Bitácora

Lecciones para Chile del fallo de la CIJ

José Rodríguez Elizondo


El oráculo de La Haya habló para los pueblos del Río de la Plata, y, como siempre, sonó sabiamente salomónico. Los uruguayos tenían toda la razón tecnocientífica del mundo: la papelera Botnia, no contaminaba las aguas del limítrofe río Uruguay y no procedía desmantelarla. En semántica rioplatense, la tecnología finlandesa importada era bárbara.

Pero, los argentinos, por su lado, tenían toda la razón jurídica del mundo: los uruguayos, saltándose el estatuto binacional del río, no les informaron antes de instalar esa planta industrial en una de sus riberas. Ergo, los ambientalistas de Gualeguaychú, indignados con causa, se habrían tomado el puente internacional como una medida retorsiva.

Es que los jueces de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) no suelen seguir la lógica del juego suma cero, sino la del juego suma variable. Ese que, según el color del cristal con que se mire, permite ganar o perder a todos. Parecen creer que, para solucionar un conflicto internacional, sus fallos deben tener una buena dosis de ambigüedad.

MORALEJAS

De esto saltan tres moralejas principales:

- Primera, los gobernantes que recurren a la justicia internacional, por ser incapaces de conversar sus diferencias, suelen descubrir que han perdido tiempo y recursos económicos, para quedar más o menos donde estaban.

- Segunda, si creen que romper un statu quo soslayando la norma jurídica los posiciona mejor para ganar el partido, pueden terminar cambiando pan por charqui. En la especie, el bloqueo “privado” del puente internacional produjo pérdidas económicas cuantiosas para Uruguay.

- Tercera, si piensan que negociar es rendirse y que amurrarse es signo de firmeza, arriesgan perder el control de su política exterior y/o poner en juego su gobernabilidad. Así, los ambientalistas de Gualeguaychú desbordaron el rol conductor de Néstor y Cristina Kirchner (en ese orden), impidieron la designación del primero como jefe de Unasur y hoy podrían desacatar el fallo, comprometiendo el honor de la nación.

BARBAS EN REMOJO

Nada de esto es ajeno para chilenos y peruanos, próximos adjudicatarios de un fallo de la CIJ.
Quienes siguen, en Perú, las tesis del diplomático Juan Miguel Bákula, para quien el conflicto marítimo es “estrictamente jurídico” y no tiene Historia política detrás, sacarán cuentas optimistas. El salomonismo de la CIJ parece decir que si Chile no tiene nada que ganar, Perú puede ganar “alguito”.

Pero otros, como Enrique Obando, reputado experto en temas de Defensa, dan a entender que el pleito judicial es sólo la cobertura del “permanente problema de la mediterraneidad boliviana” y de intereses geopolíticos y geoeconómicos en pugna: “quien salga vencedor generará megapuertos y tornará dependiente a su vecino de la economía de estos puertos”, ha escrito recientemente.

En Chile, algunos expertos oficiales seguirán demostrando, según la lógica de la negación especializada, que con Perú “no hay controversia jurídica”. Con esa tesis en la frente, analizarán al milímetro las circunstancias técnicas del fallo y enfatizarán las diferencias entre una contienda por la pureza y otra por la soberanía de las aguas.

Pero otros responsables, asumiendo los contenidos reales del conflicto, estarán repasando las proféticas advertencias de Conrado Ríos Gallardo -el canciller chileno que negoció el Tratado de 1929- y asumiendo que llegó el tiempo de sincerar posiciones. Decodificando: saben que no cabe seguir políticamente a la expectativa ni cometiendo “errores no forzados”.

En esa línea, con la humildad necesaria y teniendo a la vista el pleito del Río de la Plata, el gobierno podría aprovechar el tiempo que queda hasta 2012, año probable del fallo, para hacer docencia ciudadana y así reducir riesgos. Al efecto, debiera partir enseñando que dar señales de “firmeza” no es función primaria de los buenos diplomáticos.

Las iniciativas del Presidente Piñera de eliminar una ambigüedad embarazosa frente a Bolivia y descongelar la relación con Perú, sin dejar de lado la acción diplomática y comunicacional, parecen orientarse en la dirección correcta. Haciendo ese camino, quizás lleguemos a entender que nunca es sano vivir al borde de una cornisa y que negociar no es sinónimo de capitular.

Publicado en La Tercera el 25.4.10
José Rodríguez Elizondo
| Lunes, 26 de Abril 2010
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