Para las nuevas generaciones, el debate norteamericano y europeo sobre el ingreso a la OTAN de países que pertenecieron al bloque soviético es de difícil comprensión. En lo fundamental, porque los vencedores de la guerra fría, inspirados en Fukuyama, pusieron el énfasis en sus propias bondades y no en la realidad de los derrotados. Y ésta dice que el fracaso de la utopía comunista no comenzó en los mercados, sino en el plano cultural, ante la imposibilidad de crear el "hombre nuevo" de sus profetas.
Desde esa perspectiva, el proyecto leniniano-stalinista fue una obra de ingeniería macrosocial que terminó convertida en representación escénica: los burócratas comunistas fingiendo un rol de liderazgo y las masas realmente existentes fingiendo que los seguían. Quienes conocimos ese campo lóbrego sabemos que la situación se expresaba mediante el escapismo humorístico: "nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos pagan".
La larga duración de esa "verdad de las mentiras" generó, en los países afectados, la atrofia de la capacidad para participar en la “cosa pública”. El maniqueísmo establecido, según el cual sólo se podía actuar legalmente a favor del régimen o ilegalmente en su contra, impidió acceder a la lógica de la negociación democrática. Paralelamente, indujo una percepción de equivalencia entre creatividad y marginalidad. Los únicos ciudadanos con imaginación estaban en esa zona pantanosa donde coexistían la disidencia política y la delincuencia económica. Era inviable un "homo economicus" con calidad empresarial y que, simultáneamente, fuera honrado.
La atrofia de la libertad y esa perversión del emprendimiento explican la incapacidad de Mijail Gorbachov y Lech Walessa –desde y contra el comunismo- para abrir sociedades inclusivas, con economías competitivas, pero no salvajes. Ambos líderes interpretaron nuevos roles para gente que sólo despertó al final, cuando vio que las estatuas que caían eran de verdad y no de utilería. En todo caso, sólo a partir de ellos y de otros líderes, como Vaclav Havel, esos pueblos espectadores pudieron salir de la paralogización y empezar a asumir la lógica de la democracia con mercados libres.
Pero, esa lógica corresponde a un proceso social a largo plazo y no a una decisión voluntarista, como quieren creer George W. Bush y sus ideólogos. Por eso, mientras cuaja la nueva realidad, las sociedades del ex socialismo real tienen que desenvolverse con lo que tenían: una minoría de comunistas recalcitrantes y otra de ex comunistas poseedores del "know how" social, ambas flotando en un magma mayoritario de nacionalistas anticomunistas con poca (o ninguna) experiencia de gobierno o de administración.
Como eso es “lo que hay”, no es raro que los dirigentes de los países ex socialistas hayan recuperado los viejos reflejos geopolíticos. Su percepción de amenaza no está en Berlín, París, Londres ni Washington, sino en Moscú. Esto implica que el recelo a la Unión Soviética se esté reconvirtiendo en recelo contra la Rusia actual, mientras ésta trata de recuperar su estatus de gran potencia.
Por eso la OTAN, alianza militar que nació para disuadir a la URSS, ahora tramita las solicitudes de ingreso de países que ayer integraron el antagónico Pacto de Varsovia.
Es un nacionalismo tan complejo de entender como la naturaleza del orden internacional que está germinando y como la propia supervivencia de la OTAN.
Publicado en La Republica el 15.4.08.