Publicado en El Mercurio, 21 de marzo de 2018
Siguiendo una estrategia de aproximación indirecta, los tuits de Evo Morales desde La Haya, su presencia en la sala del tribunal, la reingeniería de la historia a cargo de abogados extranjeros y el reivindicativo himno naval cantado a coro ante los medios, fueron un emplazamiento en bloque. Los jueces, en cuanto funcionarios de la ONU, deben privilegiar la justicia inmanente de su causa, por sobre el "derecho formal", para garantizar la paz y seguridad internacionales. Para ese efecto, basta con que obliguen a Chile a negociar y soslayen la vigencia del Tratado de 1904
Ha sido el punto más alto de la ofensiva política de Morales, desde que constitucionalizara la necesidad de poner fin, unilateralmente, a dicho tratado de límites. Además, con sus alusiones a Antofagasta "siempre nuestra" dejó en claro que, en jerga política boliviana, hoy es un "recuperacionista" (revanchista), con cuatro objetivos cardinales: a) inducir una gran unidad nacional contra Chile, b) potenciar la agresividad de los agentes de su "poder duro", c) debilitar internacionalmente el "poder blando" de Chile, y d) acaparar fuerzas políticas para seguir gobernando. Obviamente, el último objetivo es el que ha generado los tres primeros.
Por parte chilena, tras una década de política exterior concentrada en La Haya, sin éxitos reales, se sigue jugando lealmente el juego de la razón jurídica ante la CIJ. Se quiere creer que allí la legalidad internacional domina la realidad política y se olvida que la Carta de la ONU -mandatoria para sus jueces- homologa "los principios de la justicia y del derecho internacional". Desde esa fe conmovedora, un ex canciller insistió, hace poco, en que Chile había ganado claramente el juicio contra el Perú. Esto, porque la CIJ acogió la "sólida tesis jurídica" sobre el paralelo del hito 1. Los 21.000 kilómetros cuadrados de mar que, creatividad mediante, adjudicó al Perú y los 30.000 que convirtió en aguas internacionales eran harina de otro costal.
En el clímax del pleito que Morales nos ha propinado a los chilenos, eso habría que tenerlo muy presente. Él intuye que, según aprecien la envergadura del conflicto, los jueces pueden dar rienda suelta a su "creatividad". Por ello, no ha vacilado en enriquecer su repertorio de provocaciones, en la misma sede de la CIJ, importándole un comino que eso pueda disgustar a los litigantes ortodoxos.
Puede que algunos de nuestros expertos arrisquen la nariz. Quieren creer que los jueces se fastidian ante ese tipo de audacias, o que antes se sentían halagados porque nuestros gobernantes no intervenían para nada. Sin embargo, los hechos les están diciendo que, manipulando el Derecho, el Presidente boliviano ha ilusionado a los suyos, desconcertado a una minoría de chilenos y alzado el umbral de un conflicto mayor.
Parafraseando a Shakespeare, Morales está demostrando que "hay método en su locura", porque su afán de poder sigue siendo más fuerte.
Siguiendo una estrategia de aproximación indirecta, los tuits de Evo Morales desde La Haya, su presencia en la sala del tribunal, la reingeniería de la historia a cargo de abogados extranjeros y el reivindicativo himno naval cantado a coro ante los medios, fueron un emplazamiento en bloque. Los jueces, en cuanto funcionarios de la ONU, deben privilegiar la justicia inmanente de su causa, por sobre el "derecho formal", para garantizar la paz y seguridad internacionales. Para ese efecto, basta con que obliguen a Chile a negociar y soslayen la vigencia del Tratado de 1904
Ha sido el punto más alto de la ofensiva política de Morales, desde que constitucionalizara la necesidad de poner fin, unilateralmente, a dicho tratado de límites. Además, con sus alusiones a Antofagasta "siempre nuestra" dejó en claro que, en jerga política boliviana, hoy es un "recuperacionista" (revanchista), con cuatro objetivos cardinales: a) inducir una gran unidad nacional contra Chile, b) potenciar la agresividad de los agentes de su "poder duro", c) debilitar internacionalmente el "poder blando" de Chile, y d) acaparar fuerzas políticas para seguir gobernando. Obviamente, el último objetivo es el que ha generado los tres primeros.
Por parte chilena, tras una década de política exterior concentrada en La Haya, sin éxitos reales, se sigue jugando lealmente el juego de la razón jurídica ante la CIJ. Se quiere creer que allí la legalidad internacional domina la realidad política y se olvida que la Carta de la ONU -mandatoria para sus jueces- homologa "los principios de la justicia y del derecho internacional". Desde esa fe conmovedora, un ex canciller insistió, hace poco, en que Chile había ganado claramente el juicio contra el Perú. Esto, porque la CIJ acogió la "sólida tesis jurídica" sobre el paralelo del hito 1. Los 21.000 kilómetros cuadrados de mar que, creatividad mediante, adjudicó al Perú y los 30.000 que convirtió en aguas internacionales eran harina de otro costal.
En el clímax del pleito que Morales nos ha propinado a los chilenos, eso habría que tenerlo muy presente. Él intuye que, según aprecien la envergadura del conflicto, los jueces pueden dar rienda suelta a su "creatividad". Por ello, no ha vacilado en enriquecer su repertorio de provocaciones, en la misma sede de la CIJ, importándole un comino que eso pueda disgustar a los litigantes ortodoxos.
Puede que algunos de nuestros expertos arrisquen la nariz. Quieren creer que los jueces se fastidian ante ese tipo de audacias, o que antes se sentían halagados porque nuestros gobernantes no intervenían para nada. Sin embargo, los hechos les están diciendo que, manipulando el Derecho, el Presidente boliviano ha ilusionado a los suyos, desconcertado a una minoría de chilenos y alzado el umbral de un conflicto mayor.
Parafraseando a Shakespeare, Morales está demostrando que "hay método en su locura", porque su afán de poder sigue siendo más fuerte.