Bitácora

LA ARROGANCIA ATACA OTRA VEZ

José Rodríguez Elizondo

(Publicado en la Segunda, 13.1.2012)


En un acto académico de 2007 –cuando apenas teníamos un per cápita de 8.140 dólares- me fascinó ver cómo Roberto Méndez, el líder de Adimark, sacaba conejos  autocríticos de su sombrero. Hilvanando respuestas de encuestados anónimos, definía los costos de  ser arrogantes con los vecinos.

Entonces me comenté a mí mismo (uno tiende a ser autorreferente) que habrían sido los datos duros perfectos para un libraco mío de 2002, en el cual alerté a mi pandilla de lectores sobre “el chileno feo” y su daño para la imagen-país. Ese año teníamos un per cápita de 4.310 dólares y, a falta de encuestas,  me arropé con un montón de citas. Una, del periodista de El País Walter Haubrich, aludía a la certeza chilena de “estar siempre en lo cierto y declararlo en un tono aleccionador”. Otra, del senador Sebastián Piñera, advertía que “exportamos demasiada soberbia y nos están pasando la cuenta”. José Miguel Insulza, ex canciller, nos adjudicaba “rasgos de xenofobia que no ayudan al funcionamiento de nuestras relaciones exteriores”.

Valga el exordio para advertir que la reciente Encuesta Bicentenario, de la Universidad Católica y Adimark, producida cuando tenemos un ingreso de 15.000 dólares, confirma y supera ese retrato. Según sus datos, somos tardolactantes (léase “mamones”) y más bien cuadrados, pues vinculamos la credibilidad personal con la mantención de la misma posición política durante “toda la vida”; preferimos vivir siempre en el mismo lugar y mantenernos siempre en el mismo trabajo; lucimos endogámicos en el nivel socioeconómico bajo (un 65% se relaciona sólo con gente conocida) y  algo más sociables en el nivel alto (un 41% está a favor de la “gente nueva”). En tal contexto, los extranjeros no existen. Dicho con un eufemismo, somos “internacionalistas egocéntricos”.

Quizás por ello, la encuesta restringió su medición sobre forasteros a los inmigrantes de Bolivia y Perú, países con los cuales tenemos confllictos abiertos. La primera pregunta fue cargadísima: “¿Cuánto cree que demorarán en ser plenamente chilenos los inmigrantes peruanos y bolivianos?”. Aquí había dos supuestos tácitos: una chilenidad de carácter absoluto o inmanente y un período de “purificación” para que esos inmigrantes se desprendieran de su lastre original. Aceptando esa carga, un 39% respondió “nunca serán completamente chilenos”; un 31% aceptó que lo serían sus hijos y un 16% se remitió a los nietos. Un escaso 6% sospechó el sesgo, diciendo “ya son plenamente chilenos”. Sólo un 9% -tal vez descendientes de extranjeros- se declaró estupefacto (no sabe / no responde).

Este chauvinismo, casi metafísico, ilumina una relación perversa con la riqueza: mientras más sube nuestro ingreso, menos inteligentes nos mostramos. Además, contiene una gran confusión sobre nuestra política exterior, que incluye su rechazo. Respecto a Bolivia, se manifiesta asumiendo alternativas polares que no están en la agenda:  un 48% opta por “no darle nada” y un 9%,  aceptaría “darle una franja de territorio” (tácitamente soberana). En el caso de Perú, el rechazo es categórico: un 73% estima que, aunque el tribunal de La Haya falle a su favor, Chile no debe cederle territorio marítimo “por ningún motivo”. Alegar ante ese tribunal, con la consecuente obligacion de respetar su fallo, durante tres gobiernos chilenos sucesivos, sería pura y simple blandenguería.
Cae por su peso el interés que esto tiene para los actuales responsables de la política vecinal. Son datos duros sobre cómo nuestra sociedad interiorizó la arrogancia sin estrategia y sin información. Asumirlo no es es buscar culpables para apabullar. Es sólo un  alerta más, en un sector literalmente estratégico, para seguir rectificando, con vista a una real unidad nacional.

José Rodríguez Elizondo
| Sábado, 14 de Enero 2012
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