Bitácora

La elección de mis amigos peruanos

José Rodríguez Elizondo


Adquirí entrañables amigos durante los años que viví en el Perú y ellos me enseñaron, entre otras cosas, a ser menos chilenocéntrico. Por eso entendí que la interrogante correcta, en las recientes elecciones, no era cuál candidato convenía más a Chile, sino cuál era mejor para el Perú.

Pero esa pregunta tuvo una variable dramática en la segunda vuelta. El destino, lubricado por Alan García, puso a mis amigos como parte de un electorado mayoritario, que debía elegir al candidato menos inconveniente. Una opción que reponía la vieja tesis sartreana del compromiso: ciertas situaciones exigen actuar, aunque haya que ensuciarse las manos.

Mi ex director periodístico Enrique Zileri, periodista legendario y el liberal más consecuente que he conocido, resolvió la antiopción con un gallardo editorial en su revista Caretas. Allí rechazó de plano la pretensión de Keiko Fujimori respecto al gobierno de su padre (“el mejor de la historia del Perú”) y calificó su candidatura como “un humillante agravio a la Nación”. Visto que eso implicaba -en lenguaje de computadora- un apoyo por default a Ollanta Humala, explicó que “la Patria es más que la administración de su economía y el bienestar de sus empresas, por más vitales e importantes que sean para el desarrollo”.

Gustavo Gorriti, ex compañero de despacho y ediciones especiales, periodista laureado y testigo de cargo en el proceso contra Alberto Fujimori (fue secuestrado por una banda de Vladimiro Montesinos), también se manifestó con dureza. Escribió que “bajo ninguna circunstancia se debe votar por Fujimori (…) hay que hacer todo lo legalmente posible para que la mafia criminal que gobernó el país en la década del 90, no vuelva al poder ni ahora ni jamás”. El votaría por Humala “para prevenir un peligro mucho mayor”.

El correo electrónico me trajo otras voces respetadas. Miguel, cultísimo internacionalista, simpatizante de Kuczinsky y enemigo de la dictadura de Fujimori, tuvo la percepción del éxito de Humala…antes de la primera vuelta. Previó, entonces, que la historia del autogolpe fujimorista podría repetirse y “sólo nos queda decir, aunque soy ateo, que Dios nos ampare”.

Fernando, hoy reposado empresario y ayer intrépido fotógrafo de combate -cubrimos la guerra de Centroamérica-, fue categórico y escueto. En una instantánea de alta definición, me reveló que “gana Humala por cuatro puntos”. Rosario, empresaria exitosa y sensible, me regaló una metáfora literaria: “La niña Keiko no sabe nada de lo que es el país (…) y Humala es ‘La Niña Mala’ que atormentaba al protagonista y su actual promotor MVLl”. Guillermo, quien me asistía como eficiente periodista para un programa de canal 9, fue el único que prefirió a Keiko, aunque “sin entusiasmo”. Su explicación: “yo viví cuando estaba en primaria las dictaduras de Velasco y Morales y su secuela negativa (…) recuerdo cómo teníamos miedo de hablar cosas frente a otras personas y cómo las libertades iban cayendo una detrás de otra (…) no quiero eso para mis hijos y tampoco quiero una guerra exterior”.

Dejo para el final mi intercambio con Luis Esteban, periodista e historiador que hoy ejerce sus talentos en España. Cuando le manifesté que su opción por Humala chocaba con la percepción chilena, según la cual era un peligro vivo, me respondió: “Es difícil que un extranjero llegue a entender la profunda humillación que para el Perú fue sufrir un régimen como el de Fujimori y la vergüenza que sería para nosotros que esa gente volviera a gobernar”. Agregó dos cosas: el antichilenismo de Ollanta era cierto, pero el hombre aprendía rápido y desde el poder las cosas se ven diferentes y “el Perú y Chile se necesitan ahora más que nunca y es muy de agradecer que Piñera esté guardando silencio sobre las elecciones peruanas”.

Combinando esos insumos cercanos con la información abierta, creo que ayer cuajó una versión con agujeros de la dicotomía entre la ética del deber ser (primero la moral) y la ética de la responsabilidad (primero el país), con dos alineamientos extraños e inestables: con Humala, los intelectuales, los idealistas, los chavistas y los marxistas variopintos, siendo Vargas Llosa su garante; con Keiko, los empresarios grandes y medianos, sus periferias, las derechas inorgánicas y los marginados de siempre, siendo Hernando de Soto su avalista.

Al cierre de este texto todo indica que el vencedor es Humala. Esto me induce a terminar adhiriendo, con esperanza humilde, a lo que dice Luis Esteban. Debemos apostar a la buena relación, pues es cierto que chilenos y peruanos nos necesitamos, aunque hagamos lo posible por desmentirlo. Desde ese talante, el que la demanda marítima haya sido una “construcción jurídica” inamistosa, es un hecho consumado, con errores por cuenta nuestra que debemos asumir. Como escribiera Bernardo O’Higgins, “lo más próspero que sea el Perú, tanto más lo será Chile”.

Humala debiera asomarse al pensamiento de nuestro prócer común..

Publicado en La Segunda, 6.6.11
José Rodríguez Elizondo
| Miércoles, 8 de Junio 2011
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