Bitácora

Fujimori: todos ganan

José Rodríguez Elizondo


Visto desde Lima –donde estoy-, el fallo de nuestros “supremos”, sobre el extraditable-extraditado, será bueno para la relación bilateral y muy complicado para Alan García.

Lo primero, por dos motivos básicos: la buena intuición de la Presidenta, quien se indignó oportunamente ante el error policial que significó el ingreso de Alberto Fujimori a Chile y la confirmación de que nuestra Corte Suprema podrá equivocarse, pero no ser manipulada.

La simbiosis de ambos factores implica un crédito para Michelle Bachelet, porque está bien lo que bien acaba y para la imagen externa de nuestro Poder Judicial. En el Perú, dada la historia de los jueces –especialmente los del fujimorato- resultaba difícil entender que Bachelet estuviera a favor de la extradición, pero que no tuviera el poder para imponerla.

Ahora viene el segundo tiempo, que se jugará en Lima y todo indica que la complejidad no será menor. En lo fundamental porque, al margen de las buenas intenciones políticas de Bachelet, Fujimori es un genuino pingo de Troya. Aquí lo recuerdan con afecto los empresarios, en general y los peruanos más pobres, que se beneficiaron de su asistencialismo demagógico.

Entre ambos sectores están los fujimoristas del Congreso unicameral –la tercera fuerza política- y una masita de peruanos que medraron con la corrupción de la “república mafiosa”, según término acuñado por el sociólogo Carlos Dammert. Esta base de poder resintió, por cierto, la candidatura de Fujimori a una curul japonesa. No se puede ser genuino representante del peruanismo con tanta dificultad.

Sin embargo, los dirigentes del fujimorismo activo estiman que más vale mirar hacia el lado, para jugar a ser la bisagra política de un sistema político todavía debil. El poder permite tragar sapos.

Virtud globalizable

En cuanto a García, su reacción ha sido extremadamente cautelosa y políticamente mesurada. Apenas conocido el fallo comenzó a explicar, través de sus políticos más cercanos, que Fujimori recibirá un tratamiento “adecuado”. Es decir, uno que respete su estatus de ex jefe de Estado. “No se le pondrán bolas en las piernas”, graficó Jorge del Castillo, Presidente del Consejo de Ministros. “No será encadenado”, complementó Luis Conzález Posada, Presidente del Congreso.

Todo indica que García, comenzará a hacer de su previa perplejidad virtud globalizable. A sabiendas de que el caso es de interés mundial y marca un hito judicial (es el primero en el cual un país extradita a un ex Presidente a su país de origen), hará presente que él representa la superioridad del Estado de Derecho democrático sobre la dictadura de Fujimori.

Mucho le servirá recordar el trato que recibió del propio Fujimori cuando estaba en el exilio. García era, entonces, “el reo contumaz” y por dos veces fue requerido como extraditable. También dirá García que la pasividad que antes le reprocharon, fue la clave del fallo. Es decir, la extradición se aprobó gracias a que supo respetar la independencia de nuestros supremos y no quiso politizar el proceso.

En síntesis, gracias a Fujimori, Bachelet consolidó su prestigio en el ámbito de los Derechos Humanos y Garcia ganó una buena plataforma para enfrentar los focos de la prensa mundial. Todos ganan y esto sí que es una rareza en la relación bilateral.

(Publicado simultáneamente en La Tercera y La Republica el 22.9.07)
José Rodríguez Elizondo
| Lunes, 24 de Septiembre 2007
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