Publicada en El Mercurio, 7 de enero 2018
José Rodríguez Elizondo es un reconocido intelectual de las relaciones internacionales de carácter fuerte.
Pese al triunfo de la posición de Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, dice que sigue pensando "que mejor habría sido no comparecer como demandado".
Paralelamente, afirma que hubo factores clave en la actuación de Chile para lograr este resultado. Entre ellos destaca la llegada de Claudio Grossman, a quien califica como "el agente indicado en el momento preciso".
Rodríguez Elizondo es abogado, escritor y hasta el año pasado era director del Programa de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
Ha publicado una veintena de libros, entre los que se incluyen "Temas para después de La Haya" (2010), "Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile" (2014) y "Todo sobre Bolivia, la compleja disputa por el mar" (2016).
Cuando evalúa el fallo -que planteó que el país no tiene obligación alguna de negociar un acceso soberano de Bolivia al Pacífico-, dice que "hizo justicia a Chile".
Pese al triunfo de la posición de Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, dice que sigue pensando "que mejor habría sido no comparecer como demandado".
Paralelamente, afirma que hubo factores clave en la actuación de Chile para lograr este resultado. Entre ellos destaca la llegada de Claudio Grossman, a quien califica como "el agente indicado en el momento preciso".
Rodríguez Elizondo es abogado, escritor y hasta el año pasado era director del Programa de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
Ha publicado una veintena de libros, entre los que se incluyen "Temas para después de La Haya" (2010), "Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile" (2014) y "Todo sobre Bolivia, la compleja disputa por el mar" (2016).
Cuando evalúa el fallo -que planteó que el país no tiene obligación alguna de negociar un acceso soberano de Bolivia al Pacífico-, dice que "hizo justicia a Chile".
"Lo hizo aplicando el viejísimo aforismo diplomático 'nada está acordado hasta que todo está acordado'. Además, aunque después de cinco años, reparó dos errores graves: admitir a tramitación una demanda netamente política y haber rechazado nuestras excepciones preliminares de competencia".
-¿A qué atribuye que el resultado haya sido tan categórico en favor de Chile?
-Al efecto combinado del peso del derecho internacional y el peso de la realidad política internacional. Los jueces asumieron, en buena hora, que de seguir "creativos" terminarían contradiciendo los principios de la propia ONU: habrían sido la espada judicial de un miembro del sistema contra otro miembro del sistema; habrían interferido en la autodeterminación de Chile y habrían subestimado las amenazas de Evo Morales y su canciller prometiendo recuperar territorio chileno incluso al costo de "la sangre". En síntesis, un organismo de la ONU habría contribuido a socavar la paz y seguridad internacionales, consumando lo que en el derecho público francés se llama "desviación de poder". Algún día se sabrá cuántos nacionalistas de otros países esperaban que la CIJ nos obligara a negociar una cesión de soberanía para aplicarlo como jurisprudencia.
-¿Este resultado deja a Bolivia con nulas posibilidades de continuar exigiendo una obligación de negociar con Chile un acceso soberano al Pacífico?
-Es duro aterrizar una aspiración de ese tipo. Sobre todo cuando un político irresponsable convence, a todo un pueblo, que no es aspiración sino derecho constitucional. Esto me recuerda la admonición realista del diplomático norteamericano George Kennan, a inicios de la Guerra Fría: "debemos asumir que hay problemas que no tienen solución".
-¿Cuál diría que fue el principal acierto del equipo chileno en este caso?
-Menciono dos. Primero, entender que el factor histórico era imprescindible. En el caso con el Perú, costó muchísimo que eso se entendiera. Segundo, haber encontrado al agente indicado en el momento preciso: Claudio Grossman reunía una prolongada experiencia académica y social en una importante universidad norteamericana. Además, tuvo una formación en la Facultad de Derecho de la U. de Chile, que lo proyectó como jurista y lo alejó de los dogmatismos.
-¿Haber presentado excepciones preliminares fue un aporte para una resolución final en favor de Chile?
-En definitiva fue bueno, pues, a falta de una política comunicacional, alertó a la opinión pública ilustrada de que algo muy raro estaba pasando con los tratados de límites en un organismo de la ONU. Yo sigo pensando que mejor habría sido no comparecer como demandado, pues igual la CIJ habría conocido nuestra sólida posición jurídica y nos habríamos ahorrado cuatro años de dedicación a un tema que nos distraía de otros objetivos de la política exterior... y que nos costaba recursos importantes. En cuanto a la plausibilidad jurídica de esta opción, la desarrollé en uno de mis libros sobre conflictos vecinales.
