Michelle Bachelet suele decirlo y le sale simpático: “yo no estoy aquí para darme gustitos”.
Pero, dando en la yema del gustito a los machistas, con su prejuicio sobre la volubilidad femenina, siempre da pábulo para demostrar que su frase no es autosustentable. Así, su anunciado viaje a Cuba, para ver a Fidel Castro en chandal (si se puede), difícilmente refleja una necesidad o un interés político de Chile. Más bien, es su “aspiración”, como dice el funcionariado cubano con semántica exactitud.
Obviamente, la oposición aliancista está en contra y prepara su artillería. Pero, en la Concertación gobiernista tampoco estiman que sea una visita imprescindible. La Democracia Cristiana le está poniendo palitos de fósforo en el camino: “bueno, pero también visite a los disidentes, pues”. En el PPD, quizás consulten a Ricardo Lagos, sujeto de sarcasmos en los burladeros de los hermanos Castro y de Hugo Chávez. Los radicales, pese a los precoces méritos de Julio Stuardo, nunca estuvieron en el santoral isleño. En el Partido Socialista hay cuentas secretas –y muy gordas- con “el líder máximo”. Comienzan con su aserruchada de piso a Salvador Allende y tienen como último hito a Tencha Bussi. La digna viuda, de acuerdo con la dirección de Camilo Escalona, encaró al mismísimo Fidel, en 1996, desafiándolo a convocar a elecciones. En definitiva, sólo Alejandro Navarro y los extrasistémicos comunistas –tan ninguneados antaño por Castro- estarían dispuestos a decir que es una visita de patria o muerte.
Hay que reconocer que Bachelet elige un buen momento táctico: último año nadie se enoja, George W. Bush se acabó y Obama anuncia un nuevo trato a la isla. También puede poner sobre la mesa la gratitud por el apoyo a los exiliados chilenos e invocar las visitas a La Habana de los próceres de la Alianza. ¡Si va la derecha y sus empresarios ...¿ por qué no iría ella?
Todo esto confirma la fuerza cincuentenaria del mito castrista. Pero, al menos en este caso, de poco serviría sin el funcional romanticismo “bolche” de la Presidenta. Por su formación ideológica semiclandestina, en contextos de crisis y desde la mera base, su corazoncito sigue anclado en el izquierdismo misionero-guerrillero, de raigambre sesentista. Lejos está de la centrificación política global de la pos guerra fría.
Su desfase se manifiesta como lealtad compacta con las grandes causas de su juventud. Bachelet 2008 sigue viendo en Castro la leyenda de los años 60 y le sería durísimo leer la demitificante novela de Marcos Aguinis La pasión según Carmela. En esa línea. olvida el intrusismo boliviánico y la vocación autocrática de Chávez, para privilegiar su retórica sobre un “socialismo del siglo XXI”. Recuerda la guerra de Vietnam desde la consigna guevarista (“crear dos, tres, muchos Vietnam”), sin reparar en la opción desideologizante de los gobiernos vietnamitas, clave de su posterior inserción en las economías de la Apec. No oculta su buen recuerdo de los años vividos en la Alemania de Honecker, aunque eso le haya costado el duro reproche del gravitante Frankfurter Allgemeine Zeitung: “para la joven Michelle Bachelet pesaron más elementos relativos a bienestar material y felicidad familiar”.
Empecinada y romántica, nuestra Presidenta es así. Eso parece gustarle al mundo y en Chile pasa piola. Una gran lección desde nuestra tóxica democracia de las encuestas, pues demuestra que, pese a todo, la simpatía es más fuerte.
Publicado en La Tercera el 25.11.08
Pero, dando en la yema del gustito a los machistas, con su prejuicio sobre la volubilidad femenina, siempre da pábulo para demostrar que su frase no es autosustentable. Así, su anunciado viaje a Cuba, para ver a Fidel Castro en chandal (si se puede), difícilmente refleja una necesidad o un interés político de Chile. Más bien, es su “aspiración”, como dice el funcionariado cubano con semántica exactitud.
Obviamente, la oposición aliancista está en contra y prepara su artillería. Pero, en la Concertación gobiernista tampoco estiman que sea una visita imprescindible. La Democracia Cristiana le está poniendo palitos de fósforo en el camino: “bueno, pero también visite a los disidentes, pues”. En el PPD, quizás consulten a Ricardo Lagos, sujeto de sarcasmos en los burladeros de los hermanos Castro y de Hugo Chávez. Los radicales, pese a los precoces méritos de Julio Stuardo, nunca estuvieron en el santoral isleño. En el Partido Socialista hay cuentas secretas –y muy gordas- con “el líder máximo”. Comienzan con su aserruchada de piso a Salvador Allende y tienen como último hito a Tencha Bussi. La digna viuda, de acuerdo con la dirección de Camilo Escalona, encaró al mismísimo Fidel, en 1996, desafiándolo a convocar a elecciones. En definitiva, sólo Alejandro Navarro y los extrasistémicos comunistas –tan ninguneados antaño por Castro- estarían dispuestos a decir que es una visita de patria o muerte.
Hay que reconocer que Bachelet elige un buen momento táctico: último año nadie se enoja, George W. Bush se acabó y Obama anuncia un nuevo trato a la isla. También puede poner sobre la mesa la gratitud por el apoyo a los exiliados chilenos e invocar las visitas a La Habana de los próceres de la Alianza. ¡Si va la derecha y sus empresarios ...¿ por qué no iría ella?
Todo esto confirma la fuerza cincuentenaria del mito castrista. Pero, al menos en este caso, de poco serviría sin el funcional romanticismo “bolche” de la Presidenta. Por su formación ideológica semiclandestina, en contextos de crisis y desde la mera base, su corazoncito sigue anclado en el izquierdismo misionero-guerrillero, de raigambre sesentista. Lejos está de la centrificación política global de la pos guerra fría.
Su desfase se manifiesta como lealtad compacta con las grandes causas de su juventud. Bachelet 2008 sigue viendo en Castro la leyenda de los años 60 y le sería durísimo leer la demitificante novela de Marcos Aguinis La pasión según Carmela. En esa línea. olvida el intrusismo boliviánico y la vocación autocrática de Chávez, para privilegiar su retórica sobre un “socialismo del siglo XXI”. Recuerda la guerra de Vietnam desde la consigna guevarista (“crear dos, tres, muchos Vietnam”), sin reparar en la opción desideologizante de los gobiernos vietnamitas, clave de su posterior inserción en las economías de la Apec. No oculta su buen recuerdo de los años vividos en la Alemania de Honecker, aunque eso le haya costado el duro reproche del gravitante Frankfurter Allgemeine Zeitung: “para la joven Michelle Bachelet pesaron más elementos relativos a bienestar material y felicidad familiar”.
Empecinada y romántica, nuestra Presidenta es así. Eso parece gustarle al mundo y en Chile pasa piola. Una gran lección desde nuestra tóxica democracia de las encuestas, pues demuestra que, pese a todo, la simpatía es más fuerte.
Publicado en La Tercera el 25.11.08