiento de Chile bajo el nuevo liderazgo de Piñera, componente necesario para actualizar perfil de la región, informe especial al Presidente Barack Obama, etc. Como los superiores del embajador no tienen el mismo rol ni los mismos filtros que un director de medios, no procesarán la información como noticia, sino con criterios funcionales a los intereses de los Estados Unidos.
-¿Qué tan delicado es esto en las relaciones entre Chile y Estados Unidos?
-Cualquier líder inteligente debe suponer que no es monedita de oro para todos. Si además es político, debe conocer el arte de tragar sapos sin arcadas delatoras. A nivel de Presidencia, debe asumir que las opiniones locales incómodas siempre son conocidas más allá de sus fronteras. Lo nuevo es que, antes de WikiLeaks, los "pelambres" quedaban en el limbo de las sospechas y la parte afectada podía autoaplicarse la vieja vacuna cínica "peor sería que no hablaran de mí". Después de WikiLeaks, la sospecha cambió por la certeza en primer plano mundial. Esto puede doler mucho... pero nunca hasta el extremo de cortarse las venas. En resumen, el tema es muy delicado para las relaciones de Obama con su servicio exterior y de Piñera con el servicio de Obama, pero no debiera serlo tanto para las relaciones Chile-Estados Unidos.
-¿Cómo debe reaccionar la Cancillería?
-Como lo está haciendo el canciller Moreno: registrando cada punto, impostando cierta flema británica e informando sobre las explicaciones que dieron y siguen dando los responsables norteamericanos. Salvo revelación atroz pendiente, incluso podría insinuar una especie de comprensión graduable, tipo "nosotros también cometemos chapuzas, pero nunca tanto". Lo mejor, dentro de lo malo, sería terminar con un buen crédito político contra la superpotencia. Más no se puede. Y sería ingenuo pretender que Obama y Hillary Clinton pidan perdón de rodillas.
-¿Qué le pareció la reacción del Departamento de Estado?
-Me gustó que reconociera el bochorno y no se encerrara en la prepotencia amurrada de los poderosos. No me gustó que descargara su frustración contra Assange. Tampoco me gustó que, imitando la reacción de los futbolistas malos, culpara a la prensa por acoger filtraciones que no supo sellar.
-¿Qué impacto puede tener la opinión de Estados Unidos sobre Piñera?
-Entiendo que el Presidente cultiva sus recuerdos de los Estados Unidos y no está, como Lula, en el negocio de disputarle su hegemonía global. Por tanto, debe molestarle que en Washington trabajen sobre sus perfiles conflictivos o que no expresen una profunda alegría por su liderazgo. Pero, como tiene la resiliencia del éxito, su eventual resentimiento será de muy corta duración.