El fantasma estudiantil francés de mayo 68, está recorriendo Chile. Entonces, el gran Charles casi pidió la renuncia de ese pueblo que producía jóvenes tan ingratos. Aquí, Sebastián Piñera dice que el país está bien, pero la política está mal.
Por ahí anda la cosa. Pero, como Chile no vuela con piloto automático, yo haría un afinamiento orgánico: los partidos políticos, que se turnaron para construir, destruir y reconstruir nuestro entrañable país, han quedado fuera de juego. Basta escuchar los gritos de los jóvenes contra los políticos oficialistas u opositores y ver a los rectores parafraseando el viejo aforismo sajón: si no puedes conducir a tus estudiantes, arrímate a ellos.
¿Estrés de crecimiento? ¿frustración de quintiles postergados?... Ambas cosas, seguro, pero con dos claves de oro. Una, que a nuestros políticos no les molesta ser o parecer miembros de una clase privilegiada. Otra, que pese a la autocelebrada excepcionalidad chilensis –primer Estado en forma, primer Frente Popular, primera revolución en libertad, primer presidente marxista elegido, primer puesto en el concurso Milton Friedman-, los pocos políticos leídos que hoy tenemos son copiones. En vez de pensar la realidad de Chile con cabeza propia, buscan la revelación afuera, en los autores políticos de moda. Como resultado, no estamos actualizados en nosotros mismos.
A ese paso, nuestros partidos sólo se renovarán cuando el mundo copiado caiga en crisis política terminal. Lo grave es que eso ya comenzó a suceder, por falta de generación de reemplazo. Los jóvenes europeos, excluidos o desencantados de los partidos modélicos, hoy no quieren incluirse. Por cierto, los dirigentes establecidos vieron aquello como un síntoma fukuyamesco: en el fin de la historia no hay contraproyectos y la apatía de los jóvenes es sólo taimadura.
Hay dos conexiones que no se hicieron: Una, que la deserción de los jóvenes fue simétrica con su desvinculación de la prensa-papel. La otra, que esa deserción y esta desvinculación fueron coetáneas con la invención juvenil de las Nuevas Tecnologías de la Información (NTI). Porque, ojo, Bill Gates creó Microsoft a los 20 años, cuando era estudiante de Harvard y Mark Zuckerberg con su pandilla de Harvard crearon Facebook (hoy con 600 millones de afiliados) a esa misma edad.
Mientras los políticos pajareaban, los jóvenes crearon redes sociales, las fijaron -con blogs, facebook, twitter, youtube, msm- y terminaron inventando un léxico oral, escrito e icónico, que hoy es lengua materna. De hecho, iniciaron la era de la comunicación on line (COL), Cuarta Fase en la Historia de la Comunicación Social, tras las de la oralidad, escritura y audiovisualidad.
La COL implica rapidez. Es una novedad civilizacional que sintetiza los clásicos tres tiempos de la prensa-papel: los del acontecimiento, procesamiento y distribución. Por lo mismo, induce una nueva manera de pensar, de crear cultura y de posicionarse políticamente. Respecto a lo último, brinda tres directivas claras: 1) el mejor político es el que menos político parece, 2) en vez de optar por sistemas establecidos, mejor es crear una politicidad propia, 3) la politicidad propia está en la socialización que los jóvenes crearon.
Inevitablemente, algunos intelectuales miran el fenómeno con aprensión estética. Paradigmático es Mario Vargas Llosa, quien, partiendo de una base correcta -“si escribes y hablas así, es que piensas así”, ha concluído que los jóvenes de las NTI piensan “como un mono”. Otros, más apocalípticos, creen que llegó la crisis final de la Cultura, como si ésta fuera un producto social acabado. Ignoran que McLuhan, en los años 60, se adelantó a ese tipo de objeciones, con un aforismo estupendo; “nadie ha cometido jamás un error gramatical en una sociedad analfabeta”.
¿Se nos viene, entonces, una revolución sólo retórica?
No lo creo. Aunque sin la visibilidad de un asalto al Palacio de Invierno, los jóvenes de hoy son fieles a la esencia de ese aporte marxiano, según el cual “las armas de la crítica preceden a la crítica de las armas”. La diferencia epocal radica en que la fuerza de la crítica, ejercida mediante las NTI, es tan paralizante que puede hacer superflua la crítica de la fuerza.
Así, los jóvenes chilenos que marchan están gestando una nueva politicidad y no sabemos cómo ni cuándo plasmará. Como viene desde un momento de democracia, se expresa en la vocación de realizarla a todo vapor. De manera directa.
