Bitácora

Flores, la ira y la hojarasca

José Rodríguez Elizondo

Hasta hace poco, la resignación pavimentaba el auge de los políticos inescrupulosos. Los electores chilenos presenciábamos sus “empates”, ellos seguían medrando a golpe de bribonadas y el país continuaba desplazándose hacia esa linea imaginaria que –según la tradición- nos separa de los países corruptos.

Dos imprevistos golpearon ese escenario. Uno, el de un joven que, ocultando el rostro “por reflejo”, justificaba cualquier malversación de fondos tras su “pensamiento PPD” (Partido por la Democracia). Otro, el del senador PPD Fernando Flores, quien desafiaba a su poderoso colega Guido Girardi, denunciaba la mentalidad de “pandilla”, creaba un nuevo referente interno y exhumaba una tesis que los antiguos chilenos valoraban: el interés del país está por sobre el de los partidos.

Por asociación de ideas, algunos evocamos ese momento rupturista de abril de 1988, cuando un Ricardo Lagos emergente emplazó a dedo al dictador Augusto Pinochet, sacudiendo la resignación de los demócratas. En su caso, fue el lúcido coraje del desafío. En el caso de Flores, es el lúcido coraje de la ira, orientada a borrar la resignación de los ciudadanos abusados.

Lo dicho implica que no estamos ante un rapto piromaníaco, como entendió un conocido comentarista. En su libro Abrir nuevos mundos, de 1997, Flores ya advertía contra las visiones febriles y valoraba el distanciamiento: “No queremos quedar sujetos a palabras pronunciadas en momentos de vehemencia, ni que otros se aprovechen de un momento apasionado de nuestro discurso”. Shakespearianamente hablando, hubo método en su locura.

La ecuación aciertos-errores lo favorece. La Presidenta Bachelet y Eduardo Frei también se indignaron. Los políticos probos denunciaron el “todo vale”. Los políticos no tan probos, dejaron los “empates” para mejor ocasión. El Presidente del PPD, Sergio Bitar, tras algunas piruetas para la tele, declaró que “el talento de Fernando” hacía desaconsejable inducir su renuncia al partido.

Alternativa compleja

Así catalizada, la corrupción de los operadores cayó como un Katrina sobre el sistema político. Por lo mismo, provocó estupor que Lagos, presionado para pronunciarse, pues muchos escándalos nacieron durante su mandato, haya descrito la situación como “la hojarasca de estos días”. Esta metáfora, que evoca otras igualmente desafortunadas -Lagos improvisa mal-, indica que el ex Presidente no previó el riesgo de contrariar a los indignados, sin contar con blindaje oficial.

El resultado muestra a Lagos entrampado en una estrategia comunicacional imposible: guardar silencio sobre la política contingente, mientras habla a diario sobre todos los otros ámbitos. Agrava la situación su carácter ofuscable y su empobrecedora opción por los incondicionales. Prudentes por definición, éstos saben cuan impenetrable puede ser su jefe ante el pensamiento crítico.

En resumidas cuentas, si Lagos sigue rompiendo su silencio, los líderes de la oposición siguen aborreciéndose y Flores logra domesticar su tendencia a vapulear a justos y pecadores, bien podría levantarse una alternativa compleja a la alternancia simple.
El día de la ira podría, entonces, convertirse en un histórico momento de ruptura.


(Publicado en La Tercera el 3 de diciembre de 2006)

José Rodríguez Elizondo
| Domingo, 3 de Diciembre 2006
| Comentarios