-¿En qué aspectos cree que mejoró Chile en su presentación del caso con Bolivia respecto de lo ocurrido en el caso con Perú?
-El caso con Perú nos fue muy complejo, pues hicimos un mal diagnóstico por dos veces consecutivas. Empezamos diciendo que no había controversia jurídica y terminamos diciendo que la controversia era estrictamente jurídica. Luego, quisimos ignorar factores que nos penaban y que estaban en conocimiento de los peruanos. Fue el caso del "informe Bazán", según el cual no había huellas en Chile de un "tratado específico de frontera marítima". En definitiva, como rechazamos negociar, fueron los jueces de la CIJ los que negociaron por nosotros, produciendo un fallo "creativo".
Rodríguez Elizondo agrega que "comparativamente, el caso con Bolivia era sencillo. No había por dónde creer que un organismo de la ONU pudiera obligarnos a ceder territorios y mar, solo porque Morales decía que era de justicia. Pero el fallo en las excepciones preliminares nos asustó a todos. De ahí la sorpresa que nos dio un fallo tan obvio como el del lunes".
-¿Qué implicancias cree que este resultado podría tener para la carrera presidencial de Evo Morales?
-Sería fácil decir que ya tiene olor a lápida. Pero él pertenece a la especie de los políticos incombustibles. Además, a la inversa de su colega Nicolás Maduro, no puede decirse que haya arruinado a su país. Creo que seguirá en la brecha, pero también creo que los bolivianos merecen tener un líder más normal, para poder construir la buena relación que nos merecemos. Por el bien de Bolivia y de Chile.
-¿Se reafirma con esto que Chile debe mantenerse en el Pacto de Bogotá o ese debate debe continuar?
-Mi opinión no estaba sujeta a un buen o mal fallo. Creo, además, que la retirada de Colombia y la posibilidad de retirada de Chile fueron señales políticas importantes en el espacio ONU para llamar a los jueces a la ortodoxia. Y reitero que sin Pacto de Bogotá igual seguiríamos respetando los distintos medios de solución pacífica de la Carta de la ONU y otros. El tema de fondo es que no debemos convertirnos en rehenes de un instrumento que nos hizo renunciar a la "voluntariedad de jurisdicción" inscrita en el acta de nacimiento de la CIJ.
-Pese al triunfo de la posición chilena, ¿qué lecciones cree que debe sacar Chile en materia diplomática tras este caso?
-Lo digo y lo repito: desarrollar un sistema de política exterior de alta profesionalización, donde la política de Estado se comunique, los abogados sean excelentes asesores y los diplomáticos ejerzan la mutidisciplinariedad. Esto, para que puedan operar como un "cuerpo permanente de negociadores profesionales", según descripción de Harold Nicolson.
-¿Cree que se debió presentar la demanda por el Silala en el contexto de otra demanda en curso como la que acaba de finalizar?
-Al principio tendí a aceptarla como una muestra de que salíamos de la reactividad usual. Hoy tengo algunas dudas, pues nos distrae de un problema vinculado con los acuíferos del norte. Hay un conflicto soterrado porque el aprovisionamiento de agua para las empresas chilenas está siendo obstaculizado, de facto, por actores bolivianos. Temo que, por acción u omisión, esto se relacione con el carácter y estatus de los ríos y acuíferos subterráneos. Si es así, habría que asumir el debate necesario.
-¿A qué atribuye que el resultado haya sido tan categórico en favor de Chile?
-Al efecto combinado del peso del derecho internacional y el peso de la realidad política internacional. Los jueces asumieron, en buena hora, que de seguir "creativos" terminarían contradiciendo los principios de la propia ONU: habrían sido la espada judicial de un miembro del sistema contra otro miembro del sistema; habrían interferido en la autodeterminación de Chile y habrían subestimado las amenazas de Evo Morales y su canciller prometiendo recuperar territorio chileno incluso al costo de "la sangre". En síntesis, un organismo de la ONU habría contribuido a socavar la paz y seguridad internacionales, consumando lo que en el derecho público francés se llama "desviación de poder". Algún día se sabrá cuántos nacionalistas de otros países esperaban que la CIJ nos obligara a negociar una cesión de soberanía para aplicarlo como jurisprudencia.
-¿Este resultado deja a Bolivia con nulas posibilidades de continuar exigiendo una obligación de negociar con Chile un acceso soberano al Pacífico?
-Es duro aterrizar una aspiración de ese tipo. Sobre todo cuando un político irresponsable convence, a todo un pueblo, que no es aspiración sino derecho constitucional. Esto me recuerda la admonición realista del diplomático norteamericano George Kennan, a inicios de la Guerra Fría: "debemos asumir que hay problemas que no tienen solución".