Al menos, hasta este instante.
Publicado en La Segunda, 1.7.11
Por ahí anda la cosa. Pero, como Chile no vuela con piloto automático, yo haría un afinamiento orgánico: los partidos políticos, que se turnaron para construir, destruir y reconstruir nuestro entrañable país, han quedado fuera de juego. Basta escuchar los gritos de los jóvenes contra los políticos oficialistas u opositores y ver a los rectores parafraseando el viejo aforismo sajón: si no puedes conducir a tus estudiantes, arrímate a ellos.
¿Estrés de crecimiento? ¿frustración de quintiles postergados?... Ambas cosas, seguro, pero con dos claves de oro. Una, que a nuestros políticos no les molesta ser o parecer miembros de una clase privilegiada. Otra, que pese a la autocelebrada excepcionalidad chilensis –primer Estado en forma, primer Frente Popular, primera revolución en libertad, primer presidente marxista elegido, primer puesto en el concurso Milton Friedman-, los pocos políticos leídos que hoy tenemos son copiones. En vez de pensar la realidad de Chile con cabeza propia, buscan la revelación afuera, en los autores políticos de moda. Como resultado, no estamos actualizados en nosotros mismos.
A ese paso, nuestros partidos sólo se renovarán cuando el mundo copiado caiga en crisis política terminal. Lo grave es que eso ya comenzó a suceder, por falta de generación de reemplazo. Los jóvenes europeos, excluidos o desencantados de los partidos modélicos, hoy no quieren incluirse. Por cierto, los dirigentes establecidos vieron aquello como un síntoma fukuyamesco: en el fin de la historia no hay contraproyectos y la apatía de los jóvenes es sólo taimadura.
Hay dos conexiones que no se hicieron: Una, que la deserción de los jóvenes fue simétrica con su desvinculación de la prensa-papel. La otra, que esa deserción y esta desvinculación fueron coetáneas con la invención juvenil de las Nuevas Tecnologías de la Información (NTI). Porque, ojo, Bill Gates creó Microsoft a los 20 años, cuando era estudiante de Harvard y Mark Zuckerberg con su pandilla de Harvard crearon Facebook (hoy con 600 millones de afiliados) a esa misma edad.
Mientras los políticos pajareaban, los jóvenes crearon redes sociales, las fijaron -con blogs, facebook, twitter, youtube, msm- y terminaron inventando un léxico oral, escrito e icónico, que hoy es lengua materna. De hecho, iniciaron la era de la comunicación on line (COL), Cuarta Fase en la Historia de la Comunicación Social, tras las de la oralidad, escritura y audiovisualidad.
La COL implica rapidez. Es una novedad civilizacional que sintetiza los clásicos tres tiempos de la prensa-papel: los del acontecimiento, procesamiento y distribución. Por lo mismo, induce una nueva manera de pensar, de crear cultura y de posicionarse políticamente. Respecto a lo último, brinda tres directivas claras: 1) el mejor político es el que menos político parece, 2) en vez de optar por sistemas establecidos, mejor es crear una politicidad propia, 3) la politicidad propia está en la socialización que los jóvenes crearon.
Inevitablemente, algunos intelectuales miran el fenómeno con aprensión estética. Paradigmático es Mario Vargas Llosa, quien, partiendo de una base correcta -“si escribes y hablas así, es que piensas así”, ha concluído que los jóvenes de las NTI piensan “como un mono”. Otros, más apocalípticos, creen que llegó la crisis final de la Cultura, como si ésta fuera un producto social acabado. Ignoran que McLuhan, en los años 60, se adelantó a ese tipo de objeciones, con un aforismo estupendo; “nadie ha cometido jamás un error gramatical en una sociedad analfabeta”.
¿Se nos viene, entonces, una revolución sólo retórica?
No lo creo. Aunque sin la visibilidad de un asalto al Palacio de Invierno, los jóvenes de hoy son fieles a la esencia de ese aporte marxiano, según el cual “las armas de la crítica preceden a la crítica de las armas”. La diferencia epocal radica en que la fuerza de la crítica, ejercida mediante las NTI, es tan paralizante que puede hacer superflua la crítica de la fuerza.
Así, los jóvenes chilenos que marchan están gestando una nueva politicidad y no sabemos cómo ni cuándo plasmará. Como viene desde un momento de democracia, se expresa en la vocación de realizarla a todo vapor. De manera directa.
Al menos, hasta este instante.
Publicado en La Segunda, 1.7.11