Publicado en La Segunda, 13.7.2012
En una reunión con amigos sabios, uno dijo que Perú interactuaba con Chile en la onda de los pueblos irredentos. Yo discrepé pues, con incario, virreinato y Vargas Llosa, había demasiada historia, poder y cultura tras ese vecino del norte.
Sin embargo, quedé con la bala pasada y desde esta columna matizo mi discrepancia. En principio, ahora acepto que la tentación irredentista puede afectar a los países mejor dotados, aunque sus líderes no lo capten. El caso test sería Argentina.
Punto base de mi reflexión es la II Cumbre de América del Sur y los Países Árabes, realizada en 2009, en Qatar, donde la Presidenta Cristina Fernández comparó el conflicto anglo-argentino con el israelo-palestino: "Las Malvinas y la cuestión palestina son solamente dos de los ejemplos terribles de no cumplimiento de las normas de los organismos internacionales, en materia de derecho y reconocimiento de nuestros países", dijo.
Me parece que ahí homologó la causa argentina con otra de clara filiación irredentista. Según eso, serían comparables el archipiélago virtual de territorios palestinos (la “piel de leopardo”) que buscan establecerse como Estado soberano y un Estado bicentenario que busca recuperar un archipiélago verdadero, para integrarlo a su soberanía
.
Curiosamente, el Presidente boliviano Evo Morales ya había intentado una movida similar, al definir a Chile como “el Israel de América Latina”. Como implícito líder de los palestinos metafóricos de la región, quedó posicionado para ampliar la homologación de Fernández. Es lo que hizo en Cochabamba, durante la reciente Asamblea de la OEA, mediante un nuevo lema: “Malvinas argentinas. Mar para Bolivia”.
Si asumimos que Morales ya había constitucionalizado su aspiración marítima, a semejanza de lo que hicieron los argentinos respecto a las Malvinas, queda claro que había método en ese eslogan. Dicho más claro, con éste se “colgó” de Argentina contra Chile, al igual que Fernández se había colgado de los palestinos contra el Reino Unido.
Con esto, ambos instalaron una propuesta de silogismo:
Si argentinos y bolivianos son como los palestinos y si chilenos y británicos son como los israelíes, argentinos y chilenos no son muy amigos que digamos. Notablemente, es una propuesta que, por elemental estrategia, hoy interesaría mucho promover al Reino Unido. ¿Lo entendió así Fernández? ¿Fue advertida al respecto por sus asesores? ¿Se lo hemos preguntado nosotros?
No es una cuestión marginal, porque antagonizar con Chile –aunque sea desde la tolerancia metafórica- es tan negativo para el objetivo Malvinas, de Argentina, como estupendo para la mantención británica del statu quo. Así pareció entenderlo, con mucha antelación -en un texto de 1988-, el geopolítico norteamericano Howard T. Pittman, cuando definió las reclamaciones de Bolivia como el rasgo saliente de su irredentismo: “siempre se inician con la premisa de que el mundo y particularmente Chile, debe a Bolivia un corredor con salida al mar”.
De esa observación dedujo que los gobiernos bolivianos actúan sobre el supuesto de que sólo cabe negociar las dimensiones de la concesión y el cronograma para su cesión. Una actitud que, a su juicio, “también caracteriza los reclamos argentinos sobre las Malvinas”.
Es una de las abominables complejidades de la política exterior que un gobierno responsable debe conocer, para manejarse mejor.
En una reunión con amigos sabios, uno dijo que Perú interactuaba con Chile en la onda de los pueblos irredentos. Yo discrepé pues, con incario, virreinato y Vargas Llosa, había demasiada historia, poder y cultura tras ese vecino del norte.
Sin embargo, quedé con la bala pasada y desde esta columna matizo mi discrepancia. En principio, ahora acepto que la tentación irredentista puede afectar a los países mejor dotados, aunque sus líderes no lo capten. El caso test sería Argentina.
Punto base de mi reflexión es la II Cumbre de América del Sur y los Países Árabes, realizada en 2009, en Qatar, donde la Presidenta Cristina Fernández comparó el conflicto anglo-argentino con el israelo-palestino: "Las Malvinas y la cuestión palestina son solamente dos de los ejemplos terribles de no cumplimiento de las normas de los organismos internacionales, en materia de derecho y reconocimiento de nuestros países", dijo.
Me parece que ahí homologó la causa argentina con otra de clara filiación irredentista. Según eso, serían comparables el archipiélago virtual de territorios palestinos (la “piel de leopardo”) que buscan establecerse como Estado soberano y un Estado bicentenario que busca recuperar un archipiélago verdadero, para integrarlo a su soberanía
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Curiosamente, el Presidente boliviano Evo Morales ya había intentado una movida similar, al definir a Chile como “el Israel de América Latina”. Como implícito líder de los palestinos metafóricos de la región, quedó posicionado para ampliar la homologación de Fernández. Es lo que hizo en Cochabamba, durante la reciente Asamblea de la OEA, mediante un nuevo lema: “Malvinas argentinas. Mar para Bolivia”.
Si asumimos que Morales ya había constitucionalizado su aspiración marítima, a semejanza de lo que hicieron los argentinos respecto a las Malvinas, queda claro que había método en ese eslogan. Dicho más claro, con éste se “colgó” de Argentina contra Chile, al igual que Fernández se había colgado de los palestinos contra el Reino Unido.
Con esto, ambos instalaron una propuesta de silogismo:
Si argentinos y bolivianos son como los palestinos y si chilenos y británicos son como los israelíes, argentinos y chilenos no son muy amigos que digamos. Notablemente, es una propuesta que, por elemental estrategia, hoy interesaría mucho promover al Reino Unido. ¿Lo entendió así Fernández? ¿Fue advertida al respecto por sus asesores? ¿Se lo hemos preguntado nosotros?
No es una cuestión marginal, porque antagonizar con Chile –aunque sea desde la tolerancia metafórica- es tan negativo para el objetivo Malvinas, de Argentina, como estupendo para la mantención británica del statu quo. Así pareció entenderlo, con mucha antelación -en un texto de 1988-, el geopolítico norteamericano Howard T. Pittman, cuando definió las reclamaciones de Bolivia como el rasgo saliente de su irredentismo: “siempre se inician con la premisa de que el mundo y particularmente Chile, debe a Bolivia un corredor con salida al mar”.
De esa observación dedujo que los gobiernos bolivianos actúan sobre el supuesto de que sólo cabe negociar las dimensiones de la concesión y el cronograma para su cesión. Una actitud que, a su juicio, “también caracteriza los reclamos argentinos sobre las Malvinas”.
Es una de las abominables complejidades de la política exterior que un gobierno responsable debe conocer, para manejarse mejor.