-¿Cuál diría que fue el principal acierto del equipo chileno en este caso?
-Menciono dos. Primero, entender que el factor histórico era imprescindible. En el caso con el Perú, costó muchísimo que eso se entendiera. Segundo, haber encontrado al agente indicado en el momento preciso: Claudio Grossman reunía una prolongada experiencia académica y social en una importante universidad norteamericana. Además, tuvo una formación en la Facultad de Derecho de la U. de Chile, que lo proyectó como jurista y lo alejó de los dogmatismos.
-¿Haber presentado excepciones preliminares fue un aporte para una resolución final en favor de Chile?
-En definitiva fue bueno, pues, a falta de una política comunicacional, alertó a la opinión pública ilustrada de que algo muy raro estaba pasando con los tratados de límites en un organismo de la ONU. Yo sigo pensando que mejor habría sido no comparecer como demandado, pues igual la CIJ habría conocido nuestra sólida posición jurídica y nos habríamos ahorrado cuatro años de dedicación a un tema que nos distraía de otros objetivos de la política exterior... y que nos costaba recursos importantes. En cuanto a la plausibilidad jurídica de esta opción, la desarrollé en uno de mis libros sobre conflictos vecinales.
-¿En qué aspectos cree que mejoró Chile en su presentación del caso con Bolivia respecto de lo ocurrido en el caso con Perú?
-El caso con Perú nos fue muy complejo, pues hicimos un mal diagnóstico por dos veces consecutivas. Empezamos diciendo que no había controversia jurídica y terminamos diciendo que la controversia era estrictamente jurídica. Luego, quisimos ignorar factores que nos penaban y que estaban en conocimiento de los peruanos. Fue el caso del "informe Bazán", según el cual no había huellas en Chile de un "tratado específico de frontera marítima". En definitiva, como rechazamos negociar, fueron los jueces de la CIJ los que negociaron por nosotros, produciendo un fallo "creativo".
Rodríguez Elizondo agrega que "comparativamente, el caso con Bolivia era sencillo. No había por dónde creer que un organismo de la ONU pudiera obligarnos a ceder territorios y mar, solo porque Morales decía que era de justicia. Pero el fallo en las excepciones preliminares nos asustó a todos. De ahí la sorpresa que nos dio un fallo tan obvio como el del lunes".
-¿Qué implicancias cree que este resultado podría tener para la carrera presidencial de Evo Morales?
-Sería fácil decir que ya tiene olor a lápida. Pero él pertenece a la especie de los políticos incombustibles. Además, a la inversa de su colega Nicolás Maduro, no puede decirse que haya arruinado a su país. Creo que seguirá en la brecha, pero también creo que los bolivianos merecen tener un líder más normal, para poder construir la buena relación que nos merecemos. Por el bien de Bolivia y de Chile.
-¿Se reafirma con esto que Chile debe mantenerse en el Pacto de Bogotá o ese debate debe continuar?
-Mi opinión no estaba sujeta a un buen o mal fallo. Creo, además, que la retirada de Colombia y la posibilidad de retirada de Chile fueron señales políticas importantes en el espacio ONU para llamar a los jueces a la ortodoxia. Y reitero que sin Pacto de Bogotá igual seguiríamos respetando los distintos medios de solución pacífica de la Carta de la ONU y otros. El tema de fondo es que no debemos convertirnos en rehenes de un instrumento que nos hizo renunciar a la "voluntariedad de jurisdicción" inscrita en el acta de nacimiento de la CIJ.
-Pese al triunfo de la posición chilena, ¿qué lecciones cree que debe sacar Chile en materia diplomática tras este caso?
-Lo digo y lo repito: desarrollar un sistema de política exterior de alta profesionalización, donde la política de Estado se comunique, los abogados sean excelentes asesores y los diplomáticos ejerzan la mutidisciplinariedad. Esto, para que puedan operar como un "cuerpo permanente de negociadores profesionales", según descripción de Harold Nicolson.
-¿Cree que se debió presentar la demanda por el Silala en el contexto de otra demanda en curso como la que acaba de finalizar?
-Al principio tendí a aceptarla como una muestra de que salíamos de la reactividad usual. Hoy tengo algunas dudas, pues nos distrae de un problema vinculado con los acuíferos del norte. Hay un conflicto soterrado porque el aprovisionamiento de agua para las empresas chilenas está siendo obstaculizado, de facto, por actores bolivianos. Temo que, por acción u omisión, esto se relacione con el carácter y estatus de los ríos y acuíferos subterráneos. Si es así, habría que asumir el debate necesario.