Bitácora

Héroes: Bernardo O'Higgins Riquelme

José Rodríguez Elizondo


A propósito de un telefilme sobre Bernardo O'Higgins, prócer de Chile y el Perú, la revista peruana Caretas me sometió a un interesante test, que publicó el 4 de abril. Por su eventual interés histórico, me parece pertinente compartirlo con los lectores de Tendencias.




¿Qué le pareció el telefilme de la serie “Héroes” dedicado a Bernardo O’Higgins? ¿Se ajusta a la historia, o despierta polémica, Especialmente para los peruanos?.

Me parecio digno y decoroso. Se notó la mano de ese excelente cineasta que es Ricardo Larraín (La Frontera). El que se ajuste a la historia es y será siempre un tema debatible, cuando se trata de personajes dominantes de una época y máxime si entonces no había registros audiovisuales. Por lo demás, aún pervive la emoción de aquellos aristócratas agrarios que sufrieron las políticas progresistas de O’Higgins. También está el legado de sangre y rencor asumido por los “carrerinos” (parientes y partidarios del patricio José Miguel Carrera). En todo caso, la mayoría de los chilenos conoce al prócer sólo desde los textos escolares y algunos siguen exigiéndole comportamientos de demócrata británico, en una etapa fundacional de nuestro continente. Visto asi el fime, noto un honesto esfuerzo de objetividad en el cineasta quien, por apellido, pertenece al “notablato” chileno que combatió políticamente a 0’Higgins.

¿Fue efectivamente O’Higgins un hombre cosmopolita y conciliador?

Física y culturalmente debió ser un bicho muy raro para una rústica Capitanía General: pelirrojo, bilingüe, músico, hijo de un virrey del Perú, con estudios en Londres y contactos al mayor nivel con los precursores y libertadores de otros países. Quizás por esas ventajas insuperables, la élite de su epoca, culturalmente dependiente de Lima, lo combatió poniendo el énfasis en la ausencia de matrimonio de sus padres. Siempre se refirieron a O’Higgins como “el huacho Riquelme” (el apellido de su madre). El prócer, que en definitiva heredó el nombre y fortuna del padre ausente -nuevo item de celos- , no puso la otra mejilla: reprimió selectivamente a sus enemigos, abolió sus títulos de nobleza, liquidó sus mayorazgos y los dejó sin esclavos. No era Jesucristo, pues.

¿Cuál fue la actitud de O’Higgins ante los países vecinos?

Fundamentalmente fue un integracionista y un geopolítico avant la lettre. Pensaba en los países vecinos en plural, como “nuestras patrias”. Sabía que la independencia de la región no se consolidaría si el Perú y su mar permanecían bajo control español. De ahí su gruesa inversión en la expedición libertadora y su deseo de constituir una especie de Confederación chileno-peruana, plasmada en un tratado que debió mantener secreto. Por cierto, esa inversión, ese tratado y la designación del argentino San Martín como responsable de la expedición libertadora, fueron tema de dura crítica por parte del notablato. Contribuyó a ello la estentórea animadversión entre Lord Cochrane y el Libertador argentino. Pero, en definitiva, los hechos dicen que su afecto por el Perú y su fraterna amistad con San Martín , son un legado fundamental para los argentinos, peruanos y chilenos de hoy.

¿Tuvo una manera de actuar distinta a la de Diego Portales?

Uno es el padre de la Patria, el otro es el padre del Estado, pero sus diferencias son claras. La principal, es que O’Higgins fue un geopolítico integracionista y Portales, un geopolítico nacionalista. Mientras el primero pensaba en una patria grande, con responsabilidades compartidas, en la línea de Francisco Miranda y Bolívar, Portales pensaba en una patria chilena, más desarrollada que los países vecinos. En este sentido, Portales rectificó el legado océanopolítico de O’Higgins, planteándolo en términos hegemonistas y avizorando la guerra contra la Confederación peruano-boliviana. O’Higgins, desde su exilio, advirtió, a este respecto, que “las victorias de armas siempre son caras, incluso a los victoriosos”. Si entonces este pensamiento o’higginiano no se apreció a cabalidad, fue porque parte de la peruanidad combatió junto con las fuerzas chilenas y no hubo cambio en los mapas.


¿Qué opinión tiene de la reciente censura a la serie “Epopeya”? En todo caso, ¿cuál debería ser la actitud idónea tanto de Perú como de Chile respecto a las producciones históricas que podrían tocar heridas aún no cicatrizadas?

El caso refleja lo arraigado que está, en nuestros países, el temor al debate sobre temas política y diplomáticamente importantes y la convicción de que la amistad se forja sólo mediante actos de comercio. Comerciad, comerciad, que el amor vendrá por añadidura. En este contexto, el eufemismo manda y la transparencia condena. Baste señalar que, tanto en Chile como en el Perú, el caso se presentó como una simple postergacion de fecha, por motivos de oportunidad. Para mí, es una censura clara, con dos particularidades que la harán histórica: Primero, fue bilateralmente consensuada; segundo, tiene el rango diplomático de una “medida de confianza”… ¿triste, no?
José Rodríguez Elizondo
| Domingo, 8 de Abril 2007
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