Bitácora

Intrusos en la agenda

José Rodríguez Elizondo


Michelle Bachelet está advertida. Su sola asistencia a la Cumbre Energética de Sudamérica, en Venezuela, que comienza hoy, la obligará a definirse sobre temas como los siguientes: políticas antagónicas de George W. Bush y Hugo Chávez, estrategia para la dominación global, alternativa lulo-bushista sobre bíocombustibles, poder de convocatoria del líder venezolano, arrogancia de Chile y tendencias internas de la Concertación.

¿No será como mucho?

Por cierto, pero eso es lo que cree el ex Ministro de Defensa, ex Canciller y ex Vicepresidente venezolano José Vicente Rangel. En reciente y dominguera columna para La Tercera, este fogueado político dijo que “asistir o no asistir (a la Cumbre) constituye una definición” y que la única indefinida, hasta el momento, es nuestra Presidenta. “Los otros participantes tienen posiciones tomadas (…) en cambio, Bachelet es una incógnita”, explicó.

Obviamente, él supone que esa incógnita es sólo una manera táctica de soslayar discrepancias con el canciller Alejandro Foxley y el sector “gutista” de la Democracia Cristiana, aliado con los viejos opositores copeyanos de Chávez. Todo esto lo expresa con suspicacia transparente: “para nadie es un secreto la manera como se ‘bate el cobre’ en la Cancillería chilena respecto del ‘caso venezolano’ ”.

A renglón seguido, el ex vicetodo colige que “parte del desafío” para Bachelet sería asumir el liderazgo de Chávez y aceptar que Chile “no es nación aparte”. Con adulación un pelín tosca, dulcifica tal emplazamiento diciendo que “la hija del general encarará con coraje e inteligencia este desafío, como lo ha hecho en otros momentos de su vida”.

¿Qué bicho picó a tan prominente personaje para pretender fijar la agenda exterior de Chile?

Imitándole la audacia, yo diría que está reconcursando ante su líder. Quizás Chávez le puso mala cara cuando, recién salido de la Vicepresidencia, Rangel dijo que era “inquietante” percibir al líder por sobre las instituciones. Aunque sin nombrarlo, reprochó a su sucesor en el cargo, Jorge Rodríguez, por haber dicho que los venezolanos estaban en “la dictadura de la democracia verdadera”. “Yo no creo que haya dictadores democráticos” sentenció, agregando que Chávez debía “fortalecer las instituciones”.

Si esa franqueza le trajo un tirón de orejas, hoy Rangel estaría emulando el ultrismo marxiano de Rodríguez, para no quedarse en la banca. Al efecto, comenzó con un repliegue táctico, diciendo “yo no tengo ninguna objeción a las políticas que están siendo adoptadas” (entrevista en La Tercera de 18 de marzo) y siguió con su glosado emplazamiento a Bachelet. Por lo visto, tuvo éxito, pues Chávez se subió por el último chorro. Cuatro días después, declaró –entre otras sutilezas estentóreas- que nuestro Senado estaba dominado por “la extrema derecha fascista”.

Con todo, Rangel fue muy sensato, en la entrevista del 18, respecto a los vínculos diplomáticos. Una buena relación, reconoció, refleja tanto los intereses de Chile como de Venezuela y “no debería tener un signo ideológico”. Y tiene razón. Ni Bachelet ni Chávez están para darse lecciones, pues saben (mejor ella que él) que la amistad internacional limita con el intrusismo.
José Rodríguez Elizondo
| Martes, 17 de Abril 2007
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