A un año de la muerte del dictador, José Rodríguez Elizondo no sólo expresa sentimientos personales –“no siento rencor ni amargura”– sino un agudo análisis de las razones de la crisis política interna en la Coalición gobernante que preside Michelle Bachelet.
JRE era fiscal de la Corporación de Fomento de Producción (CORFO) del gobierno de Salvador Allende, cuando ocurrió el cruento golpe del general Augusto Pinochet en 1973. Su nombre apareció en una apresurada nómina de muertos el mismo día 11 –“primero me mataron”, dice JRE– e inmediatamente pasó a la clandestinidad en casa de una amiga ubicada a dos cuadras de la Escuela Militar.
“Veía los desfiles desde una ventana, y sufría en las noches de toque de queda, cuando se detenían autos en las cercanías: pensaba que sólo podían andar a la busca de chilenos escondidos”, describe.
A un año de la muerte del general Augusto Pinochet, ¿cambió el escenario político de Chile?
La existencia del dictador cohesionaba a la Concertación de Partidos por la Democracia (coalición gobernante). Con Pinochet fuera del espectro político, se perdió la afectio societatis o ánimo fraternal para estar juntos. Lo que la mantiene a flote es otro factor negativo: la opositora Alianza por Chile tampoco goza de buena salud.
¿Cuáles son los factores de la crisis?
En lo grueso, que en este cuarto gobierno concertacionista los ideales y principios se perciben mutados en intereses de poder o clientelares. Más en detalle, el gobierno de Ricardo Lagos –quien salió en loor de multitud– hoy se ve desde una perspectiva doblemente crítica: por una parte, allí se generaron casi todos los macroproblemas que hoy afligen a Michelle Bachelet. Baste mencionar el Transantiago y las corruptelas más publicitadas. Por otra parte, la oposición y el fuerte sector empresarial que la apoya estaban tan contentos con Lagos, que descuidaron el lanzamiento de líderes alternativos.
En la Concertación tanto Democratacristianos como Socialistas se alternaron en el poder. ¿Por qué tanto ruido, si el suelo está parejo?
Porque la llegada a suelo plano les muestra un panorama algo esquizofrénico. El país se desarrolló notablemente bajo sus gobiernos, pero la gestión no fue suficiente para hacernos más felices, solidarios y demócratas. En ese contexto, el fiasco del TranSantiago catalizó la percepción de que, como los remedios, ya venció el plazo de la Concertación. De ahí la implosión del Partido por la Democracia (PPD), la formación de un nuevo referente (Chile Primero) y las señales de división entre socialistas y democratacristianos. Si se me permite una antipática (y triste) autocita, en mi ensayo Chile: un caso de subdesarrollo exitoso, publicado a inicios del gobierno de Lagos, denuncié los primeros síntomas, a sabiendas de que sonaría como aguafiestas.
¿Lo leyó Lagos?
Como político informado, él lee todo lo que le concierne. En este caso, me consta que le disgustó.
¿Qué revelan las encuestas?
Que los partidos políticos están en el último lugar de los amores ciudadanos. Bajan, de manera simultánea, los ratings de la Concertación gobernante y de la oposición. Para algunos analistas el tiempo está maduro para una alternancia representada por Sebastián Piñera, precisamente porque es percibido más como empresario que como político. Personalmente, pienso que también está maduro el tiempo para que surja un outsider.
Bachelet culmina su mandato el 2010. ¿Cuál es el margen de maniobra de la Concertación gobernante en el Parlamento?
En la Cámara de Diputados se florean sus impredecibles “díscolos” y el pasado mes perdió su frágil mayoría en el Senado. Adolfo Zaldívar, ex presidente de la Democracia Cristiana, y Fernando Flores, el conocido gurú informático que formó Chile Primero, votaron contra el gobierno en un tema tan vital como más recursos para el insaciable TranSantiago. Soledad Alvear (la ex ministra de RR.EE. de Lagos) ha pedido la expulsión de Zaldívar del partido. Flores ratificó que seguirá siendo independiente del gobierno y de la oposición. Resultado: el gobierno tendrá que negociar caso por caso, con los parlamentarios de la oposición y con sus propios disidentes.
¿Es el Poder Judicial chileno hoy verdaderamente autónomo de la impronta pinochetista?
Ha recuperado sus niveles históricos de autonomía. Con la caída política del dictador, en 1988, se inició un proceso de liberación del PJ. Este culminó con las declaratorias de reo de Pinochet, tras su procesamiento en Londres y por el caso Riggs. Fue inversamente proporcional: mientras más poder perdía Pinochet, más poder recuperaban los jueces. Esto se vio muy claro en el caso Fujimori.
No en el fallo absolutorio del juez Álvarez…
Por eso digo niveles históricos. Siempre ha habido diversidad al interior de la matriz. Al final, la mayoría de la Corte Suprema respaldó la opinión de la fiscal Mónica Maldonado, a favor de la extradición de Fujimori.
¿En cuanto al alma máter de Pinochet, el Ejército de Chile?
Pinochet logró que el Ejército de Chile fuera visto como un ejército de derechas. Sus sucesores, los generales Ricardo Izurieta, y sobre todo, Juan Emilio Cheyre, se la jugaron para recuperar la vinculación con los chilenos de todos los partidos y sin partido. El actual comandante en jefe, Oscar Izurieta, está siguiendo ese mismo camino de profesionalismo, apoliticismo y sujeción al poder constitucional.
Pinochet. ¿ya no pincha ni corta en la escena política chilena?
Física, política y sociológicamente está enterrado. Salvo minorías muy comprometidas de beneficiarios y víctimas, la gente sabe que ya pertenece a los historiadores, y que, en lo principal, su juicio no será benévolo. Puso demasiada sangre entre los chilenos, sin exceptuar a los propios militares. Por lo mismo, las divisiones dentro de la Concertación son una especie de liberación de su fantasma y muchos de quienes lo amaron, hoy se sienten traicionados o tratan de pasar piola.
La presidenta Bachelet tiene programado un encuentro histórico en Bolivia con Evo Morales y Lula de Brasil para inaugurar la carretera bioceánica, el próximo 18. Según el ministro de Defensa de Bolivia, Walker San Miguel, “en dos años las relaciones entre Bolivia y Chile han avanzado como nunca”. ¿Usted qué piensa?
Según las señales externas, hay un buen diálogo y la agenda es “sin exclusiones”. Creo que este sinceramiento es bueno para nosotros, los bolivianos y, en definitiva, para los peruanos. Esto pues, a mi juicio, el tema de la aspiración marítima de Bolivia no es estrictamente bilateral, sobre todo si se piensa en soluciones que afecten territorios ex peruanos y se la vincula con el tema de la frontera marítima del Perú. La lógica me dice que debemos pensar en una política común o consensuada entre Chile y el Perú, para que avance la agenda entre Chile y Bolivia.
(Marco Zileri)
Revista Caretas 13.12.07