En el misterioso mundo de los tribunales, las cosas no son como fueron, sino como se prueban … según la percepción de cada juez. Y si algún magistrado quiere conjugar su competencia técnica con un mínimo sentido de la realidad, suele caerle sobre el cráneo una ley inédita de Murphy: “si algo bueno haces, algo malo repondrá la normalidad”.
Como prueba, el fallo del ministro Orlando Alvarez rayando la pintura al dictamen de la fiscal Mónica Maldonado, que reconocía las trapacerías reales de Alberto Fujimori. Leyéndolo, resulta que Maldonado interpretó mal. El ex presidente sería inocente de facto, pues no está acreditada su participación en ninguno de los hechos monstruosos que terminaron desinstitucionalizando al Perú.
Confieso tener una percepción demasiado cercana del extraditable, como para perder el tiempo con la hermenéutica. Entiendo, incluso, que su más grave comportamiento ni siquiera figura en el proceso.
Sucede que en 1995, cuando comenzaban las operaciones en la guerra del Cenepa, pude percibir, desde Lima, cómo manipulaba el sentimiento patriótico peruano para asegurar su reelección. Tras un reprochado mal manejo de la política exterior, trataba de recuperar imagen con ese conflicto. Quizás por motivos de seguridad nacional, los políticos no fueron claros para denunciarlo.
Pero consta que Alan García hizo el alcance: “Si esto fuera cierto sería un hecho criminal manipular un incidente, dejar crecer un conflicto y sacrificar la vida de nuestros soldados para ganar votos con cinismo”.
Fallo surrealista
Alguien sospechoso de manejar así una guerra, es muy capaz de incurrir en aberraciones comparativamente menores. Por lo señalado, me parece surrealista un fallo según el cual no tiene responsabilidad por la actuación del escuadrón terrorista Colina ni por haber mantenido secuestrada, con maltratos, a su entonces esposa Susana Higuchi.
O que ni siquiera es multable por malversación de fondos, cuando cualquier peruano sabe que manejaba un presupuesto paralelo para sobresueldos de militares y civiles sobornables. Además, me duele leer que, en el caso del secuestro del periodista Gustavo Gorriti -“Gomato” en el fallo-, sale limpio de polvo y paja por encontrarse prescrita la acción penal. (Lo siento, Gustavo. Si tus amigos de distintos países no hubieran presionado a través de sus Cancillerías y el fujimontesinismo te hubiera hecho desaparecer -como fue la intención de aquellos sicarios-, hoy te estaríamos recordando con la tesis del secuestro permanente. Igual que a los desaparecidos del régimen de Pinochet.)
En síntesis, está claro que el “fujimorato” fue un hito catastrófico en la región y así lo entienden los más prestigiosos politólogos peruanos. Uno, de éstos, Manuel Dammert, incluso acuñó la categoría de “Estado Mafioso” para definirlo. Es de esperar, por bien de nuestra democracia, que los jueces de segunda instancia estén en condiciones de enterarse y fallen en consecuencia.